Saturday, September 13, 2025

COMO CANTOR DE AMORES


“Y tú, hijo de hombre, los hijos de tu pueblo se mofan de ti junto a las paredes y a las puertas de las casas, y habla el uno con el otro, cada uno con su hermano, diciendo: Venid ahora, y oíd qué palabra viene de Jehová. Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia. Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra. Pero cuando ello viniere (y viene ya), sabrán que hubo profeta entre ellos (Ez 33:30-33).

El Profeta Ezequiel es el autor del libro que lleva su nombre (Ez 1:3). Fue un contemporáneo tanto de Jeremías como de Daniel. El libro fue escrito probablemente entre el 593 y el 565 a.C. durante el cautiverio babilónico de los judíos.

Ezequiel ministró a una generación que estaba sumergida en el pecado y la desesperanza. Por medio de su ministerio profético, él intentó llevarlos al arrepentimiento inmediato y a confiar en el distante futuro. Enseñó que: 

1) Dios trabaja a través de mensajeros humanos; 

2) Aún en la derrota y desesperación, el pueblo de Dios necesita afirmar la soberanía de Dios; 

3) La Palabra de Dios nunca falla; 

4) Dios está presente y puede ser adorado en cualquier parte; 

5) La gente debe obedecer a Dios si espera recibir bendiciones; y 

6) El Reino de Dios vendrá.

Junto con el texto que nos ocupa, otros pasajes clave del libro son: 

“Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos” (Ez 2:3-6, ).

“He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá” (Ez 18:4).

“Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas” (Ez 28:12-14) .

“Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ez 33:11,).

“Y el nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama [El Señor está ahí]” (Ez 48:35).

¿Cómo puedes enfrentarte a un mundo extraviado? Ezequiel, destinado a comenzar el ministerio de su vida como sacerdote a la edad de treinta años, fue sacado de su país y llevado a Babilonia a la edad de veinticinco años. Por cinco años se debatió en la desesperación. A los treinta años una visión majestuosa de la gloria de Yahvé cautivó su ser en Babilonia. El sacerdote/profeta descubrió que Dios no estaba confinado a las severas restricciones de su tierra natal. En cambio, Él es un Dios universal que manda y controla a las personas y a las naciones. En Babilonia, Dios impartió a Ezequiel Su palabra para el pueblo. Su experiencia al ser llamado transformó a Ezequiel. Se convirtió en un ávido devoto de la Palabra de Dios. Se dio cuenta de que personalmente no contaba con nada para ayudar a los cautivos en su amarga situación, pero estaba convencido de que la Palabra de Dios les hablaba sobre su condición y podía darles la victoria en ella. 

Ezequiel utilizó varios métodos para comunicar la Palabra de Dios a su pueblo. Utilizó el arte al dibujar una representación de Jerusalén, y acciones simbólicas y conductas inusuales para asegurarse la atención de la gente. Se cortó el pelo y la barba, para demostrarles lo que Dios le haría a Jerusalén y a sus habitantes.

El libro de Ezequiel puede dividirse en cuatro secciones:

Capítulos 1-24: Profecías sobre la ruina de Jerusalén.

Capítulos 25-32: Profecías sobre el juicio de Dios sobre las naciones vecinas.

Capítulo 33: La última llamada a Israel para el arrepentimiento.

Capítulos 34-48: Profecías concernientes a la futura restauración de Israel.

Ezequiel 34 es el capítulo donde Dios denuncia a los líderes de Israel como falsos pastores, por el poco cuidado a Su pueblo. En lugar de apacentar a las ovejas de Israel, se preocupaban por sólo por ellos mismos. Comían bien, estaban bien vestidos y bien atendidos por el mismo pueblo al que debían cuidar (Ez 34:1-3). En contraste, Jesús es el Buen Pastor quien da Su vida por las ovejas, y quien las protege de los lobos que destruirían al rebaño (Jn 10:11-12). El versículo 4 del capítulo 34 describe al pueblo, cuyos pastores fracasaron en ministrar a las ovejas débiles, enfermas, heridas, y perdidas. Jesús es el Gran Médico quien sana nuestras heridas espirituales (Is 53:5) por Su muerte en la cruz. Él es quien busca y salva a lo que se había perdido (Lc 19:10).

El libro de Ezequiel nos llama a unirnos en un encuentro fresco y vivo con el Dios de Abraham, Moisés, y los profetas. Debemos ser vencedores o seremos vencidos. Ezequiel nos reta a experimentar una visión del poder, conocimiento, eterna presencia y santidad de Dios que cambie nuestra vida; a dejar que Dios nos dirija; a comprender la profundidad y el compromiso con el mal que se aloja en cada corazón humano; a reconocer que Dios hace responsables a Sus siervos de advertir a los hombres impíos sobre el peligro en que se encuentran; y, a experimentar una relación viva con Jesucristo, quien nos dice que el nuevo pacto se encuentra en Su sangre.

Ezequiel 33:30-33 describe la indiferencia espiritual del pueblo hacia el mensaje de Dios transmitido a través de Ezequiel, a quien ven como un simple entretenedor —alguien con una hermosa voz y talento como letrista— en lugar de un profeta genuino cuyas palabras exigen acción. 

A pesar del interés y la atención que manifiestan hacia el profeta, no obedecen sus palabras, lo que pone de relieve su falta de comprensión espiritual, su corazón endurecido y su amor por el mundo, lo cual les impide verdaderamente entender y obedecer el mandato de Dios de hacer Su voluntad.

El pueblo escucha las palabras de Ezequiel, pero no se conmueve por la esencia de su mensaje. Lo tratan como a un cantante romántico o intérprete musical, encontrando su elocuencia y estilo oratorio agradables al oído, pero no percibiendo la lección moral y espiritual de su mensaje.

Acuden a escucharlo, e incluso hablan de Dios con reverencia, pero sus corazones permanecen llenos de los mismos deseos carnales, mundanos y pecaminosos de siempre. Su interés es más el de pasar el rato y entretenerse que el deseo genuino de recibir una verdad espiritual que los lleve a cambiar sus vidas.

La razón principal de esta indiferencia es la falta de comprensión espiritual. Al igual que el público de un concierto, en el que la mayoría de las personas no poseen el conocimiento musical necesario para comprender las complejidades de la obra de un compositor, el “público” de Ezequiel carece del discernimiento espiritual necesario para captar el profundo significado del mensaje del profeta. Su mensaje es “como música para sus oídos”, sus palabras “suenan” bien, el predicador “habla bonito”, pero eso es todo. Para ellos, Ezequiel es un cantante melodioso que hace que sus palabras produzcan un agradable sonido. Predica la doctrina correcta, y eso es todo lo que les interesa: el sonido de sus palabras, no el sentido de ellas.

Otra razón para esta falta de fruto en el ministerio de Ezequiel es que su “público” tiene corazones endurecidos. Las advertencias y los llamados a la acción del profeta caen sobre corazones insensibles y espiritualmente muertos, como rocas que no pueden recibir semillas (Mt 13:5,20).

Y a estas razones debe añadirse el amor al mundo. El pueblo está atrapado entre el mundo espiritual de Dios y los deseos materialistas de su vida terrenal. Sus corazones están dominados por estos últimos, lo que los lleva a descuidar los asuntos espirituales en aras de las necesidades, e incluso placeres, temporales.

El versículo concluye una sección donde Dios llama a su pueblo a responder adecuadamente a Sus advertencias. El llamado de Dios es a la acción. Su mensaje a través de Ezequiel tiene como objetivo guiarlos hacia una vida de rectitud y obediencia que es urgente que se establezca, porque la destrucción está a las puertas.

Ezequiel es el vigía de Dios, advirtiendo al pueblo del juicio inminente que se avecina. Pero sólo Dios y él ven este juicio en el horizonte. El hecho de que el pueblo no actúe conforme a las palabras del profeta pone de manifiesto un estado espiritual crítico que les impide cumplir con su rol como pueblo de Dios. Serán rechazados y destruidos, y cuando eso suceda, le dice el Señor a Ezequiel: “Sabrán que hubo profeta entre ellos” (Ez 33:33). 

Es decir, entenderán demasiado tarde las palabras de advertencia y las exhortaciones a la obediencia que les comunicó Ezequiel cuando todavía estaban a tiempo de cambiar sus vidas y alinearlas con la voluntad del Señor. 

Al leer la palabra de Dios a Ezequiel, no podemos evitar pensar en los “cristianos” de hoy. Se reúnen en sus templos y lo llaman adoración. Disfrutan de la hermosa y emotiva música. Escuchan al predicador que les trae un mensaje de la palabra de Dios. Y pronuncian palabras de aceptación y alabanza. Luego se despiden, se suben a sus autos, y vuelven sus vidas. 

Pero ¿acaso la hora o dos semanales que pasan junto a otros “creyentes” produce algún cambio en sus almas? ¿Hay alguna mejoría? ¿Alguna transformación? ¿Ponen en práctica lo que han escuchado desde el púlpito o en las clases de la escuela dominical? ¿O solo tiene importancia didáctica y momentánea?

Cuando vemos una película, puede que nos impresione la trama, la actuación de los actores, los paisajes exóticos y los efectos especiales en las secuencias de acción. Cuando vemos un concierto, puede que nos conmueva la experiencia si la música despierta nuestras emociones. Y cuando vamos a un restorán elegante, puede que disfrutemos mucho de la compañía y la buena comida. Pero, por lo general, no son cosas que tengan más que una influencia pasajera y superficial en nosotros. Así experimentan los asistentes a los templos y los oyentes de sermones el alimento espiritual que les ponen por delante: sino es sólo una costumbre, es una experiencia social dominguera, y nada más.

Pero escuchar la palabra de Dios no debería ser así. No debe ser solo una experiencia social o sensorial o conmovedora o didáctica, para pasar el rato. Debe transformar—o, al menos, mejorar—la vida. Estamos llamados a obedecer lo que leemos y escuchamos en la palabra de Dios. Esto incluye tanto nuestros devocionales privados como las experiencias públicas: los servicios de adoración semanales.

“Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”. Este dicho destaca que nuestro pensamiento inicial sobre algo es la semilla que se convertirá en comportamiento, el cual a su vez formará hábitos que moldearán nuestro carácter y, en última instancia, determinarán nuestro destino.

Oye (con el oído de tu espíritu) y obedece la palabra de Dios. Deja que penetre en lo más profundo de tu ser. Repásala. Medítala. Órala. Apréndela de memoria. Examínala. Sólo así podrás ponerla en práctica. Sólo así el Espíritu Santo podrá usar la palabra de Dios para conformarte más y más a la imagen de Cristo. Es proceso lento que debes transformar en un hábito para que comience a dar frutos. No hay atajos en este camino: es lento e interminable, ha sido preparado así por el Señor mismo para que nos tome toda la vida. Si no ocupas tu vida en esto, la perderás (Mt 10:39; 16:25).

Como lo fue para Ezequiel, la nota de esperanza para el profeta actual es que la respuesta de sus oyentes al urgente mensaje del Señor que él les comunica no depende de él. Tampoco depende del Señor. Depende de ellos mismos: de los oyentes. Cada uno es responsable delante del Señor de la manera en que recibe Su mensaje y de lo que hace con él. La labor del profeta es comunicar fielmente el mensaje que se le ha encomendado, y nada más. La misma Palabra que se les ha entregado a los oyentes los “juzgará en el día postrero” (Jn 12:48). Ahí sabrán que hubo profeta entre ellos” (Ez 33:33), él mismo al que no consideraron más que como cantor de amores, hermoso de voz y que cantaba bien; y oyeron sus palabras, pero no las pusieron por obra (Ez 33:32).

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Thursday, September 11, 2025

¿ME AMAS?


El Señor Jesús le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas?”, según se registra en Juan 21:15-17. 

Esto ocurrió cuando Jesús estaba desayunando con Sus discípulos poco después de Su resurrección. 

El Señor aprovechó ese momento para animar y exhortar a Pedro con respecto a las responsabilidades que le esperaban, e incluso para profetizar la manera en que Pedro moriría. 

Al preguntarle a Pedro tres veces: “¿Me amas?”, el Señor Jesús subrayó la importancia del amor hacia Su persona y la obediencia inquebrantable que Pedro debía demostrarle como requisitos para el ministerio que tendría en el futuro.

El Señor Jesús interroga a Pedro sobre su amor por Él, y cada vez que Pedro responde afirmativamente, Jesús le encarga que apaciente Sus ovejas. El significado es claro: Si Pedro verdaderamente ama a su Maestro, entonces debe pastorear y cuidar de aquellos que le pertenecen a Cristo. Con estas palabras, el Señor Jesús revela el rol de Pedro como uno de los pastores de la nueva Iglesia, el Cuerpo de Cristo en Jerusalén, que será responsable de difundir el evangelio tras Su ascensión al cielo.

Es posible que, con esta pregunta repetida, el Señor estuviera recordándole sutilmente a Pedro sus tres negaciones. No cabe duda de que aquellas negaciones y el momento en que Jesús se volvió a mirarlo quedaron profundamente grabados en la mente de Pedro (Lc 22:54-62). Pedro no pasó por alto el hecho de que el Señor le repitiera la pregunta tres veces, así como él lo había negado tres veces anteriormente.

También hay un contraste interesante si observamos las palabras griegas para amor, que se usan en Juan 21:15-17. 

Las dos primeras veces que el Señor le pregunta a Pedro: ¿Me amas? en Juan 21:15-16, usa el término griego ágape, que se refiere a un amor de la voluntad. En ambas ocasiones, Pedro responde: Sí, Señor, tú sabes que te amo, usando el término griego fileo, que alude a un amor fraternal y de amistad. 

El Señor Jesús quería que Pedro entendiera que para poder ser el pastor al que Dios lo estaba llamando a ser debía amarle a Él de forma decisional, racional, como un acto de la voluntad

La tercera vez que Jesús le pregunta a Pedro: “¿Me amas?” (Jn 21:17), condesciende y usa fileo, y Pedro vuelve a responder: “Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo”, utilizando de nuevo fileo

El uso de palabras diferentes para “amor” indica que el Señor Jesús le estaba enseñando a Pedro qué clase de amor es el que Él demanda de nosotros: No un amor sentimental ni emocional como fileo, sino uno de la voluntad y racional, ágape, que no varíe ni cambie con los acontecimientos y el paso del tiempo. 

Al preguntarle a Pedro tres veces si lo amaba, queda claro que el Señor Jesús quería asegurarse de que Pedro comprendiera que la enorme responsabilidad de cuidar del rebaño de Cristo requiere mucho más que un amor basado en las emociones o los sentimientos. 

Cuando alguien nos repite una instrucción más de una vez, entendemos que se trata de algo muy importante. El Señor Jesús quería que Pedro entendiera no solo la magnitud de su llamado, sino también la razón principal: Seguir al Señor por amor (ágape) y así glorificar a Dios (Jn 21:19).

Según señala la Biblia en sus libros, existen cuatro palabras griegas que en nuestras versiones en español se traducen simplemente como una: Amor. 

Estas palabras griegas son: eros, estorge, fileo y ágape. En el orden dado, cada una de estas palabras griegas representan cuatro formas de Amor: el romántico (eros), el de familia (estorge), el fraternal (fileo) y el Divino (ágape). 

La primera forma de amor, eros, es la que se describe en el libro Cantar de los Cantares, el amor de pareja, y es la forma más efímera y superficial de amor porque está relacionada con la pasión carnal. Este amor pasa, así como pasa la Noche de Bodas y la Luna de Miel. Fileo y estorge se debieran traducir como afecto y cariño, y es el que desarrollamos a través del trato y la familiaridad con los miembros de nuestra familia natural y amigos cercanos. Ágape denota benevolencia, caridad y una buena voluntad incansable que siempre busca el mayor bien para los demás, sin importar su comportamiento. Es una actitud generosa hacia los demás, que da libremente sin pedir nada a cambio y no considera el valor de su objeto. Ágape es un amor por elección y obediencia que se refiere a la voluntad más que a la emoción o a los sentimientos. 

Ágape describe el amor incondicional que Dios tiene por el mundo. Pablo describe este amor en 1 Corintios 13:4-8. Ágape es el amor infinito de Dios por la humanidad, y el amor que nosotros le debemos a Él. Este tipo de amor, que es el de mayor fuerza e importancia, es el que los discípulos del Señor debemos practicar, cultivar, ejercitar voluntaria y perseverantemente; y con el que debemos amar al Señor. 

Un día, un intérprete de la ley le preguntó al Señor: 

“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt 22:36-40). 

Nótese que amar a Dios y al prójimo (ágape) es algo que se nos ordena hacer: Es un mandamiento que debemos obedecer, no un sentimiento que debamos sentir

Si dejamos que nuestros sentimientos nos controlen, seremos personas inestables, desequilibradas, inconstantes, inmaduras; porque los sentimientos vienen y van, suben y bajan, aparecen y desaparecen, fluctúan con las circunstancias. 

Sólo una persona necia e inmadura se deja guiar por sus sentimientos. Una persona madura y sensata en Cristo Jesús controla sus sentimientos y hace que estos obedezcan a la Palabra de Dios. 

En primer lugar está ágape como el fruto del Espíritu (Gl 5:22-23), porque es la primera manifestación de la unión real del hombre con Cristo. Es la caridad operativa y la benevolencia delicada con las personas con quienes se relaciona el hombre y, por tanto, la primera manifestación de la acción del Espíritu Santo en las almas.​ No hay señal ni marca que distinga más al cristiano y al que ama a Cristo que el cuidado espiritual que le profesamos a nuestros hermanos en la fe y el celo por la condición de sus almas.​

Pedro era un hombre emocional, una persona gobernada por sus sentimientos; una montaña rusa de emotividad. Esa había sido la causa de su caída al negar al Señor. Como cuando el Señor lo había llamado a caminar con Él sobre las aguas (Mt 14:27-29 ). Como cuando lo había tenido que reprender llamándole “Satanás... Porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mt 16:23). 

Cada vez que la situación cambiaba y se veía poco favorable humanamente hablando, la fe de Pedro, gobernada por sus emociones, fallaba.

El Señor quería que Pedro corrigiera ese defecto de su carácter, y madurara con la práctica del autocontrol emocional: la templanza, fruto del Espíritu santo.

No te dejes manipular por tus sentimientos. Obedece la Palabra de Dios y controla tu sentir. Haz que tu voluntad obedezca la ley de Dios, y entonces tus sentimientos serán equilibrados. 

El verdadero amor dado por Dios (ágape) produce armonía y comprensión, madurez y templanza, confianza y seguridad. Este es el amor que el Señor quería que Pedro cultivara para que nunca más lo negara.

Este es, también, la clase de amor con el que debemos nosotros amar a Dios y a nuestro prójimo.

Leer también:

LA FE VERSUS LOS SENTIMIENTOS

DIRIGE TUS AFECTOS

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TEOLOGÍA DEL DOMINIO/TEONOMÍA/RECONSTRUCCIONISMO CRISTIANO


El trágico asesinato de Charlie Kirk (#charliekirk) ha puesto en evidencia lo peligroso que puede resultar para una persona abrazar creencias antibíblicas mientras está convencida de que son correctas. Kirk promovía el Mandato de las Siete Montañas, un concepto de la Teología de Dominio que exige que los cristianos controlen siete esferas de la sociedad (gobierno, educación, medios de comunicación, artes y entretenimiento, negocios, familia y religión). Este artículo aborda este concepto teológico que regía la vida espiritual de Kirk.
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La teología del dominio se refiere a una línea de interpretación y pensamiento teológico con respecto al papel de la iglesia en la sociedad contemporánea. La teología del dominio también se conoce como reconstruccionismo cristiano y teonomía

La teología del dominio afirma que el cristianismo bíblico gobernará todas las áreas de la sociedad, personales y corporativas. El reconstruccionismo cristiano sostiene que la sociedad será reconstruida por la Ley de Dios tal como se predica en el Evangelio y la Gran Comisión. La teonomía es un punto de vista postmilenial que cree que todas las leyes morales del Antiguo Testamento siguen siendo obligatorias hoy en día. Aunque estos tres pensamientos teológicos pueden parecer algo diferentes, los tres han estado estrechamente vinculados hasta el punto de que la gente suele utilizar los términos indistintamente.

Los que sostienen estos puntos de vista creen que es el deber de los cristianos crear un reino mundial siguiendo el modelo de la Ley de Moisés. Creen que Cristo no volverá a la tierra hasta que se haya establecido dicho reino. Por lo tanto, el objetivo principal de la teología del dominio y del reconstruccionismo cristiano es el dominio político y religioso del mundo por medio del cumplimiento de las leyes morales, y los castigos correspondientes, del Antiguo Testamento (las leyes sacrificiales y ceremoniales se han cumplido en el Nuevo Testamento). Este no es un sistema de gobierno regido por la iglesia, sino un gobierno conformado a la Ley de Dios.

La teología del dominio/reconstruccionismo cristiano se basa en gran medida en una visión posmilenial del sistema de pactos. El posmilenialismo es la creencia de que Cristo regresará a la tierra después del reino de Dios de mil años, y el sistema de pactos se refiere a la creencia de que la historia bíblica está dividida en tres pactos principales supuestamente descritos en las Escrituras: de redención, de obras y de gracia. 

Los defensores de esta teología creen que actualmente existimos bajo el pacto de la gracia, que la iglesia e Israel son lo mismo, y que ahora estamos en el Reino milenario de Dios. El hombre, bajo el pacto de la gracia, es responsable de gobernar el mundo, de dominarlo conforme a las leyes de Dios.

Este bereano cree que la Biblia enseña una visión premilenial del Reino de Dios (Zac 14:4-9; Mt 25:31-34) y que Israel y la Iglesia son distintos a lo largo de la historia bíblica y la profecía. No vemos que Dios haya ordenado a la Iglesia hacerse cargo de la sociedad y cambiarla. Por el contrario, lo que vemos es el mandato de que los creyentes prediquemos el evangelio, como se nos manda en Mateo 28:19-20. Dios mismo tiene la intención de llevar a cabo una reforma social mundial tras la venida corporal y visible de Cristo Jesús a la tierra (Ap 19:11- 20:4).

La teología del dominio y el reconstruccionismo cristiano, que en su día sólo tenían cabida en los círculos reformados, están influyendo en las creencias de muchas iglesias carismáticas bajo la forma de la teología del Reino Ahora.

EL REINO AHORA

La Teología del Reino Ahora es una creencia en el movimiento carismático del cristianismo protestante, principalmente en los Estados Unidos. Los partidarios del Reino Ahora creen que Dios perdió control sobre el mundo a manos de Satanás cuando Adán y Eva pecaron. Desde entonces, esta teología dice, Dios ha estado tratando de restablecer el control sobre el mundo buscando un grupo especial de creyentes — conocido como “el pueblo del pacto”, “los vencedores” o “el ejército de Joel”, — y que, a través de estas personas, las instituciones sociales (incluidos los gobiernos y las leyes) serían traídas bajo la autoridad de Dios. 

Ellos creen que, puesto que los creyentes son habitados por el mismo Espíritu Santo que moró en Jesús, nosotros tenemos toda autoridad en el cielo y en la tierra; tenemos el poder para creer y declarar en existencia las cosas que no son, y por lo tanto podemos traer la Edad del Reino.

Entre los postulados más controvertidos de ésta teología está la creencia de que la sociedad secular o no cristiana nunca tendrá éxito. Por lo tanto, el Reino Ahora se opone a la separación de la iglesia y el estado. Otras creencias del Reino Ahora incluyen la idea de que, como el cuerpo de Cristo, somos Cristo. En otras palabras, tenemos Su naturaleza divina. Los maestros del Reino Ahora también descartan el Rapto interpretándolo como una sensación de éxtasis o emoción cuando el Señor regrese para recibir el Reino de nuestras manos. En otras palabras, todos serán “arrebatados” emocionalmente cuando Él regrese. También entre las creencias antibíblicas está la idea de que todas las profecías sobre el futuro de Israel — tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento — se aplican a la Iglesia.

La teología del Reino Ahora ve la Segunda Venida de Jesús en dos etapas: primero a través de la presencia de los creyentes (y en particular la presencia de los apóstoles y profetas de hoy) y luego en persona para apoderarse del Reino entregado a Él por aquellos que han sido victoriosos (los “vencedores”). 

Antes de la Segunda Venida, los vencedores deben purgar la tierra de toda influencia maligna. El Reino Ahora afirma que Jesús no puede regresar hasta que todos Sus enemigos hayan sido puestos bajo los pies de la Iglesia, (incluyendo la muerte, supuestamente).

Aunque hay gente que cree en algunas, aunque no todas las enseñanzas del Reino Ahora, tienen en común las enseñanzas mencionadas anteriormente, todas las cuales están fuera del cristianismo histórico y bíblico, y todas las cuales niegan las Escrituras

Primero, la idea de que Dios ha “perdido control” de alguna cosa es absurda, especialmente la idea de que necesita la ayuda de seres humanos pecaminosos para recuperar ese control. Él es el Señor soberano del universo, completo y santo, y perfecto en todos Sus atributos. Tiene un control absoluto sobre todas las cosas — pasadas, presentes y futuras — y no pasa nada fuera de Su mandato. Todo procede según Su plan divino y propósito, y ni una molécula se mueve por su propia iniciativa. 

“Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder?” (Is 14:27). 

En cuanto a que los hombres que tienen “poder para creer y hablar en existencia las cosas que no son”, ese poder pertenece solo a Dios, que no toma a bien a aquellos que intentan usurparlo de Él. 

“Acordaos de esto, y tened vergüenza; volved en vosotros, prevaricadores. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré” (Is 46:8-11).

Su negación del Rapto de la Iglesia también es antibíblica. La explicación de que el Rapto no es más que el pueblo de Dios siendo arrebatado en sentimientos entusiastas, ignora el hecho de que tal aplicación del término “arrebatado” es una expresión idiomática peculiar del español, no del griego. “Yo estaba 'arrebatado' en la película” (u otra emoción similar) no es el equivalente del griego harpazo en 1 Tesalonicenses 4:17; 2 Corintios 12:2-4 y Apocalipsis 12:5, usado para describir el ser arrebatado corporalmente al cielo, y en Hechos 8:39 donde Felipe es arrebatado” corporalmente por el Espíritu a otro lugar.

En cuanto a nosotros siendo Cristo y teniendo una naturaleza divina... No somos Cristo, aunque participamos de Su naturaleza divina en la salvación con la morada del Espíritu Santo (2 P 1:4). Pero Cristo es la Segunda Persona de la Deidad, y nadie se convierte en Dios. Esto es una mentira del padre de mentiras, Satanás, quien primero la contó en el Jardín del Edén cuando tentó a Eva con “seréis como Dios” (Gn 3:5).

La idea de que la Iglesia ha reemplazado a Israel, y que el cumplimiento de las profecías de Israel pertenece a la iglesia, es conocida como la Teología de la Sustitución o de Reemplazo, y es antibíblica. Se cumplirán las promesas a Israel en Israel, no en la Iglesia. Las bendiciones de Dios a Israel son eternas e irrevocables.

Finalmente, la Segunda Venida de Cristo será cuando Él (no los hombres), derrote a Sus enemigos y ponga todas las cosas debajo de Sus pies. La descripción de la consumación de la Segunda Venida en Apocalipsis 19:11-21 es la descripción de un poderoso guerrero que viene a destruir a Sus enemigos y a poner todas las cosas en orden, no de quien viene a una tierra ya limpia de pecado y de pecadores y lista para que Él gobierne. El versículo 15 es claro: 

“De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso”. (Ap 19:15)

Si la tierra ha sido “purgada de toda influencia maligna” como creen los del Reino Ahora, ¿por qué necesita Cristo una espada aguda para destruir a los ejércitos de las naciones reunidos para guerrear contra Él? y ¿Por qué aún existe el furor y la ira de Dios contra ellos?

La Teología del Reino Ahora es una más en una larga línea de creencias falsas, antibíblicas y engañosas de hombres cuya imaginación vana trata de humanizar a Dios y deificar al hombre. Debe ser evitada.

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Wednesday, September 10, 2025

LA MENTE DE CRISTO



“No tenga tu corazón envidia de los pecadores, antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo” (Pr 23:17). 

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El mundo exalta y promueve a los pecadores. Las estrellas de cine, los atletas, los cantantes, los magnates de los negocios, la realeza, los políticos y otros pecadores ricos y famosos son puestos delante de tus ojos todos los días. Salomón, con sabio amor de padre, advirtió a su hijo en contra de tenerle envidia a los pecadores (Pr 24:1,19). Sabía que el temor de Dios debía ser su única ambición (Ec 12:13-14).

Cada generación, de cada nación, ha tenido héroes y estrellas; pero sólo recientemente las imágenes y las palabras de estos pecadores populares son omnipresentes. Si esta advertencia fue importante en los días de Salomón, es mucho más importante hoy. Todos estos pecadores están perdidos, y todo cristiano debe saberlo, creerlo y vivir como persona de fe (Pr 23:18; Sal 37:1-3).

Hay miles de pecadores que envidiar en esta generación y este mundo. Todas las edades, tanto hombres como mujeres, y todos los temperamentos, encuentran que ciertos pecadores son atractivos. Se imaginan lo maravillosa que podrían ser sus vidas si tuvieran las habilidades, la apariencia, el éxito, el dinero, el cónyuge o las circunstancias de sus ídolos. Podrían ser estrellas de Hollywood, y dejar de ser simplemente soñadores e ilusos rodeados de otros como ellos.

El temor del Señor es mucho mejor. Todo pecador, por rico o famoso que sea, morirá e irá al infierno (Sal 49: 6-20). Temer al Señor es todo el deber del hombre (Ec 12:13-14). Con la bendición y el favor de Dios, incluso la oscuridad y la pobreza son mejores que las vidas disfuncionales y sin esperanza y el sufrimiento eterno de los impíos (Pr 15:16; Sal 37:16). ¡Créelo!

“Moisés... rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (He 11:24-26). 

Asaf describió en términos maravillosos la sabiduría de mirar más allá del brillo pasajero de este mundo (Sal 73:1-28). Mientras que Demas amó este mundo presente, Pablo amó el reino por venir (2 Ti 4:7-8,10).

Una morgue enseña el futuro de las chicas glamorosas. Las diosas de ayer alimentan a los gusanos de hoy. Mejor aún, visita una sala oncológica. Antes de que lleguen a la tumba, son consumidas por el cáncer adquiriendo un aspecto tan cadavérico y fantasmal que ni sus madres pueden reconocerlas. Y luego viene el infierno. Las jóvenes que envidian a las famosas son una cosa, y dan lástima; pero las mujeres adultas que las envidian son ridículas. La mujer virtuosa, rehuyendo las tentaciones de este mundo para buscar a Cristo, vivirá en agradable esplendor para siempre (Pr 23:18; 1 Ti 2:15).

¿Por qué leer publicaciones que exaltan a los pecadores? ¿Por qué verlos en las pantallas? El mundo solo muestra rasgos atractivos de ellos: no los ves borrachos, divorciados, deprimidos, intoxicados, agonizantes o muertos. ¿Por qué soñar con ellos? Tu corazón engañoso se detiene en sus rasgos seductores y te miente acerca de sus problemas presentes y el juicio futuro, y tú crees la mentira. Sería mucho mejor envidiar a los justos y codiciar su carácter y reputación.

Tu pensamiento constante debe ser temer a Dios, que es odiar el mal y guardar Sus mandamientos (Pr 8:13; 14:2; Sal 112:1; 128:1). 

El temor al Señor no es una actitud que debemos adoptar al momento del devocional, o cuando estamos en dificultades, o cuando oramos, o cuando asistimos al servicio dominical o a la cena del Señor. 

Temer al Señor es tener la mente de Cristo (1 Co 2:16); esto es, la perspectiva, el propósito y el sentir de Jesús, que se manifiestan en un corazón humilde, obediente y enfocado en la voluntad de Dios, reflejando su amor y compasión por los demás. Se obtiene al recibir al Espíritu Santo, al convertirse a Cristo; lo que le permite a los creyentes comprender y actuar de acuerdo a la sabiduría divina, en contraste con la sabiduría del mundo. 

El temor del Señor es una renovación constante de la mente, un continuo proceso de transformación que implica estudiar la Palabra de Dios y alinearse con los pensamientos y la voluntad divina (Ro 12:2). Es vivir de acuerdo al evangelio, es actuar como un ciudadano del reino de los cielos, comportándose de manera digna de Cristo y dejando de lado los propios intereses para enfocarse en los del Señor. Se cultiva por medio de la oración diaria enfocada en la voluntad del Padre, y se aviva por medio de la meditación en la Palabra de Dios de día y de noche (Jos 1:8-10).

¡No permitas que la envidia de los pecadores eche raíces en tu corazón!

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TU EJEMPLO DE HIJO



“Mis entrañas también se alegrarán cuando tus labios hablaren cosas rectas” (Pr 23:16).

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Qué feliz se siente el padre cuando su hijo es noble y sabio. Estas virtudes quedan en evidencia con el uso de un un discurso sobrio y justo, lo que indica un corazón puro y recto en el hijo. Salomón exhortó a su hijo a obtener sabiduría diciéndole cuánto le agradaría a él que tuviera una vida virtuosa (Pr 23:15-16). Los hijos deben darse cuenta de lo importante que es para sus padres que sean prudentes y virtuosos en sus vidas. Al honrar a sus padres, tales hijos también obtendrán las bendiciones de Dios (Ef 6:1-3).

Las palabras de apertura del proverbio lo conectan con las palabras anteriores. Salomón había escrito: 

Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará el corazón (Pr 23:15). 

Salomón le dijo a su hijo cuánto significaría para él que su hijo fuera sabio de corazón y recto en sus palabras (Pr 23:15-16).

¿Cuáles son las “entrañas” de Salomón? ¿Cuáles son las “entrañas” de cualquier padre? El significado de la palabra “entraña” es tanto literal como metafórico: 1. Cada uno de los órganos contenidos en las principales cavidades del cuerpo humano y de los animales. 2. La parte más íntima o esencial de una cosa o asunto. 3. El afecto que se siente por algo o alguien. 

Como se puede ver por estas definiciones, “entrañas”, en este proverbio, es una palabra metafórica que indica los deseos y afectos internos de un hombre, muy similar al uso de “corazón”. Cuando se combinan, corazón y entrañas, forman una poderosa metáfora de todas las partes internas espirituales y emocionales de un hombre.

Compara este proverbio con el anterior. Salomón primero dijo que su corazón se alegraría, lo que tú entiendes como el lugar de sus afectos (Pr 23:15). Luego dice que sus entrañas se alegrarían, lo cual puedes entender de la misma manera, como una palabra que describe pensamientos y sentimientos internos (Pr 23:16). Un hijo sabio trae placer al alma de su padre—los afectos y deseos internos del hombre.

¿Qué puede hacer un hijo para que las entrañas de su padre: su alma, corazón, deseos y afectos, se regocijen? Puede hablar cosas correctas. La necedad está ligada al corazón de los jóvenes, y muchas veces sale por sus labios. Cuando un hijo habla con cuidado, prudencia y sabiduría, un padre se conmueve, porque sabe que su hijo está gobernando su corazón y su lengua.

El habla es un gran indicador del carácter. Los necios se delatan rápidamente por su lenguaje descontrolado e idiota (Pr 15:2,28; 18:6-7; Ec 10:12-14). Los hijos sabios son circunspectos en el habla (Pr 22:11; Ec 10:12; Col 4:6). Gobiernan sus lenguas, lo que indica gran templanza y prudencia (Stg 3:2-12). Hablan la verdad en amor (Ef 4:15).

¿Cómo sabe un padre si tiene un buen hijo? Él escucha palabras sabias y justas, palabras amables y útiles, y testimonio fiel y verdadero. Está atento a las respuestas prudentes y quiere besar a su hijo cuando las oye (Pr 24:26; 25:11). Un padre sabe que hablar bien revela un buen corazón (Mt 12:35). Percibe el bien futuro que hará su hijo.

Los hijos causan alegría o pena a los padres. El hijo sabio es una gran bendición y alegra a su padre, pero el hijo necio es una calamidad y le causa mucho dolor (Pr 10:1; 15:20; 17:21,25; 19:23; 23:24-25; 29:3). Dios recompensa o castiga a los hijos según la alegría o la tristeza que les causen a sus padres (Ef 6:1-3). Los hijos necios entristecen a sus padres y se ganan el juicio de Dios; los hijos sabios alegran a sus padres y ganan la bendición de Dios.

El Señor Jesús fue el hijo perfecto. Estuvo sujeto a José y a su madre, y creció en sabiduría agradando a Dios y a los hombres (Lc 2:51-52). ¡Qué felices padres! Siempre habló cosas correctas, mientras amigos y enemigos se maravillaban de Su autocontrol y del uso de Su habla (Mt 22:22; 27:14; Jn 7:15,46). Siempre agradó a su Padre en el cielo, quien lo recompensó con el trono del universo (Jn 8:29; Fil 2:5-11; He 1:8-9). Él debe ser tu ejemplo de hijo.

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SOBRE TODAS TUS POSESIONES




Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará el corazón” (Pr 23:15).

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La sabiduría es la mayor ganancia. Ganas siendo sabio y agradando a Dios y a los hombres. Tu padre gana por tener un hijo sabio. Incluye a tu madre (Pr 23:25), ¡y todos ganan!

La sabiduría es lo más precioso de la vida (Pr 3:15; 8:11). David le dijo a Salomón: 

Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia (Pr 4:7). 

El padre y el hijo pueden regocijarse juntos cuando ambos son sabios. Para tener esta bendición, el padre debe enseñarle al hijo (Sal 34:11), y el hijo debe obedecer al padre (Ef 6:1-3).

El libro de Proverbios está compuesto por lecciones de Salomón para su hijo. Le enseña muchos aspectos de la sabiduría, desde las finanzas hasta el matrimonio, desde el habla hasta una buena ética de trabajo, desde el uso adecuado del alcohol hasta la protección de las viudas, desde evitar el riesgo hasta callar a los chismosos, y desde confiar en Dios hasta odiar el mal. ¡Qué precioso libro de sabiduría!

La forma más fácil de hacer felices a tu padre y a tu madre es ser sabio. Nadie sino el diablo y este mundo perverso pierden cuando eres sabio. Todos los que importan ganan con la sabiduría. Los padres piadosos traen hijos al mundo con una medida de temor, porque deben esperar para ver la obra de Dios en sus hijos y la respuesta de esos hijos hacia Dios y la sabiduría.

Considera la alegría paternal de Set por Enós. De Lamec por Noé. De Taré por Abram. De Jacob por José. De Amram y Jocabed por Moisés. De Joás por Gedeón. De Ana por Samuel. De Jesé por David. De David por Salomón. De Zacarías y Elizabet por Juan. De Zebedeo por Santiago y Juan. De Jonás por Andrés y Pedro. De Eunice y Loida por Timoteo.

Hijo, ¿entiendes la importancia de ser sabio? Tu edad no importa, porque los padres de todas las edades pueden regocijarse. La sabiduría agrada a Dios (Pr 3:1-4). La sabiduría agrada a los padres, como dice este proverbio (Pr 23:25). La sabiduría te exaltará (Pr 3:13-18). La sabiduría beneficiará a todos los que te conozcan en la vida (Pr 10:21; 11:30). ¡Incluso podrías salvar una ciudad! (Ec 9:13-18)

Si la sabiduría te exalta, agrada a Dios, agrada a los padres y beneficia a los que te rodean. ¿Qué tan importante es la sabiduría para ti? Debe ser lo primero y lo último en lo que pienses cada día. Debes eliminar todas las actividades tontas e inútiles para concentrarte en obtener más sabiduría (Pr 18: 1). La vida es muy corta. ¿Te esforzarás por ser sabio como tu fin último? (Pr 19:20)

El Dios vivo y verdadero se preocupa mucho por tus relaciones. Antes de enviar a Su Hijo Jesucristo al mundo, envió a Juan el Bautista a preparar a Israel para Él. ¿Cómo preparó Juan a los hombres para Jesucristo? Él restauró las relaciones entre padres e hijos (Mal 4:5-6; Lc 1:17). Padre, ¿le enseñas sabiduría a tu hijo? Hijo, ¿es sabio tu corazón?

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