“¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol” (Ec 1:9).
El estilo de la imagen se asemeja al arte digital para representar un tema cíclico, sugiriendo la repetición de eventos. Al ambientar la escena bajo un sol cálido y radiante, que simboliza la constancia en el ciclo de la vida, se destaca que Eclesiastés 1:9 habla del origen y el fin de la creación de Dios en un proverbio que se ha convertido en un refrán común:
“Nada hay nuevo debajo del sol”.
Una queja cansada contra la monotonía de la vida. Cuando Salomón escribió la oración, él estaba enfatizando la naturaleza del ciclo de la vida humana en la tierra y el vacío de vivir solo para esta “carrera de ratas” que llamamos vida.
Salomón usa la frase “debajo del sol” 26 veces en Eclesiastés (RV1960), y no se usa así en ninguna otra parte de las Escrituras.
El significado que le da Salomón en el Eclesiastés es que lo que sucede “debajo del sol” en una vida separada de Dios es universal—la perspectiva en Eclesiastés es una perspectiva terrenal.
Decir que no hay nada nuevo debajo el sol significa que realmente no hay nada nuevo en el mundo. Toda la actividad de un hombre durante su vida se pierde en el gran esquema de las cosas y pronto será olvidada (Ec 1:11).
Al decir que no hay nada nuevo debajo el sol Salomón ignora los inventos y los avances de la tecnología creados por el ser humano, porque estas innovaciones no suponen ningún cambio básico en la esencia de la naturaleza como Dios la creó. De parte del Señor, Salomón está hablando principalmente del corazón del ser humano y de Su creación natural.
En la época de Salomón, ocurrieron muchos avances en la sociedad, de todo tipo; pero desde la perspectiva eterna de la vida, la creación de Dios y la naturaleza humana ha seguido y seguirán siendo siempre las mismas.
El contexto de Eclesiastés 1 trata del funcionamiento de la tierra. El sol (Ec 1:5), el viento (Ec 1:6) y el agua (Ec 1:7) siguen operando bajo las mismas leyes naturales, tal como Dios las determinó desde el principio. A pesar de los esfuerzos humanos (Ec 1:2), el mundo y la naturaleza humana, siguen igual.
Parte de la frustración de Salomón la expresa en esta observación:
“No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después” (Ec 1:11).
La gente tiende a olvidar el pasado y a repetir sus errores en el presente y en el futuro.
El hecho de que no haya nada nuevo debajo el sol, ¿significa que las personas no deben intentar superarse a sí mismas, mejorar la vida de los demás o mejorar el mundo que los rodea? Hay que leer todo el libro del Eclesiastés antes de sacar conclusiones precipitadas. Al final, Salomón escribe esto:
“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ec 12:13-14)
En otras palabras, la vida implica algo más que lo que ocurre “debajo el sol”. Vivir para Dios y Su gloria es la meta de la vida. Aquellos que no buscan esta meta serán desechados de Su presencia para siempre. Incluso nuestras buenas acciones que han pasado desapercibidas en esta vida son vistas por Dios y serán recompensadas en el futuro. Este conocimiento debería resultar en una vida dedicada a Dios, con un profundo amor por Él y el deseo de hacer una diferencia eterna en las vidas de nuestros semejantes.
Jeremías 29:11 dice:
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jer 29:11).
La Gran Comisión también da una misión específica para la vida cristiana:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt 28:19-20).
La vida cristiana no es sin sentido. No hay nada nuevo debajo el sol, pero el Señor Jesús promete hacer nuevas todas las cosas (Ap 21:5).
Eclesiastés fue escrito como un ejercicio de introspección y para transmitir sabiduría al pueblo de Dios a través de los siglos. Si se asume que las palabras son de Salomón, probablemente fueron escritas hacia el final de su reinado. En este libro, Salomón adopta el papel de maestro o predicador (heb., eclesiastés) que se dirige a sus discípulos. Busca ofrecer dichos sabios que los lectores comprendan fácilmente sin necesidad de mucha explicación adicional. El mensaje principal es que Dios es la única fuente de verdadero significado y el verdadero propósito de nuestras vidas. Esto lo descubrió el autor a través de la experiencia personal y a un alto precio. En la tradición judía, Eclesiastés se lee el día de Pentecostés.
Dadas sus descripciones de hedonismo, materialismo y frustración, Eclesiastés habría sido escrito cerca del final de la vida de Salomón.
Si bien el libro de Proverbios está pensado para ser comprendido por partes, no ocurre lo mismo con Eclesiastés. Gran parte del libro es retórico, es decir, se presenta con el fin de explorar una idea específica. Los versículos finales muestran la conclusión definitiva a la que conduce esta línea de pensamiento.
Eclesiastés consta de doce capítulos organizados en torno a la búsqueda de Salomón del verdadero sentido de la vida. Tras un breve prefacio en Eclesiastés 1:1-11, se desarrolla el experimento de Salomón, dividido en cuatro partes. El libro comienza con una introducción (Ec 1:12-18), seguida de la búsqueda de sentido a través del placer (Ec 2:1-11), de la sabiduría y la necedad (Ec 2:12-17), y del trabajo y las recompensas (Ec 2:18-6:9). Este enfoque en el trabajo constituye la sección más extensa del libro, pues trata sobre la naturaleza provisional de las recompensas del esfuerzo.
Las conclusiones de Salomón se abordan en los capítulos 6-12. En los capítulos 7-8, Salomón explica las limitaciones de la sabiduría. Temas como la prosperidad, el sufrimiento, la justicia, el mal, la sabiduría y los gobernantes tienen su lugar, pero todos ellos imponen límites al conocimiento que una persona puede tener del futuro.
En los capítulos 9-11, Salomón expresa su preocupación por la mortalidad humana. Señala que todos mueren, que desde la tumba no pueden hacer nada, que desconocen cuándo morirán y qué les depara el futuro. Esto podría conducir a la desesperación; sin embargo, Salomón señala que el propósito, el sentido y el gozo de la vida se basan en honrar a Dios y vivir para Él. Esta, en lugar del placer, el trabajo o la sabiduría, es la mejor estrategia para una vida plena (Ec 11:7-12:8). Concluye su análisis con consejos finales e información sobre sí mismo como autor (Ec 12:9-14).
Pero el libro también puede ser aplicado como una profecía particular y general. Particular por tiene aplicación para cada creyente a nivel personal. General porque la vida humana y del mundo seguirán el mismo curso que el Creador les destinó desde el origen. Salomón también escribió:
“Gloria de Dios es encubrir un asunto; Pero honra del rey es escudriñarlo” (Pr 25:2).
Nosotros, los creyentes discípulos del Señor Jesús somos reyes y sacerdotes (Ap 1:6; 5:10). Es nuestro privilegio escudriñar el libro de Eclesiastés para ampliar su interpretación y aplicación tanto particular como general con la ayuda del resto de las Escrituras. El Señor nos ha dado gran ayuda para realizar esta tarea a través de este magistral resumen e introducción:
“¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol” (Ec 1:9).
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