Sunday, November 9, 2025

ANA—SERVÍA A DIOS CON AYUNOS Y ORACIONES



Este breve estudio se refiere a una profetisa llamada Ana, una de las dos mujeres mencionadas con este título en el Nuevo Testamento. Otras mujeres del Nuevo Testamento fueron llamadas profetisas, pero sus nombres son omitidos.

Los Antecedentes de Ana

La Biblia no nos dice por qué llamaban profetisa a Ana. Dice que era viuda. Quizás su marido había sido un profeta. O a lo mejor Dios le dio la capacidad de predecir el futuro. Cualquiera que sea la razón, la Biblia nos dice que era una profetisa, como leemos en Lucas 2:36-37:

“Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad. Y era viuda hacia ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones” (Lc 2:36-37). 

Ana vivió durante una época durante la cual el Imperio Romano dominaba a todo el mundo del Mediterráneo. Su filosofía, su estilo de vida materialista y sus creencias religiosas se oponían a la idea de la venida de un Mesías. 

Pero Ana era fiel a Dios. Trabajaba diligentemente en el templo, con “ayunos y oraciones”, y no dejaba que su entorno la distrajera. Y debe haber estado esperando ansiosamente que, con su venida, el Mesías redimiera a Israel del dominio de Roma. Seguramente, a lo largo de los años, ella habría escuchado una y otra vez las profecías concernientes al nacimiento del Señor Jesús.

Isaías era uno de los libros proféticos que se leía generalmente en el templo. Ana debe haber escuchado las predicciones concernientes al nacimiento del Señor como la contenida en Isaías 7:14: 

“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará luz un hijo, llamará su nombre Emanuel” (Is 7:14).

Ana también debería haber estado familiarizada con la profecía de Miqueas 5:2, que predecía el lugar de nacimiento del Mesías: 

“Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miq 5:2).

Las Circunstancias de la Vida de Ana

Ana había estado casada siete años cuando murió su esposo. No tenía hijos y hacía 84 años que era viuda cuando la Biblia la menciona por primera vez. ¡Debe haber tenido más de 100 años de edad!

Pensando acerca de las personas que han bendecido mi vida personal, recuerdo a una cierta cantidad de personas mayores. Creo que uno de los más grandes dones que ofrece la Iglesia hoy son los cristianos mayores. Cuando una está con ellos, puede palpar la realidad de su largo andar con el Señor, sus rostros brillan con el amor Dios y sus consejos son sabios. Si tú eres una persona mayor, no creas que ya no sirves para nada. Dios sigue necesitando a las personas mayores en Su obra.

Ana era viuda; sabía lo que era sentirse sola. Podría haberse aislado y sentido lástima de sí misma, o podría haberse deprimido. Podría haberse enojado con Dios por quitarle a su marido cuando ella era tan joven, y por no haberle dado hijos. Pero la Biblia nos presenta un cuadro diferente. Ana era una mujer muy activa, que trabajaba muchas horas en el templo, sirviendo a Dios con “ayunos y oraciones”.

Ana es un buen ejemplo de lo que dice 1 Corintios 4:2: 

“Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1 Co 4:2). 

Dios espera que seamos fieles y confiables con nuestros bienes materiales, bendiciones y capacidad, en cualquier circunstancia en que nos haya puesto. 

Además de su servicio a Dios en el templo, Ana era una mujer que oraba y ayunaba regularmente. Le daba más importancia a la obra del Señor que a sus deseos personales. Estaba dispuesta a negarse a sí misma para trabajar para el Señor.

Hoy en día, cuando se habla de “servir al Señor”, las personas siempre tienen en mente los ministerios más visibles y reconocidos: líder de adoración, pastor, predicador itinerante con una agenda copada hasta por los años por venir, cantante... Todo esto es contrario a lo que la Biblia enseña. Nótese que Ana servía a  Dios con “ayunos y oraciones”, y que esto es destacado por el Espíritu Santo. ¿Cuántos creyentes conoces que sirven al Señor con “ayunos y oraciones”? No con “ayunos y oraciones” y algo más; sino SÓLO con “ayunos y oraciones”

El ministerio de ayunar y orar para el Señor es uno de los más despreciados por los “cristianos” actuales. Sin embargo, es en este ministerio en el que Dios pone énfasis a lo largo de toda la Escritura, y los que se ocupan en él saben cuán demandante y consumidor de tiempo y energía es. 

Ana contempla al Mesías

Un día cuando Ana ingresó al templo, Dios le permitió ver al Mesías con sus propios ojos. La ley de Moisés establecía un período de 40 días de purificación para la madre después de dar a luz a un hijo varón. El bebé Jesús ya había sido circuncidado al octavo día en cumplimiento de la ley (Gn 17:12; Lv 12:3). Así que según la costumbre judía, Jesús tenía alrededor de 50 días de nacido cuando María y José lo trajeron al templo y lo dedicaron a Dios. Un hombre piadoso llamado Simeón fue el primero a quien María y José presentaron el bebé Jesús.

Mientras Simeón alababa al Señor por haberle permitido vivir lo suficiente como para ver al hijo de Dios, entró Ana al templo y se unió a la alabanza. Basada en su fe, Ana comenzó a hablarles a otros sobre la provisión redentora de Dios. Lo último que leemos sobre Ana está en Lucas 2:38: 

“Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén” (Lc 2:38).

¡Qué coincidencia! El mismo año, el mismo día, y la misma hora en que el Señor Jesús fue presentado en el templo, Ana apareció allí para alabarlo. ¡Si eso no es un reconocimiento de parte de Dios al menospreciado (por los hombres) ministerio de Ana, no sabemos qué es!

Pensamientos Finales

¿Qué nos puede enseñar la vida de Ana? Hemos visto que Ana era una viuda de avanzada edad, una devota adoradora de Dios y también una profetisa, pero, creo que la puedo ver de una forma más. Las últimas palabras en la Biblia acerca de Ana dicen que les dijo a todos acerca de la venida del Mesías. Ella fue testigo de la redención que proviene de Jesucristo. Después de años de esperar, orar y ayunar, Ana tuvo la alegría de transmitir las buenas nuevas de la llegada del Redentor. Tal vez solo por esto es llamada profetisa.

¿Cuán a menudo—si es que lo hacemos alguna vez—dedicamos un momento de nuestras vidas ocupadas para anticiparnos con gran expectativa la segunda venida de Cristo? El apóstol Juan escribió estas palabras de oración: “Amén, si, ven Señor Jesús” (Ap 22:20). 

¿Cuándo fue la última vez que alguna de nosotras oró por el regreso del Señor Jesús? ¿Tenemos la audacia de decirles a los que nos rodean que el Señor Jesús vino una vez y que Él regresará nuevamente?

Ana no se dejó consumir por la autocompasión. La depresión y la autocompasión suelen ser tentaciones comunes para las mujeres. Necesitamos superarlas y ocuparnos de la obra de Dios. ¡Deja de mirarte el ombligo y ocúpate en la obra del Señor y no tendrás tiempo para deprimirte! 

Al igual que Ana, deberíamos ser fieles en la oración y el conocimiento de las Escrituras, y ocuparnos de la obra de Dios. Durante 84 años Ana había oído las profecías leídas en el templo. Conocía lo que la Palabra de Dios decía por oídas, pero aún así esperaba la venida del Mesías guardando en el corazón Sus palabras. Como Ana, deberíamos estar esperando la segunda venida del Mesías. Hebreos 9:28 dice: 

“Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (He 9:28).

“...para salvar a los que le esperan”

Al concluir este breve estudio, hagamos una pausa de unos minutos y oremos. Alabemos al Señor por sus bendiciones, luego trabajemos y vivamos como si esperásemos plenamente el regreso del Señor en el curso de nuestras vidas.

Vivir sirviendo al Señor no es difícil: Ana nos lo enseña. Ella vivió en un tiempo en que las mujeres eran dejadas de lado del servicio público al Señor: los sacerdotes eran hombres, los levitas eran hombres, los profetas eran hombres, el templo era manejado por hombres, etc., Sin embargo, Ana no se dejó estar. No se limitó a enumerar todos los obstáculos que la vida le puso por delante y así tener una excusa para vivir como una derrotada y deprimida viuda. Ella, como la buena profetisa que era, puso en práctica estas palabras del Señor al menos treinta años antes de que Él las pronunciara:

 “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt 11:29-30).

Temas de discusión

  • Describe el período de la historia que le tocó vivir a Ana. 
  • ¿Con qué actividades llenaba Ana sus días?
  • ¿Cuál fue la reacción de Ana al ver al Mesías? 
  • ¿Cómo podemos vivir en expectativa de la segunda venida del Señor Jesucristo?
  • ¿De qué tres maneras puede la vida de Ana ser un ejemplo para nosotras? 
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