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jueves, 7 de noviembre de 2024

NO SUFRIRÁN LA SANA DOCTRINA


Pablo le advierte a Timoteo, un anciano de la iglesia en Éfeso, que llegará un tiempo cuando las personas no sufrirán la sana doctrina (2 Ti 4:3); en cambio, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias. La idea de sufrir la sana enseñanza tiene que ver con tolerarla o soportarla. En otras palabras, las personas se negarán a escuchar lo que es bueno y correcto. Serán intolerantes a la verdad.

Antes de la advertencia, Pablo establece la fuente y la utilidad de las Escrituras. Las Escrituras proceden de la boca de Dios, o son inspiradas por Dios, y son beneficiosas para enseñar, entre otras cosas, lo que conduce a la maduración y preparación del cristiano (2 Ti 3:16-17). Esta maduración y capacitación tiene el propósito de permitir al creyente completar toda buena obra que Dios ha ordenado.

Pablo exhorta a Timoteo a estar listo para proclamar las Escrituras en todo momento (2 Ti 4:1-2), exhortando y corrigiendo a otros mediante la Palabra de Dios. Timoteo debe estudiar, practicar y luego enseñar las Escrituras (ver Esd 7:10). En 2 Timoteo 4:3, Pablo da la razón de la urgencia de tal tarea: Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina.

La palabra griega traducida como doctrina se refiere a enseñanza o instrucción. A menudo, se entiende por doctrina la enseñanza y la instrucción sistematizadas. La palabra griega traducida como sana también se puede entender como saludable o libre de error. Pablo está advirtiendo a Timoteo de que llegará un tiempo cuando las personas no desearán escuchar la enseñanza verdadera o correcta—enseñanza que está acorde con la realidad. En vez de eso, seguirán sus propios deseos y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oír (2 Ti 4:3, NTV).

Normalmente, entender la sana doctrina requiere que el individuo cambie sus acciones. Si es algo que no quiere hacer, puede rechazar la enseñanza. Al principio, Pedro no quería predicar el evangelio a los gentiles debido a una comprensión incorrecta de lo que Dios deseaba que hiciera (Hch 10:1-48). Sin embargo, Dios corrigió pacientemente su entendimiento y preparó a Pedro para proclamar el evangelio a Cornelio, un líder gentil. Pedro respondió a la sana doctrina y siguió adelante sin temor.

Es importante que nosotros, como maestros y discípulos, hagamos caso a las palabras de Pablo en 2 Timoteo 4:3. Como maestros, debemos enseñar la sana doctrina, manteniéndonos fieles a las verdades de las Escrituras sin importar las consecuencias. Como discípulos, debemos buscar la sana doctrina y recibirla, si queremos vivir de acuerdo a la verdad. Los deseos del discípulo deben ceder ante las verdades de las Escrituras. En oración, a medida que el discípulo madura y es transformado por la renovación de la mente, sus deseos se alinean más y más con la sana doctrina de las Escrituras.

Es beneficioso para el discípulo desear la sana doctrina. También es importante que el discípulo compruebe lo que se le enseña. Durante el segundo viaje misionero de Pablo, viajó a través de Grecia, proclamando el evangelio de Jesucristo a todos. Muchos creyeron en el evangelio (Hch 17:4). Pablo finalmente llegó a la ciudad de Berea donde también presentó el evangelio. Los de Berea recibieron a Pablo con gran entusiasmo escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así (Hch 17:11). Los de Berea son un ejemplo perfecto de cómo el discípulo debe desear la sana doctrina y examinar la Biblia para comprobar si una doctrina es verdaderamente sana, de acuerdo a toda la Biblia.

¿Por qué la sana doctrina es tan importante?

Pablo le encarga a Tito: Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina (Tit 2:1). Dicha orden deja en claro que la sana doctrina es importante. Pero, ¿por qué es importante? ¿Realmente lo que creemos hace alguna diferencia?

La sana doctrina es importante porque nuestra fe se basa en un mensaje específico. Toda la doctrina de la Biblia contiene muchos elementos, pero el mensaje principal se define claramente: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; [y]. . . que resucitó al tercer día, conforme a las escrituras (1 Co 15:3-4). Estas son las incuestionables buenas nuevas, y son de de vital importancia. Cambiar este mensaje y la base de la fe, hace que cambiemos a Cristo por algo diferente. Nuestro destino eterno depende del escuchar la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación (Ef 1:13; 2 Ts 2:13-14).

La sana doctrina es importante, porque el evangelio es un deber sagrado, y no nos atrevemos a manipular la comunicación de Dios al mundo. Nuestro deber es entregar el mensaje, no de cambiarlo. Judas (no el traidor) expresa un sentido de urgencia en el deber de guardar la fe: Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos (Jud 1:3; Fil 1:27). Contender lleva la idea de luchar incansablemente por algo y de dar todo lo que se tiene. La Biblia incluye una advertencia de no agregar ni de quitar a la palabra de Dios (Ap 22:18-19). En lugar de modificar la doctrina de los apóstoles, recibimos lo que nos han transmitido y guardamos la forma de la sana enseñanza, con fe y amor que es en Cristo Jesús (2 Ti 1:13).

La sana doctrina es importante porque lo que creemos afecta lo que hacemos. El comportamiento es una extensión de la teología, y existe una correlación directa entre lo que pensamos y cómo actuamos. Por ejemplo, dos personas se paran en la parte alta de un puente; uno cree que puede volar, y el otro considera que no puede volar. El siguiente acto de cada uno será bastante diferente. De la misma manera, un hombre que cree que no hay tal cosa como el bien y el mal, naturalmente se comportará de manera diferente a un hombre que cree en las normas morales bien definidas. En una de las listas de pecados que se encuentran en la Biblia, se mencionan cosas como la rebelión, el asesinato, la mentira y la fornicación. La lista concluye con y para [todo] cuanto se oponga a la sana doctrina (1 Ti 1:9-10). En otras palabras, la verdadera enseñanza promueve la justicia; el pecado florece cuando la sana doctrina se ignora o se descuida en aprenderla y enseñarla.

La sana doctrina es importante porque debemos verificar la verdad en un mundo de mentira. En este mundo, todo lo que vemos, oímos, comemos, olemos, bebemos, tocamos y leemos es mayoritariamente mentira. Muchos falsos profetas han salido por el mundo (1 Jn 4:1). Hay cizaña entre el trigo y lobos en medio de las ovejas (Mt 13:25; Hch 20:29). La mejor manera de distinguir la verdad de la mentira, es saber cuál es la verdad.

La sana doctrina es importante porque el final de la sana doctrina es la vida. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren (1 Ti 4:16). Por el contrario, el final de la falsa doctrina es la destrucción. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo (Jud 1:4). Cambiar el mensaje de la gracia de Dios, es hacer algo pecaminoso, es practicar el pecado, y la paga del pecado es muerte (Ro 6:23). Predicar otro evangelio, conlleva un anatema: Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. ¡Que caiga bajo maldición! (Gl 1:6-9).

La sana doctrina es importante porque anima a los creyentes. Un amor por la palabra de Dios trae mucha paz (Sal 119:165), y los que anuncian la paz. . . los que publican salvación son realmente hermosos (Is 52:7). El verdadero creyente debe retener la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen (Tit 1:9).

La palabra de la sabiduría es: No traspases los linderos antiguos que pusieron tus padres (Pr 22:28). Aplicando este proverbio a la sana doctrina, la lección es que debemos preservarla intacta. Que nunca nos alejemos de la sincera fidelidad a Cristo (2 Co 11:3).

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