Thursday, November 20, 2025

AMIGO, ¿A QUÉ VIENES?




“Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, y si tuviere sed, dale de beber agua” (Pr 25:21).

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Pónganse de pie todos los hijos de Dios. Ésta es la prueba. ¿Amas a tus enemigos? ¿Tratas bien a tus enemigos cuando están en necesidad? Tu naturaleza pecaminosa se rebela ante tales pensamientos altruistas, pero la sabiduría del cielo enseña mejor. Que los verdaderos hijos de Dios se pongan de pie.

¡Qué alto y noble estándar presenta Salomón aquí! ¿Qué religión pagana o libro sagrado puede igualar esta definición de la caridad cristiana? El hombre natural quiere limitar el amor a aquellos que lo aman y limitar el servicio a aquellos que le devolverán el favor (Lc 6:32-34). Los fariseos pervirtieron la palabra de Dios y enseñaron que debes odiar a tus enemigos (Mt 5:43).

El Señor Jesús repitió este santo proverbio cuando dijo: 

“Amad a vuestros enemigos” (Mt 5:44; Lc 6:27,35). 

Reprendió tu instinto natural y enseñó que Dios envía la lluvia y el sol tanto a Sus enemigos como a Sus amigos (Mt 5:43-48). Para que seas como tu Padre Celestial, debes hacer lo mismo. Debes amar a tus enemigos tratándolos bien. Pablo también enseñó lo mismo (Ro 12:17-21).

Muchos piensan que el Señor Jesús enseñó un nuevo tipo de justicia, pero Salomón enseñó la misma verdad 900 años antes en este proverbio. Moisés la enseñó 1500 años antes (Ex 23:4-5). Se equivocan los que piensan que el Señor Jesús predicó un nuevo evangelio de amor: La sabiduría y la piedad no cambian. Dios y Sus hijos siempre trataron bien a los enemigos. El “nuevo mandamiento” del amor es nuevo sólo en su énfasis  (Jn 13:34-35; 1 Jn 2:7-11).

Estos no son enemigos nacionales o civiles. Bajo el Antiguo Testamento, los enemigos nacionales de Israel debían ser exterminados. Según el Nuevo Testamento, las naciones deben protegerse a sí mismas contra sus enemigos (Lc 3:14; Ro 13:4-5). Los gobiernos civiles aún hacen la guerra para proteger a sus ciudadanos, y aún se ejecutan a los criminales capitales según las leyes civiles.

La regla no modifica en nada la autoridad ni las penas civiles. Los padres todavía disciplinan a sus hijos sin tener en cuenta este proverbio, porque no se aplica a ellos. Las iglesias todavía disciplinan a los miembros sin tener en cuenta este proverbio, porque tampoco se aplica a ellas. El objetivo del proverbio es cómo cada hombre trata a sus propios enemigos personales por sus ofensas.

El mandamiento de amar a tu prójimo incluye a tus enemigos. El Señor dijo que toda la ley depende de los dos primeros y más grandes mandamientos (Mt 22:40). Y cuando se le pidió que definiera al prójimo de un hombre, el Señor habló del buen samaritano que ayudó al judío herido, lo cual fue una respuesta profunda, porque los judíos y los samaritanos eran enemigos (Lc 10:25-37; Jn 4:9).

¿Permite Dios rencores y amarguras en tu corazón, cuando no puedes tocar a tus enemigos por las circunstancias? ¡De ninguna manera! (Lv 19:18; Stg 5:9) Salomón incluso enseñó en otra parte que no debes regocijarte cuando tus enemigos personales experimenten problemas (Pr 24:17). Su padre, David, había practicado bien esta regla (Sal 35:11-16). ¿Te entristeces cuando tus enemigos están atribulados? ¿Te regocijas cuando tus enemigos son bendecidos?

¿Es la lección una mera prohibición de represalias hacia los enemigos? ¿Es simplemente un recordatorio para desear el bien de tus enemigos? ¡No, en ambos casos! Va más allá: Enseña un desempeño activo. Orar por un enemigo es una cosa; darle lo que necesita es otra.

¿Cómo puedes poner en práctica tal enseñanza? La lección es gloriosamente noble y benevolente, pero ¿quién puede cambiar la sed de venganza en su corazón para alimentar a su enemigo? ¡También podrías intentar crear una nueva tierra! El Señor te responde:

“Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Co 12:9).

La “gracia” de Dios es Su fuerza, Su poder que nos capacita para hacer Su voluntad.

¿Por qué deberías hacer algo tan extraño a tus instintos naturales? Porque eres un hijo del Padre que está en los cielos (Mt 5:43-48); para derretir o entristecer el corazón de tu enemigo con tu bondad (Pr 25:22; Ro 12:20); para vencer su mal con el bien del Espíritu Santo (Ro 12:21), y para asegurarte la recompensa del Señor (Pr 25:22) ¿Qué más podrías desear? La bendición de Dios está sobre los que devuelven bendición por insultos (1 P 3:8-11).

¿Puedes estar agradecido por tus enemigos? Si no tuvieras enemigos, ¿cómo podrías mostrar el carácter y la gracia de Dios Todopoderoso y ganar las bendiciones del párrafo anterior? Pablo aprendió esta lección y se complació en los reproches y persecuciones que soportó y venció por la gracia de Dios (2 Co 12:10).

Sin alguien que te maltrate, por ejemplo un jefe o patrón, no puedes mostrarle a Dios ninguna lealtad o servicio que merezca alabanza (1 P 2:18-23). La perversidad de tu enemigo es tu bendición, porque te da la oportunidad de acercarte al Señor Jesús y al cielo.

Examínate a ti mismo e identifica a aquellos que son tus enemigos personales: aquellos que te odian, te tratan con desprecio, te maldicen o te persiguen. Perdónalos, ora por ellos, proponte y planifica ir en su ayuda en algún área de necesidad. Puedes hacerlo con Su gracia.

Escucha al Señor decir: “Amigo, ¿a qué vienes?” al enemigo que lo había traicionado por unas pocas piezas de plata (Mt 26:50). Jesús buscó además el perdón de los soldados que lo crucificaron (Lc 23:34), y el diácono Esteban siguió el ejemplo de su Señor al orar por los que lo apedrearon hasta la muerte (Hch 7:60). ¿Quieres ser como ellos?

Pero el Señor hizo mucho más que estos actos de bondad sobrenatural: Murió por los pecadores cuando aun eran Sus enemigos declarados (Ro 5:6-10). Si tú eres, en verdad, hijo de Dios, proponte seguir el ejemplo de tu Maestro y demuéstralo amando activamente a tus enemigos.

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