Tuesday, November 18, 2025

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER


El que canta canciones al corazón afligido es como el que quita la ropa en tiempo de frío, o el que sobre el jabón echa vinagre” (Pr 25:20).

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Aquí hay sabiduría inspirada para tratar con los atribulados. No importa lo que te haya enseñado tu mamá o lo que leas en un libro de psicología. Aquí hay un consejo del cielo para consolar a las personas que están sufriendo. Puedes pensar que tu enfoque alegre debería levantarles el ánimo, pero el proverbio enseña que este enfoque es como robarles el abrigo en clima frío o arruinar el jabón con vinagre. Si lo hicieras, serías un consolador miserable, y el pobre afligido estaría mejor sin ti.

Si te gustan las figuras retóricas, hay cuatro en este proverbio. Hay dos símiles, una metáfora y una metonimia para analizar. La frase “corazón afligido” es una metonimia, que describe a una persona atribulada. Hay más que solo un corazón involucrado, porque el proverbio trata de una persona afligida. La sustitución de la persona de corazón afligido por sólo corazón afligido acorta la oración pero magnifica el punto.

“Cantar canciones” es una metáfora, que se utiliza para condenar cualquier acercamiento ligero o frívolo a una persona atribulada. La persona con el corazón apesadumbrado no necesita que alguien le cante canciones. Tal trato insensible es como una cuchillada en su carne. Tampoco necesita superficialidades, bromas, chistes, anécdotas divertidas, comentarios triviales o una actitud alegre en su presencia. De hecho, estos enfoques son degradantes, irritantes y contraproducentes.

Son tan degradantes, irritantes y contraproducentes como quitarle el abrigo a un hombre cuando hace frío. En lugar de ayudarlo a calentarse, le robas la poca protección que tiene y lo dejas peor de lo que estaba. ¡Qué crueldad! Un enfoque ligero y frívolo también es tan contrario y contraproducente como arruinar el jabón con vinagre, lo que lo dejaría inútil para lavar. Estos son símiles, como lo indica el uso del adverbio comparativo “como”.

Tus pensamientos sobre cómo demostrarle amor al apesadumbrado no valen nada. Ni a Dios ni a tu prójimo les importa que seas ligero y jovial cuando te enfrentas a la fatalidad y la tristeza ajenas. Ni a Dios ni al afligido les importa que seas optimista y alegre cuando él está quebrantado de espíritu, contrito y humillado de corazón (Sal 51:17). Estás totalmente equivocado acerca de la vida, y un día cercano te arrepentirás (Ec 7:1-6; 12:13-14). Esta es la sabiduría inspirada del cielo: Debes empatizar con el afligido y apesadumbrado. Debes llorar con los que lloran y sufrir con los que sufren (Ro 12:15; 1 Co 12:26).

Una copa de vino es una idea mucho mejor que tu charla ociosa, preguntas tontas, intentos de broma, optimismo ignorante, reírse de los recuerdos, tácticas de distracción o sugerencias estúpidas (Pr 31:6-7). ¿Alguna vez te preguntaste por qué nadie pide tu presencia en un momento de verdadera necesidad? Deberías preguntarte eso. Los atribulados necesitan empatía compasiva e inteligente, todo lo contrario de tu enfoque vano y alegre. 

Cuando conversas a la ligera con una persona que sufre, añades insulto a la injuria. Ella queda peor que antes: profundamente herida porque su dolor no significa nada para ti. Tu insoportable levedad del ser le dice que no entiendes, que no te importa y que la olvidarás en el momento en que salgas de su presencia. No puede creer que seas tan insensible, inmaduro, insensato y grosero en su hora de mayor necesidad y dolor. En lugar de apreciar tu presencia, solo espera que te vayas, para que pueda encontrar consuelo incluso en su solitario pesar, que es mucho mejor que tu banalidad.

Por encima de todas las personas, los ministros de Cristo deben tener una actitud compasiva y solícita con los que sufren (He 5:2). Aunque cargan con muchos deberes y limitaciones de tiempo, no pueden tratar las aflicciones de los demás de manera formal o profesional. Deben tomarse el tiempo para estar con los desalentados, sentir el dolor de los que sufren, percibir la pérdida de los que están de luto, captar el temor de los temerosos e imaginar el pesar de los que se sienten culpables. Es de poco valor visitar a los de corazón apesadumbrado con oraciones rápidas y charla de sobremesa. ¡Y ni pienses en llevar una guitarra para ponerte a cantar!

La verdadera compasión se une a la persona herida y se hace cargo del miedo, el dolor y el tormento que está sufriendo (He 13:3). El ser empático es ponerse en la situación del otro y, al menos, imaginar lo que está sintiendo. Esta es la verdadera caridad, el verdadero amor cristiano (1 Co 13: 4-7; 12:25-26). Cualquier otro enfoque, desde evitar a los que sufren hasta tratar con liviandad sus problemas, demuestra un espíritu egoísta que no conoce el amor de Cristo. Eres socialmente disfuncional, como lo define el Espíritu de Dios y la sabiduría del cielo, si no captas esto.

El Señor Jesucristo, el único Hombre perfecto que el mundo ha visto, tuvo gran compasión por los quebrantados de corazón (Mt 14:14; 20:34; Lc 7:13; Jn 20:15). Él nunca les cantó canciones. Él tomó sus penas sobre Sí mismo y los consoló (Is 53:4; Mt 8:17; Jn 8:11). Él se compadece de tus tentaciones y pruebas de la manera más profunda, y tú debes estar dispuesto a hacer lo mismo por tu prójimo (Sal 103:13-14; He 2:17-18; 4:14-16).

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