Wednesday, September 3, 2025

CONVENCER DE PECADO, DE JUSTICIA Y DE JUICIO



En Juan 16:8, el Señor promete enviar al Espíritu Santo: 

“Y cuando él [Espíritu] venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”

En este versículo, vemos un triple ministerio que el Espíritu realizará en relación con el mundo no perdido. Él convencerá a la humanidad; es decir, la reprenderá y le mostrará que está equivocada. Esta reprensión se dirigirá a tres áreas en las que el mundo necesita ser amonestado: pecado, justicia y juicio.

De Pecado

Jesús continúa explicando: 

De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado (Jn 16:9-11).

El mundo es un lugar pecaminoso, y una de las tareas del Espíritu Santo es convencer a la humanidad de su pecado. Ninguna predicación, súplica o acusación logrará tal convicción de pecado, a menos que el Espíritu Santo actúe en el corazón del pecador. Es tarea del Espíritu convencer. ¿Y cuál es el pecado más común del que el mundo es culpable? Jesús lo especifica como incredulidad. El poder de convicción del Espíritu Santo actúa en el mundo porque no creen en [Cristo]. Una vez que una persona responde a la convicción del Espíritu y se convierte a la fe en Cristo, los demás pecados que haya cometido quedarán eliminados. El principal pecado de la humanidad es el de la incredulidad—negarse a creer en Jesús y obedecerlo. El segundo pecado de la humanidad es el de la rebelión o desobediencia. El Espíritu Santo saca a la luz la naturaleza rebelde de la humanidad, mostrándonos la maldad de nuestros pecados y la necesidad de un Salvador. 

De Justicia

También hay que convencer al mundo de la justicia de Dios, y esto también es algo que hace el Espíritu Santo. Existe una norma justa a la que todos nos debemos someter, a pesar de la obstinada negación de la verdad absoluta por parte del mundo. ¿Y quién es la norma de la justicia? Jesús se señala a Sí mismo como esa norma: por cuanto voy al Padre. Solo hay una Persona que bajó del cielo, vivió una vida de perfección sin pecado y ascendió de nuevo al cielo: el Hijo del Hombre, que vive para ser nuestro Intercesor (Jn 3:13; 1 Ti 2:5). La justicia que el mundo intenta negar se encuentra demostrada en Cristo. Todo lo que Él dijo e hizo fue la expresión consumada de Dios Padre (Jn 8:28; Col 2:9). Él es la justicia personificada, y nadie puede estar a Su altura (Ro 3:23). La justicia de Dios es manifestada sólo en el Señor Jesús, quien murió en la cruz y resucitó, ofreciéndonos un camino hacia la reconciliación.

De Juicio

El mundo se enfrenta al juicio, y el Espíritu Santo también nos convence de esta verdad. Hay un día de juicio programado, un día en el que el Dios santo hará justicia y librará a Su creación del pecado. De hecho, este juicio ya ha comenzado. ¿Con quién ha comenzado? Jesús identifica a Satanás como aquel sobre quien cayó el juicio: y el que manda en este mundo, que es el diablo, será echado fuera. Jesús había indicado anteriormente que Su muerte en la cruz fue cuando el príncipe de este mundo será echado fuera (Jn 12:31). Fue en la cruz donde Jesús redimió a los pecadores para Dios y venció completamente a Satanás. Para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo (He 2:14). Tres días después, Jesús resucitó de entre los muertos, mostrando a todo el mundo que el dominio de Satanás ha sido derrocado. Todos los que rechazan a Cristo y permanecen en su pecado serán condenados junto con Satanás, y esta es la advertencia que el Espíritu Santo hace sonar en los corazones de los que no son salvos. El juicio de Dios anuncia la destrucción final que caerá sobre Satanás y sobre todos los que rechacen a Cristo Jesús, resaltando las consecuencias de la incredulidad

La influencia del Espíritu Santo en la vida de una persona no salva la llevará a darse cuenta de que es culpable, de que Dios es justo y de que todos los pecadores merecen ser juzgados. Una vez que el pecador haya despertado a la gran necesidad de su alma, el Espíritu le señalará a Cristo, el único Salvador y Refugio del juicio (Jn 16:14). En todo esto, el Espíritu utiliza Su espada, la Palabra de Dios (Ef 6:17), y el resultado de Su victoria sobre el pecador es un corazón regenerado. Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Ro 10:17).

La frase “convencerá de pecado, justicia y juicio” proviene de Juan 16:8 en la Biblia, y se refiere a la obra del Espíritu Santo para mostrarle al mundo su condición pecaminosa, la justicia de Dios en Cristo, y el juicio venidero. El Espíritu Santo convence de pecado porque no creen en Jesús; de justicia porque Jesús ascendió al Padre y ya no se le verá más hasta Su segunda venida; y de juicio porque Satanás, el “príncipe de este mundo”, ya ha sido juzgado en la cruz. 

La convicción del Espíritu Santo es para:

  • Guiar a las personas al arrepentimiento y a la fe en Jesucristo.
  • Despertar la conciencia del pecador sobre la gravedad de sus acciones.
  • Motivar la búsqueda de la justicia divina y la vida obediente a Dios.
  • Llevar a una vida de santidad y a una relación más profunda con Cristo. 

Se Puede Resistir & Rechazar 

Contrario a quienes enseñan que la gracia de Dios es irresistible, la Biblia nos muestra que la obra del Espíritu Santo puede ser resistida y rechazada por una persona. 

La Biblia habla a menudo en contra de ser “duro de cerviz. Ser duro de cerviz es ser una persona porfiada y contumaz. A menudo la Biblia usa esta figura retórica para describir la actitud de Israel con Dios (Ex 33:3; Dt 9:13; Neh 9:16; Hch 7:51). 

Originalmente, el término se utilizaba para describir a un buey que se negaba a dejarse guiar por el cabestro del granjero. Cuando un agricultor enganchaba una yunta de bueyes a un arado, los dirigía pinchándolos suavemente con una aguijada afilada en los talones o en el cuello para que tomaran velocidad o giraran. Un buey que se resistía a ser dirigido de esa manera por el agricultor era llamado “de dura cerviz. Un animal (o persona) duro de cerviz no quiere girar la cabeza para seguir otro camino.

Los israelitas conocían bien el término duro de cerviz, por eso, cuando el Señor lo usó para describirlos, entendieron el mensaje. Todo agricultor entendía muy bien la frustración de intentar arar un campo o transportar un carro cuando el buey era de dura cerviz. Un buey que no se dejaba guiar era inútil para cualquier trabajo. Un buey duro de cerviz es una gran decepción, ya que no cumple con la tarea que debe realizar. Cuando el pueblo escogido por Dios se negó a amarlo, a honrarlo y a obedecerlo, no estaba viviendo el propósito para el cual Dios lo escogió como Suyo (Is 41:8-9; Jer 7:23-24; Ex 19:5-6). Dios les dejó en claro Su voluntad a los israelitas, y su desobediencia fue justamente llamada dura cerviz y corazón duro. Mientras Israel se rebelaba contra Dios, ignoraba la aguijada que Dios usaba para intentar redireccionarlos.

Esteban, el primer mártir cristiano, utilizó el término duros de cerviz cuando les dijo a los judíos que habían asesinado a su Mesías. Dijo: 

¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores (Hch 7:51-52). 

Por decirles la verdad, Esteban murió apedreado.

Todos los seres humanos fuimos creados a la imagen de Dios (Gn 1:27) con el propósito de reflejar Su gloria mientras vivimos en comunión con Él. Pero, después de que Adán pecó en el Jardín, todos queremos seguir nuestro propio camino (Ro 5:12). Dios envió a Su Hijo para que pagara el precio de esa rebelión y, sin embargo, millones de personas siguen rechazando Su invitación (2 Co 5:21; Jn 3:16-18). Aquellos que tienen la oportunidad de conocer a Dios pero que, en vez de eso, se sirven a sí mismos, siguen el ejemplo de Israel al ser “de dura cerviz”, al rechazar la obra del Espíritu Santo en sus vidas (He 3:7-12).

Dios promete guiar los que lo aman, y les pide no ser duros de cerviz:

Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti (Sal 32:8-9).
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