Tuesday, November 25, 2025

EL ANIQUILACIONISMO


El aniquilacionismo es la creencia de que los incrédulos no experimentarán un sufrimiento literal, físico y eterno en un lago de fuego igualmente literal, físico y eterno, sino que más bien serán “extinguidos” o “aniquilados” después de la muerte. Desaparecerán, creen los aniquilacionistas, como una pompa de jabón en el aire, como si nunca hubieran existido y para existir nunca jamás.

[Lago de fuego: Apocalipsis 19:20; 20:10,14,15]

Para muchos, el aniquilacionismo es una creencia atractiva, un gran consuelo, debido a lo horrible de la idea de que los incrédulos tengan que pasar la eternidad en el lago de fuego. 

Un vistazo a lo que la Biblia dice sobre el destino de los incrédulos revela el hecho de que el castigo en el lago de fuego es eterno

La creencia del aniquilacionismo es el resultado de un malentendido de una o más de las siguientes doctrinas: (1) las consecuencias del pecado, (2) la justicia de Dios, y (3) la naturaleza del lago de fuego.

En relación con la naturaleza del lago de fuego, los aniquilacionistas malentienden el significado de este lugar. 

Obviamente, si un ser humano es echado en un lago de lava hirviente, su cuerpo entero será consumido instantáneamente. Sin embargo, el lago de fuego es una realidad tanto física como espiritual. No es solamente el cuerpo humano el que es echado al lago de fuego; es el cuerpo, el alma y el espíritu humano, tras la resurrección. Una naturaleza espiritual no puede ser consumida por un fuego físico. Los incrédulos serán resucitados con un cuerpo preparado para la eternidad, de la misma manera que lo será el cuerpo de los creyentes (Ap 20:13; Hch 24:15). Tras la resurrección de los muertos—porque todos seremos resucitados—nuestros cuerpos estarán preparados para la eternidad y su ambiente, ya sea en el cielo o en el lago de fuego.

La eternidad es otro aspecto en el que el aniquilacionismo falla en su adecuada comprensión. Los aniquilacionistas tienen razón en que la palabra griega aionion, la cual usualmente se traduce como “eterno”, no siempre significa “eterno”. Específicamente la palabra se refiere a una “edad” o “era”, un período específico de tiempo. Sin embargo, está claro que, en el Nuevo Testamento, el uso de aionion es también usado para referirse a una cantidad eterna de tiempo. Apocalipsis 20:10 habla de Satanás, la bestia, y el falso profeta que fueron echados vivos al lago de fuego y serán atormentados “día y noche por los siglos de los siglos”. Es claro que estos tres no son “aniquilados” por ser echados en el lago de fuego. ¿Por qué sería diferente el destino del resto de los incrédulos? (Ap 20:14-15) La evidencia más convincente de la eternidad del lago de fuego está en Mateo 25:46: 

“E irán éstos (los incrédulos) al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”

En este versículo, el Señor Jesús usa exactamente la misma palabra griega para referirse al destino de los incrédulos y los creyentes. Si los incrédulos son solamente atormentados por una “era”, temporalmente, entonces los creyentes sólo experimentarán la vida en el Cielo por una “era”, también temporalmente. Si los creyentes están en el cielo para siempre, entonces los incrédulos también estarán en el lago de fuego para siempre.

Otra frecuente objeción que hacen los aniquilacionistas para la eternidad en el lago de fuego, es que sería injusto que Dios castigara a los incrédulos allí por una eternidad infinita, a causa de un número finito de pecados. ¿Cómo puede ser justo que Dios castigue por toda una eternidad a una persona que vivió una vida de pecado, digamos, por 70 años? La respuesta es que nuestros pecados conllevan una consecuencia eterna, porque son contra un Dios eterno. Cuando el rey David cometió los pecados de adulterio y asesinato, él le dijo al Señor: 

“Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos…” (Sal 51:4). 

David había pecado contra Betsabé y Urías. ¿Cómo podía David decir que solo pecó contra Dios? 

David entendía que todos los pecados son en última instancia contra Dios. Dios es un Ser eterno e infinito. Como resultado, todo pecado es objeto de un castigo eterno e infinito. No es un asunto del tiempo que duramos pecando, sino del carácter del Dios contra quien pecamos.

Un aspecto más personal del aniquilacionismo es la idea de que no sería posible ser felices en el cielo, sabiendo que algunos de nuestros seres amados estarán sufriendo un tormento eterno en el lago de fuego. 

Cuando lleguemos al cielo, no tendremos nada de qué quejarnos o por qué estar tristes. Apocalipsis 21:4 nos dice: 

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”

Si algunos de nuestros seres queridos no están en el cielo, estaremos 100% de acuerdo en que ellos no pertenecen ahí—estarán condenados por su propia resistencia a creer en el Salvador y a obedecerle como su Señor (Jn 3:16; Jn 14:6). Es difícil entender esto, pero no estaremos entristecidos por su ausencia. El gozo de estar con el Señor y el Padre en la gloria eterna eclipsará cualquier pensamiento acerca de nuestros seres queridos ausentes de tal reunión.

Nuestra atención no debe enfocarse en cómo disfrutaremos del cielo sin todos nuestros seres queridos ahí, sino más bien en cómo podemos llevar a nuestros seres queridos a la fe en Cristo ahora, para que ellos puedan estar ahí.

El lago de fuego es quizá la razón primaria por la que Dios envió al Señor Jesucristo a pagar el castigo por nuestros pecados. El ser “aniquilados” después de la muerte no es un destino para aterrorizarse, aunque una eternidad en el lago de fuego definitivamente sí lo es. 

La muerte del Señor Jesús fue una muerte infinita, pagando nuestra deuda infinita—para que no tengamos que pagarla en el lago de fuego por una eternidad (2 Co 5:21). Todo lo que tenemos que hacer, es poner nuestra fe en Cristo, y seremos salvos, perdonados, limpiados, obteniendo la promesa de un hogar eterno en el cielo. Si rechazamos Su regalo de vida eterna ahora, enfrentaremos las consecuencias eternas de esa decisión.

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