“Dice el perezoso: El león está en el camino; el león está en las calles” (Pr 26:13).
¿Hay un león en tu camino? ¿En tus calles? ¿Cuál es tu excusa para no trabajar diligentemente y con éxito en la obra que el Señor te ha asignado?
Salomón escribió este proverbio para burlarse y ridiculizar las excusas que dan los perezosos para evitar trabajar duro y completar tareas (Pr 22:13).
Los perezosos siempre tienen una excusa por la que no comienzan ni terminan un trabajo a tiempo. Sus excusas son tan tontas como afirmar que un león les impide salir a la calle. El perezoso es tan obstinado que tratará de justificar su comportamiento incluso ante siete que sepan aconsejar (Pr 26:16).
No hay duda de que el león es un animal temible. Se le llama el rey de las bestias con muy buenas razones. Dios inspiró a Agur para que escribiera que un león no se vuelve atrás por nada (Pr 30:30). Su belleza es la gran fuerza que exhibe y la valentía con la que se comporta, las que se ven principalmente en el león macho por su tamaño mucho mayor y su apariencia majestuosa. Su cabeza y melena son gloriosas. Es un espectáculo hermoso y aterrador de contemplar.
Un león macho es terrible. Puede crecer hasta metro y medio de largo y de altura, y puede llegar a pesar trescientos kilos. Un león promedio tiene un salto vertical de cuatro metros y puede correr a más de 64 km/h en distancias cortas. La parte delantera de su cuerpo es tan fuerte que puede derribar a una cebra y romperle el grueso cuello con sus poderosas mandíbulas. Su rugido puede escucharse a una distancia de hasta 8 kilómetros en terrenos abiertos y a unos 3 kilómetros en zonas boscosas, especialmente durante la noche. No querrías toparte con un león en el camino.
Pero el proverbio no tiene un león real a la vista. Es solo la excusa de un perezoso para justificar su pereza y la falta de trabajo comenzado o terminado. Si no usara un león como excusa, usaría el frío (Pr 20:4; 22:13). Usará cualquier cosa que pueda inventar para excusar su pereza. Prefiere su cama caliente, donde puede dormir rotando como pollo al espiedo hasta la hora del almuerzo (Pr 20:13; 24:30-34; 26:14).
Profecía autocumplida. El perezoso se topa con muchas dificultades en su débil intento por trabajar. Su actitud convierte los meros desafíos en catástrofes insuperables (Pr 15:19; 19:15). Y, por si fuera poco, Dios sopla contra Él, porque no puede tolerar la pereza (Pr 6:6-11). La vida es difícil para el perezoso. Se engaña a sí mismo pensando que los hombres exitosos la tienen fácil.
Los justos no le temen al león ni a los obstáculos en el camino, y ciertamente no los inventan. Confían en el Dios vivo, quien los ayudará a lograr cualquier cosa que se propongan hacer. Caleb, quien escuchó a Israel desear volver a Egipto debido a los “gigantes” de Canaán, esperó 45 largos años hasta que él mismo pudo enfrentarse a esos “gigantes” (Jos 14:6-15).
La cura para los perezosos es el hambre (Pr 20:4; 2 Ts 3:10). Cualquier hombre trabajará duro cuando su vientre está vacío, incluso el perezoso (Pr 16:26). El león desaparece cuando se tiene suficiente hambre. Aprende una parte importante de la caridad cristiana: Al perezoso no se le debe ayudar económicamente. Si lo alimentas, eres cómplice de su pecado (Pr 18:9). Este proverbio popular ilustra la enseñanza de Salomón al respecto: Dale un pez a un hombre y comerá hoy; enséñale a pescar y comerá el resto de su vida. No le des dinero al perezoso, dale trabajo para que aprenda a ganarse el pan.
Aplica la lección a ti mismo. ¿Qué deberías estar haciendo que no estás haciendo? ¿Dónde está el león en tu vida? ¿Qué proyecto u obra importante te intimida? No hagas de un grano de arena una montaña. Pon el pie fuera de tu zona de comodidad y haz lo que tengas que hacer. El Señor bendice a los diligentes.
Aplica la lección espiritualmente. Pedro nos advierte que debemos ser sobrios y estar alerta porque nuestro enemigo, el diablo, “anda como león rugiente, buscando a quien devorar” (1 P 5:8). Como creyentes, enfrentamos una guerra espiritual constante, y Satanás usa tentaciones, engaños y desánimo para desviarnos, por lo que debemos tener una mente clara (sobria) y ser vigilantes (estar alerta) para resistir sus ataques y mantenernos firmes en la fe. Es un llamado a la madurez espiritual para enfrentar los desafíos de la vida cristiana con sobriedad y atención, sabiendo que hay un enemigo espiritual que busca destruirnos, pero sabiendo también que Dios nos da la fuerza para resistir si se lo pedimos oportunamente (He 4:16).
El león acechó al Señor en el camino que Él tuvo que transitar (1 P 5:8). Pero Él no se quejó, no se intimidó ni puso excusas para no hacer el horrible trabajo que el Padre le había asignado. Fue a la cruz y murió como el Sustituto del pueblo que Dios le había dado para redimir. El Señor Jesús triunfó gloriosamente sobre el león que lo acosó durante toda Su vida terrenal, y triunfó definitivamente sobre él en Su muerte y resurrección (Mt 4:1-11; Jn 14:30; Ro 8:37; Col 2:15; He 2:14; 1 Jn 3:8). Dale la gloria debida a Su nombre, e imita Su ejemplo.
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