“El el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará”.
La clave para entender esta declaración se encuentra en el contexto del versículo y en la conversación más amplia que el Señor Jesús estaba teniendo.
Él estaba enseñando en el templo cuando los principales sacerdotes y los ancianos se acercaron a Él y le exigieron saber la fuente de Su autoridad. En respuesta, el Señor les preguntó acerca de Juan el Bautista: ¿era un profeta de Dios o no? Los líderes religiosos, temiendo la respuesta del pueblo, se negaron a revelar su verdadera opinión sobre el asunto. A su vez, el Señor se negó a revelar la fuente de Su autoridad (Mt 21:23-27). Al hacerlo, Él dejó en claro que los líderes judíos mismos no tenían autoridad para juzgarlo.
Luego el Señor relató las parábolas acerca de las viñas. En la primera, Jesús contó acerca de dos hijos a quienes su padre les dijo que fueran a trabajar en la viña. El primer hijo inicialmente se negó, pero luego cambió de opinión y fue a trabajar. El segundo hijo prometió ir trabajar, pero nunca fue a la viña. Jesús aplicó esto a los líderes religiosos de Israel, quienes eran como el segundo hijo: expresaron su acuerdo con el Padre, pero, en el análisis final, fueron desobedientes. Los pecadores que respondieron al mensaje de Juan el Bautista eran como el primer hijo: parecían candidatos improbables para el cielo, pero se arrepintieron y, por lo tanto, entrarán en el reino (Mt 21:28-32).
En la segunda parábola, Jesús habla de un terrateniente que, en el tiempo de la cosecha, envió a algunos sirvientes a su viña para recoger el fruto. Sin embargo, los labradores que cuidaban la viña eran una gente malvada, y cuando llegaron los sirvientes, los labradores golpearon a algunos de ellos y mataron a otros. Finalmente, el terrateniente envió a su propio hijo a recoger el fruto, esperando que los labradores le mostraran respeto. Pero los labradores trataron peor a su hijo, echándolo fuera de la viña y matándolo (Mt 21:33-39).
Jesús entonces hace una pregunta: “Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?” (Mt 21:40). Los sumos sacerdotes y los ancianos le responden: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo (Mt 21:41).
Jesús luego enfatiza su punto con una cita del Salmo 118: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. De parte de Jehová es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos (Mt 21:42). Después de una advertencia sobre que los líderes religiosos no heredarán el reino (Mt 21:43), llegamos a la declaración en cuestión, que es la culminación de una serie de terribles pronunciamientos dirigidos a los sumos sacerdotes y a los ancianos.
El Señor Jesús comienza con una pregunta sobre Juan el Bautista en Mateo 21:25, pero al final de la conversación, habla claramente de Sí mismo, refiriéndose a un padre que envía a su hijo que fue asesinado (Mt 21:37). Inmediatamente después cita una profecía mesiánica (Mt 21:42), afirmando en efecto que él es el Mesías largamente esperado. La progresión es lógica: el rechazo de Juan lleva naturalmente al rechazo de Cristo, a quien Juan señaló (Jn 1:29;3:30).
La piedra que “los edificadores desecharon” es Jesús (Mt 21:42). Aunque fue rechazado, Él se convierte en la piedra principal del ángulo (Hch 4:11; Ef 2:20; y 1 P 2:6-8).
El rechazo de la piedra por parte de los edificadores es una referencia a la crucifixión de Cristo. La elección que el Padre hace de la piedra para que sea la piedra angular es una referencia a la resurrección de Cristo. Dios eligió a Su Hijo, despreciado y rechazado por el mundo, para que fuera el fundamento de Su iglesia (1 Co 3:11). He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable (Is 28:16).
Ahora bien, el contacto con una piedra tiene consecuencias. Si tropiezas con el borde de una roca y caes sobre ella, puedes romperte algunos huesos. Si una roca lo suficientemente grande cae sobre ti, puedes morir. El Señor Jesús usa estas verdades para dar una advertencia a los líderes judíos.
La piedra de la que habla es Él mismo. Al decir que quien caiga sobre esta piedra será quebrantado, el Señor Jesús advierte tanto sobre la conversión como contra oponerse a Él. Nadie que tropiece con Él será la misma persona si se convierte y nace de nuevo: una especie de dulce quebranto (Sal 51:17). Por otro lado, desafiar al Señor con rebeldía y/o desobediencia es como caer bajo una roca sólida, una acción insensata. Al decir que quien caiga bajo esta piedra será desmenuzado, Jesús advierte contra ignorarlo o desobedecerlo. La apatía hacia Jesús (Su palabra) es como interponerse en el camino de una roca que cae, una acción muy insensata. “Estoy aquí para hacer la obra de Dios”, dice Jesús en esencia. “Se pondrán los cimientos de la iglesia. No es prudente oponerse a Mí porque la obra de Dios no es intrascendente”.
Rechazar al Salvador es fatal. Lamentablemente, muchos lo rechazan, incluso llamándose a sí mismos “cristianos”. Será por piedra para tropezar, y por tropezadero para caer (Is 8:14).
Rechazar persistentemente al Salvador es recibir un juicio tan severo que lo único que quedará será polvo. El profeta Daniel da una imagen similar del Mesías, comparándolo con una roca cortada, pero no por manos humanas, que aplasta a las naciones del mundo y las aniquila por completo (Dn 2:31-45).
Mateo 21:44 es un llamado a la fe, un llamado a abrir los ojos y ver que el Señor Jesús es en verdad el Hijo de Dios enviado al mundo. El pasaje es también una advertencia severa contra el rechazo al Señor Jesucristo. Él es la Roca segura de salvación para quienes creen en Él y le obedecen, pero una piedra de tropiezo inamovible y una roca que desmenuza para quienes no le obedecen.
Que nadie que haciéndose llamar “cristiano(a)” sea descrito por estas palabras del Señor:
“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mt 15:8-9).
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