“Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad” (Pr 26:11).
El mundo que te rodea contiene poderosas lecciones objetivas para tu instrucción. Un rasgo despreciable de los perros debería grabar en tu mente la naturaleza repugnante del pecado y la locura de aquellos que regresan a él. Aunque la imagen es menos que la realidad, el punto es claro.
Como es común en los Proverbios de Salomón, aquí hay un símil que hace una comparación entre un evento natural y un principio moral. Los símiles se identifican por el uso de las palabras “como”, “semejante a”, “tal como”, al comparar dos cosas. En solo quince palabras, tienes una poderosa ilustración que condena a los necios.
También común en Proverbios, tienes una de las criaturas más populares escogida para darte una lección moral. En otros lugares de Proverbios, puedes leer sobre la hormiga, el león, la araña, el cerdo, el conejo, el águila, el caballo, la serpiente, el galgo, la cabra y la langosta. (Ver comentario sobre Proverbios 30:24.)
El perro no es el mejor amigo del Hijo del hombre (Mt 8:20). Las Escrituras mencionan a los perros unas cuarenta veces sin una sola alusión positiva. Son criaturas viles para Dios, que representan a los sodomitas, a los hombres malvados, a los demonios, a la codicia, al ruido y al desorden. Se comparan con los cerdos; de los que, muchas veces, son sinónimo. Pero los necios los superan por el apetito voraz que tienen por la injuria y los pecados perversos.
Un rasgo repugnante de los perros es comer su propio vómito. Cuando su vientre rechaza materia ofensiva, se vuelven sobre ella, la huelen, la lamen y hasta, en algunos casos, se la comen de nuevo. Es una lástima que no tengas el mismo horror repugnante por el pecado, que tienes por esta imagen de un perro que vomita su inmundicia y se la come. Sería provechoso para tu alma, si pudieras aprender a aborrecer tus repugnantes pecados y deseos pecaminosos.
Aunque el hombre fue hecho a semejanza de Dios, un poco menor que los ángeles, el Dios santo compara tu estado caído con una de sus criaturas más despreciables. Satanás le dijo a Eva: “Seréis como Dios”. Pero el Juez justo declara: “Sois como el perro”. En la Biblia se usan comparaciones viles para mostrar el carácter despreciable del hombre y el trato que le da al Dios Altísimo, como el adulterio espiritual gráfico en los capítulos 16 y 23 de Ezequiel.
Pedro declara que las palabras de Salomón son un verdadero proverbio (2 P 2:20-22). Lo usa para condenar a aquellos que abandonan su conversión y regresan al vómito de este mundo, como Lot, Salomón mismo, Demas, y otros. Escapar de la contaminación de este mundo y luego volver a enredarse en ella expone al hombre a una condición peor que antes de su conversión (2 P 2:20).
La necedad es pecado. Incluso el pensamiento necio es pecado (Pr 24:9). La necedad, la insensatez y la locura causan gran vergüenza y dolor en las almas y en las vidas de los reincidentes (Pr 13:15; Sal 36:2; Jer 2:19). El pecado hiere al hombre; lastima a su familia; daña su patrimonio; arruina su nombre; perjudica su salud, etc. Sin embargo, los pecadores se apresuran a volver a su pecado una y otra vez, incluso después de juramentos sobrios, vehemente arrepentimiento y promesas de reforma. ¿Qué pasa con ellos? Sus instintos son depravados y están contaminados. Aman lo que deberían odiar y odian lo que deberían amar. Son depravados.
Un ataque al corazón llamará la atención de un hombre, incluso si solo es un glotón perezoso. Un par de días después de la cirugía a corazón abierto, quiere los detalles específicos de la súper nutrición y el mejor programa de ejercicios. Hace resoluciones, planifica su horario y ordena pan de pita y lechuga para un año, y dos caminadoras para tener compañía cuando se ejercita. Pero después de unos meses sin angina, vuelve a ser un teleadicto que succiona kilos de nachos con queso y bebidas cola. ¿Olvidó el dolor agudo de su ataque al corazón? ¿Anhela el veneno que casi lo mata? Sí, a ambas preguntas. Su naturaleza perruna lo domina.
Considera a un alcohólico (Pr 23:29-35). Tiene aflicción, tristeza, quebranto de corazón, espíritu angustiado, heridas y cicatrices en su cuerpo a causa de sus borracheras... Pierde su trabajo, su licencia de conducir, su mujer, sus hijos y su reputación. Se enferma y se siente como si hubiera pasado la noche en la punta de un mastelero. Sin embargo, dice: “Cuando despertare, aún lo volveré a buscar” (Pr 23:34-35) ¡Necio! ¡Perro!
Acab se arrepintió y caminó humildemente ante el Señor por un poco de tiempo. Luego se apresuró a regresar a su vómito, y lo mataron (1 R 21:27-29; 22:8). Faraón le rogó a Moisés un respiro, y prometió dejar ir a Israel. Pero tan pronto como sintió el alivio, endureció su corazón y volvió a su insensatez obstinada (Ex 8:15). ¡Cuántas veces Dios perdonó y liberó a Israel, para luego verlos precipitarse de regreso al vómito idolátrico! (Sal 78:33-42)
¿Qué inmundicia has vomitado y desechado por la gracia de Dios y la convicción de Su Espíritu? ¿Qué locura has desechado? Tendrás la tentación de volver a eso. ¿Qué vómito te tienta? ¿Quejas, reclamos, reproches, murmuración, pornografía, música impía, embriaguez, fantasías lujuriosas, glotonería, televisión, amargura, fornicación, desobediencia a los padres, defraudación marital, una iglesia hipócrita? ¿Falta de oración?
No puede haber un alejamiento parcial del pecado. Nunca funciona. Nunca funcionará. Todavía puedes oler el vómito y volverás a él. Debes huir de tus tentaciones y pecados como José huyó de la señora Potifar. Debes eliminar la fuente de la tentación. Debes desarrollar apetito espiritual y satisfacerlo completamente con hábitos espirituales, para que el vómito de tu pasado te repugne en vez de tentarte. No hay término medio. Si te quedas entre la inmundicia, te revolcarás en ella de nuevo.
Si un perro tuviera conciencia, se avergonzaría de su naturaleza vil. Pero, ¿qué pasa con los pecadores humanos? Su regreso a la inmundicia del pecado es peor. ¿Dónde está su vergüenza? Pronto tendrán vergüenza y confusión perpetua (Dn 12:2), a menos que echen mano de la vida eterna (1 Ti 6:12).
Sólo por la gracia de Dios y el don del arrepentimiento puede un hombre salvarse de su necedad y del lazo de Satanás (2 Ti 2:25-26). Si tienes el más mínimo grado de convicción sobre algún pecado en este momento, arrepiéntete inmediatamente y toma medidas drásticas para deshacerte de su lazo (Mt 5:29-31). Acércate a Dios, y Él se acercará a ti (Stg 4:8) y te dará la gracia que necesitas para ser salvo de este pecado hoy (He 4:16).
Di con el salmista:
“Escucharé lo que hablará Jehová Dios; porque hablará paz a su pueblo y a sus santos, para que no se vuelvan a la locura” (Sal 85:8).
Escucha la advertencia del Señor Jesucristo a un hombre cojo que Él sanó:
“Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Jn 5:14).
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