Wednesday, December 3, 2025

¿SONIDO O SENTIDO?




Las piernas del cojo penden inútiles; así es el proverbio en la boca del necio” (Pr 26:7).

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Un lisiado tratando de caminar, correr o bailar es un espectáculo lamentable. Sus piernas no funcionan como un par coordinado. Al no ser iguales en longitud, fuerza o coordinación, sus movimientos son absurdos, distorsionados e inútiles. 

De la misma manera, un necio que cita parábolas y proverbios es absurdo, distorsionado, y sin provecho. El rey Salomón por este proverbio advierte a los necios que no traten de hacerse maestros (Pr 26:1-12). 

Las parábolas y los proverbios son dichos profundos, oscuros (Pr 1:5-6; Sal 78:2). Son medios cuidadosamente diseñados para enseñar sabiduría con fuerza y concisamente. Los Proverbios, tomados de la vida cotidiana, tienen un significado figurativo que requiere habilidad y comprensión para interpretarlos y explicarlos. Formados con símiles y metáforas atrayentes para llamar la atención y desafiar al intelecto, son demasiado para un necio, que es un hombre sin entendimiento ni sabiduría.

A los necios se les debe enseñar; ellos no deben enseñar. Los necios deben escuchar; no deben hablar. Por tanto, no deben tener el honor de una audiencia para su palabrería (Pr 26:1,8). Y deben ser ignorados o callados con reprensiones sabias (Pr 26:4-5). Esta es la regla de Dios para tratar con los necios, y debes obedecerla constantemente (2 Ti 2:16,23; Tit 3:9).

Su falta de sentido común y entendimiento espiritual les niega cualquier derecho de poner en sus bocas las cosas profundas de la Palabra de Dios. Sus hábitos de vida pecaminosos y el tratamiento profano de los asuntos espirituales les impiden tocar las cosas santas de Dios. Sería mucho mejor para ellos si mantuvieran la boca cerrada (Pr 17:28).

Pero es imposible que los necios se callen, escuchen y aprendan: deben dar a conocer su banalidad, porque esta es una de las principales características de un necio (Pr 15:2; Ec 5:3; 10:3,12- 14). Identificar a los necios es fácil: todo lo que tienes que hacer es escuchar al que habla de más. Así es cómo los necios, tanto en el púlpito como en los asientos, toman en vano la Palabra de Dios y tratan de enseñar sabiduría.

Un necio piensa que el sonido y el sentido de las palabras son lo mismo, que no necesitan interpretación, por lo que el lisiado intelectual tropieza con la confusión y la herejía. La comezón provocada por el sonido es suficiente para un necio. ¿Por qué preocuparse por el significado o la intención espiritual de las palabras? Él argumenta: la Biblia quiere decir lo que dice, y dice lo que quiere decir. No conoce ni entiende el trabajo del intérprete bíblico de penetrar en el sentido de un pasaje en su contexto tanto inmediato como general (Neh 8:8; Ec 8:1; 2 P 1:20).

Como un necio piensa que leer y estudiar son lo mismo, también supone que pensar y hablar son lo mismo, por lo que el lisiado intelectual tropieza y cae por no tener la debida preparación. “Todos tenemos derecho a dar nuestra opinión”, argumenta. “Todos somos hijos de Dios y podemos enseñar la Biblia”. Pero no tiene la aptitud dada por Dios para el trabajo, porque no invierte ni el tiempo ni el esfuerzo para salvarse de la herejía y la tradición (Pr 15:28; 1 Ti 3:2; 4:13-15; 2 Ti 2:15; Tit 1:9).

Un necio abre mucho la boca y emite muchos sonidos sobre el amor, por ejemplo; pero su vida nunca coincide con las Escrituras que usa, por lo que el lisiado mental continúa tropezando y cayendo en el canal de la hipocresía, sin remedio. Engaña a algunos con su ruidosa profesión de fe y sabiduría, pero el Señor Jesús expondrá sus pretensiones en el Día del Juicio (Mt 7:21-23). Falla en uno de los principales deberes de un maestro: ser un ejemplo de la verdad (1 Ti 4:12,16; Tit 2:7).

¿Es este proverbio literalmente cierto? Hasta que no hayas escuchado a un necio espiritualizar Cantares de Salomón, o la parábola del Buen Samaritano, no puedes apreciar cuán patético luce un lisiado que baila. Hasta que escuches a un necio abusar y tergiversar las palabras: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Os 4:6), no puedes comprender completamente el peligro y la locura de un lisiado en una barra de equilibrio. Este proverbio es literalmente cierto.

¿Qué lecciones puedes aprender aquí? Sé pronto para oír y tardo para hablar (Stg 1:19). No te apresures a hacerte maestro, porque él será juzgado más severamente (Stg 3:1). El silencio es oro, especialmente si Dios o los hombres no te han llamado a ser maestro (He 5:4). Asegúrate de que tu vida hable más fuerte que tus palabras (Mt 23:14-15). Se agradecido por los verdaderos maestros llamados por Dios a enseñar Su palabra, y considera su enseñanza, porque este es el medio establecido por el Señor para tu instrucción.

El Señor Jesús no fue un lisiado. Sus piernas eran del mismo largo y muy fuertes. Él aventajó a Salomón, el mayor maestro de sabiduría de la antigüedad. Su prudencia en la creación de parábolas y proverbios fue excepcional e inigualable. Su habilidad y poder para enseñar hizo que los hombres temblaran de asombro y enmudecieran (Mt 7:28-29; 22:46; Lc 4:22; Jn 7:46). Dale la gloria debida a Su nombre.

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