¿Por qué alguien tan bueno y gentil como el Señor Jesucristo pasó tanto tiempo advirtiéndonos acerca del “fuego que nunca se apagará”, un lugar de “lloro y crujir de dientes”? ¿Por qué habló más del fuego del infierno que de los goces del cielo?
El tema del infierno es tan solemne que para muchos es más cómodo ignorarlo. Pero no hay tema que merezca más nuestra profunda preocupación.
Incontables personas entre nosotros parecen obsesionadas con el tema de quitarle la seriedad al infierno. A menudo hablan de “mandar a alguien al infierno”. Y se dice de las malas experiencias que “son un infierno”. Sin embargo, irónicamente, mientras más aparece la palabra infierno en las conversaciones informales, menos se piensa en él. Mientras más se usa esta palabra de una manera liviana y profana, menos amenazadora parece al usuario. Por tanto, el tema del infierno se ha hecho tan presente en las conversaciones callejeras como ausente está de los sermones dominicales.
Nuestra renuencia actual a pensar seriamente en la realidad de un castigo futuro y eterno puede derivarse en parte de un concepto inadecuado de Dios. Hemos olvidado que a Dios se le teme. Alguien escribió una vez: “Es increíble cuán pocas personas piensan en el infierno o se preocupan por ello. Esa es la evidencia más impresionante de la frivolidad humana”.
No le hacemos un favor a nadie cuando nos quedamos callados sobre el tema del infierno. El Señor Jesús, el ejemplo por excelencia del amor de Dios, habló del infierno repetidamente. Dijo que algunos resucitarían “a resurrección de condenación” (Juan 5:29). Declaró que los que se van al infierno entran en un lugar terrible “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:44,46,48). Además lo describió como el lugar “de las tinieblas de afuera”, donde “será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:12; 22:13; 25:30).
El infierno merece que se lo tome en serio. No tiene sentido decir que uno cree en Cristo al mismo tiempo que rechaza lo que Él dice sobre el “lago de fuego” eterno.
La enseñanza del Señor sobre el tema nos sirve como base para formular cinco preguntas fundamentales:
La enseñanza del Señor sobre el tema nos sirve como base para formular cinco preguntas fundamentales:
1. ¿Por qué fue creado el infierno?
2. ¿Quiénes serán enviados al infierno?
3. ¿Cómo es el infierno?
4. ¿Cuándo son las personas enviadas al infierno?
5. ¿Cuánto tiempo debe una persona permanecer en el infierno?
En el siguiente artículo, procuramos responder estas preguntas con toda la información que el mismo Señor nos da en Su Palabra. Lo hacemos con la esperanza de que despierte a aquellos que están viviendo como si no hubiera mañana para los incrédulos y los “cristianos” a medias.
En el siguiente artículo, procuramos responder estas preguntas con toda la información que el mismo Señor nos da en Su Palabra. Lo hacemos con la esperanza de que despierte a aquellos que están viviendo como si no hubiera mañana para los incrédulos y los “cristianos” a medias.
I. ¿Por Qué Fue Creado El Infierno?
Fue creado a causa de Satanás. Según el Señor, el fuego eterno o infierno fue creado “para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41).
Esto nos enseña que el infierno no fue creado a causa del hombre, sino a causa del diablo y sus ángeles (nos referimos a sus ángeles como “demonios”).
Ezequiel 28:11-19 es un pasaje dirigido contra el impío rey humano de Tiro, pero apunta hacia el ser angelical que está detrás del hombre: el diablo, Satanás. Esto es claro debido a las características que posee este ser.
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser”.
El versículo 12 nos dice que él estaba “lleno de sabiduría” y que era “acabado de hermosura.” El siguiente versículo nos dice que él había estado en “Edén, en el huerto de Dios”, y que su vestidura era de toda piedra preciosa. El mismo versículo 13 además nos dice que en cierto día él fue “creado”: no concebido por dos progenitores humanos.
El versículo 14 nos dice que su posición era la de un “querubín grande, protector”. El versículo 15 nos dice que él era perfecto en todos sus caminos desde el día que fue creado.
Claramente, este pasaje se refiere a alguien que está más allá del rey de Tiro. El descriptivo lenguaje indica que el rey de Tiro es semejante a alguien más —y que ese “alguien” es Satanás!
El versículo 12 nos dice que él estaba “lleno de sabiduría” y que era “acabado de hermosura.” El siguiente versículo nos dice que él había estado en “Edén, en el huerto de Dios”, y que su vestidura era de toda piedra preciosa. El mismo versículo 13 además nos dice que en cierto día él fue “creado”: no concebido por dos progenitores humanos.
El versículo 14 nos dice que su posición era la de un “querubín grande, protector”. El versículo 15 nos dice que él era perfecto en todos sus caminos desde el día que fue creado.
Claramente, este pasaje se refiere a alguien que está más allá del rey de Tiro. El descriptivo lenguaje indica que el rey de Tiro es semejante a alguien más —y que ese “alguien” es Satanás!
¿Por qué Dios crearía el infierno para el diablo, si este era tan sabio, hermoso y perfecto?
Fue creado a causa del pecado. Ezequiel 28:15 nos dice que Satanás era perfecto “hasta que se halló en ti maldad.” El versículo 16 claramente dice, “pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios.” Se nos dice que el pecado de Satanás fue el orgullo a causa de su hermosura y esplendor (v.17). Proverbios 16:18 nos dice que, “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu”.
El rey de Tiro había disfrutado grandes riquezas y oportunidades. Su caso era un buen ejemplo de las oportunidades que había tenido el Satanás, de tal forma que la Escritura lo usa para contarnos lo que le había pasado a él, cómo había caído a causa de su orgullo.
Pero, ¿por qué hacer un lugar especial para el diablo y sus ángeles?
El infierno fue creado a causa de la necesidad de separación. El Señor nos cuenta: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:19-31).
De este relato aprendemos muchas cosas esclarecedoras de la vida de ultratumba.
El hombre rico en el infierno vio “de lejos a Abraham” (v.23). El versículo 26 dice, “una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros”. (sima: hendidura, abertura natural profunda). Este versículo también dice: “de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden; ni de allá pasar acá.”
Se ve claramente la necesidad que existe de separar a las personas impías de las justas; esta es la razón por la que se construyen las cárceles. Las cárceles mantienen a los impíos “lejos” de las personas honestas que respetan la ley. Entre las personas honestas y los criminales hay barrotes, patios, murallas altas y guardias.
Sin embargo, el sistema carcelario presenta muchos problemas. Tal vez al lector le sorprenda enterarse de que Dios jamás ordenó que se construyera un sistema carcelario como el que tenemos en la actualidad. Dios le ordenó a Su pueblo hacer cuatro cosas cuando se cometiera, o se creyera que se había cometido, un crimen: (1) ciudades de refugio; (2) pena capital; (3) castigo corporal; (4) restitución.
(1) Ciudades de Refugio
Estas eran ciudades especialmente designadas para proteger a quien “hiriere a alguno de muerte sin intención” (Números 35:11). (“Sin intención” significa matar a alguien “por accidente” o “por error”.)
Esta figura se llama “homicidio no intencional”. Deuteronomio 19:5 nos da un ejemplo de este al hablar del “que fuere con su prójimo al monte a cortar leña, y al dar su mano el golpe con el hacha para cortar algún leño, saltare el hierro del cabo, y diere contra su prójimo y este muriere”. Es un acto no intencional, por lo tanto no debe considerarse un “crimen”.
Pero, aunque la persona que mataba a otra accidentalmente no era castigada físicamente ni enviada a la cárcel, se le enseñaba solemnemente a ser más cuidadosa en el futuro. Según Números 35:11-12,22-28, debía vivir en una ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote, sólo entonces podía volver a vivir a su tierra (v.28).
(2) Pena Capital
Esto es hacer pagar al criminal con su propia vida. Deuteronomio 19:10-13 nos enseña que el asesino debe morir por su crimen.
Los ancianos o líderes de las ciudades de refugio eran los responsables de oír la evidencia y ordenar que se hiciera justicia, de lo contrario ellos mismos eran culpables de derramar sangre inocente.
Números 35:30 enseña que es necesario que haya más de un testigo para culpar a alguien de asesinato, y por lo tanto para sentenciarlo a morir. Esto evitaba que una persona inocente fuera sentenciada a muerte.
Levítico 20:1-27 nos proporciona una lista de los crímenes que deben ser castigados con pena de muerte.
¿Está la pena capital en vigencia hoy en día? Sí, según Romanos 13:1-4, “las autoridades superiores” (el estado) son ahora el “vengador para castigar al que hace lo malo” (v.4). Este mismo versículo dice también que (el estado) “no en vano lleva la espada”. La espada es un arma para matar. Por lo tanto, Dios ha determinado que el estado debe aplicar la pena de muerte en la actualidad.
(3) Castigo Corporal
Esto es castigo físico. Deuteronomio 25:1-3 nos enseña que a un delincuente que mereciere ser azotado se le podrá dar hasta “cuarenta azotes” (v.3). Cuarenta era el número máximo que una persona podía ser azotada por su delito. El juez debía decidir el número apropiado.
(4) Restitución
Esto significa “pagarle al dueño lo que se le debe”. Éxodo 22:1-4 nos enseña que si un hombre roba un buey o una oveja, y mata o vende el animal, tiene que restituírle al dueño cinco bueyes por el buey que le robó, y cuatro ovejas por la oveja robada. El versículo 4 dice que si el ladrón es “hallado con el hurto en la mano, vivo”, es decir, antes que lo haya matado o vendido, deberá restituírle el doble al dueño.
Esto se puede aplicar a cualquier cosa robada o dañada. Si un niño roba una bolsa de chicles, y es detenido en la puerta de la tienda por el guardia, entonces él debería devolver la bolsa de chicles que robó y también pagar por ella. Así aprendería que el crimen no paga—sino que cuesta! Habría tenido que pagar por la bolsa de chicles, pero al final habría terminado sin nada.
Si el niño fuera detenido en la puerta después de haber roto la bolsa y haberse echado un chicle a la boca, entonces la devolución de la bolsa no la haría posible de ser vendida después. El niño tendría que pagar 4 o 5 veces el valor de la bolsa. Así aprendería que el crimen no paga. Destruir o consumir la propiedad de otros lo llevará a la ruina. Tendrá que pagarlo todo, y terminará con nada.
Este principio bíblico funciona con todo lo que se puede robar: desde un chicle hasta un auto, y otros bienes.
Si estas cuatro instrucciones fueran practicadas por la sociedad contemporánea (pena capital, castigo corporal, y restitución), no habría ninguna necesidad de cárceles, excepto para mantener a las personas en espera de su juicio (en el plan de Dios, las ciudades de refugio mantenían a las personas en espera del juicio).
Los criminales rematados serían muertos, evitando así que otras personas honestas fueran sus víctimas. Los delitos menores serían castigados con castigo físico, y la restitución a los que sufrieron el robo o el daño de sus propiedades.
Aunque el castigo bíblico no es practicado (lo que explica por qué alrededor del 80% de los criminales regresarán a la cárcel, y por qué el sistema carcelario actual está acabando con el presupuesto estatal debido al tremendo costo que implica alimentar y hospedar al creciente número de presos) – a pesar de todo esto, es interesante notar que las personas se dan cuenta de que los criminales deben ser separados de alguna manera de los ciudadanos que obedecen las leyes.
Si las personas se dan cuenta de que, en la tierra, es necesario mantener tal separación apara asegurar una vida pacífica, ¡cuánto más debieran darse cuenta de que tal separación también debe mantenerse por toda la eternidad, o no podría haber paz, seguridad, y felicidad en el cielo!
¿Te puedes imaginar la eternidad con todos los malhechores acechando en los alrededores y causando problemas aquí y allá? Un lugar así, no sería mejor que la tierra tal y como es ahora.
No habría verdadera justicia divina si las personas que rechazan al Señor Jesús pudieran entrar al cielo; no sería más justo que cuando un asesino rematado recibe una sentencia en espera, y mientras tanto se le permite vivir justo al lado tuyo. Tú te enfurecerías contra el juez que concede tal cosa, porque temerías por tu vida, ¿o no?
Si una persona rehúsa aceptar al Señor Jesucristo ahora y vivir de acuerdo a sus mandamientos porque disfruta su pecado, ¿por qué cambiaría él de opinión si se le deja entrar al cielo: qué lo detendría de hacer su voluntad en el cielo?
Para que el verdadero paraíso y la verdadera paz puedan disfrutarse, el mal debe ser separado del bien para siempre.
II. ¿Quiénes Serán Enviados Al Infierno?
Las personas que rechazan el evangelio. El evangelio es: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:1-4).
El hombre rico en el infierno vio “de lejos a Abraham” (v.23). El versículo 26 dice, “una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros”. (sima: hendidura, abertura natural profunda). Este versículo también dice: “de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden; ni de allá pasar acá.”
Se ve claramente la necesidad que existe de separar a las personas impías de las justas; esta es la razón por la que se construyen las cárceles. Las cárceles mantienen a los impíos “lejos” de las personas honestas que respetan la ley. Entre las personas honestas y los criminales hay barrotes, patios, murallas altas y guardias.
Sin embargo, el sistema carcelario presenta muchos problemas. Tal vez al lector le sorprenda enterarse de que Dios jamás ordenó que se construyera un sistema carcelario como el que tenemos en la actualidad. Dios le ordenó a Su pueblo hacer cuatro cosas cuando se cometiera, o se creyera que se había cometido, un crimen: (1) ciudades de refugio; (2) pena capital; (3) castigo corporal; (4) restitución.
(1) Ciudades de Refugio
Estas eran ciudades especialmente designadas para proteger a quien “hiriere a alguno de muerte sin intención” (Números 35:11). (“Sin intención” significa matar a alguien “por accidente” o “por error”.)
Esta figura se llama “homicidio no intencional”. Deuteronomio 19:5 nos da un ejemplo de este al hablar del “que fuere con su prójimo al monte a cortar leña, y al dar su mano el golpe con el hacha para cortar algún leño, saltare el hierro del cabo, y diere contra su prójimo y este muriere”. Es un acto no intencional, por lo tanto no debe considerarse un “crimen”.
Pero, aunque la persona que mataba a otra accidentalmente no era castigada físicamente ni enviada a la cárcel, se le enseñaba solemnemente a ser más cuidadosa en el futuro. Según Números 35:11-12,22-28, debía vivir en una ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote, sólo entonces podía volver a vivir a su tierra (v.28).
(2) Pena Capital
Esto es hacer pagar al criminal con su propia vida. Deuteronomio 19:10-13 nos enseña que el asesino debe morir por su crimen.
Los ancianos o líderes de las ciudades de refugio eran los responsables de oír la evidencia y ordenar que se hiciera justicia, de lo contrario ellos mismos eran culpables de derramar sangre inocente.
Números 35:30 enseña que es necesario que haya más de un testigo para culpar a alguien de asesinato, y por lo tanto para sentenciarlo a morir. Esto evitaba que una persona inocente fuera sentenciada a muerte.
Levítico 20:1-27 nos proporciona una lista de los crímenes que deben ser castigados con pena de muerte.
¿Está la pena capital en vigencia hoy en día? Sí, según Romanos 13:1-4, “las autoridades superiores” (el estado) son ahora el “vengador para castigar al que hace lo malo” (v.4). Este mismo versículo dice también que (el estado) “no en vano lleva la espada”. La espada es un arma para matar. Por lo tanto, Dios ha determinado que el estado debe aplicar la pena de muerte en la actualidad.
(3) Castigo Corporal
Esto es castigo físico. Deuteronomio 25:1-3 nos enseña que a un delincuente que mereciere ser azotado se le podrá dar hasta “cuarenta azotes” (v.3). Cuarenta era el número máximo que una persona podía ser azotada por su delito. El juez debía decidir el número apropiado.
(4) Restitución
Esto significa “pagarle al dueño lo que se le debe”. Éxodo 22:1-4 nos enseña que si un hombre roba un buey o una oveja, y mata o vende el animal, tiene que restituírle al dueño cinco bueyes por el buey que le robó, y cuatro ovejas por la oveja robada. El versículo 4 dice que si el ladrón es “hallado con el hurto en la mano, vivo”, es decir, antes que lo haya matado o vendido, deberá restituírle el doble al dueño.
Esto se puede aplicar a cualquier cosa robada o dañada. Si un niño roba una bolsa de chicles, y es detenido en la puerta de la tienda por el guardia, entonces él debería devolver la bolsa de chicles que robó y también pagar por ella. Así aprendería que el crimen no paga—sino que cuesta! Habría tenido que pagar por la bolsa de chicles, pero al final habría terminado sin nada.
Si el niño fuera detenido en la puerta después de haber roto la bolsa y haberse echado un chicle a la boca, entonces la devolución de la bolsa no la haría posible de ser vendida después. El niño tendría que pagar 4 o 5 veces el valor de la bolsa. Así aprendería que el crimen no paga. Destruir o consumir la propiedad de otros lo llevará a la ruina. Tendrá que pagarlo todo, y terminará con nada.
Este principio bíblico funciona con todo lo que se puede robar: desde un chicle hasta un auto, y otros bienes.
Si estas cuatro instrucciones fueran practicadas por la sociedad contemporánea (pena capital, castigo corporal, y restitución), no habría ninguna necesidad de cárceles, excepto para mantener a las personas en espera de su juicio (en el plan de Dios, las ciudades de refugio mantenían a las personas en espera del juicio).
Los criminales rematados serían muertos, evitando así que otras personas honestas fueran sus víctimas. Los delitos menores serían castigados con castigo físico, y la restitución a los que sufrieron el robo o el daño de sus propiedades.
Aunque el castigo bíblico no es practicado (lo que explica por qué alrededor del 80% de los criminales regresarán a la cárcel, y por qué el sistema carcelario actual está acabando con el presupuesto estatal debido al tremendo costo que implica alimentar y hospedar al creciente número de presos) – a pesar de todo esto, es interesante notar que las personas se dan cuenta de que los criminales deben ser separados de alguna manera de los ciudadanos que obedecen las leyes.
Si las personas se dan cuenta de que, en la tierra, es necesario mantener tal separación apara asegurar una vida pacífica, ¡cuánto más debieran darse cuenta de que tal separación también debe mantenerse por toda la eternidad, o no podría haber paz, seguridad, y felicidad en el cielo!
¿Te puedes imaginar la eternidad con todos los malhechores acechando en los alrededores y causando problemas aquí y allá? Un lugar así, no sería mejor que la tierra tal y como es ahora.
No habría verdadera justicia divina si las personas que rechazan al Señor Jesús pudieran entrar al cielo; no sería más justo que cuando un asesino rematado recibe una sentencia en espera, y mientras tanto se le permite vivir justo al lado tuyo. Tú te enfurecerías contra el juez que concede tal cosa, porque temerías por tu vida, ¿o no?
Si una persona rehúsa aceptar al Señor Jesucristo ahora y vivir de acuerdo a sus mandamientos porque disfruta su pecado, ¿por qué cambiaría él de opinión si se le deja entrar al cielo: qué lo detendría de hacer su voluntad en el cielo?
Para que el verdadero paraíso y la verdadera paz puedan disfrutarse, el mal debe ser separado del bien para siempre.
II. ¿Quiénes Serán Enviados Al Infierno?
Las personas que rechazan el evangelio. El evangelio es: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:1-4).
Apocalipsis 21:8 menciona algunas de las características de las personas que rechazan el evangelio:
“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.
La primera característica de aquellos que rechazan el evangelio es que son “cobardes”.
Algunos podrían no estar de acuerdo con este versículo. ¿Qué hay de los pecadores miserables y rudos que aparentemente no le tienen miedo a nada: ni siquiera a la muerte? Son cobardes, porque a la hora de aceptar el evangelio no lo hacen porque tienen temor de las burlas de sus amigos.
Otros no quieren ser salvos por temor a lo que dirán sus familiares. Una humilde y apacible esposa podría temer lo que su esposo le diría si ella fuera salva, o podría tener temor a lo que él le pudiera hacer.
A veces una familia ha sido enseñada a creer en una religión falsa que es mantenida estrictamente por todos los miembros. Si un miembro de esa familia se convierte en cristiano puede ser totalmente rechazado por el resto de la familia, aún si es un adulto casado y materialmente independiente.
Por temores como estos y muchos otros, las personas rechazan el evangelio postergándolo para más adelante. El problema es que los días se transforman en semanas, las semanas en meses, y los meses en años. Antes que se den cuanta, la vida se les ha ido. La Biblia nos advierte: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de la salvación” (2 Corintios 6:2).
Una segunda característica de las personas que terminarán en el infierno es que son “incrédulos” (Apocalipsis 21:8).
Muchas veces se habla acerca del “pecado imperdonable”. ¿Qué pecado es este? ¿Es cometer suicidio? ¿Es invocar al demonio y “venderle el alma al diablo”?
Juan 3:16-18 nos dice cuánto nos ama Dios, y cómo el Señor Jesús vino a salvarnos, no a condenarnos. El versículo 18 dice: “el que no cree ya ha sido condenado”. ¿Por qué ha sido condenado ya? El mismo versículo agrega: “porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo”.
El pecado que Dios no puede perdonar es el pecado de incredulidad. Si alguien rechaza el sacrificio del Señor Jesús en la cruz por sus pecados, entonces no hay ninguna otra manera en que sus pecados puedan ser perdonados .
La Biblia dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
¿Qué hay acerca de Mateo 12:31? Dice que: “la blasfemia contra el Espíritu [Santo] no les será perdonada [a los hombres]”.
¿Por qué podría alguien blasfemar contra el Espíritu Santo? Una de las razones es que, según Juan16:8, el propósito de Su venida es para convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Y, ¿quién quiere ser convencido de esto? Juan 16:9 nos dice que el Espíritu Santo le demuestra a los hombres que pecan “por cuanto no creen en mí [el Señor Jesús].”
La idea es que si no le creemos al Espíritu Santo cuando nos convence de pecado, de justicia y de juicio, entonces tampoco creemos en el Señor Jesús, a quien el Espíritu Santo nos está señalando. Según Juan 16:13,14, el Espíritu Santo no habla por su propia cuenta, sino que glorifica al Señor Jesús.
Una tercera característica de las personas que terminarán en el infierno es que poseen muchos rasgos que son nocivos, como nos lo enseña el resto de Apocalipsis 21:8. Son:
1) abominables—sus obras disgustan y ofenden a los demás.
2) homicidas—toman la vida de los demás.
3) fornicarios—codician a otros y desean practicar actos inmorales con ellos.
4) hechiceros—usan drogas, pociones, encantamientos, maldiciones, y practican el espiritismo.
5) idólatras—adoran a “algo” o a “alguien” que no es el verdadero Dios.
6) mentirosos—engañan a otros para ocultar sus verdaderas obras e intenciones; o para obtener mayores ganancias; o simplemente para causar una mejor impresión.
Todos estos son los rasgos de aquellos que rechazan el evangelio. Un día, estas personas despertarán en el lago de fuego, al menos que se arrepientan y acepten el mensaje del evangelio.
Las personas que nunca han escuchado el evangelio terminarán en el infierno. Romanos 10:13 dice: “porque todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo”. Pero el versículo 14 de ese mismo capítulo dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?” Este versículo también dice que: “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?” El versículo 17 de ese mismo capítulo nos dice que nadie puede tener fe para ser salvo si no ha oído la palabra de Dios.
Nadie, sin importar cuán bueno sea, puede recibir la salvación sin oír el evangelio. En Hechos 10:1-48 y 11:11-14, Lucas nos cuenta la historia de Cornelio.
Según el versículo 2 del capítulo 10, Cornelio era un hombre “piadoso y temeroso de Dios… que hacía muchas limosnas al pueblo”. Este mismo versículo nos dice que Cornelio “oraba a Dios siempre”. El versículo 4 nos dice que sus oraciones y limosnas subieron “para memoria delante de Dios”.
Aún cuando Cornelio tenía “buen testimonio” entre el pueblo, él recibió instrucciones de parte de un ángel de Dios de hacer venir a Pedro para oír sus palabras (v.22).
En su predicación (en el versículo 43) Pedro dice que todos los profetas dan testimonio del Señor Jesús, en cuanto a que todos los que crean en Él “recibirán perdón de pecados por su nombre”. El versículo 44 nos muestra que Cornelio y todos los que estaban con él creyeron inmediatamente en el Señor Jesucristo para salvación, porque “el Espíritu Santo cayó” sobre ellos.
Según Hechos 11:14, Cornelio y toda su casa (su familia) fueron salvos cuando escucharon a Pedro predicar el evangelio.
Esto nos enseña que aun las personas que son moralmente buenas, gentiles, y que oran siempre, no pueden ser salvas si no oyen el evangelio.
El Salmo 19:1 dice: “Los cielos cuentan [declaran] la gloria de Dios”. Según el versículo 2, incluso los días y las noches hablan de Dios y declaran sabiduría.
El testimonio de la naturaleza es que hay un Dios que es tan poderoso que no hay necesidad de lenguaje ni de palabras para que Su voz sea “oída”.
Aunque la naturaleza es prueba suficiente y absoluta de que hay un Dios, esta no le puede decir a una persona cómo ser salva. Esta es la razón por la que somos responsables de anunciarles a los demás el evangelio.
Romanos 10:14 dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ”
Los ángeles que rechazan la autoridad y el plan de Dios terminarán en el infierno. Como vimos previamente, el fuego eterno o infierno fue “preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41). Según Ezequiel 28:14,16, el diablo es una criatura angelical llamada “querubín grande, protector”.
Para saber cómo son los querubines y lo que hacen, léase Ezequiel 1:4-28 y 10:6-22, y Apocalipsis 4: 6-9.
2 Pedro 2:4 nos dice que “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio”.
También Judas 6 nos dice que “a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, [Dios] los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”.
Esto nos revela que algunos ángeles han cometido otros pecados aun más viles que el de rebelarse contra Dios junto con Satanás. Sabemos esto porque Satanás y los ángeles que cayeron con él cuando se rebelaron no fueron arrojados de inmediato al infierno, tampoco están prisioneros en la actualidad.
Job 1:6 nos cuenta que “un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás”. El siguiente versículo, cuando el Señor le preguntó a Satanás de dónde venía, él respondió: “De rodear la tierra y de andar por ella”.
Lucas 8:26-33 nos cuenta la historia de un hombre poseído por demonios. ¿Cuántos ángeles caídos o demonios había dentro de este hombre? “Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él” (v.30) [Una legión era “un ejército completo de infantería y caballería, de hasta 5.000 hombres”—Diccionario Expositivo de las Palabras del Nuevo Testamento, Vine].
Según este pasaje, el temor más grande de los demonios cuando se encontraron con el Señor Jesús era que Él los mandase ir al abismo (v.31) [La palabra abismo “describe una profundidad insondable, el mundo inferior, las regiones infernales” – Diccionario Vine]. Así que el temor más grande de los demonios es ser confinados al abismo sin fondo ahora. Esto quiere decir que, en el presente, hay muchos de ellos libres para ir y venir, y para hacer el mal.
III. ¿Cómo Es El Infierno?
Estrictamente hablando, las personas que ahora están en el infierno están allí en el espíritu, no en la carne. Serán resucitados físicamente para el Juicio del Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20: 11-15), y serán arrojados al lago de fuego; pero esto es algo que veremos más adelante. Pero aún ahora, ellos están sufriendo un tremendo tormento físico.
Si alguna vez has hablado con alguien que ha sufrido la amputación o la pérdida por accidente de un dedo, una mano, un brazo, un pie, o alguna otra parte de su cuerpo, sabrás que esa persona todavía puede “sentir” el miembro perdido. Sienten dolor en, e incluso tratan de mover, la parte del cuerpo que les ha sido quitada. De igual manera, aquellos que ahora están en el infierno sienten todo el tormento que sentiría un cuerpo físico.
Las Escrituras mencionan dos clases de cuerpos. 1 Corintios 15:44 nos dice que hay un cuerpo natural y un cuerpo espiritual. Este pasaje trata específicamente de personas salvas. Nacemos con un cuerpo “natural” o “físico”. Al momento del arrebatamiento, seremos levantados para recibir nuestros cuerpos “espirituales” o “glorificados”. Por lo tanto, según las Escrituras, las personas que están en el estado intermedio que existe entre la muerte y el día de la resurrección, no tienen cuerpos “especiales”.
Pero también es cierto que hay muchas cosas sobre el reino spiritual que todavía no comprendemos totalmente. Según Hebreos 1:14, los ángeles son “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación”. Así que los ángeles son seres “espirituales”, aunque a menudo han aparecido en forma “física”, capaz de todas las actividades físicas normales.
En Génesis 18:1-8, el Señor y dos ángeles se le aparecieron a Abraham en forma de tres hombres (con cuerpos humanos). Estos cuerpos podían hacer todo lo que los nuestros hacen, porque en el versículo 8 Abraham les ofreció comida, y ellos “comieron”.
¿Alguna vez le has ofrecido a un extraño comida, hospedaje, o alguna otra ayuda? Fíjate lo que dice Hebreos 13:2: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. Estas personas ni siquiera se dieron cuenta de que estaban hospedando ángeles. Pensaron que estaban ayudando a un ser humano.
Los que están allí sufren dolor. Lucas 16:19-23 nos dice que el hombre rico, en el infierno, “alzó sus ojos, estando en tormentos” (v.23) [Tormento significa: “tortura, sufrimiento físico o moral, intenso y continuado”— Diccionario Larousse].
Cuando alguien está sufriendo dolor extremo aprieta y hace rechinar los dientes. La Escritura describe a las personas en el infierno haciendo exactamente eso. Considérese lo que dice Mateo 13:40-42, en el infierno hay “lloro y crujir de dientes” (v.42) [Crujir es más que simplemente apretar y hacer rechinar los dientes, significa: “Hacer un ruido como el que se produce al quebrarse una rama o romperse un hueso”— Diccionario Larousse].
El infierno es un lugar de dolor extremo, un lugar donde se reacciona físicamente a ese dolor.
Los que están allí sufren sed. El hombre rico de Lucas 16:24 pide que Lázaro “moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua”. Marcos 9:42-48 describe el infierno como un lugar sin agua, porque cinco veces dice que el fuego que hay en él no puede ser apagado.
Los que están allí sufren calor extremo. El hombre rico, en Lucas 16:24, pide que el agua “refresque mi lengua”. Mateo 13:49,50 describe el infierno como un “horno de fuego”. Marcos 9:42-48 describe el infierno como un lugar: “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga”. Apocalipsis 20:10 describe el infierno como un: “lago de fuego y azufre”.
Un “lago” es una gran “fuente” de agua. Y el infierno es descrito como una “fuente” o “lago” de “fuego líquido”, y como el interior de un horno. En todos los casos, es descrito como un lugar de calor extremo y fuego. De tal manera que las personas que están en el infierno sufren dolor físico extremo.
¿Sufren todas las personas que están en el infierno el mismo castigo? ¿Una persona que nunca oyó el evangelio sufre lo mismo que una que predicó un falso evangelio? ¿Sufre, la persona que vivió una vida “moralmente correcta”, lo mismo que un criminal vil e inmoral?
La respuesta es: “No, no todas las personas en el lago de fuego sufren el mismo castigo, pero todas sufren”.
Apocalipsis 20:12 nos dice que los perdidos fueron “juzgados por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”.
Ninguno que comparezca al Juicio del Gran Trono Blanco es salvo. El que allí se presenta “ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).
Si los perdidos están siendo juzgados según sus obras, entonces lo están siendo para que cada uno reciba el castigo que merece en el lago de fuego.
En Apocalipsis 18:4-8 se nos habla de una que recibirá “tanto… de tormento y llanto”, como “cuanto ella se ha glorificado y vivido en deleites (v.7).
La enseñanza es clara: “cuanto se pecó en la tierra, tanto de tormento se recibirá en el infierno”. Es decir, el tormento será proporcional a las obras.
En Lucas 16:25, el Señor nos dice que el hombre rico recibió “bienes” en su vida; y Lázaro, “males”. Pero después de muertos la situación cambió para ambos: Lázaro era consolado, y el rico era atormentado.
El Señor incluso nos revela qué pecados hacen que una persona reciba más tormento en el infierno. En Mateo 11:20-24 el Señor Jesús reprende a las ciudades donde “había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido”. El Señor les dice a Corazín y Betsaida que “si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras”, estas dos últimas ciudades se habrían arrepentido; así que en el día del juicio “será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón” que para ellas (Corazín y Betsaida) (vv.21-22).
El Señor Jesús luego se dirige a Capernaum, y le dice que si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que habían sido hechos en ella, habría permanecido hasta el día de hoy. Por lo tanto “en el día del juicio, será más tolerable el castigo” para Sodoma, que el castigo para Capernaum (vv.23-24).
Esto demuestra que hay un pecado que a los ojos de Dios es incluso peor que la homosexualidad de Sodoma y Gomorra: el de rechazar al Hijo de Dios. Las personas de Corazín, Betsaida y Capernaum recibirán más tormento en el infierno que los impíos e inmorales hombres de Sodoma.
Puesto que el Señor Jesús está ahora en el cielo, y las personas no lo pueden ver literalmente con sus ojos, ¿pueden cometer el pecado recién mencionado? Respondamos las siguientes preguntas y veamos.
Marcos 6:7-12 nos cuenta que el Señor Jesús envió a los doce discípulos de dos en dos. Según el versículo 12 de ese mismo pasaje, al ser enviados los discípulos: “predicaban que los hombres se arrepintiesen”. En el versículo 11 el Señor instruye a los discípulos diciéndoles: “Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren… De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad”.
Los que rechazan a los discípulos del Señor cuando comparten el mensaje del evangelio hacen algo peor que lo que hicieron los de Sodoma y Gomorra, y recibirán mayor tormento en el infierno.
Esta es una advertencia solemne. Piensa en todas las personas que han oído el evangelio una y otra vez, y lo han rechazado. Es probable que conozcas a muchos en esta situación. Piensa en esto: ellos van a sufrir en el infierno más que todas las viles personas de Sodoma y Gomorra.
Este es el aspecto físico del infierno. Veamos ahora otro aspecto:
Mentalmente. En Lucas 16:25, Abraham le dice al hombre rico en el infierno: “Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males”.
Esto nos muestra que las personas que están en el infierno recuerdan todo lo que ocurrió cuando vivían sobre la tierra.
¿Qué tan malo puede ser el sufrimiento mental cuando se recuerdan los pecados cometidos? Puede, literalmente, volver loca a una persona; puede enfermarla hasta el punto en que deja de comer, beber o dormir.
En el mismo capítulo, en los versículo 27 al 31, vemos otro “pensamiento” que atormenta la mente del rico: el de sus cinco hermanos que aún viven sobre la tierra, quienes él sabe no son salvos (v.28).
Algunas personas dicen que preferirían irse al infierno en vez de al cielo, porque: “Todos mis amigos estarán en el infierno, no en el cielo. Así que no me sentiría a gusto en el cielo”. Sus “sentimientos” cambiarán rápidamente cuando lleguen al infierno. De repente no querrán que sus amigos o familiares lleguen a un lugar tan terrible. Recordarán muy bien cómo bromeaban acerca del infierno, y sentirán temor de que sus amigos y familiares también terminen ahí.
Aún debemos considerar el infierno espiritualmente. El Señor Jesús le dijo a Nicodemo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:1-6).
Aún las personas “religiosas” como Nicodemo a menudo no saben qué realmente es la vida espiritual. Sólo la pueden comprender en relación a la vida física.
Según Efesios 2:12, aquellos que no tienen a Dios no tienen esperanza. Judas 6 describe el infierno como “prisiones eternas” bajo oscuridad. Judas 13 describe al infierno como un lugar de eterna oscuridad y tinieblas.
El infierno es un lugar donde no hay ni “esperanza” ni “luz”, y estas dos palabras describen la “vida espiritual”. El Señor Jesús dice, en Juan 8:12: “Yo soy la luz del mundo”.
Job 3:20 dice: “¿Por qué se le da luz al trabajado, y vida a los de ánimo amargado?”
La “luz” es a menudo asociada con la “esperanza.” ¿En qué días es más fácil que las personas se depriman: en los días soleados, o los nublados? ¿Por qué?
El infierno es un lugar de desesperanza y oscuridad. Aparte de la vida espiritual que hay en Cristo Jesús, no hay luz ni hay esperanza.
IV. ¿Cuándo Son Las Personas Enviadas Al Infierno?
Los ángeles caídos serán enviados al infierno juntos con los humanos. Según Job 1:7, Satanás (una criatura angelical) era libre para recorrer la tierra en los días de Job. Apocalipsis 12:6-10 nos revela que Satanás tiene acceso al cielo hoy en día, y lo tendrá hasta que llegue la hora en que será lanzado a la tierra (Apocalipsis 12:9) para desatar la persecusión contra “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17).
Así que en la actualidad, Satanás tiene acceso tanto al cielo como a la tierra. Él causa estragos aquí abajo, luego se presenta delante de Dios y nos acusa de pecar.
El versículo 7 de este mismo capítulo nos revela que “el dragón (otro nombre para Satanás, v.9) y sus ángeles, lucharon contra Miguel y sus ángeles”.
Esto nos muestra que un número de ángeles malos (demonios) también tienen acceso al cielo junto con Satanás.
Cuando el Señor Jesús le preguntó al hombre endemoniado gadareno cuál era su nombre, el dijo: “Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él” (Lucas 8:26-30).
Este versículo nos muestra que los demonios también tienen acceso a la tierra, donde causan estragos. Pero no todos los demonios (ángeles caídos) tienen libertad para vagabundear a su antojo.
2 Pedro 2:4 nos dice que: “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio”.
Según Judas 6, algunos ángeles cometieron actos tan viles que Dios “los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”.
Estos versículos nos dicen que algunos ángeles están privados de libertad porque están presos en el infierno.
¿Cuándo se efectuará el juicio de los ángeles caídos? Es posible que sea justo antes del juicio de los perdidos ante el gran Trono Blanco. Téngase presente que el fuego eterno fue creado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41).
Según Apocalipsis 19:20-20:15, los primeros en ser lanzados al lago de fuego son: (19:20) la bestia y el falso profeta.
¿Quién es el tercero en ser lanzado al lago de fuego y azufre? (Apocalipsis 20:10).
El Diablo o Satanás. La Biblia no menciona cuándo son lanzados al lago de fuego el resto de los ángeles caídos (demonios), pero creemos que será en este mismo momento. El lector notará que el siguiente versículo, Apocalipsis 20:11, comienza hablando del Juicio del Gran Trono Blanco.
1 Corintios 6:1-3 también pone el juicio de los perdidos junto al de los ángeles. “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?”
Juan 12:48 dice que quien juzga a los que rechazan al Señor Jesús es “la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero”.
Esto ciertamente concuerda con Apocalipsis 20:12, que dice: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos ”.
¿De qué manera nosotros tomamos parte en el proceso de juzgar al mundo y a los ángeles? Por nuestra simple presencia allí. En cualquier trámite legal, el testigo ocupa un lugar muy importante.
El testimonio de los testigos oculares es muy importante. Estaremos presentes ahí como pruebas vivientes de que era posible ser salvos por la gracia de Dios.
Una de las más grandes excusas para pecar es: “¡Todos lo hacen!”
El policía le ordena al motorista a detenerse por exceso de velocidad, y este último responde: “Iba a la misma velocidad que iban los otros conductores. ¿Por qué me detuvo a mí?” Él creía que estaba bien que fuera a exceso de velocidad si los otros conductores también lo hacían.
La chica está lista para irse a la escuela cuando su madre la detiene y le dice: “Esa falda es muy corta. Tendrás que cambiártela antes de ir a la escuela”. La chica protesta: “Pero todas las otras chicas usan las faldas de este largo, e incluso más cortas. Si la uso más larga van a pensar que soy rara”. Ella cree que está bien usar faldas cortas porque todas las demás chicas lo hacen.
Admitámoslo, todos nos sentimos justificados en nuestro pecado si podemos señalar a los demás haciendo lo mismo. Pero basta con que uno se levante y diga: “Yo haré lo correcto, sin importar lo que lo demás hagan” para que los demás se sientan culpables. ¿Por qué? Porque el que hace lo correcto los ha dejado sin excusas. Uno, deja en evidencia que las excusas de la mayoría son falsas: ¡no “todos” lo hacen! Los que actúan mal son así juzgados por la actitud de uno que escoge hacer lo correcto.
De igual manera, cuando estemos en el cielo, redimidos y purificados por la sangre del Señor Jesucristo, nuestras vidas juzgarán a todos los que rechazaron y desobedecieron al Señor.
1 Corintios 6:1-3 también pone el juicio de los perdidos junto al de los ángeles. “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?”
Juan 12:48 dice que quien juzga a los que rechazan al Señor Jesús es “la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero”.
Esto ciertamente concuerda con Apocalipsis 20:12, que dice: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos ”.
¿De qué manera nosotros tomamos parte en el proceso de juzgar al mundo y a los ángeles? Por nuestra simple presencia allí. En cualquier trámite legal, el testigo ocupa un lugar muy importante.
El testimonio de los testigos oculares es muy importante. Estaremos presentes ahí como pruebas vivientes de que era posible ser salvos por la gracia de Dios.
Una de las más grandes excusas para pecar es: “¡Todos lo hacen!”
El policía le ordena al motorista a detenerse por exceso de velocidad, y este último responde: “Iba a la misma velocidad que iban los otros conductores. ¿Por qué me detuvo a mí?” Él creía que estaba bien que fuera a exceso de velocidad si los otros conductores también lo hacían.
La chica está lista para irse a la escuela cuando su madre la detiene y le dice: “Esa falda es muy corta. Tendrás que cambiártela antes de ir a la escuela”. La chica protesta: “Pero todas las otras chicas usan las faldas de este largo, e incluso más cortas. Si la uso más larga van a pensar que soy rara”. Ella cree que está bien usar faldas cortas porque todas las demás chicas lo hacen.
Admitámoslo, todos nos sentimos justificados en nuestro pecado si podemos señalar a los demás haciendo lo mismo. Pero basta con que uno se levante y diga: “Yo haré lo correcto, sin importar lo que lo demás hagan” para que los demás se sientan culpables. ¿Por qué? Porque el que hace lo correcto los ha dejado sin excusas. Uno, deja en evidencia que las excusas de la mayoría son falsas: ¡no “todos” lo hacen! Los que actúan mal son así juzgados por la actitud de uno que escoge hacer lo correcto.
De igual manera, cuando estemos en el cielo, redimidos y purificados por la sangre del Señor Jesucristo, nuestras vidas juzgarán a todos los que rechazaron y desobedecieron al Señor.
¿Cómo es posible que las personas mueran e inmediatamente se encuentren en el infierno, cuando todavía no han sido juzgados?
La respuesta la encontramos en Juan 3:18. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado”. Una persona es condenada por el mero hecho de no haber creído en Cristo. Ese es el motivo por el cual cuando muere se va al infierno inmediatamente, sin necesidad de un juicio formal ni de ser sentenciado por Dios.
El “juicio” vendrá después según Apocalipsis 20:11-15, cuando estén de pie delante de un gran trono blanco (v.11) y sean juzgados según sus obras (v.12). El hecho de haber muerto en algún lugar remoto no impedirá que sean traídos delante de Dios, porque el mar, la muerte y el infierno entregarán los muertos que hay en ellos (v.13). Después de ser juzgados, serán lanzados al lago de fuego (v.14).
En el Día del Juicio, las personas perdidas serán traídas del infierno para ser lanzadas al lago de fuego. Aunque son dos lugares diferentes, el tormento en ellos es el mismo; excepto por los diferentes grados de castigo que habrán en el lago de fuego.
A menudo hablamos sólo de nuestra resurrección para vida eterna, pero las personas perdidas también van a resucitar físicamente.
Daniel 12:2 dice: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”.
En Juan 5:28-29, el Señor repite que los perdidos serán resucitados físicamente para presentarse al juicio “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas lo que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”
Según Apocalipsis 20:4-6, la resurrección de los perdidos ocurre después del milenio, porque dice: “Pero los otros muertos (los no salvos) no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”.
Las personas perdidas serán resucitadas para enfrentarse a Dios ante el Juicio del Gran Trono Blanco, y luego serán lanzadas al lago de fuego. Ese es el motivo por el cual es llamada “la segunda muerte” (Apocalipsis 20:6). Las personas perdidas sufrirán, literal y físicamente, dos muertes.
V. ¿Cuánto Tiempo Debe Una Persona Permanecer En El Infierno?
Según el Salmo 49:19: “Y nunca más verá la luz”. Mateo 25:41 nos dice que el Diablo y sus ángeles serán lanzados al “fuego eterno”. El versículo 46 de ese mismo capítulo dice sobre las personas perdidas que “irán éstos al castigo eterno”. Cuando el hombre rico en el infierno le pidió a Abraham que enviara a Lázaro para ayudarlo, Abraham le respondió: “los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá” (Lucas 16:26).
No hay manera de que alguna vez se pueda pasar del infierno al cielo, ni manera de que alguna vez se pueda pasar del cielo al infierno.
Esto no sólo nos enseña que aquellos en el infierno estarán allí eternamente sin posibilidad de salir, también nos enseña que nosotros que somos salvos no debemos temer ser lanzados fuera del cielo alguna vez durante la eternidad.
Judas 13, hablando de los perdidos, dice: “para los cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas”.
¿Cuánto tiempo estarán las personas en el infierno? Para siempre. Estarán allí por toda la eternidad.
¿Por qué Dios no puede dejarlos salir después de años de sufrimiento allí? Continúa leyendo para conocer la respuesta a esta pregunta.
El motivo
Hebreos 9:22 dice: “sin derramamiento de sangre no se hace remisión”. “Remisión” significa: “liberación. Se utiliza del perdón de los pecados” [Diccionario Vine].
Según Hebreos 10:4, la sangre de los animales “no puede quitar los pecados”. Hebreos 9:11-12 dice que el Señor Jesucristo “por su propia sangre entró en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”.
No hay “liberación o perdón de pecados” si no por medio de la perfecta sangre del Señor Jesucristo. Los sacrificios de animales no se pueden utilizar para obtener el perdón de los pecados. Los sacrificios humanos no se pueden utilizar para obtener el perdón de los pecados, por cuanto “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Sólo Cristo puede salvar, porque Él, Dios encarnado, nació milagrosamente de una virgen, y por lo tanto no tiene una naturaleza pecaminosa como la nuestra. Vivió una vida perfecta, y murió en nuestro lugar. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
El motivo por el que las personas deben pasar la eternidad en el infierno es porque ninguna cantidad de sufrimiento de su parte podrá jamás quitar uno solo de sus pecados si rechazan al Señor Jesucristo. Sólo la sangre pura y sin pecado del Señor Jesucristo puede hacerlo, y ellas rechazaron Su sacrificio en esta vida, cuando podrían haberlo aceptado.
Sí, sufrirán mucho durante mil años en el infierno; pero después de esos mil años todavía todos sus pecados testificarán en contra de ellos, porque el sufrimiento no puede quitar los pecados, sólo la sangre de Cristo puede hacerlo.
Es semejante a un ladrón que está preso por haber robado un millón de dólares de un camión blindado. Había llevado el dinero a su casa, y la policía lo arrestó como sospechoso. Cuando lo interrogaban en la estación de policía, un cortocircuito provocó un incendio en su casa, y todo el dinero resultó quemado. Fue a juicio y el juez lo sentenció a permanecer en la cárcel hasta que devuelva el último centavo del millón de dólares.
¿Cuáles son las probabilidades de que lo pueda hacer? Está en la cárcel y no tiene trabajo. No tiene ninguna forma de ganar dinero. ¿Qué parte del millón de dólares podrá devolver en 10 años? Ni un solo centavo. ¿Cuánto podrá devolver en 50 años? Ni un solo centavo.
En su situación, él nunca podrá salir de la cárcel, porque no tiene posibilidad alguna de que pueda cancelar su deuda.
De igual forma, un alma perdida jamás podrá salir del infierno, porque no existe manera alguna de que pueda cancelar sus pecados, sólo la sangre de Cristo podría haber hecho eso por ella, y la rechazó.
¿Por qué los que están en el infierno no tienen otra oportunidad de recibir al Señor Jesucristo como Salvador? La respuesta es sencilla: pecaron en esta vida, y debían haber aceptado la remisión de sus pecados en esta vida.
Supongamos que un hombre se ve involucrado en un accidente automovilístico y pierde mucha sangre. El problema es que tiene un tipo de sangre muy raro, y el único que lo puede ayudar es un hombre que le ha testificado del Señor Jesús muchas veces, pero a él no le agrada este hombre. En vez de aceptar la transfusión de sangre de este “fanático religioso”, le dice: “Puedo hacerlo sin tu Dios, y lo puedo hacer sin tu sangre. ¡Lárgate de aquí!”
El cristiano se va, triste, y el accidentado muere una hora después. Igual que el hombre rico en Lucas 16:22-23, inmediatamente se encuentra en el tormento del infierno. Entonces clama: “Esperen, acepto la transfusión de sangre”. ¿Le servirá su arrepentimiento ahora? No, porque ya murió.
Un hombre que es mordido por una serpiente cascabel, dice: “Soy un tipo fuerte. No necesito un antídoto”. Pero dentro de un rato, cuando está todo hinchado, decide que mejor va al hospital. Camino al centro asistencial, muere. ¿Le servirá del algo recibir el antídoto ahora? No. El antídoto sólo podría haberlo ayudado cuando estaba con vida.
La única esperanza de llegar al cielo que tiene una persona es que la sangre de Cristo remita sus pecados cuando todavía está viva.
Tú que lees, ¿ha lavado tus pecados la sangre de Cristo? Hebreos 9:27 dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres, que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”.
Repaso y Conclusión
1. El infierno no fue creado a causa de los seres humanos, sino a causa de Satanás (el diablo) y sus ángeles.
2. Antes de su caída la posición de Satanás era la de un querubín grande y protector.
3. Satanás era hermoso y perfecto hasta que se halló en él maldad.
4. El infierno también fue creado por la necesidad de separar a las personas impías de las justas.
5. Dios jamás ordenó que se construyera un “sistema carcelario” como el que tenemos en la actualidad. Pregunta: ¿Cuáles son las cuatro cosas que Dios diseñó para cuando se cometiera, o se creyera que se había cometido, un crimen? Respuesta: (1) Ciudades de Refugio; (2) Pena Capital; (3) Castigo Corporal; (4) Restitución.
6. Las personas que rechazan el evangelio (las buenas noticias de que Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado, y que resucitó al tercer día) se irán al infierno.
7. El pecado que Dios no puede perdonar es el pecado de incredulidad.
8. Las personas que nunca han escuchado el evangelio también se irán al infierno.
9. La historia de Cornelio nos enseña que aún las personas buenas que oran y dan muchas limosnas para ayudar a otros también se irán al infierno sino oyen el evangelio y se salvan.
10. Aunque la naturaleza es prueba suficiente y absoluta de que hay un Dios, esta no le puede decir a una persona cómo ser salva.
11. Los ángeles que rechazan la autoridad y el plan de Dios también serán enviados al infierno; de hecho, ya hay algunos de ellos ahí.
12. Estrictamente hablando, las personas que ahora están en el infierno están allí en el espíritu, no en la carne.
13. Los seres espirituales pueden aparecer en forma física capaz de todas las actividades físicas normales, sabemos esto porque el Señor y dos ángeles se le aparecieron a Abraham y comieron la comida que él les preparó.
14. Cuando las personas sienten dolor extremo aprietan y hacer rechinar sus dientes. Sabemos que las personas que están en el infierno sienten dolor extremo porque la Biblia lo describe como un lugar de “lloro y crujir de dientes”.
15. En el infierno todas las personas sufren, pero no todas sufren el mismo castigo o tormento.
16. Las personas que están en el infierno recuerdan todo lo que ocurrió cuando vivían sobre la tierra.
17. Algunas personas bromean diciendo que prefieren irse al infierno porque todos sus amigos estarán allí, pero cuando estén allí desearán que ninguno de sus amigos o familiares tenga que llegar a tan terrible lugar.
18. En la actualidad, Satanás tiene acceso tanto al cielo como a la tierra.
19. No todos los demonios (ángeles caídos) tienen libertad para vagabundear a su antojo por el cielo y la tierra, algunos ángeles cometieron actos tan viles que Dios “los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”.
20. Una manera en que nosotros tomamos parte en el proceso de juzgar al mundo y a los ángeles es por nuestra simple presencia en el juicio.
21. Una persona es condenada por el mero hecho de no haber creído en Cristo. Ese es el motivo por el cual cuando muere se va al infierno inmediatamente, sin necesidad de un “juicio” formal ni de ser “sentenciado” por Dios.
22. El “juicio” y la “sentencia” vendrán después, cuando estén de pie delante de Dios y Su Gran Trono Blanco.
23. Las personas perdidas serán resucitadas físicamente para enfrentarse a Dios ante el Juicio del Gran Trono Blanco, y luego serán lanzadas al lago de fuego. Ese es el motivo por el cual sufren la “segunda muerte” al ser lanzados al lago de fuego.
24. Las personas en el infierno nunca más verán la luz.
25. No hay manera de que alguna vez se pueda pasar del infierno al cielo, ni manera de que alguna vez se pueda pasar del cielo al infierno.
26. Ninguna cantidad de sufrimiento en el infierno podrá jamás quitar uno solo de los pecados de una persona, porque “sin derramamiento de sangre no se hace remisión”.
27. La sangre del Señor Jesús nos puede salvar sólo si la aceptamos mientras aún estamos con vida.
¿Cómo Podemos Ser Salvos del Infierno?
1. Debemos reconocer que hemos pecado (Romanos 3:23; 1 Juan 1:8).
2. Debemos aceptar la paga del pecado (Romanos 6:23).
3. Debemos darnos cuenta de que si morimos en nuestros pecados, nos iremos al infierno (Salmo 9:17; Proverbios 15:24; Lucas 12:4,5).
4. Debemos reconocer que el Señor Jesucristo murió en nuestro lugar (Romanos 5:8; 1 Pedro 3:18; 1 Pedro 2:24).
5. Debemos aceptar que sólo podemos ser salvos por la sangre derramada del Señor Jesucristo, y no por alguna buena obra que hagamos (1 Juan 1:7; 1 Pedro 1:18,19; Efesios 2:8,9; Tito 3:5-7).
6. Debemos reconocer que después de que el Señor Jesús murió por nuestros pecados, Él se levantó victorioso de la tumba al tercer día, probando que Su sacrificio fue suficiente para pagar por todos los pecados de todo el mundo (1 Corintios 15:1-4).
7. Para ser salvos debemos arrepentirnos (debemos desear dejar de pecar y abandonar nuestras creencias falsas, y debemos desear que el Señor Jesucristo nos lave de todo nuestro pecado) (Lucas 13:3; Hechos 3:19; Hechos 26:20).
8. Debemos comprender que, después de ser salvos, el primer mandamiento de Dios es que nos bauticemos, y que luego vivamos para Él? (Hechos 2:41; 2 Corintios 5:17).
9. ¿Estás listo(a) ahora para orar y pedirle al Señor Jesucristo que perdone todos tus pecados, y te salve? (Juan 1:12; Romanos 10:13; 1 Juan 5:13).
10. Si ya has recibido la salvación de Dios y el perdón de tus pecados proporcionado por la sangre derramada de Cristo, debes perseverar en la fe hasta el fin para asegurar tu salvación (Mateo 24:13), ya que es posible extraviarse del camino si tu amor se enfría.
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