Tuesday, December 9, 2025

SABIO EN SU PROPIA OPINIÓN




“¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él” (Pr 26:12).

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¿Hay alguien peor que un necio? ¡Sí, una persona orgullosa que piensa que tiene la razón! Un necio es estúpido, pero puede aprender algunas cosas si se propone cambiar. Hay pocas esperanzas de que un hombre orgulloso pueda ser corregido. ¿Cómo lo ayudarás? Está convencido de que está en lo correcto.

La autoconfianza y la justicia propia no son sólo condenables sino condenatorias. Encierran a una persona en la presunción de su propio corazón engañado, porque no puede imaginar que sus ideas y pensamientos puedan estar equivocados. Arrogantemente ignora y rechaza los consejos, sin importar cuán dignos de consideración sean. La protección contra la falsa seguridad de tal locura es desconfiar humildemente de uno mismo.

Un necio a secas solo tiene un obstáculo para la sabiduría: la ignorancia. El necio engreído tiene dos: ignorancia y autoengaño. Primero debe aprender que no sabe nada, que es la lección más dura en la escuela de la sabiduría, y por lo general sólo se aprende con sangre, sudor y lágrimas. Cuanto más confíe un hombre en su error, más peligrosa es su condición.

El Señor quiere que consideres a tales personas. Puedes aprender observando a estos miserables orgullosos y altivos. Asumen que son sabios y, por lo tanto, nunca lo serán. Ni siquiera saben qué es la verdadera sabiduría, y mucho menos tienen el espíritu y los medios que se necesitan para obtenerla.

La presunción es una opinión alta y altiva de ti mismo y de tus habilidades. Es orgullo y arrogancia. Es ser infatuado (2 Ti 3:4). Es lo que condenó al diablo (1 Ti 3:6), quien se tuvo en tan alta estima que quiso ser igual a Dios (Ez 28:2,6,9).

Este proverbio es sobre el envanecimiento. Una vez que crees que eres un gran pensador y que por lo general tienes la razón acerca de todo, ¿quién te convencerá de lo contrario? Te acuestas y te levantas con el mismo pensamiento: tus opiniones son mejores que las de los demás. Estás irremediablemente engañado.

La cura es admitir humildemente que ahora sabes poco más de lo que sabías cuando eras un bebé y que dependes totalmente de Dios y Su palabra para aprender cualquier cosa de valor. La lección de sabiduría de este proverbio es identificar a los sabios en su propia opinión, y evitarlos. No tienen remedio, así que no pierdas tu tiempo tratando de enseñarles algo. Aléjate de ellos (Pr 22:10).

La única verdad absoluta en el mundo es la Biblia, pero las personas engreídas no pueden ceder terreno ni siquiera ante ella. Se han convencido a sí mismos de que la Biblia es tonta, irremediablemente anticuada o escrita por fanáticos religiosos. Si dicen que creen en ella, argumentarán que todos los demás la malinterpretan: solo ellos entienden verdaderamente la mente de Dios. Aman tanto sus propios pensamientos que no aceptarán la corrección de Dios o de Sus enviados.

Considera cómo los educadores, los medios de comunicación y las celebridades cumplen este proverbio. Su presunción envanecida por la academia, el poder de influir sobre la opinión pública y su estatus social hace que desprecien y rechacen la verdad. Dios los ha cegado incluso a la sabiduría más básica y elemental, como sus vidas disfuncionales lo prueban a los observadores entendidos (1 Co 1:19-20; 3:18-20).

Alucinan en sus mentes orgullosas creyendo que los hombres descienden de los monos que se crearon por obra y gracia de las amebas que a su vez fueron creadas por una explosión accidental de gases cósmicos. ¡Qué sabiduría! ¡Qué gloria! El Dios del cielo ridiculiza su pensamiento como “palabras profanas y vanas” y “falsamente llamada ciencia” (1 Ti 6:20). Hacen de la ciencia su presunción y de la presunción su ciencia. Son necios sin ninguna esperanza.

Pero al Dios Altísimo no le hace gracia su arrogante estupidez. Él se ríe de su ignorancia y del juicio venidero, pero no le divierte su rechazo de la verdad que Él ofrece (Sal 2:4-5; 37:13; Pr 1:24-27). Por eso oscurece sus corazones y les quita hasta el sentido común para que cometan actos abominables unos con otros como el pago que considera justo por su rebelión contra Él.

Los pone por debajo de las bestias brutas para que se contaminen sexualmente unos con otros (Ro 1:18-27). Los justos estarán de acuerdo con Pablo en que su perversión sexual es una recompensa adecuada por cambiar la verdad por la mentira. ¿Están avergonzados? ¡De ninguna manera! Se envanecen en su razonamiento y su necio corazón. Profesando ser sabios, se hacen necios. Y esto lo glorifican, lo promueven y lo protegen (Pr 5:23; 26,11; Sal 49:13). No pueden comprender que ya han sido juzgados y maldecidos por su Creador.

La primera lección de este proverbio es identificar a tales personas. Cuando te encuentras con necios, reprendes su insensatez para que no se envanezcan (Pr 26:5). Pero cuando te topas con necios ya envanecidos e infatuados, debes dejarlos para que se diluyan en sus fantasías perversas (Pr 26:4; 9:7-8). Prestarles atención, darles honor o debatir con ellos, es totalmente improductivo y hasta peligroso (Mt 7:6). Deja que el ciego guíe al ciego al hoyo al cual pertenecen (Mt 15:14).

A los niños se les debe enseñar desde la infancia que no saben nada de valor real y espiritual, y que los adolescentes saben menos. No te preocupes por su autoestima, porque al nacer a todos se les dio una doble porción de parte del demonio (2 Ti 3:2). Vinieron a este mundo chupándose los dedos del pie, y no habrán avanzado mucho más allá de eso antes de llegar a los treinta. Enséñales que la actitud humilde de reconocer su propia ignorancia es necesaria para comenzar a dar pasos hacia la verdadera sabiduría, la cual está a la vuelta de la esquina para el que admite que no sabe nada. Sólo a este hombre se le puede enseñar algo, porque tiene el corazón bien dispuesto.

A los niños se les debe enseñar que solo la Biblia tiene la verdad y la sabiduría absolutas, y solo los padres y las personas piadosas tienen sabiduría que vale la pena escuchar. Se les debe enseñar que las estrellas de rock y del cine, los atletas y los seudo-intelectuales de hoy son peores que los babuinos, porque los babuinos no tienen una agenda de odio y rebelión hacia Dios, ni hacia la autoridad y la justicia que Él ha instituido en la tierra.

La segunda lección que enseña el proverbio es: evitar ser uno mismo un necio sin remedio. Pablo advierte: 

“No seáis sabios en vuestra propia opinión” (Ro 12:16). 

Debes imitar a Salomón, quien le dijo al Señor: 

“Soy joven, y no sé cómo entrar ni salir” (1 R 3:7). 

Debes ser como David, que dijo: 

“Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí” (Sal 131:1).

Cultiva la humildad y una baja opinión de ti mismo y tus propios pensamientos. Esta actitud te salvará de muchos problemas en la vida. Tiembla ante la palabra de Dios y cultiva un espíritu quebrantado y humilde (Is 57:15; 66:2; Stg 4:10). No confíes en ti mismo ni en tu propia opinión. Sospecha de todos los motivos de tu corazón. Cuestiona todas tus opiniones. Somete cada una de tus ideas a las Sagradas Escrituras. Odia todos los pensamientos vanos, especialmente los tuyos (Sal 119:13; Jer 17:9).

Si te imaginas que sabes algo, aún no sabes nada como debes saberlo (1 Co 8:2). No te engañes a ti mismo; si te crees sabio, hazte ignorante, para que llegues a ser sabio (1 Co 3:18). Cuida que el conocimiento no te envanezca, sino que con caridad edifiques a otros (1 Co 8:1). Con esta mentalidad, la verdadera sabiduría te será fácilmente otorgada.

La tentación de violar este proverbio es grande:

“Todo camino del hombre es recto en su propia opinión” (Pr 21:2; 16:2, 25). 

La seguridad genuina radica en permitir que la Palabra infalible de Dios derribe argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando pronto para castigar toda desobediencia, cuando tu obediencia sea perfecta (2 Co 10:5-6; Sal 119:128; Is 8:20). 

¿Cómo sabes, hombre vano, que no es pura mentira lo que tienes en tu mano derecha? (Is 44:20) Ilumina permanentemente tu corazón con la luz de las Escrituras inspiradas de Dios y aprende a rechazar categóricamente cualquier insensatez propia y ajena.

Estima la seguridad que proporciona una multitud de buenos consejeros (Pr 11:14; 15:22; 24:6). Pero el escarnecedor no será conmovido ni aun por el sabio razonamiento de siete justos (Pr 26:16). No importa lo certero de las razones, él inventará todo tipo de excusas para justificarse. Esta obstinación es un mal terrible que debes evitar en ti mismo, evitando a su vez a todos los infectados por él.

Un hombre ligero en sus palabras es peor que un necio (Pr 29:20), porque su único deseo es vomitar su ignorancia en los oídos de los demás (Pr 15:28). Ama más escucharse a sí mismo que aprender algo de los demás. Los hombres ricos también tienden a ser sabios en su propia opinión (Pr 28:11), porque han logrado cierto éxito y pueden salvarse de la mayoría de los problemas que afligen a los pobres. Observa a estas dos clases de hombres, y aprende.

También debes cuidarte de adormecerte en una  falsa seguridad espiritual. El Señor reprende severamente a la iglesia de Laodicea por su altiva opinión de sí misma, y le advierte en cuánto a lo que necesita hacer y acerca del peligro del juicio inminente en que está si no lo hace (Ap 3:17-22). Debes prestar mucha atención a lo que el Espíritu le dice a esta iglesia y desechar cualquier idea de autocomplacencia espiritual.

La justicia propia es humo en el furor del Señor, fuego que arde todo el día (Is 65:5). Es el hermano mayor resentido por la celebración en honor del hijo que estaba muerto (Lc 15:25-32). Es cualquier pensamiento de que no eres el primero y más grande de los pecadores (1 Ti 1:15).

El Señor Jesús ridiculizó al fariseo arrogante que oraba consigo mismo alabándose por su superioridad sobre el publicano (Lc 18:9-14). Reprendió a los arrogantes fariseos al revelarles que justamente los publicanos y las rameras iban delante de ellos al reino de Dios (Mt 21:31). No hay nada más peligroso para la salvación de tu alma que la vanidosa justicia propia. Ódiala con un odio ferviente y perfecto. 

El pecador arrepentido que viene al Señor Jesús desamparado, desnudo y humillado, será recibido en la gloria eterna. Los engreídos, los presumidos, los vanidosos, los arrogantes, los soberbios, los altivos, los jactanciosos, los que buscan atención y alabanza, los pregoneros de sus buenas obras, los que mienten desde el pulpito... serán expulsados. 

Haz tuyas, de corazón, las palabras del malhechor que fue crucificado junto al Señor en el Gólgota: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lc 23:42). ¿Qué le respondió el que había dicho: “Al que a mí viene, no le echo fuera”? (Jn 6:37). 

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