Friday, December 19, 2025

HASTA LAS ENTRAÑAS




“Las palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas” (Pr 26:22).

Audio

En el pasado, los padres y maestros solían castigar a los chismosos. Aunque chismear es ahora un pecado olvidado, Dios lo recuerda y todavía lo castiga. Chismear es maledicencia, la difusión de información dañina o maliciosa sobre otra persona. Provoca profundas heridas en los afectados, lo que hace culpables de homicidio a quienes practican la maledicencia, porque este pecado se basa en el odio.

Este proverbio es lo suficientemente importante para el Señor como para haberle dado un gemelo (Pr 18:8). Repetir la regla es importante, porque hoy en día ya no se condenan las murmuraciones, los chismes, las calumnias, la maledicencia... Para los reporteros de hoy, el chisme se llama falsamente libertad de expresión, o incluso “deber”. Para los necios, es “Sacar la verdad a la luz”.

A Dios no le importa si lo que dices sobre otra persona es verdad o no, tanto mentir como exponer una verdad que alguien no quiere difundir, es pecado. Si dices algo falso sobre alguien, lo has calumniado. Si dices algo verdadero que la persona misma no difunde, eres un chismoso. Dios odia tanto la calumnia como el chisme. Chismear es contar hechos secretos sobre otra persona para difamarla o lastimarla (Pr 11:13; 20:19), así que no creas que eres inocente porque sabes que la información es cierta.

Por supuesto, no has oído ni leído nada en las redes sociales en contra de los chismes. Esta generación es adicta a ellos, porque hay poco control sobre la maldad y las personas malas. Las redes sociales, especialmente, se apresuran a propagar los secretos que puedan encontrar sobre cualquier persona. Su objetivo es monetizar con la lascivia de esta generación odiosa e impía.

Toda persona tiene secretos, asuntos privados, como pecados, faltas, fracasos, pérdidas, despidos, antecedentes penales, bancarrotas, salarios, divorcios, enfermedades, o incluso una marca de nacimiento en el cuerpo. Son sus secretos, y nadie más necesita saberlos o debería saberlos si la persona misma no los da a conocer en alguna plataforma digital o por algún otro medio. Difundir sobre una persona lo que ella misma no quiere dar a conocer al público, es una maldad (Pr 11:13; 20:19). Es violar la reputación de esa persona por envidia, odio, malicia o algo peor: ganancia deshonesta. Es tu deber ante Dios proteger los secretos de cualquier persona como si fueran tuyos.

¿De dónde viene el deseo vicioso y vil de difundir secretos sobre otros? Viene del orgullo, el pecado del diablo, que es exaltarse uno mismo, hacerse un nombre a costa de otro. Si puedes hacer que el otro se vea lo suficientemente mal, entonces tú podrías parecer más importante ante los necios y chismosos que te prestan atención. También viene del odio, que es la obra del diablo en la primera familia, cuando movió a Caín a matar a su hermano Abel simplemente porque Abel era mejor hombre.

Difundir secretos sobre otra persona hiere profundamente el corazón y el alma, lo que se entiende por “entrañas” en el proverbio. Aunque inicialmente las palabras entran “suavemente”, penetran hasta el fondo del ser de quien las recibe.

Hay verdaderamente dos heridos por esta acción: el que ve dañada su reputación a costa de su vida personal, y el que le presta atención al chisme, porque altera su percepción del aludido negativamente (Pr 16:28; 26:20). Dios castiga a estos asesinos de imagen (Pr 26:20-26; Sal 55:21-23). Dado que tales personas deberían ser excluidas de entre los cristianos (Sal 15:1-5), los chismosos, que están entre los mentirosos, obviamente irán al infierno si no se arrepienten a tiempo (Ap 21:8,27).

Tienes dos deberes. En primer lugar, debes evitar y rechazar los chismes. ¿Cómo? Considera la reputación de los demás con caridad cristiana, y protégelos con santo celo. Cuidadosamente di solo cosas buenas sobre los demás, especialmente cuando no estén presentes. Dios verá tus esfuerzos por proteger y edificar a otros, y te bendecirá.

Segundo, debes rechazar a los chismosos de entre tus amistades o iglesia, porque son veneno para las almas de los justos y destructivos para la unidad de una iglesia (Pr 25:23; Sal 101:4-5). Dios odia a las almas malvadas de los chismosos que siembran discordia en lugar de unidad, y tú también debes odiarlas (Pr 6:16-19; Sal 139:21-22). 

¡En lugar de ser un chismoso, se un portador de buenas nuevas! En lugar de difundir cosas malas para lastimar a una persona, difunde elogios para construir su reputación y la tuya. En lugar de ser un calumniador, ¡sé un motivador! Cuando el aludido no esté presente, di sólo cosas buenas sobre él, o no digas nada en absoluto. Imagina el resultado si los que te conocen sólo dijeran cosas buenas de ti en tu ausencia. ¿Cómo puedes convertirte en el iniciador de este efecto dominó? Dile a alguien hoy algo positivo sobre otra persona.

- - - - - -

RELACIONADOS

¿UNA CAÑA SACUDIDA POR EL VIENTO?

EL PREDICADOR SILENCIOSO

SAL DE LA TIERRA, LUZ DEL MUNDO

EL OJO ES LA LÁMPARA DEL CUERPO

CUANDO CAYERE TU ENEMIGO

LA ZARZA ARDIENTE

¿PARA QUIÉN SERÁ EL AY?

EL REINO DE LOS CIELOS SUFRE VIOLENCIA

COMPRA LA VERDAD

NO ENVIDIES A LOS IMPÍOS 

SANSÓN Y LOS CRISTIANOS DE HOY

DIRIGE TUS AFECTOS

EL ALCOHOL—LA DROGA MÁS LETAL DEL MUNDO

EL SEÑOR JESÚS—NUESTRO DÍA DE REPOSO 

ICABOD 

ESTA ES LA CLAVE 

NO HEREDARÁN EL REINO DE DIOS