Wednesday, September 10, 2025

LA MENTE DE CRISTO



“No tenga tu corazón envidia de los pecadores, antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo” (Pr 23:17). 

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El mundo exalta y promueve a los pecadores. Las estrellas de cine, los atletas, los cantantes, los magnates de los negocios, la realeza, los políticos y otros pecadores ricos y famosos son puestos delante de tus ojos todos los días. Salomón, con sabio amor de padre, advirtió a su hijo en contra de tenerle envidia a los pecadores (Pr 24:1,19). Sabía que el temor de Dios debía ser su única ambición (Ec 12:13-14).

Cada generación, de cada nación, ha tenido héroes y estrellas; pero sólo recientemente las imágenes y las palabras de estos pecadores populares son omnipresentes. Si esta advertencia fue importante en los días de Salomón, es mucho más importante hoy. Todos estos pecadores están perdidos, y todo cristiano debe saberlo, creerlo y vivir como persona de fe (Pr 23:18; Sal 37:1-3).

Hay miles de pecadores que envidiar en esta generación y este mundo. Todas las edades, tanto hombres como mujeres, y todos los temperamentos, encuentran que ciertos pecadores son atractivos. Se imaginan lo maravillosa que podrían ser sus vidas si tuvieran las habilidades, la apariencia, el éxito, el dinero, el cónyuge o las circunstancias de sus ídolos. Podrían ser estrellas de Hollywood, y dejar de ser simplemente soñadores e ilusos rodeados de otros como ellos.

El temor del Señor es mucho mejor. Todo pecador, por rico o famoso que sea, morirá e irá al infierno (Sal 49: 6-20). Temer al Señor es todo el deber del hombre (Ec 12:13-14). Con la bendición y el favor de Dios, incluso la oscuridad y la pobreza son mejores que las vidas disfuncionales y sin esperanza y el sufrimiento eterno de los impíos (Pr 15:16; Sal 37:16). ¡Créelo!

“Moisés... rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (He 11:24-26). 

Asaf describió en términos maravillosos la sabiduría de mirar más allá del brillo pasajero de este mundo (Sal 73:1-28). Mientras que Demas amó este mundo presente, Pablo amó el reino por venir (2 Ti 4:7-8,10).

Una morgue enseña el futuro de las chicas glamorosas. Las diosas de ayer alimentan a los gusanos de hoy. Mejor aún, visita una sala oncológica. Antes de que lleguen a la tumba, son consumidas por el cáncer adquiriendo un aspecto tan cadavérico y fantasmal que ni sus madres pueden reconocerlas. Y luego viene el infierno. Las jóvenes que envidian a las famosas son una cosa, y dan lástima; pero las mujeres adultas que las envidian son ridículas. La mujer virtuosa, rehuyendo las tentaciones de este mundo para buscar a Cristo, vivirá en agradable esplendor para siempre (Pr 23:18; 1 Ti 2:15).

¿Por qué leer publicaciones que exaltan a los pecadores? ¿Por qué verlos en las pantallas? El mundo solo muestra rasgos atractivos de ellos: no los ves borrachos, divorciados, deprimidos, intoxicados, agonizantes o muertos. ¿Por qué soñar con ellos? Tu corazón engañoso se detiene en sus rasgos seductores y te miente acerca de sus problemas presentes y el juicio futuro, y tú crees la mentira. Sería mucho mejor envidiar a los justos y codiciar su carácter y reputación.

Tu pensamiento constante debe ser temer a Dios, que es odiar el mal y guardar Sus mandamientos (Pr 8:13; 14:2; Sal 112:1; 128:1). 

El temor al Señor no es una actitud que debemos adoptar al momento del devocional, o cuando estamos en dificultades, o cuando oramos, o cuando asistimos al servicio dominical o a la cena del Señor: 

Temer al Señor es tener la mente de Cristo (1 Co 2:16); esto es, la perspectiva, el propósito y el sentir de Jesús, que se manifiestan en un corazón humilde, obediente y enfocado en la voluntad de Dios, reflejando su amor y compasión por los demás. Se obtiene al recibir al Espíritu Santo, al convertirse a Cristo; lo que le permite a los creyentes comprender y actuar de acuerdo a la sabiduría divina, en contraste con la sabiduría del mundo. 

El temor del Señor es una renovación constante de la mente, un continuo proceso de transformación que implica estudiar la Palabra de Dios y alinearse con los pensamientos y la voluntad divina (Ro 12:2). Es vivir de acuerdo al evangelio, es actuar como un ciudadano del reino de los cielos, comportándose de manera digna de Cristo y dejando de lado los propios intereses para enfocarse en los del Señor. Se cultiva por medio de la oración diaria enfocada en la voluntad del Padre, y se aviva por medio de la meditación en la Palabra de Dios de día y de noche (Jos 1:8-10).

¡No permitas que la envidia de los pecadores eche raíces en tu corazón!

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