Wednesday, October 29, 2025

AUN EN LA VEJEZ FRUCTIFICARÁN




“Así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre armado” (Pr 24:34).

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La pereza tiene un resultado cierto. No puedes evitarlo. Así como viajar seguramente te lleva a tu destino y un hombre armado puede derrotar a uno desarmado, la pobreza te derribará. Es mentira pensar que no hacer lo que debes hacer hoy no te traerá consecuencias dolorosas mañana.

No puedes detener la pobreza, si no trabajas duro. Viene firme y segura. No se trata de si llegará, sino de cuándo lo hará. Estás descendiendo: este es el juicio de la economía y el castigo perfecto del cielo. Debido a que Dios sabía que podrías dudar o resentirte de este hecho, inspiró a Salomón a escribirlo dos veces (Pr 6:11).

Salomón sabía que la diligencia de un hombre se conoce por la condición de su negocio (Pr 24:30-34). Si no está en plena forma, es probable que se deba a que es un dormilón. Si no tienes ni campos ni viñas, igual puedes medir tus ingresos y preguntarte si estás haciendo menos de lo que puedes. Una regla general rápida dice que, por ejemplo, un americano debe ganar entre 1.500 y $2.000 dólares por año de edad, lo que refleja cómo otros valoran sus esfuerzos.

Los verdaderos cristianos trabajan duro (Ro 12:11; 1 Co 15:10). Saben que Adán trabajó en el Edén y que el Señor Jesús trabajó diligentemente (Gn 2:15; Jn 9:4). La diligencia ayuda a los hombres a salir adelante (Pr 22:29; Ec 9:10), e identifica a las mujeres virtuosas (Pr 31:10-31). Sólo tales hombres y mujeres merecen el honor y la prosperidad que son el resultado de la diligencia (Pr 10:4; 12:24).

La pereza, por otro lado, señala a las personas que deben ser privadas de su alimento (2 Ts 3:6-15). Si crees que esto es un juicio demasiado duro, no conoces la Biblia ni un incentivo sabio (Pr 20:4;16:26). A menos que le quites la comodidad y la provisión a un holgazán, este no tiene ningún incentivo para ponerse a trabajar en serio.

En el plan perfecto de Dios para la humanidad, los ricos se enriquecen más y los pobres se empobrecen más (Mt 25:29). Las mentes socialistas de una generación afeminada se resienten ante este hecho, pero ignoran los esfuerzos realizados por los dos grupos. Dios recompensa a los diligentes y castiga a los perezosos, tanto en el plano espiritual como en el material. Esto tiene mucho sentido para el justo, y debes alabar al Dios del cielo por ello, y amar Su palabra.

Por supuesto, si duermes hasta tarde una mañana, no verás de inmediato que tenga consecuencias nefastas en tu vida; pero esa elección hace que te sea mucho más fácil dormir hasta tarde también el día siguiente. Si te tomas un día libre en el trabajo porque no te sientes muy bien pero sin ninguna excusa médica real, es probable que seas un perezoso. Todo el mundo tiene dolores y molestias durante un día ordinario, y muchos padecen más que tú, ¡pero igual trabajan duro!

Generalmente aquellos que están más ocupados producen más y hasta se ofrecen como voluntarios para hacer más de lo que ya hacen. Los que no quieren hacer nada no hacen nada nunca, y nunca se ofrecen como voluntarios para alguna tarea. Quieren cerca a los que trabajan todo el tiempo no solo para los alimenten sino también para que hagan los proyectos adicionales que se presentan. Los diligentes producen más y los perezosos no producen nada. Es una ley de vida.

¿Cuánto crees en la Palabra de Dios? Aquí está la sabiduría. Algunos padres y gobiernos creen que pueden ignorar la enseñanza de este proverbio y apoyan a los perezosos de todas maneras. Llaman a su ayuda” subsidio, asistencia social, bono por discapacidad, asistencia por desempleo, u otros nombres fantasiosos semejantes. La idea subyacente es la misma: Dios y Salomón en la Biblia son demasiado duros, nosotros somos mejores personas: subámosle los impuestos a los trabajadores para alimentar a los flojos de nuestra sociedad.

La palabra de Dios es verdad. La pobreza llegará a las sanguijuelas que toman limosnas sin necesidades desesperadas. La pobreza también llegará a las naciones que legislen tales dádivas necias, como ahora lo están aprendiendo varias naciones “socialistas”. Pero el Legislador del universo no ha cambiado: Él derribará a los perezosos y a los gobiernos que los solventan a menos que se fomente el trabajo duro premiando a los diligentes y castigando a los haraganes.

La lección del proverbio es la certidumbre de la pobreza para quien no trabaja duro. Es ley de Dios. Salomón lo vio y lo escribió varias veces (Pr 6:6-11; 19:15; 20:13; 24:30-34). No te engañes pensando que puedes salirte con la tuya tomándote las cosas con calma y trabajando menos que los demás. Arrepiéntete. Levántate. Comienza a trabajar duro ahora mismo en algo necesario.

Hay otra forma de pobreza mucho peor que la financiera: la pobreza espiritual. También es el resultado certero de la pereza. No puedes evitarla. Aquél que, llamándose creyente, no sirve ante el altar del Señor todos los días y da fruto que glorifique Su nombre: “será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn 15:6). ¡De esa pobreza no hay salvación! 

Pero otra certeza aguarda a los fieles que año tras año buscan primero el reino de Dios y trabajan diligentemente para servirlo a Él y a los demás de cualquier manera que puedan: se enriquecen cada día con un discernimiento espiritual más agudo y una mayor gracia para una vida victoriosa (Lc 8:18; 16:10-12; 19:11-27; 2 Ti 4:7-8). 

“Aun en la vejez fructificarán” (Sal 92:12-14).

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