Monday, December 15, 2025

COMO EL QUE TOMA AL PERRO POR LAS OREJAS

  


“El que pasando se deja llevar de la ira en pleito ajeno es como el que toma al perro por las orejas” (Pr 26:17).

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Incluso un perro amistoso te morderá si lo tomas por las orejas. Y aquí está el entrometido, entrometiéndose en un pleito ajeno; ¡pronto será mordido por ambas partes! Salomón te enseña la sabiduría de evitar entrometerte en pleitos ajenos.

Los pacificadores son maravillosos (Mt 5:9). Pero el llamado más grande para ser un pacificador implica tu propia lucha. Si has ofendido a otro, haz las paces con él (Mt 5:23-26). Si otro te ha ofendido, haz las paces con él (Mt 18:15-22).

Con mucho cuidado, y solo después de una sabia consideración, puedes involucrarte en los pleitos de otros para tratar que hagan las paces entre sí. Porque si aun tu propia lucha, que conoces bien, debe ser resuelta con mucha cautela: ¡imagina cuánto más aquella de la que sabes poco! (Pr 25:8). Después de pensarlo sabiamente, asegúrate de que tus palabras sean las correctas y dichas a su debido tiempo (Pr 15:23; 16:20).

Los hombres sabios y espirituales deben tratar de ayudar a otros con sus conflictos y problemas (Ro 15:1-3; Gl 6:1-3), lo que incluye disputas, pleitos y contiendas. Somos los guardianes de nuestros hermanos en tales cosas (Lv 19:17; 1 Ts 5:14). Y los que están en autoridad, como padres y mentores, tienen el honroso derecho y obligación de ayudar a otros a resolver los problemas que tengan entre sí, y procurar que las partes involucradas hagan las paces (Pr 25:2).

Pero algunas personas son entrometidas sin tener arte ni parte en el asunto. Solo les encanta meterse en los líos de otra gente (1 Ti 5:13). Esto es un pecado, y los sabios deben evitarlo. La fuerte advertencia de Pedro asocia este pecado con el asesinato, el robo y otras malas acciones (1 P 4:15). La mayor parte del tiempo, debes mantente ocupado en tus propios asuntos; así no tendrás tiempo para caer en la tentación de inmiscuirte en las cosas de los demás.

A los entrometidos les encanta involucrarse en disputas o problemas ajenos. Anhelan conocer la información privilegiada de las controversias privadas. Les da un sentido morboso de valor. Involucrarse en los pleitos de los demás los hace sentirse importantes, aunque por lo general son terribles para resolver sus propias cuitas. Cada persona tiene suficientes problemas en su propia vida como para mantenerse muy ocupada sólo con ellos, pero algunos en Tesalónica eran tan impertinentes que incluso dejaron de trabajar. Pablo les escribió: 

“Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan” (2 Ts 3:11-12). 

Antes les había escrito: 

“Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado” (1 Ts 4:11).

Las mujeres tienen una gran tendencia a ser entrometidas y copuchentas, a meterse en disputas y asuntos en los que no tienen arte ni parte. Por eso Pablo les recomendó a las jóvenes viudas que se casaran y tuvieran hijos, para que se guardasen de ser chismosas, ociosas y entrometidas (1 Ti 5:12-15). Una mujer ocupada que es consciente de sus deberes no tendrá tiempo ni interés para entrometerse en cosas ajenas. La ociosidad es una maldición en cualquier tiempo, como lo fue para la antigua Sodoma (Ez 16:49). Un dicho popular declara: “La ociosidad es la madre de todos los vicios”. Un segundo dicho es: “Una mente ociosa es el taller del diablo”. Mantente ocupado y no te entrometas en asuntos ajenos.

El Señor Jesús enseña que cada hombre tiene suficiente mal amenazando su propia vida cada día como para mantenerse completamente ocupado solo con eso (Mt 6:34). Él llama hipocresía preocuparse y juzgar a otra persona por una mota de polvo en su ojo, cuando deberías estar completamente ocupado en sacar la viga del tuyo (Mt 7:3-5). Tanto Salomón como Aquel que es mucho más grande que él te lo han advertido: Mantente alejado de los pleitos de los demás. ¡No tomes al perro por las orejas!

El Señor Jesucristo también dio un ejemplo perfecto en este asunto. 

“Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?” (Lc 12:13-14) 

Hoy puedes seguir este santo ejemplo del Señor Jesús. Es muy grande la diferencia entre sufrir como entrometido y sufrir como cristiano (1 P 4:14-16).

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