Sunday, December 7, 2025

UNA CASA DIVIDIDA CONTRA SÍ MISMA




Hay tres relatos en los Evangelios en los que el Señor Jesús afirma que un reino dividido contra sí mismo será destruido, o que una casa dividida no puede permanecer en pie (Lc 11:17; Mr 3:25; Mt 12:25). En las tres ocasiones, esta declaración es una respuesta a la acusación de los fariseos, quienes decían que Él expulsaba demonios por el poder de Satanás—una blasfemia que el Señor dijo no les sería perdonada.

El argumento del Señor Jesús es lógico: un reino dividido caerá. Cualquier hogar desgarrado por disputas internas se desmoronará. El Señor Jesús estaba claramente expulsando demonios de las personas. Si Él estuviera aliado con Satanás, o si Satanás actuara a través de Él, los exorcismos no serían una prioridad, ya que no tendría sentido que Satanás expulsara a sus propios demonios. Satanás tiene la suficiente sabiduría práctica como para evitar que sus demonios se enfrenten entre sí.

Al decir que una casa dividida no puede permanecer en pie, el Señor ilustra que el éxito depende de la unanimidad. Esto es algo que vemos en la vida diaria: ya sea una máquina, un equipo deportivo, un partido político o la mente de una persona, todo debe trabajar en unanimidad para lograr algo. La Biblia dice que el hombre de doble ánimo es inestable en todos sus caminos (Stg 1:8), y Pablo apela a las iglesias para que no haya divisiones entre los creyentes (1 Co 1:10). Una iglesia debe estar unida en propósito y juicio, evitando a aquellos que causan divisiones y obstáculos contrarios a la sana doctrina (Ro 16:17). Los cristianos no deben pelear entre sí, sino estar unidos en un entendimiento común de la verdad. 

¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!  (Sal 133:1).

Dios ordena la unidad entre los creyentes, porque cuando el conflicto entra en medio de cualquier asamblea, familia o entidad, la productividad y la utilidad inevitablemente se detienen, debilitando y haciéndola vulnerable a los ataques. Como dice el Señor:

“Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá” (Mt 12:25).

La paz forma parte del fruto del Espíritu (Gl 5:22). Los cristianos, como seguidores del Príncipe de Paz, debemos ser personas pacíficas (Mt 5:9). Estamos llamados a vivir en armonía unos con otros (Ro 12:16) y, en la medida en que dependa de nosotros, debemos procurar la paz con todos (He 12:14). El Señor Jesucristo está edificando Su iglesia (Mt 16:18), y Su casa permanecerá en pie.

“Y su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin (Dn 6:26).

Pero todo lo dicho hasta aquí NO ES toda la verdad sobre el tema. O es, más bien, una verdad temporal. El mismo Señor Jesús también enseña:

No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará (Mt 10:34-39; Lc 12:49-53; 14:26-27).

“Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” (Jn 6:60). Esta enseñanza del Señor Jesús a menudo desconcierta a los creyentes. El lector moderno de la Biblia se queda perplejo ante algunas declaraciones enigmáticas y aparentemente ofensivas del Señor Jesús, como la de Mateo 10:34-39.  

¿El Señor no vino a traer paz, sino espada? ¿De qué está hablando? Se le llama Príncipe de Paz (Is 9:6). El Señor también enseñó sobre amar a nuestros enemigos (Mt 5:44; Lc 6:27-28), sobre el perdón (Mt 6:14-15; 18:21-22; Mr 11:25; Lc 6:37) y sobre no vengarse (Mt 5:38-39,44; Lc 6:27-29). 

También advirtió a Pedro cuando este hirió al siervo del sumo sacerdote, diciéndole: “Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mt 26:52). ¿Cómo entendemos entonces las palabras “No vine a traer paz, sino espada?

Esta “dura palabra” (Jn 6:60) se aclara cuando examinamos los versículos que la rodean—el contexto. Aquellos que utilizan la declaración del Señor Jesús de que no vino a traer paz, sino espada, para socavar Su credibilidad, deben ignorar las enseñanzas completas de las Escrituras y sacar el versículo fuera de contexto.

Mateo 10 comienza con el Señor Jesús enviando a Sus discípulos en misión evangelística, dándoles instrucciones e información crucial. Les dice que se centren en Israel (Mt 10:6), que hagan milagros (Mt 10:8), que proclamen la llegada del reino (Mt 10:7), etc. También les advierte que serán odiados por Su causa (Mt 10:22).

En este capítulo, el Señor Jesús revela un conflicto entre los que creen en Él y los que no, un conflicto que sigue siendo evidente en nuestro mundo actual. La cruz reconcilia a la humanidad con Dios, pero entre los seres humanos habrá una división, ya que no todos se unirán al Señor. Aunque estamos llamados a procurar la paz con todos (Ro 12:18; He 12:14), debemos comprender la división que trae el Señor Jesús.

Jesús es y siempre ha sido una figura polarizante. Los fariseos estaban divididos acerca de quién era Él (Jn 9:16). Entre la multitud que escuchaba al Señor enseñar, unos decían: “Es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo” (Jn 7:12). 

Había disensión y una variedad de opiniones sobre Su identidad, como le informaron los discípulos cuando Él les preguntó: 

¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas (Mt 16:13-14).

La verdad, por su propia naturaleza, está separada de la falsedad. La espada de la verdad que empuña el Señor Jesús divide incluso a los miembros de una misma familia: 

Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa (Mt 10:35-36; Miq 7:6). 

Debido a la aceptación o el rechazo de la verdad por parte de las personas, el Señor Jesús tenía razón al decir que no había venido a traer paz, sino espada.

Pablo hace una serie de preguntas retóricas que confirman que el Señor no vino a traer paz, sino la espada de la división: 

¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? (2 Co 6:14-16).

Ninguno puede servir a dos señores (Mt 6:24). Tomar la cruz y seguir a Cristo es dar la espalda no solo al mundo, sino también a la familia y aún a los hermanos en la fe con los que hay diferencias irreconciliables (Hch 15:36-41).

The Christian Post publicó una vez un artículo sobre el difunto apologista Nabeel Qureshi. Qureshi describió su conversión del islam al cristianismo como la decisión más difícil” de su vida. Además, expresó: Le pedí a Dios que me matara porque había perdido a mi familia. Perdí a mis amigos de la mezquita. Perdí a todas las personas que me amaban en el momento en que me convertí al cristianismo”  (Smith, S., El exmusulmán Nabeel Qureshi oró a Dios para que lo matara después de convertirse al cristianismo, 19 de julio de 2016).

Este tipo de división es un ejemplo de la verdad de Mateo 10:34-39 y es una lucha a la que se enfrentan todos los que de veras se convierten al Señor Jesús y lo siguen.

En una cultura “cristianizada” comprometerse plenamente con Cristo también puede traer consigo una espada. El devoto seguidor de Jesús puede ser objeto de burlas, tachado de santurrón” o “fanático”, malinterpretado o avergonzado de muchas maneras. Incluso en el mejor de los casos, el estilo de vida de un cristiano genuino difiere del de alguien que simplemente profesa la religión cristiana” .

Identificarse con el Señor Jesús tiene un gran costo. Requiere un reordenamiento de las prioridades, la abnegación y la posible separación de los seres queridos. Así como un cónyuge desea un compromiso total, el Señor Jesús exige lo mismo. Lo mejor es que Él inició el pacto derramando Su sangre por nuestros pecados. Él dio el primer paso, y el Espíritu Santo nos da poder cuando se lo pedimos al Padre.

Las afirmaciones “una casa dividida contra sí misma, no permanecerá”  y no vine a traer paz, sino espada son dos caras de una misma moneda, y debería reconfortar a quienes siguen un camino similar al de Qureshi. Nada toma a Dios por sorpresa, y las persecuciones que enfrentamos los cristianos en esta vida finalmente conducirán a la gloria. Si el Señor Jesús ya sabía el impacto divisivo que tendría Su persona, entonces podemos confiar en que también sabe lo que está haciendo. Mientras tanto, oremos por nuestros seres queridos que no son salvos, busquemos oportunidades para evangelizar y vivamos vidas que glorifiquen al Señor.

Otro punto. Nuestro entendimiento de la indivisibilidad del reino o casa de Satanás, ¿está bien? Es decir, ¿está el Señor diciendo que el reino de Satanás no está dividido, porque si lo estuviera no podría permanecer? 

Esta no es una verdad absoluta, si no que lo es para el momento y la situación en la que el Señor la pronunció. Por las Escrituras, sabemos que él reino de Satanás ha estado y estará en un estado de división que causará su destrucción total y definitiva. Un pasaje como ejemplo: 

Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas. Y los diez cuernos que viste en la bestia, estos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego; porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra (Ap 17:15-18).

Debemos leer todo Apocalipsis 17 para una comprensión de toda la enseñanza, pero el pasaje citado bastará. Tanto “la ramera” como “los diez cuernos” y “la bestia” son agentes satánicos que están ejecutando la voluntad de Satanás unánimemente, hasta que “los diez cuernos” se vuelven contra “la ramera”, la dejan desolada y desnuda, devoran sus carnes y la queman con fuego. Y hacen todo esto “porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios (Ap 17:17).

Este pasaje y otros de las Escrituras nos enseñan que el reino de Satanás no es indivisible, y que no permanece en unanimidad por su propia voluntad, sino que es el Señor quien le concede estar indivisible por el tiempo que Él quiere hasta que el “tiempo y la ocasión” (Ec 9:11; 1 Ts 5:9) llega en que para cumplir el propósito de Dios debe dividirse. Le ha sucedido en el pasado, y le sucederá en el futuro, porque el reino de Satanás como todos los reinos (y todas las familias) de este mundo, sólo permanecen en pie hasta que el Señor diga que ya no más.

La aplicación de esta enseñanza para la vida de cada creyente requerirá “sabiduría de lo alto” (Stg 3:15).

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