Tuesday, November 4, 2025

¿QUIÉN ES MI MADRE, Y QUIÉNES SON MIS HERMANOS?


Sabemos quiénes son la madre y los hermanos del Señor Jesús por unos cuantos pasajes distintos. 

Por supuesto, Jesús era el Hijo de Dios (Mt 16:16), y sus padres terrenales eran José y María (Mt 1:16). Los hermanos de Jesús se nombran en Mateo 13:55: Jacobo, José, Simón y Judas. También tenía hermanas, pero no se dan sus nombres (Mt 13:55). 

No sólo el Señor Jesús era consciente de quién era su familia, sino que también lo eran aquellos con los que hablaba en Mateo 12:46-48. A primera vista resulta curioso, entonces, que preguntara: 

 ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?(Mt 12:48).

En el contexto, el Señor había sanado a un hombre ciego y mudo (Mt 12:22). Las multitudes se asombraron (Mt 12:23), pero los fariseos se enfurecieron y le atribuyeron la obra a un poder demoníaco (Mt 12:24). Los fariseos y otros líderes habían rechazado continuamente al Señor Jesús y el evangelio que proclamaba, y esta atribución de Su obra al poder de Satanás fue el punto de quiebre. 

El Señor Jesús pronunció un juicio sobre esa generación (Mt 12:39-45), y a partir de ese momento dejó de enseñar a las multitudes con claridad. En su lugar, comenzó a centrarse en preparar a Sus discípulos para su misión evangelística mientras iniciaba el camino hacia Su sacrificio en la cruz.

Mientras el Señor Jesús explicaba la gravedad del fracaso y la responsabilidad de aquella generación, Su madre y sus hermanos estaban fuera, tratando de encontrar la forma de hablar con Él (Mt 12:46). Alguien le dijo al Señor que su madre y sus hermanos querían hablar con Él (Mt 12:47), y Él respondió preguntando: 

 ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?” (Mt 12:48).

Por supuesto, Jesús sabía quiénes eran Su madre y Sus hermanos, pero aprovechó esa oportunidad para presentar una verdad importante a Sus oyentes. Los que lo habían rechazado se habían considerado dignos de entrar en Su reino por sus obras, que presumían justas. Pero desde el principio el Señor Jesús les explicó que tenían que cambiar de corazón (arrepentirse) para conseguir la entrada en Su reino (Mt 4:17). En lugar de confiar en sus propias obras o en su linaje, necesitaban confiar en Jesús para su justicia (Mateo 5-7). Muchos habían supuesto que, por ser de Abraham, estaban automáticamente cualificados para entrar en el reino (Mt 3:7-9). Pero el Señor les Jesús enseñó que ni su linaje ni sus obras eran suficientes para entrar en el reino. Sus relaciones familiares no eran el boleto de entrada al reino. Después de que Jesús hubiera sido rechazado definitivamente por los que estaban en el liderazgo judío, y después de que hubiera pronunciado juicio sobre esa generación, el Señor Jesús pregunta:

 ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?” (Mt 12:48).

Con esta pregunta, Él desafía una vez más la opinión de que las relaciones familiares son suficientes para entrar en el reino de Dios.

Al formular la pregunta, el mismo Señor Jesús responde, señalando a Sus discípulos, y diciendo a la multitud que Sus discípulos eran Su madre y Sus hermanos (Mt 12:49). 

Aunque en un principio eso pudo haber desconcertado a Sus oyentes, Él lo aclaró inmediatamente: 

Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre (Mt 12:50). 

En otras palabras, las relaciones que realmente importan en el esquema eterno de las cosas son las que se basan en relacionarse correctamente con Dios.

Las relaciones familiares humanas son bendiciones hermosas y necesarias, y Dios es quien creó y proporcionó esas relaciones. El Señor Jesús no está minimizando la importancia de las relaciones familiares; más bien, está enfatizando que tener una relación correcta con Dios, obedeciendo Su voluntad es lo más importante.

¿Cómo se obedece entonces Su voluntad? Como Jesús le explicó a Nicodemo en Juan 3, la voluntad de Dios es creer en el Hijo (la palabra creer aparece 8 veces en Juan 3). El Señor Jesús explica más tarde a Sus discípulos que deben creer en Él, incluso en Dios (Jn 14:1), porque Él es el camino, la verdad y la vida, y nadie viene al Padre sino a través de Él (Jn 14:6). Esta era la esencia de lo que Jesús también había explicado en Su Sermón del monte (Mateo 5-7): que las relaciones de las personas no nos hacen justos, sino cómo nos relacionamos con Dios. Al preguntar: 

“¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?” (Mt 12:48),

y al responder a Su propia pregunta, el Señor Jesús dejó claro el punto: Sólo quienes se relacionen con Él, en Sus términos y de acuerdo a Sus mandamientos, son parte de Su familia.

Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre (Mt 12:50).

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