“Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto” (Hag 1:5-6)
Podemos aplicar este pasaje a nuestra vida de la siguiente manera: El Señor nos desafía diciendo: “Consideren cómo les ha ido en la vida”.
¿Ha habido fruto espiritual? Has sembrado mucho, pero has cosechado poco. Has asistido a muchas reuniones, leído mucho y visto muchos videos cristianos, pero ¿es tu hogar un hogar piadoso y un hogar de paz hoy? ¿Has superado incluso algo tan simple como estar resentido contra tu cónyuge? Si no es así, entonces, aunque has sembrado mucho, has cosechado poco. Te pones prendas de ropa, pero aún tienes frío. Ganas dinero, pero tienes los bolsillos vacíos; compras cosas que piensas que necesitas, pero no les encuentras ningún uso después de adquiridas. Todo se desperdicia.
Nada es imposible para Dios, ni siquiera llevarnos a su perfecta voluntad después de haber fracasado miserable y repetidamente. Solo nuestra incredulidad puede obstaculizarlo. Si dices: “Pero he cometido tantos errores. Es imposible que Dios ahora me ponga en Su plan perfecto”, entonces será imposible para Dios, porque no puedes creer en lo que Él puede hacer por ti. Pero el Señor Jesús dice que nada es imposible para Dios por nosotros, si tan solo creemos.
Él nos dice:
“Conforme a vuestra fe os sea hecho” (Mt 9:29).
“Conforme a tu fe te sea hecho”, es la ley de Dios en todos los asuntos de la vida. Recibiremos aquello en lo que creemos, aquello en lo que tenemos fe.
Si creemos que algo es imposible para Dios, no se cumplirá en nuestras vidas. Por otro lado, descubrirás ante el tribunal de Cristo que otro creyente, que había arruinado su vida más que tú la tuya, cumplió el plan perfecto de Dios para su vida, simplemente porque creyó que Dios podía volver a juntar los pedazos de su vida y transformarla en algo “muy bueno”. ¡Cuánto arrepentimiento sentirás ese día, cuando descubras que no fueron tus fracasos (por muchos que hayan sido) los que frustraron el plan de Dios para tu vida, sino tu propia incredulidad!
“Para esto se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Jn 3:8).
Ese versículo significa que el Señor Jesús vino a desatar todos los nudos que el diablo ha atado en nuestras vidas. Imagínatelo así:
Cuando nacimos, podríamos decir que Dios nos dio a cada uno un ovillo de hilo perfectamente enrollado. A medida que vivimos cada día, empezamos a desenrollar ese ovillo y a hacerle nudos (pecados) al hilo que se suelta de él. Hoy, después de muchos años de desenrollar el ovillo, nos desesperamos al ver los miles de nudos que vemos en el largo e interminable hilo que salido de ese ovillo. Pero el Señor Jesús vino a desatar los nudos que el diablo ha atado. Así que hay esperanza incluso para quienes tienen los hilos más enredados y llenos de nudos.
El Señor puede desatar cada nudo en tu vida y darte de nuevo un ovillo perfecto en tus manos. Este es el mensaje del evangelio: Puedes comenzar de nuevo.
Exclamas: “Es imposible. Mi vida está demasiado arruinada. Han sido muchos los años de fracasos y pecados”.
Pues bien, será hecho en tu vida según tu fe. Será imposible en tu caso. Pero oigo a alguien cuya vida es peor que la tuya decir: “Sí, creo que Dios puede hacer eso en mí”. A él también le será hecho según su fe. En su vida, se cumplirá el plan perfecto de Dios.
Tienes que considerar que el Señor no está corriendo contra el tiempo. El tiempo no significa nada para Él, Él es eterno. El tiempo es un problema para nosotros, que nos vamos envejeciendo y llenando de culpa, remordimientos y lamentos por lo que hemos dejado atrás. Y llega el día en que decimos: “Mi tiempo se acabó, desperdicié mi vida”.
Si sientes este tipo de tristeza piadosa por todos tus fracasos, considera que incluso si tus pecados son como la grana o rojos como el carmesí, no solo serán emblanquecidos como la nieve, como lo promete el Señor por medio de Isaías (Is 1:18), sino que además Dios te promete:
“... y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades” (He 8:12).
Sean cuales sean tus pecados y fracasos de antaño, puedes comenzar de nuevo con el Señor. Y aunque hayas tenido mil nuevos comienzos en el pasado y hayas fracasado, aún puedes comenzar de nuevo hoy y hacer de esta la mil y una vez.
El Señor aún puede hacer algo glorioso de tu vida. Mientras tengas vida, tienes esperanza.
Nunca dejes de confiar en el Señor y Su misericordia. Él no puede hacer muchas obras poderosas por muchos de Sus hijos, no porque le hayan fallado en el pasado, sino porque no confían en Él ahora.
De igual manera, Él puede hacer muchas obras poderosas por muchos de Sus hijos exactamente porque le han fallado en el pasado, y ahora ya no confían más en sí mismos. Este es el punto de partida para Dios en tu vida: cuando has tocado fondo y reconoces que no hay nada bueno en ti que puedas hacer para Él. Es ahora cuando Él puede decirte:
“Mira lo que yo haré ahora en ti... si tan solo crees en Mí”.
Demos, pues, gloria a Dios fortaleciéndonos en la fe (Ro 4:20), confiando en Él en los días venideros para las cosas que hasta ahora considerábamos imposibles. Todas las personas, hombres, mujeres y niños, jóvenes y viejos, pueden tener esperanza, sin importar cuánto hayan fracasado en el pasado, si tan solo reconocen sus fracasos, son humildes y confían en que Dios todavía quiere, y puede, hacer algo glorioso en ellos.
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