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EL MOVIMIENTO DE RESTAURACIÓN Y SUS VÍNCULOS

El Movimiento de la Restauración, que forma parte del movimiento más amplio denominado “restauracionismo” durante el Segundo Gran Despertar, comenzó a principios del siglo XIX cuando varios miembros de diferentes grupos y denominaciones cristianas decidieron que se habían alejado de los fundamentos del cristianismo. Varios metodistas, bautistas, presbiterianos y otros abandonaron sus denominaciones formales con la esperanza de establecer una iglesia basada únicamente en el cristianismo enseñado en el Nuevo Testamento. Convencidos de que Jesús es el único modelo y de que la Biblia es el único libro sagrado, se esforzaron por “restaurar” la iglesia a su enfoque original en la época de los apóstoles. El Movimiento de la Restauración rechazaba las normas y prácticas que no procedían explícitamente de la Biblia por considerar que causaban divisiones innecesarias en la iglesia. El objetivo era que todos los cristianos eliminaran las fronteras denominacionales y se unieran como una sola iglesia bajo el único gobierno de Dios.

Entre los líderes más influyentes del Movimiento de la Restauración había tres ministros: Thomas Campbell, su hijo Alexander Campbell y Barton W. Stone. Estos esfuerzos de reforma a veces se denominan Movimiento Stone-Campbell. Los seguidores de Campbell y Stone se llamaban simplemente “cristianos” o “discípulos”. Aunque el objetivo era la unidad de los cristianos, con el tiempo se produjeron varios cismas. En la actualidad, hay tres grupos principales, llamados “corrientes”, que tienen sus raíces en el Movimiento de Restauración Stone-Campbell: la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo), las Iglesias de Cristo y las Iglesias Cristianas Independientes.

Entre los principios esenciales del Movimiento de Restauración se encuentran los siguientes:

- Reconocimiento del modelo neo testamentario de la iglesia. En general, los miembros del Movimiento de la Restauración procuran ajustar sus prácticas lo más posible a las del Nuevo Testamento. Es particularmente importante la celebración semanal de la Cena del Señor, la cual creen que debe estar abierta a todos. Algunas iglesias del movimiento no permiten el uso de instrumentos musicales en sus servicios, porque el Nuevo Testamento no contiene ningún ejemplo de una iglesia que utilice instrumentos.

- Los nombres, los credos y las tradiciones eclesiásticas dividen a los creyentes entre sí, y además se renuncia a la exclusividad confesional. Los credos y las declaraciones doctrinales se consideran innecesarios y divisorios, y las congregaciones individuales se encargan de estudiar e interpretar la Biblia por sí mismas. No se acepta la autoridad externa sobre la iglesia local.

- Los nombres de origen humano dividen. Los miembros del Movimiento de Restauración rechazan el uso de nombres denominacionales, y afirman ser “sólo cristianos”.

Al examinar el Movimiento de la Restauración, lo que más preocupa es la doctrina de la salvación. Algunas iglesias del Movimiento de Restauración enseñan que es necesario el bautismo en agua para la salvación. Esto contradice directamente la doctrina bíblica de la salvación por gracia sólo a través de la fe, sin la condición adicional de las obras (Efesios 2:8-9). La Escritura presenta el bautismo no como un requisito para la salvación, sino como una evidencia de la misma.

Otros temas que requieren discernimiento son la prohibición de los instrumentos musicales (en algunas iglesias), el énfasis en el ecumenismo, el rechazo de la doctrina bíblica de la elección y el hecho de no tener una postura doctrinal clara.

Es loable el deseo de volver a los fundamentos del cristianismo, así como el deseo de unidad entre los creyentes. Sin embargo, el Movimiento de la Restauración no ha sido capaz de producir la unidad que buscaba originalmente, estando él mismo sujeto a la división y a la fragmentación. Además, prescindir de credos y declaraciones doctrinales es contraproducente para conocer y vivir la verdad (ver Tito 1:9; 2:1).

RESTAURACIONISMO

El “restauracionismo” se refiere a un grupo de movimientos no afiliados del siglo XIX dentro del cristianismo, basados en la premisa de que la verdadera fe y práctica de la iglesia se había perdido por causa de la apostasía y que era necesario que la iglesia fuera restaurada a su modelo del Nuevo Testamento. Entre las organizaciones restauracionistas se encuentran los Testigos de Jehová, los mormones y los Adventistas del Séptimo Día, así como los adeptos al Movimiento de Restauración Stone-Campbell, que en la actualidad se compone de tres grupos principales: Iglesias Cristianas (Discípulos de Cristo), Iglesias de Cristo, e Iglesias Cristianas Independientes/Iglesias de Cristo.

Aunque todos estos grupos enseñan teologías muy distintas, y aunque algunos grupos restauracionistas se consideran sectas (mormones y testigos de Jehová) y otros grupos se consideran movimientos cristianos válidos (el Movimiento de Restauración), todos ellos tienen en común la noción de que el verdadero cristianismo había muerto hace muchos años y que era necesario restaurarlo a su forma original según el Nuevo Testamento. Algunos de estos grupos creen que sólo ellos son la encarnación del verdadero cristianismo, y algunos llegan a enseñar que todos los demás grupos, incluidas las principales denominaciones protestantes, no son realmente cristianos, ya que se han perdido a lo largo de los siglos en una completa apostasía. Están convencidos de que la desviación de los principios cristianos es tan extrema que hace que la iglesia sea irredimible y, por lo tanto, tiene que ser reconstruida por completo. Negando que los patrones históricos del pasado tengan alguna validez, tienen la libertad de adoptar lo que entienden que es la pura verdad bíblica revelada a los apóstoles.

Ciertamente, ha habido abusos y malos usos de la Palabra de Dios a lo largo de los años por parte de las iglesias que pretenden hablar en nombre de Cristo. Sólo hay que ver las doctrinas católicas romanas del purgatorio, la oración a María y la veneración de los santos -todas ellas completamente anti bíblicas- para estar de acuerdo en que, al menos en algunos casos, la tradición de la iglesia ha sustituido a la Biblia como autoridad. Sin embargo, algunos de los restauracionistas también han desechado doctrinas bíblicas como la Trinidad, el infierno y la salvación sólo por la gracia mediante la fe sólo en Cristo. Por supuesto, algunos sectores de la iglesia han apostatado, pero siempre ha habido un remanente de fieles preservados por Dios para sus propósitos.

Se puede esperar que al menos dos consecuencias desastrosas se deriven de un fervoroso apoyo a la filosofía restauracionista. En primer lugar, conduce fácilmente a un espíritu de exclusivismo y arrogancia, por no hablar de error. El resultado natural de creer que el grupo particular tiene la verdad en sus manos, es despreciar a todos los demás que reclaman el nombre de Cristo, viéndolos como apóstatas, o peor aún, como instrumentos del diablo. Ningún espíritu de unidad cristiana puede sobrevivir a esa forma de pensar. Sólo hay que ver las diversas creencias que existen entre los propios restauracionistas, y la resultante enemistad que las caracteriza, para ver el resultado inevitable de adoptar tal sistema de creencias. El exclusivismo conduce al orgullo, un pecado especialmente aborrecido por Dios (Proverbios 16:5; Santiago 4:6). Además, el exclusivismo puede provocar delirios de grandeza en sus líderes, haciendo posible todo tipo de interpretaciones erróneas, por no hablar de la reescritura, de las Escrituras diseñadas para encajarlas en el paradigma del grupo, sin tener en cuenta un estudio y exégesis bíblica que sea claro y conciso.

El segundo resultado, y mucho más destructivo, de la filosofía restauracionista es que niega la capacidad, o la voluntad de Dios, de preservar la fe “una vez entregada a los santos” (Judas 3), rechaza Su soberanía sobre Su pueblo, y desconoce Su plan de hacer que se cumpla Su voluntad indefectiblemente, a pesar de los intentos de Satanás y sus secuaces por frustrarla. Dios no envió a Su Hijo a morir en la cruz por los pecados de Su pueblo sólo para permitir que ese mismo pueblo cayera en la apostasía y languideciera allí durante 1800 años. Esa noción no sólo es absurda, sino que define a Dios como una entidad despiadada y caprichosa, no el Dios Padre amoroso y misericordioso que conocemos. Aquellos que creen que Dios abandonó a la humanidad durante siglos debido a su incredulidad y pecado, sólo necesitan leer Romanos 3, el cual deja claro que, aunque los hombres sean infieles, esto no anula la fidelidad de Dios. El Espíritu Santo está, y siempre ha estado, activo en el mundo “convenciendo al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8), atrayendo al pueblo de Dios de toda raza, tribu, nación y lengua al Salvador. En todas las épocas, los redimidos de Dios han respondido a Su Espíritu porque ese es el plan de Dios, y continuará sin interrupción hasta el día del regreso de Cristo. Hasta entonces, tenemos la seguridad del propio Jesús de que estará con nosotros “siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

ECUMENISMO

Walter A. Elwell, en el Diccionario evangélico de teología bíblica, define el ecumenismo como “el esfuerzo organizado para lograr la cooperación y la unidad entre los cristianos”. A nivel internacional, el Consejo Mundial de Iglesias representa el ecumenismo al declarar su propósito de esta manera: “El Consejo Mundial de Iglesias es una comunidad de iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador según el testimonio de las Escrituras, y por ende procuran responder juntas a su vocación común, para gloria del Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

Es una comunidad de iglesias en camino hacia la unidad visible en una sola fe y una sola comunión eucarística, expresada en el culto y la vida común en Cristo. Busca avanzar hacia esa unidad, así como Jesús oró por Sus seguidores, “para que el mundo crea” (Juan 17:21). (www.wcc-coe.org). Otro ejemplo del ecumenismo lo vemos en un documento titulado Evangélicos y católicos juntos: La misión cristiana en el tercer milenio, publicado en 1994 y aprobado por algunos representantes más destacados del cristianismo evangélico y el catolicismo romano.

El ecumenismo también puede ser definido en términos más generales: “un movimiento que promueve unidad mundial entre todas las religiones a través de una mayor cooperación”. Por ejemplo, un sacerdote cristiano podría invitar a un imán musulmán para hablar en su púlpito, o una iglesia podría reunirse con miembros de un templo hindú para tener un servicio de oración. Definido de esta manera, definitivamente el ecumenismo no es correcto. No vamos a estar “en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14; ver también Gálatas 1:6-9). La luz y las tinieblas no tienen comunión entre sí.

Para este artículo, vamos a limitar la definición de ecumenismo a “el movimiento hacia la unidad entre los grupos cristianos”. La pregunta importante es esta: ¿son correctas y bíblicas las iniciativas ecuménicas? ¿Debemos involucrarnos con otros “cristianos” en iniciativas conjuntas a nivel local, nacional o internacional? La respuesta es un rotundo no. Por supuesto, la unidad entre los cristianos verdaderos es importante (Salmo 133:1; Juan 17:22). Pero, ¿qué ocurre si algunos de los que profesan el cristianismo en realidad niegan ciertos aspectos fundamentales de la fe? Se debe considerar cada situación de forma individual. Aquí hay un par de preguntas que nos ayudarán a tomar decisiones que honren a Dios con respecto al ecumenismo:

Primero que todo, ¿aquellos con los que nos estamos uniendo, son verdaderamente cristianos en el sentido bíblico de la palabra? Muchas personas y organizaciones hacen referencia al nombre de Jesucristo e incluso declaran que Él es el Señor y Salvador, sin embargo rechazan claramente lo que la Biblia dice acerca de Él. Ejemplos claros de esto son los Mormones y los Testigos de Jehová, que se llaman a sí mismos seguidores de Jesucristo y afirman ser “cristianos”, no obstante niegan lo que la Biblia dice acerca de la naturaleza y la obra de Cristo. Un ejemplo no tan obvio es el cristianismo liberal. El cristianismo liberal se encuentra en casi todas las denominaciones, y aunque pueda parecer cristiano, generalmente rechaza muchas verdades esenciales. Los liberales suelen negar o subestimar la inspiración y la autoridad de la Biblia (2 Timoteo 3:16), el carácter exclusivo de la salvación en Cristo (Juan 14:6; 1 Timoteo 2:5), y la completa dependencia en la gracia de Dios para la salvación, aparte de las obras humanas (Romanos 3:24, 28; Gálatas 2:16; Efesios 2:8-9).

Hoy en día hay un gran énfasis en la unidad ecuménica entre evangélicos y católicos romanos. Aquellos que promueven tal estado de unidad declaran que ambos grupos son cristianos y ambos son sistemas de fe que honran a Dios. Sin embargo, hay diferencias sustanciales entre los dos grupos. El cristianismo bíblico y el catolicismo romano son dos religiones diferentes que practican y creen cosas diferentes acerca de la salvación, la autoridad de la Biblia, el sacerdocio de los creyentes, la naturaleza del hombre, la obra de Cristo en la cruz, etc. La lista de diferencias irreconciliables entre lo que dice la Biblia y lo que la iglesia católica romana afirma, hace que sea imposible cualquier objetivo en conjunto. Quienes niegan esto, no están siendo fieles a lo que dicen creer, no importa de qué lado estén. Cualquier católico que se toma en serio su fe, rechazará lo que crea un cristiano evangélico firme, y viceversa.

Uno de los atractivos del ecumenismo es que a menudo los grupos teológicamente diferentes, son grupos apasionadamente afines sobre ciertos asuntos. Los cristianos bíblicos suelen mantener una firme postura a favor de la vida, un punto de vista tradicional respecto a la familia, una convicción para ayudar a los enfermos y desamparados, y un deseo de ver la justicia en el mundo. Otros grupos, que pueden tener una teología contraria a la Biblia, pueden mantener las mismas posturas a nivel social. Por eso, a veces muy grande la tentación de unificar recursos en pro de una causa común. Esto nos lleva a la siguiente pregunta.

En segundo lugar, ¿cuál es el objetivo final de esta iniciativa ecuménica? La Escritura nos da una orientación clara en cuanto a cómo deben vivir los cristianos que creen en la Biblia. Colosenses 3:17 declara nuestro propósito de esta manera: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”. Acerca de nuestras relaciones con los perdidos, Jesús dijo en Mateo 5:16, “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 28:18-20 y 1 Corintios 2:2 convierte el evangelio en nuestra máxima prioridad. Todo lo que hacemos es para traer gloria y honor a Dios; debemos vivir en obras buenas ante un mundo perdido y moribundo, y debemos llevar al mundo el mensaje del evangelio que cambia vidas. Compartir la muerte y resurrección de Cristo trae gloria a Dios y debe motivar nuestra relación con el mundo.

Con respecto a iniciativas ecuménicas, tenemos que preguntarnos si estos objetivos están o no siendo alcanzados. A menudo, compartir el evangelio se convierte en una idea de último momento, si es que se llega a pensar en eso. En vez de predicar el evangelio, el ecumenismo tiende a concentrarse en los mensajes políticos y sociales. En lugar de buscar transformar los corazones, los esfuerzos ecuménicos generalmente buscan transformar los entornos políticos, sociales o económicos. El objetivo final de nuestras acciones debe ser la salvación de los pecadores perdidos (Efesios 2:1-3). Los ángeles del cielo se regocijan cuando un pecador se arrepiente (Lucas 15:10). No hay nada en la Biblia que diga que los ángeles se regocijan cuando se aprueba una ley, o cuando se cava un pozo, o cuando se pavimenta una calle. (No es que haya algo de malo haciendo estas cosas, simplemente esto no puede opacar el evangelio). Mientras consideramos estas iniciativas ecuménicas, necesitamos asegurarnos de que se extienda el reino de Dios por medio del evangelismo.

En conclusión, ¿deberíamos participar en la cooperación ecuménica con otras iglesias cristianas y otros grupos de creyentes? Algunos dirían: Si no hay un compromiso doctrinal sobre la creencia cristiana central, si el evangelio no se diluye o se deja de lado, si los creyentes pueden mantener un testimonio claro ante el mundo, y si Dios es glorificado, entonces podemos libre y gozosamente unirnos a otros creyentes en la búsqueda del reino de Dios.

Nosotros decimos: escucha la voz de Apocalipsis 18:4.

LOS DISCÍPULOS DE CRISTO

Los Discípulos de Cristo (DOC), oficialmente llamada Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) es una denominación que enfatiza la unidad cristiana, la inclusión y la acción social. Su declaración de identidad oficial, de su sitio web, dice que son “un movimiento por la totalidad en un mundo fragmentado. Como parte del único cuerpo de Cristo, damos la bienvenida a todos a la Mesa del Señor como Dios nos ha recibido a nosotros”. A partir de 2010, la denominación informa aproximadamente 691.000 miembros con más de 3.700 iglesias en América del Norte.

El movimiento de los Discípulos de Cristo es en realidad parte del Movimiento de Restauración más grande, iniciado a principios del siglo XIX por dos hombres, Alexander Campbell y Barton Stone. Estos dos hombres dirigían sus propios movimientos religiosos en dos estados distintos de los EE. UU. antes de conocerse en Georgetown, Kentucky, en 1824. Al darse cuenta de que compartían muchas de las mismas creencias y deseos para la iglesia, combinaron sus grupos y la Restauración Comenzó el movimiento. Más tarde, en 1906, se formó la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) como parte de un cisma, que también produjo las Iglesias de Cristo (No Instrumental) y la Iglesia Cristiana Independiente.

Al igual que con otras iglesias en el Movimiento de Restauración, algunas iglesias Discípulos de Cristo creen que un cristiano puede perder la salvación. Los DOC enseñan el sacerdocio de todos los creyentes y, por lo tanto, no es jerárquico en la política de la iglesia. Enseñan el bautismo de los creyentes por inmersión y, por lo tanto, no bautizan a los niños. La iglesia también pone un gran énfasis en la comunión, simbolizada por el cáliz que usan como logotipo de su denominación; la mayoría de las congregaciones de Discípulos de Cristo observan la comunión todas las semanas.

La Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) utiliza un leccionario, una colección de lecturas bíblicas preseleccionadas para adoración y estudio. Muchas congregaciones también siguen los tiempos litúrgicos, comenzando con Adviento e incluyendo Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pascua y Pentecostés. Sin embargo, ninguna congregación está obligada a seguir el calendario litúrgico.

A la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) no le gustan las etiquetas denominacionales y evita poner a los cristianos “en una caja”. Ellos creen que los cristianos pueden tener una variedad de diferencias doctrinales. “Unidad, no uniformidad”, es uno de sus dichos. La confesión oficial de la denominación es breve y sencilla, evitando afirmaciones detalladas sobre la doctrina más allá de afirmar que Cristo es Señor y Salvador. Son un grupo muy fluido, que conecta a muchas personas de creencias muy diferentes.

No hay una “prueba de fe” para unirse a la Iglesia cristiana. La Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) permite que las congregaciones individuales y los cristianos individuales crean y practiquen lo que quieran. Su falta de límites doctrinales definidos ha resultado en que la denominación se convierta en una de las iglesias teológicamente más liberales en Estados Unidos en la actualidad. El DOC ordena a mujeres como pastoras. En julio de 2013, la Asamblea General de los Discípulos de Cristo aprobó una resolución afirmando que las personas abiertamente homosexuales eran bienvenidas como miembros y líderes de su iglesia. Su iglesia también ha apoyado sistemáticamente el aborto legalizado. Las doctrinas del cielo y el infierno se consideran “especulativas", y los DOC no toman una posición oficial sobre ninguna.

1 Corintios 15:58 dice: “Mis queridos hermanos y hermanas, manténganse firmes. Que nada te mueva. Entregaos siempre de lleno a la obra del Señor, porque sabéis que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”. En su énfasis en la participación de la comunidad, los miembros de los Discípulos de Cristo buscan cumplir la segunda mitad de este versículo, y su compromiso con la unidad de los cristianos es ciertamente encomiable. Pero no debemos pasar por alto el mandato en la primera mitad del versículo, de “mantenerse firmes” y ser inamovibles en nuestra doctrina. Evitando declaraciones doctrinales, la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) se ha alejado de la sana doctrina. ¿Cómo puede una iglesia “mantenerse firme” si no sabe cuál es su posición en asuntos importantes? ¿Cómo puede una iglesia “probar los espíritus” (1 Juan 4:1) si no hay pruebas teológicas que hacer?

PENTECOSTALISMO

El pentecostalismo es un movimiento bastante moderno dentro del cristianismo que se remonta al movimiento de santidad en la Iglesia Metodista. Un enfoque principal de las iglesias pentecostales es el bautismo del Espíritu Santo como lo demuestra el hablar en lenguas. Hay aproximadamente 170 denominaciones diferentes que se identifican como pentecostales.

Hacia el final del siglo XIX, hubo un aumento dramático en el fervor religioso cuando varios grupos anticiparon el fin de la historia y el regreso de Cristo en 1900. Gran parte de este fervor fue impulsado por las reuniones de avivamiento realizadas por aquellos en el movimiento de Santidad, y hubo informes ocasionales de personas que hablaban en lenguas. El primer uso generalizado de lenguas fue en un avivamiento en Topeka, Kansas, en enero de 1900, dirigido por Charles Parham. Agnes Ozman, una metodista, comenzó a hablar en lenguas, y otros en la reunión finalmente siguieron su ejemplo. En 1906, una serie de reuniones de avivamiento en la calle Azusa en Los Ángeles condujo a una amplia experiencia de hablar en lenguas, que se extendió a muchas partes del país. Las reuniones fueron dirigidas por William Seymour, uno de los estudiantes de Charles Parham. Parham y Seymour finalmente se separaron, porque Parham creía que muchas de las manifestaciones de la calle Azusa eran de la carne, o tal vez incluso demoníacas. Para 1909, Seymour había excluido a todos menos a los afroamericanos de ocupar cargos en la misión, y el ministerio eventualmente se desvaneció en la historia.

Aunque la misión de la calle Azusa tuvo una vida breve, su impacto en el movimiento pentecostal ha sido duradero. Muchas nuevas iglesias y misiones fueron fundadas a lo largo de América que llevaron el nuevo énfasis en buscar el bautismo del Espíritu como lo demuestra el hablar en lenguas. Hoy en día, hay más de 200.000.000 de pentecostales denominacionales y otros 200.000.000 que se identifican como pentecostales o carismáticos en las iglesias principales.

Hay tres divisiones principales dentro del movimiento pentecostal. El grupo original que salió de las iglesias de Santidad (Metodista y Nazareno), ve tres pasos progresivos en la vida de un creyente que indican crecimiento y bendición. El primer paso es la justificación, que es el perdón de los pecados que proviene de poner la fe en Jesucristo. El segundo paso es la santificación, o la segunda bendición, que fue enseñada por primera vez por John Wesley en su “Un relato sencillo de la perfección cristiana” (1766). La esencia de esta doctrina es una pureza interior de corazón y una infusión de poder, por lo que el creyente ya no practica el pecado. Esto a veces es seguido por el tercer paso, el “bautismo del Espíritu”, como se evidencia al hablar en lenguas u otras señales. La Iglesia de Dios en Cristo y la Iglesia de Dios, Cleveland, Tennessee, son dos denominaciones principales en este grupo.

La segunda división está compuesta por aquellos que procedían de un trasfondo bautista, pero que fueron fuertemente influenciados por los avivamientos de santidad de finales del siglo XIX. Las Asambleas de Dios se fundaron en 1914 bajo el liderazgo de Eudorus N. Bell, quien había sido pastor bautista del sur. La diferencia clave en la doctrina de este grupo es que el bautismo del Espíritu Santo está disponible para cualquier persona, independientemente de haber alcanzado la santificación.

La tercera división son los pentecostales unitarios. En la reunión que formó la Iglesia de Dios en Cristo (1914), hubo un intenso debate sobre la doctrina trinitaria. Si bien la mayoría de los creyentes de Santidad se aferraron a la creencia tradicional en la Trinidad, hubo un grupo creciente que se aferró a una creencia modalista y afirmó que el bautismo debe realizarse solo en el nombre de Jesús. Otro principio de este grupo es la necesidad de hablar en lenguas como evidencia de salvación. Este grupo formaría la Iglesia Pentecostal Unida y la Iglesia Pentecostal Apostólica, entre otras.

¿Qué vamos a hacer con este movimiento? Los primeros creyentes en la santidad reconocieron que el cristianismo debería producir cambios visibles en la vida de una persona. El enfoque de muchas de las primeras reuniones de oración era “deshacernos de todo lo que estorba y del pecado que tan fácilmente nos enreda” (Hebreos 12:1). Estos creyentes fervientes querían correr fielmente su carrera y buscaban la ayuda de Dios para hacerlo. A medida que esa seriedad dio paso al fervor religioso emocional, se desarrollaron doctrinas para explicar y apoyar las emociones y experiencias. Para muchos hoy, el énfasis está en la emoción, la experiencia o la nueva palabra de profecía. Algunos de los cimientos cuestionables establecidos por John Wesley (p. ej., una segunda bendición de perfección) allanaron el camino para las doctrinas pentecostales posteriores de las nuevas obras del Espíritu. Algunos pentecostales permiten que la experiencia triunfe sobre la enseñanza de las Escrituras e intentan conformar las Escrituras a lo que “saben por experiencia”. Pero la experiencia ferviente, incluso cuando se trata de milagros, no es la prueba de la verdadera fe (véase Mateo 7:22–23). Pedro afirmó el valor de las Escrituras sobre la experiencia cuando dijo: “Tenemos también una palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos, como a una lámpara que alumbra en un lugar oscuro” (2 Pedro 1:19). 

SEÑALES Y PRODIGIOS

Nuestro Dios es un Dios de maravillas (Salmo 136:3-4). Como Creador y Sustentador de todo lo que existe, Dios tiene el poder de suspender las leyes naturales para cumplir Sus propósitos. Los milagros formaron parte de los ministerios de Moisés, Elías y Eliseo, y por supuesto de Jesús y los apóstoles, y sus milagros sirvieron principalmente para confirmar que sus mensajes provenían de Dios (Hebreos 2:3-4). Hoy en día, muchas personas todavía buscan experimentar lo milagroso, y algunos harán todo lo posible para tener esa experiencia. Puede haber muchas razones para tal deseo, y las Escrituras nos dan al menos cinco:

1. Algunas personas buscan señales y prodigios porque quieren la confirmación de la verdad de Dios. No hay nada malo en este deseo. De hecho, Dios voluntariamente dio señales a Moisés (Éxodo 4:1-9) y a Gedeón (Jueces 6:11-22) para confirmar Su palabra. Los milagros pueden ayudar a que una persona llegue a la fe, así como en Juan 2:23: “muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía”.

Sin embargo, hay un momento en que se han realizado demasiados milagros - la verdad ha sido comprobada - y es el momento de ejercer la fe. Cuando Moisés dudó en obedecer después de una serie de milagros en la zarza ardiente, “Entonces el Señor se enojó contra Moisés” (Éxodo 4:14).

Además, es mucho más hermoso a los ojos de Dios creer sin necesidad de un milagro. Jesús visitó a los samaritanos, y “creyeron muchos más por la palabra de él” (Juan 4:41, énfasis añadido). Unos versículos más adelante, Jesús reprende a los galileos: “Si no viereis señales y prodigios, no creeréis” (Juan 4:48). A diferencia de los samaritanos, la gente de Galilea pedía señales y prodigios.

2. Algunas personas buscan señales y prodigios porque no creen en las señales y prodigios que ya se han realizado. Los fariseos de Mateo 12 eran precisamente de ese tipo. Jesús había estado realizando milagros durante algún tiempo cuando un grupo de escribas y fariseos se acercó a Él exigiendo descaradamente ver otra señal. Como respuesta, Jesús los condenó como “malvados y adúlteros” (Mateo 12:38-39).

Eran “impíos” porque se negaban a creer las señales y los prodigios que Cristo ya había realizado. “Con todo esto, pecaron aún, y no dieron crédito a sus maravillas” (Salmo 78:32). Sus corazones estaban endurecidos hacia la verdad, incluso después de los numerosos milagros que se hicieron en público. Nada les haría creer; sus corazones estaban como el del faraón, endurecido después de presenciar tantos milagros de Moisés en Egipto (Éxodo 9:34-35).

Eran “adúlteros” en el sentido espiritual, pues habían abandonado el verdadero culto a Dios para seguir un conjunto de normas y tradiciones creadas por el hombre. No satisfechos con los milagros que hacía Jesús, exigían algo aún mayor. Como dice el comentarista Matthew Barnes, “buscaban señales de su propia invención”. Tan arraigado estaba su rechazo a Cristo que, cuando más tarde se les presentó la “señal del profeta Jonás” (la resurrección de Cristo, Mateo 12:39-40), aún no quisieron creer.

3. Algunas personas buscan señales y prodigios porque buscan una ocasión para excusar su incredulidad. Hubo gente en los días de Jesús que lo “probó” buscando una señal (Mateo 16:1; Lucas 11:16). Ya que especificaron que la señal fuera “el cielo”, lo más probable es que quisieran algo espectacular, parecido a cuando Elías hizo descender fuego del cielo (1 Reyes 18:38) o cuando Isaías hizo cambiar el curso del sol (Isaías 38:8). Probablemente, su “prueba” estaba diseñada para ser algo “demasiado grande” como para que Jesús lo lograra; simplemente esperaban que lo intentara y fracasara en el intento.

4. Algunas personas buscan señales y maravillas porque son curiosos que buscan emociones. Al igual que las multitudes en Juan 6:2 y el rey Herodes en Lucas 23:8, quieren ver algo espectacular, pero no tienen ningún deseo real de conocer la verdad de Cristo.

5. Algunas personas buscan señales y prodigios porque esperan obtener algo para sí mismos. Después de que Jesús alimentara a las multitudes, una gran muchedumbre lo siguió al otro lado de Galilea. Sin embargo, Jesús vio su verdadera motivación y los reprendió: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (Juan 6:26). El deseo de la multitud no era conocer a Cristo, ni siquiera ver más milagros; era simplemente volver a llenar sus estómagos.

Más que buscar un nuevo milagro, lo mejor es aceptar la palabra de Dios. La fe simple es más agradable al Señor que la confianza en una experiencia sensorial deslumbrante. Jesús le dijo: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29).

CESACIONISMO

El cesacionismo es la creencia de que los “dones milagrosos” de las lenguas y la sanidad ya han cesado – que el fin de la era apostólica marcó el fin de los milagros asociados con esa era. La mayoría de los cesacionistas creen que, mientras que Dios puede y aún realiza milagros hoy en día, el Espíritu Santo ya no utiliza a individuos para llevar a cabo señales milagrosas.

Los registros bíblicos muestran que los milagros se produjeron durante determinados períodos específicos con el propósito de autentificar un nuevo mensaje de Dios. A Moisés se le concedió realizar milagros para autentificar su ministerio ante el faraón (Éxodo 4:1-8). Elías realizó milagros para autentificar su ministerio ante Acab (1 Reyes 17:1;18:24). Los apóstoles realizaron milagros para autentificar su ministerio ante Israel (Hechos 4:10, 16).

El ministerio de Jesús también fue marcado por milagros, a los que el apóstol Juan llama “señales” (Juan 2:11). Lo que Juan quería decir es que los milagros eran la prueba de la autenticidad del mensaje de Jesús.

Después de la resurrección de Jesús, mientras la Iglesia se establecía y el Nuevo Testamento estaba siendo escrito, los apóstoles lo demostraban con “señales” tales como las lenguas y el poder para sanar. “Así que las lenguas son una señal, no para los que creen, sino para los incrédulos.” (1 Corintios 14:22, un verso que dice claramente que el don nunca fue para edificar a la iglesia).

El apóstol Pablo predijo que el don de lenguas acabaría (1 Corintios 13:8). Aquí exponemos seis pruebas de que ya han cesado:

1) Los apóstoles, a través de quienes vinieron las lenguas, fueron únicos en la historia de la iglesia. Una vez que su ministerio fue concluido, la necesidad de señales que lo autentificaran dejó de existir.

2) Los dones de milagros (o señales) solo son mencionados en las primeras epístolas, tales como 1 Corintios. Los libros posteriores, tales como Efesios y Romanos, contienen pasajes detallados sobre los dones del Espíritu, pero los dones de milagros ya no son mencionados, aunque Romanos menciona el don de la profecía. La palabra griega traducida como “profecía” significa “declarar” y no necesariamente incluye la predicción del futuro.

3) El don de lenguas era una señal para el Israel incrédulo de que la salvación de Dios ahora estaba disponible para otras naciones. Ver 1 Corintios 14:21-22 e Isaías 28:11-12.

4) El don de lenguas era inferior al de la profecía (predicar). Predicar la Palabra de Dios edifica a los creyentes, mientras que las lenguas no lo hacen. Se les dice a los creyentes que procuren profetizar más que hablar en lenguas (1 Corintios 14:1-3).

5) La historia indica que las lenguas cesaron. Las lenguas ya no son mencionadas en absoluto por los Padres Post-apostólicos. Otros escritores tales como Justino Mártir, Orígenes, Crisóstomo y Agustín, consideraron que las lenguas fueron algo que sucedió solo en los primeros días de la Iglesia.

6) Observaciones actuales confirman que el milagro de las lenguas ha cesado. Si el don estuviera aún vigente, no habría necesidad de que los misioneros asistieran a escuelas de idiomas. Los misioneros podrían viajar a cualquier país y hablar cualquier lenguaje fluidamente, así como los apóstoles fueron capaces de hacerlo en Hechos 2. Respecto al don de sanidad, vemos en las Escrituras que la sanidad estaba asociada con el ministerio de Jesús y los apóstoles (Lucas 9:1-2). Y vemos que al finalizar de la era apostólica, la sanidad, al igual que las lenguas se volvieron menos frecuentes. El apóstol Pablo, quien resucitó a Eútico (Hechos 20:9-12), no sanó a Epafrodito (Filipenses 2:25-27), ni a Trófimo (2 Timoteo 4:20), ni a Timoteo (1 Timoteo 5:23), ni aún a sí mismo (2 Corintios 12:7-9). Las causas del “fracaso en sanar” de Pablo son: 1) el don nunca tuvo como propósito sanar a todo cristiano, sino el autentificar el apostolado (2 Corintios 2:12; Hebreos 2:4); y 2) la autoridad de los apóstoles ya había sido probada suficientemente, no habiendo ya más necesidad de milagros posteriores.

Las razones arriba expuestas son la evidencia para el cesacionismo. De acuerdo a 1 Corintios 13:13-14, haríamos bien en “seguir el amor”, el mejor de todos los dones. Si debiéramos desear dones, hemos de desear declarar la Palabra de Dios, para que todos sean edificados.

MUJERES PASTORAS/PREDICADORAS

Posiblemente no hay un tema más discutido en la iglesia de hoy que el tema de las mujeres que sirven como pastoras / predicadoras. Por consiguiente, es muy importante no mirar este tema como hombres contra mujeres. Hay mujeres que creen que las mujeres no deberían servir como pastoras y que la Biblia coloca restricciones en el ministerio de las mujeres, y hay hombres que creen que las mujeres pueden servir como predicadoras y que no hay restricciones sobre las mujeres en el ministerio. Este no es un asunto de machismo o discriminación. Es un asunto de interpretación y autoridad bíblica.

1 Timoteo 2:11-12 dice: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”. En la iglesia, Dios asigna diferentes roles a los hombres y a las mujeres. Este es el resultado de la manera en que la humanidad fue creada (1 Timoteo 2:13) y la manera en la que el pecado entró en el mundo (2 Timoteo 2:14). Dios, a través de los escritos del apóstol Pablo, restringe a las mujeres de servir en roles de enseñanza y/o tener autoridad sobre los hombres. Esto impide a las mujeres servir como pastoras sobre los hombres, lo cual definitivamente incluye predicarles, enseñarles públicamente y ejercer autoridad espiritual sobre ellos.

Hay muchas “objeciones” a este punto de vista sobre las mujeres en el ministerio pastoral. Una objeción común es que Pablo restringe a las mujeres de enseñar porque en el siglo primero, las mujeres por regla general eran incultas. Sin embargo, en ninguna parte de 1 Timoteo 2:11-14 menciona el nivel educativo. Si la educación hubiese sido un requisito para el ministerio, la mayoría de los discípulos de Jesús probablemente no habrían calificado. Una segunda objeción común era que Pablo solamente restringió a las mujeres de Éfeso de enseñar a los hombres (1 Timoteo fue escrita a Timoteo, un pastor en la iglesia de Éfeso). La ciudad de Éfeso fue conocida por su templo de Artemisa, y las mujeres eran la autoridad en esa rama del paganismo; por lo tanto, la teoría dice que Pablo sólo reaccionaba contra las costumbres de los idólatras de Éfeso dirigidas por mujeres, y la iglesia necesitaba ser diferente. Sin embargo, en ningún lugar de 1 Timoteo se menciona a Artemisa, ni Pablo menciona la práctica estándar de los adoradores de Artemisa como una razón para las restricciones en 1 Timoteo 2:11-12.

Una tercera objeción común es que Pablo solamente se está refiriendo a los maridos y las esposas, no a los hombres y a las mujeres en general. Las palabras en griego para “mujer” y “hombre” en 1 Timoteo 2:11-14 podrían referirse a maridos y esposas. Sin embargo, el significado básico de las palabras es más amplio que eso. Adicionalmente, las mismas palabras en griego son utilizadas en los versículos 8-10. ¿Solo los maridos deben orar en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda? (versículo 8) ¿Solo las esposas deben vestirse con ropa decorosa, con pudor y modestia; tener buenas obras y adorar a Dios? (versículos 9-10) Por supuesto que no. Los versículos 8 al 10 claramente se refieren a los hombres y mujeres en general, no solamente a los maridos y a las esposas. No hay nada en el contexto que debiera indicar una limitación para esposas y maridos en los versículos 11-14.

Sin embargo, otra objeción a esta interpretación de mujeres en el ministerio pastoral es en relación con Miriam, Débora, Hulda, mujeres que mantuvieron posiciones de liderazgo en el antiguo testamento. Es verdad que estas mujeres fueron escogidas por Dios para un servicio especial para Él y que ellas son modelos de fe, coraje y, sí, liderazgo. Sin embargo, la autoridad de las mujeres en el Antiguo Testamento no es relevante para el tema de los pastores en la iglesia. Las epístolas del Nuevo Testamento presentan un nuevo paradigma para el pueblo de Dios, la iglesia, el cuerpo de Cristo y, ese paradigma involucra una estructura de autoridad única para la iglesia, no para la nación de Israel o cualquier otra entidad del Antiguo Testamento.

Argumentos similares se hacen usando a Priscila y Febe en el nuevo testamento. En el libro de los Hechos, el capítulo 18, Priscila y Aquila son presentados como ministros fieles de Cristo. El nombre de Priscila es mencionado primero, indicando probablemente que ella era más “prominente” en el ministerio que su esposo. ¿Enseñaron Priscila y su marido el evangelio de Jesucristo a Apolos? Sí, en su casa “le expusieron más exactamente el camino de Dios” (Hechos 18:26). ¿Dice la Biblia alguna vez que Priscila pastoreó una iglesia, o enseñó públicamente o se convirtió en la líder espiritual de una congregación de santos? En ninguna parte se describe a Priscila participando en una actividad de ministerio que esté en contradicción con 1 Timoteo 2:11 al 14.

En Romanos 16:1, a Febe se le considera una “diaconisa” (o “sierva”) en la iglesia y es altamente elogiada por Pablo. Pero, como con Priscila, no hay nada en las Escrituras que indique que Febe fuera una pastora o maestra de hombres en la iglesia. “Apto para enseñar” es un calificativo dado para los pastores, pero no para los diáconos (1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:6-9).

La estructura de 1 Timoteo 2:11 al 14 deja la razón perfectamente establecida. El versículo 13 comienza con “Porque” y da la “causa” de lo que Pablo declara en los versículos 11 y 12. ¿Por qué las mujeres no deberían enseñar o tener autoridad sobre los hombres? Porque “Adán fue formado primero, luego Eva. Y Adán no fue engañado; sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”. Esa es la razón. Dios creó a Adán primero y luego creó a Eva a fin de que fuera “ayuda idónea” para Adán. Este orden de la creación tiene una aplicación universal para la humanidad en la familia (Efesios 5:22-23) y en la iglesia.

El hecho de que Eva fuera engañada también se da en 1 Timoteo 2:14 como una razón para que las mujeres no sirvan como pastoras o tengan autoridad espiritual sobre los hombres. Esto no significa que las mujeres sean ingenuas o que sean engañadas más fácilmente. Si todas las mujeres son engañadas más fácilmente, ¿por qué se les permitiría enseñar a los niños (quienes son fácilmente engañados) y a otras mujeres (quienes supuestamente son engañadas más fácilmente)? El texto simplemente dice que las mujeres no deben enseñar o tener autoridad espiritual sobre los hombres porque Eva fue engañada. Dios ha dado a los hombres la autoridad de enseñanza principal en la iglesia.

Muchas mujeres sobresalen en dones de hospitalidad, misericordia, enseñanza, evangelismo y ayuda. Gran parte del ministerio de la iglesia local depende de las mujeres. Las mujeres en la iglesia están restringidas solamente de tener autoridad en la enseñanza espiritual sobre los hombres. Así como los hombres, las mujeres, están llamadas a demostrar el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23).

Dios ha ordenado que solamente los hombres sirvan en posiciones de autoridad de enseñanza espiritual en la iglesia. Esto no es necesariamente porque son mejores maestros, o porque las mujeres son inferiores o menos inteligentes (tal no es el caso). Es simplemente la manera en que Dios designó la iglesia para que funcione. Los hombres deben ser ejemplo en el liderazgo espiritual, en sus vidas y a través de sus palabras. Las mujeres deben asumir un papel menos autoritario. Se las anima a enseñar a otras mujeres (Tito 2:3-5). La Biblia tampoco restringe a las mujeres de enseñar a los niños en casa. La única actividad de la que están restringidas es de enseñar o tener autoridad espiritual sobre los hombres. Esto impide que las mujeres sirvan como pastoras de hombres. Pero de ninguna manera esto las hace menos importantes, más bien les da un ministerio enfocado más de acuerdo con los talentos dado por Dios a ellas.

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