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viernes, 21 de febrero de 2025

DUROS DE CERVIZ



“Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros...” (Hch 7:51-53).

Ser de dura cerviz es ser terco y difícil de controlar. A menudo la Biblia usa esta figura retórica para describir la actitud de Israel con Dios (Éx 33:3; Dt 9:13; Neh 9:16; Hch 7:51). 

Originalmente, el término se utilizó para describir a un buey (o a cualquier animal de granja destinado al servicio de los humanos) que se negaba a dejarse guiar por el cabestro del granjero. Por ejemplo, cuando un agricultor enganchaba una yunta de bueyes a un arado, los dirigía pinchándolos suavemente con una aguijada afilada en los talones o en el cuello para que tomaran velocidad o giraran. El animal que se resistía a ser dirigido de esta manera por el agricultor era llamado de dura cerviz. Un animal (o persona) de dura cerviz no quiere girar la cabeza para seguir otro camino. 

Los israelitas conocían bien el término ser de dura cerviz, por eso, cuando el Señor lo usó para describirlos, entendieron el mensaje. Todo agricultor entiende muy bien la frustración de intentar arar un campo o transportar un carreta cuando el animal de carga es de dura cerviz. Un animal de carga que no se deja guiar es inútil para cualquier trabajo, es una gran decepción, ya que no cumple con la tarea que debe realizar. 

Cuando el pueblo escogido por Dios se negó a amarlo, a honrarlo y a obedecerlo, no estaba viviendo el propósito para el cual Dios lo escogió como Suyo (Is 41:8-9; Jer 7:23-24; Éx 19:5-6). Dios les dejó en claro Su voluntad a los israelitas, y su desobediencia fue justamente llamada dura cerviz y corazón duro. Mientras Israel se rebelaba contra Dios, ignoraba la aguijada que Dios usaba para intentar redireccionarlos.

Esteban, el primer mártir cristiano, utilizó el término ser de dura cerviz cuando les dijo a los judíos que habían asesinado a su Mesías:

“¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores (Hch 7:51-52).

Por decir esta verdad, Esteban murió apedreado. “Y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo” (Hch 7:58). Este joven llamado Saulo, escucharía del Señor en Persona una paráfrasis de las últimas palabras que Esteban le había dirigido a los judíos que lo lapidaron, judíos entre los cuales el joven Saulo se encontraba: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hch 26:14)

Todos los seres humanos fuimos creados a la imagen de Dios (Gn 1:27) con el propósito de reflejar Su gloria mientras vivimos en comunión con Él. Pero, después de que Adán pecó en Edén, junto con él elegimos seguir nuestro propio camino (Ro 5:12). Dios envió a Su Hijo para que pagara el precio de esa rebelión y, sin embargo, millones de personas siguen rechazando Su invitación (2 Co 5:21; Jn 3:16-18). Aquellos que tienen la oportunidad de conocer a Dios pero que, en vez de eso, se sirven a sí mismos, siguen el ejemplo de Israel al ser de dura cerviz (He 3:7-12).

Dios promete guiar los que lo aman, y nos pide no continuar siendo de dura cerviz:

“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti” (Sal 32:8-9).

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