La primera mención de no heredar el reino de Dios se encuentra en la primera carta de Pablo a la iglesia de Corinto.
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co 6:9-11).
Al decir que los impíos no heredarán el reino de Dios, Pablo está afirmando que los impíos no son hijos de Dios, ni son herederos de la vida eterna (Ro 8:17), incluso si profesan ser cristianos con sus bocas.
Esto no significa que a cualquiera que haya cometido alguno de estos pecados se le negará la entrada al cielo. Lo que diferencia la vida de un verdadero creyente de la de un falso cristiano es la lucha contra el pecado y la capacidad de vencerlo.
Un verdadero creyente siempre se arrepentirá, siempre volverá a Dios y siempre reanudará la lucha contra el pecado.
Sin embargo, la Biblia no respalda la idea de que una persona que vive en pecado y no se arrepiente pueda ser salvo. El pasaje de 1 Corintios 6:9-11 enumera los pecados que, si se cometen constantemente, identifican a una persona que no ha sido verdaderamente redimida por Cristo.
La respuesta del verdadero cristiano al pecado es odiarlo, arrepentirse y abandonarlo. Seguimos luchando con el pecado, pero por el poder del Espíritu Santo que vive en nosotros, somos capaces de resistir y vencer el pecado. Una característica de un verdadero creyente es la decreciente presencia del pecado en su vida.
A medida que los creyentes crecemos y maduramos en la fe, el pecado tiene cada vez menos control sobre nosotros. Por supuesto, la perfección sin pecado es imposible en esta vida; no obstante, nuestro odio al pecado se hace mayor a medida que maduramos.
Al igual que Pablo, nos angustia que el pecado siga existiendo en nuestra carne, provocando a veces que hagamos lo que no queremos hacer y acudiendo a Cristo para que nos libre de este “cuerpo de muerte” (Ro 7:18-25).
Si una persona vive un estilo de vida inmoral (si vive en fornicación), un estilo de vida homosexual, un estilo de vida de ladrón, un estilo de vida codicioso, un estilo de vida de borracho, etc., de manera activa, continua y sin arrepentirse... esa persona está demostrando que no es salva, y tal persona definitivamente no heredará el reino de Dios.
- - - - - -
RELACIONADOS
VIVIR JUNTOS SIN ESTAR CASADOS
EL MATRIMONIO HOMOSEXUAL Y LA PALABRA DE DIOS
CÓMO LIDIAR CON EL PECADO EN LA IGLESIA
- - - - - - -