Friday, October 17, 2025

SAL DE LA TIERRA, LUZ DEL MUNDO



El Señor Jesús utilizó las figuras de la sal y la luz en varias ocasiones para referirse a la función de Sus discípulos en el mundo. Un ejemplo se encuentra en Mateo 5:13: 

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres

Sal de la Tierra

Hay más en la sal de lo que se relaciona con el paladar. La sal ha sido utilizada en muchas culturas como un bien valioso. La palabra salario viene de una antigua palabra que significa “dinero-sal”, refiriéndose a la asignación de un soldado romano para la compra de sal. Todavía se dice que alguien que se gana bien su paga es “digno de su sal”

La sal también se ha utilizado para expresar promesas y amistad entre las personas. Incluso fue considerada divina por los griegos. Hoy, en muchas culturas árabes, si dos hombres participan de la sal juntos, están juramentados a protegerse el uno al otro, incluso si hubieran sido enemigos previamente. En algunas culturas, las personas tiran sal por encima de su hombro cuando hacen una promesa. La expresión “con un grano de sal” significa tomar algo con sano escepticismo y prudencia, sin creerlo completamente sin antes haberlo verificado. Es una traducción del latín cum grano salis y, aunque su origen está relacionado con un antídoto que se tomaba con precauciones sanitarias, hoy en día se usa figurativamente para indicar que una información puede no ser del todo creíble. ¿Quién habría dicho que el cloruro de sodio era tan importante?

En el mundo antiguo, ingerir sal era una forma de hacer un acuerdo legalmente vinculante: un pacto. Si dos partes acordaban hacer algo, comían sal juntas en presencia de testigos, y ese acto vinculaba su contrato. El discurso del Rey Abías en 2 Crónicas 13:5 menciona un pacto de sal de este tipo: 

“¿No sabéis vosotros que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, bajo pacto de sal?” (2 Cr 13:5)

Aquí, Abías se refiere a la promesa inquebrantable y legalmente vinculante de Dios de dar Israel a David y sus hijos para siempre.

La Ley del Antiguo Testamento ordena el uso de sal en todas las ofrendas de grano y deja claro que la sal del pacto no debe faltar en las ofrendas de grano (Lv 2:13). Dado que los sacerdotes levíticos no tenían tierra propia, Dios prometió proveer para ellos a través de los sacrificios del pueblo, y llamó a esta promesa de provisión un “pacto de sal” (Nm 18:19). 

La sal siempre ha sido conocida por sus propiedades conservantes y salutíferas. Por ejemplo, en Levítico 2:13 Dios instruyó el uso de sal para que la carne durara más y tuviera mejor sabor, y así fuera de más valor para los sacerdotes que dependían de ella para su alimento diario. En 2 Reyes 2:19-22 Eliseo usó sal para sanar unos manantiales malos que hacían que las tierras de alrededor fueran estériles. En Génesis 18:16-33 Abraham intercede por Sodoma demostrando el poder de la preservación espiritual ejercida por uno que fue sal para su generación.

La idea de un pacto de sal lleva consigo un gran significado debido al valor de la sal. Hoy día, la sal es fácil de conseguir en nuestra cultura y no necesariamente la necesitamos como conservante debido a la refrigeración. Pero para la gente del tiempo del Señor Jesús, la sal era un bien importante y muy valioso. Por lo tanto, cuando el Señor les dice a sus discípulos que ellos son “la sal de la tierra”, quiere decir que los creyentes tenemos mucho valor en este mundo y debemos tener una influencia salutífera y preservante, como nos lo muestran los ejemplos vistos de Eliseo y de Abraham (Mt 5:13). 

Los creyentes en Cristo somos los conservantes del mundo, preservándolo del mal inherente a la sociedad de hombres impíos cuya naturaleza no redimida está corrompida por el pecado (Sal 14:3; Ro 8:8). Y de la misma manera que la sal realza el sabor de los alimentos que sazona, los discípulos de Cristo sobresalen como aquellos que realzan el sabor de la vida en este mundo. Los cristianos, viviendo bajo la guía del Espíritu Santo y en obediencia a Cristo, influyen inevitablemente en el mundo para bien, así como la sal tiene una influencia positiva en el sabor de los alimentos que sazona. Donde haya discordia, debemos ser pacificadores; donde haya dolor, debemos ser los ministros de Cristo, vendando las heridas; y donde haya odio, debemos ejemplificar el amor de Dios en Cristo, devolviendo bien por mal (Lc 6:35). Así, también, ejemplificamos el valor salutífero de la sal espiritual.

Luz del Mundo

En la figura de la luz del mundo, las buenas obras de los seguidores de Cristo deben brillar para que todos las vean. Los siguientes versículos de Mateo 5 destacan esta verdad: 

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5:14-16). 

La idea aquí es similar: la presencia de la luz en la oscuridad es algo inconfundible. La presencia de los cristianos en el mundo debe ser como una luz en la oscuridad, no solo en el sentido de que la verdad de la Palabra de Dios trae luz a los corazones oscurecidos del hombre pecador (Jn 1:1-10), sino también en el sentido de que nuestras buenas obras deben ser evidentes para que todos las vean. Y, de hecho, nuestras obras serán evidentes si se realizan de acuerdo con los otros principios que el Señor Jesús menciona en este pasaje, como las Bienaventuranzas en Mateo 5:3-11. 

Nótese especialmente en que la preocupación no es que los cristianos se destaquen por sus propias buenas obras, sino que los que las vean “glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5:16).

Según estos versículos, ¿qué tipo de cosas pueden obstaculizar o impedir que el cristiano cumpla su función de ser sal de la tierra y luz del mundo? 

El pasaje afirma claramente que hay que preservar la diferencia entre el cristiano y el mundo; por lo tanto, cualquier elección por nuestra parte que difumine la distinción entre nosotros y el resto del mundo es un paso en la dirección equivocada. Esto puede suceder, ya sea por la elección de aceptar las costumbres del mundo en aras de la comodidad o conveniencia, o por el incumplimiento de la ley de obediencia a Cristo.

Marcos 9:50 indica que la salinidad se puede perder específicamente por la falta de paz entre unos y otros; esto se desprende del mandato de: “Tened paz los unos con los otros”. Y en Lucas 14:34-35, encontramos una referencia a la metáfora de la sal, una vez más, esta vez en el contexto del discipulado obediente al Señor Jesucristo. La pérdida de la salinidad se produce cuando el cristiano no toma la cruz a diario y no sigue a Cristo de todo corazón.

El papel del cristiano como sal y luz en el mundo puede verse obstaculizado o impedido por cualquier elección de transigir o conformarse con lo que es más conveniente o cómodo, en lugar de lo que es realmente mejor y agradable para el Señor. Además, el estatus de ser sal y luz es algo que se deriva naturalmente de la humilde obediencia del cristiano a los mandamientos de Cristo. Es cuando nos apartamos del estilo de vida guiado por el Espíritu, de un auténtico discipulado, cuando las distinciones entre nosotros y el resto del mundo se difuminan y nuestro testimonio se ve obstaculizado. Solo si nos mantenemos centrados en Cristo y le obedecemos, podemos esperar ser sal y luz en el mundo.

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