“El carbón para brasas, y la leña para el fuego; y el hombre rencilloso para encender contienda” (Pr 26:21).
La paz es preciosa. Las rencillas son despreciables. Las peleas, o rencillas, destruyen familias y amistades. La vida puede ser placentera, pacífica y tranquila, pero algunas personas nunca descansan ni disfrutan nada, ni dejan a otros tampoco descansar y disfrutar; deben estar siempre removiendo la olla del resentimiento, causando dolor y pleitos.
Los problemas siguen a algunas personas. Tienen conflictos, contiendas, rencores y malos entendidos con otros a menudo, y siempre es culpa de los demás. Pero este proverbio dice que es su culpa. Las peleas y los desacuerdos no ocurrirían o terminarían rápidamente si estos alborotadores rencillosos no se pelearan con casi todos (Pr 15:18; 29:22; 30:33).
La persona que a menudo tiene dificultades con los demás siempre los culpa a ellos, siempre es culpa de los otros. Pero es imposible que las contiendas sigan constantemente a las personas buenas, ya que viven en relativa paz con el resto del mundo. Los rencillosos son los únicos culpables de sus problemas, la prueba es que nadie puede llevarse bien con ellos por mucho tiempo. Una vez que identificas a esas personas, mejor es que te alejes de ellas.
Algunos están divorciados o tienen malos matrimonios porque no pueden relacionarse con su cónyuge. Sus hijos los detestan porque son padres duros o distantes. Tienen un historial laboral deficiente: pelean en el trabajo. Rebotan de iglesia en iglesia, agotan pronto su bienvenida en todas partes. Tienen pocos amigos, porque pelean todo el tiempo y con todo el mundo. Nadie quiere estar cerca de ellos.
Al mismo tiempo, hay otros que se llevan bien con casi todos la mayor parte del tiempo. Son buenos cónyuges, padres, empleados, miembros de la iglesia y amigos. ¿Qué hace la diferencia? Hay un abismo de diferencia entre un pacificador lleno de gracia y un rencilloso. Uno es aprobado por Dios y por los hombres; el otro es rechazado tanto por Dios como por los hombres.
El carbón en las brasas hace que aumente el fuego. La leña añadida al fuego lo hace más potente y caliente. De la misma manera, las personas de espíritu rencilloso provocan contiendas y aumentan las peleas por dondequiera que van (Pr 13:10). Comienzan discusiones, conflictos, pleitos y contiendas con casi todo el mundo.
Examínate a ti mismo. ¿Eres estimado y amado como un pacificador misericordioso? ¿O generalmente se te evita como una persona crítica que causa problemas en la mayoría de los lugares a los que vas? ¿Eres experto en elogiar, cooperar, perdonar las ofensas, pasar por alto las faltas y ser sumiso? ¿O eres un argumentador dogmático con evidente falta de misericordia? Examínate a ti mismo. ¡Otros ya te conocen!
Dios ha llamado a sus hijos a ser pacificadores. Si es posible, y en cuanto dependa de ti, debes procurar estar en paz con todas las personas (Mt 5:9; Ro 12:18; Ef 4:3; 1 Ts 5:13; Stg 3:17-18).
“El fruto del Espíritu es caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gl 5:22-23).
Los justos odiarán un espíritu contencioso en sí mismos y en cualquier otra persona. Reconocerán este terrible mal por lo que es y evitarán a tales personas con todas sus fuerzas. Promoverán la paz en todo momento.
Afortunadamente, el Príncipe de paz viene pronto y librará al universo de aquellos a los que les gusta discutir, criticar, debatir, pelear, y denostar (Sal 10:12-18; 12:1-4; 17:8-15; Is 29:20-21; Gl 5:19-21). ¿Estás preparado para encontrarte con Él? Vive hoy a la luz del Día del Juicio siendo un pacificador y poniendo fin a todos los conflictos que puedas. Dios y los justos te bendecirán por ello, y verás inmediatamente también otros beneficios en tu vida.
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