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martes, 5 de julio de 2011

¿CON QUÉ AUTORIDAD INTERPRETO Y ENSEÑO LA BIBLIA?

A diferencia de lo que muchos cristianos profesantes creen, la Biblia enseña que todo y cualquier cristiano verdadero debe interpretar y enseñar las Escrituras, sin que tenga que presentar “cartas de recomendación” para ello.

“¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?” (2 Corintios 3:1).

Las cartas de recomendación son hoy en día esas “credenciales de papel” (los diplomas, los certificados, los títulos y las licencias de acreditación) que tanto obsesionan al mundo y a los cristianos carnales.

Nunca en la Biblia alguno de los voceros de Dios certificó jamás su autoridad divina mostrando un pedazo de papel o refiriéndose a él. Todo lo que significan las “credenciales de papel” es que alguien ha memorizado suficientes respuestas como para aprobar un examen y que tuvo suficiente dinero y tiempo libre como para ir a tal o cual centro de estudio. Por supuesto que, si uno va al “seminario bíblico”, también debe aprender a hablar como sus maestros para hacer carrera entre ellos.

Pero, ¿qué es una “credencial de papel”? ¿Quién o qué le da a un hombre el permiso y la autoridad para hablar por Dios? ¿Cómo es que a alguien que tiene una licencia para la práctica de la medicina o del derecho también se lo considera una autoridad en asuntos espirituales? ¿Acaso siete años de educación que se invierten en el prospecto económico propio lo hacen a uno más espiritual? ¿Tener una licencia para la práctica del derecho demuestra que uno tiene luz divina? ¿Acaso unas “credenciales de papel” otorgadas por un grupo eclesiástico da autoridad divina? Los logros carnales y mundanos se ostentan para que el mundo y los cristianos carnales los admiren. Lo que es de alta estima entre los hombres, es abominación ante Dios.

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).

“Inquirid en el libro de Jehová, y leed si faltó alguno de ellos; ninguno faltó con su compañera; porque su boca mandó, y los reunió su mismo Espíritu” (Isaías 34:16).

Y nuevamente en Juan 5:39, donde el Señor Jesús dice, “Escudriñad las escrituras”.

Ya que es Dios quien nos ordena escudriñar, leer y estudiar para usar bien la Palabra de Verdad, entonces por Su autoridad debemos obedecer. Porque el mismo Dios que nos ordenó leer y estudiar, también dijo:

“Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras” (Proverbios 1:23).

Así que Dios, quien nos ordena escudriñar Sus Escrituras, leerlas y estudiarlas en forma concienzuda, dice que si nos volvemos a Su reprensión, Él derramará Su Espíritu en nosotros y nos hará conocer Su palabra. Lógicamente hablando, debemos poder interpretar lo que leemos por su Espíritu Santo. Ahora, por supuesto, esto requiere fe. El tipo de fe Salvadora que se nos imparte una vez hemos nacido de nuevo en forma genuina. Escuchemos:

“Porque sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se allega a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).

En Santiago 1: 5-7 leemos:

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.

Si un hombre cree en Dios y no da el paso de fe de obedecerlo en toda manera, incluyendo el estudio sistemático de la Escritura, entonces ese hombre no recibirá nada de Dios. Quizás es por eso que tantos cristianos profesantes no leen la Biblia. Simplemente no creen en las promesas de Dios, ni obedecen Sus mandamientos por fe.

Tito 2:15 dice: "Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie".

Aquí Dios nos dice que tenemos toda autoridad para hablar y exhortar y reprender. Podría pensarse que esto bastaría como prueba, pero no faltará quien trate de refutarnos cambiando la interpretación de tales pasajes diciendo que nadie puede interpretar por sí mismo la Palabra de Dios. Esta tarea no se les ha dado a los fieles, ni siquiera a los teólogos, sino sólo a la autoridad magisterial de la iglesia (sacerdotes, pastores, predicadores oficialmente ordenados y debidamente certificados).

Por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Católica, #85, dice:

“El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al magisterio vivo de la iglesia”.

Nótese que el Catecismo de la Iglesia Católica llama a su tradición humana “palabra de Dios”. Llaman a la forma escrita –la Santa Biblia- “escritura”, y su forma oral “tradición”. Roma cree que ambas son la “palabra de Dios” y que sólo su autoridad magisterial (clero) puede interpretarlas. 

Lamentablemente la iglesia evangélica apóstata cree lo mismo.

Para los cristianos genuinos hay sólo una fuente y regla de nuestra fe, la Palabra escrita de Dios, y sólo Su Espíritu puede interpretar lo que Su Espíritu nos ordena leer. Sin embargo, el satanismo siempre ha puesto el énfasis primario en la “tradición oral” de los antiguos, ya que transmiten esta tradición oral de generación a generación. Cuando la Iglesia Católica pone ese énfasis en su “tradición oral”, revela sin querer sus raíces ocultistas.

Un hombre católico dijo: “Usted asume que 'Palabra de Dios' significa la 'palabra escrita'. ¿Dónde enseña la Biblia que sólo la palabra escrita es la Palabra de Dios?” 

Este hombre citó 2 Tesalonicenses 2:15, que dice: “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra”

La conclusión de este católico era que en este pasaje Pablo coloca la tradición oral en el mismo nivel que la Palabra Escrita de Dios.

Lo que este hombre católico asumió fue que las tradiciones de que Pablo hablaba eran diferentes de la Palabra escrita. Pero Pablo dijo: “Sea por palabra, o por carta nuestra”. Esto denota que la tradición de que habla estaba ya escrita en su epístola, de modo que ya fuera que la oyeran decir o la leyeran en la epístola, debían mantenerse firmes en ella. De haber Pablo dicho que debemos estar firmes en la tradición oral y en las epístolas, entonces Roma tendría en qué afirmarse. Pero como son las cosas, Pablo es muy claro en cuanto a que la tradición ya estaba escrita en la epístola, “sea por palabra, o por carta nuestra”. Si buscamos el vocablo griego para tradición, notará que dice “específicamente las leyes de la tradición judía”. No estamos hablando de las tradiciones romanas que ellos reclamaron que “se desarrollaron” a lo largo de los siglos. Pablo no pudo haber querido decir que debíamos afirmarnos en las tradiciones que se desarrollarían años después, especialmente a la luz de la escritura donde Pablo dice que no rehuyó declarar “todo el consejo” de Dios. Por tanto, las tradiciones de que habla Pablo no podrían ser las mismas tradiciones de que Roma habla.

Otro punto significativo a entender es que incluso las Escrituras no ponen la tradición a la par de la Escritura, advirtiéndonos que, “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8).

Tomás de Aquino usó la filosofía de Aristóteles para respaldar su doctrina de la Transubstanciación. Esta doctrina, al tener sus rudimentos en el mundo y no en Cristo, fue creada para arruinar, esto es, para robarles a los hombres su salvación. Enseña a los hombres que adoren y se inclinen ante un pedazo de pan y lo llamen “Dios”. Esto es idolatría y una tradición de hombres. Es interesante que en Mateo 15, el Señor Jesús, conociendo las cosas de antemano, expuso la falsa doctrina de la transubstanciación al mismo tiempo que condenaba las tradiciones de hombres. ¡El Señor claramente enseñó que el dios del catolicismo romano es echado a la letrina! “Todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina”.

Una traducción moderna señala el lugar final donde termina la comida que entra al vientre. “Todo lo que comemos o bebemos va al estómago, y después el cuerpo lo expulsa” (Mateo 15:17). ¡En otras palabras, el Señor Jesús dice que cualquier cosa que entra al vientre es eliminado a través de los intestinos!

¿Entra la hostia romana por la boca? ¿Va al vientre? Entonces, de acuerdo con el Señor, la hostia romana -el dios romano- es echado en la letrina, a través de los intestinos. El Señor, que no puede mentir, dejó eso claro cuando literalmente condenó la tradición de Roma por literalmente comerse a su dios. Durante mucho tiempo los satanistas han practicado este tipo de práctica. Por lo tanto, se reafirma la verdad, como proclama audazmente el pasaje mencionado anteriormente.

Autoridad Final

Continuemos. Este hombre católico también dijo: “¿Dónde dice la Biblia que ella por sí sola es su autoridad final?”.

Ya que hemos probado que por la autoridad de Dios estudiaremos y leeremos las Escrituras, nuestro deseo era que este hombre escuchara claramente 2 Timoteo 3:14-15:

“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”.

La Biblia de las Américas da aun más luz sobre esta importantísima Escritura:

"Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús''.

Nótese que la versión Reina-Valera dice que las “Sagradas Escrituras” te pueden hacer sabio para la salvación. Roma admite que cuando dice “sagradas escrituras”, habla de la palabra escrita de Dios, no de la tradición. Aquí tenemos a Pablo, hablando a Timoteo y diciéndole que la única cosa necesaria que lo puede hacer sabio para la salvación es las “Sagradas Escrituras”.

En Romanos 15:4, Pablo habla de nuevo sobre la palabra escrita:

“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza”.

Si la tradición es la palabra de Dios, entonces, ¿por qué Pablo no dijo algo como “cualesquiera cosas que se escribieron y transmitieron antes oralmente, eran para nuestra enseñanza, a fin de que por medio de la paciencia y consolación de las Escrituras y la tradición tengamos esperanza”?

Es evidente que Pablo coloca la palabra escrita por encima de todo, como hace en 1 Corintios 4, donde dice, “para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito”.

La Palabra Escrita de Dios condena totalmente la doctrina de Roma. Dios insiste en que toda la humanidad está sujeta a Su palabra escrita. A algunos hombres les gusta creer que están por encima de lo que está escrito y considerar que sus palabras están al mismo nivel de la Palabra de Dios. Roma ha hecho esto al decir que su Tradición Eclesiástica es la palabra de Dios. ¡Eso es añadir a la palabra de Dios cosas que no están escritas! Alabado sea Dios, que reveló esta mentira en Su palabra escrita:

En 1 Reyes 2:1-3, el rey David está en su lecho de muerte y llama a Salomón para aconsejar a su hijo, que pronto tomaría su lugar. Dijo:

“Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre. Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas”.

Aquí el rey David le dice a su hijo que guarde la ley y los testimonios escritos en la ley de Moisés, no las cosas que fueron transmitidas por la tradición oral, sino las que están “escritas”. 

Isaías 8:20, dice: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. La ley y el testimonio, de acuerdo con el rey David, estaban “escritos”.

Josías, que “hizo lo bueno ante los ojos de Jehová”, cuando escuchó las palabras del Señor que estaban escritas en el libro del Señor, no sólo se arrepintió, sino que hizo que todo Israel escuchara la palabra del Señor que estaba escrita en el libro del Señor, de modo que todo Israel se arrepintiera y se volviera al Señor. Fue la palabra “escrita” la que cambió el corazón de Israel, y no la tradición. De hecho, fueron las tradiciones de los padres de Israel las que trajeron juicio. ¡No hicieron caso de la “palabra escrita”!

Dios condenó cualquier “añadidura” o “eliminación” a Su Palabra Escrita:

Deuteronomio 4:2: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno”.

Deuteronomio 12:32: “Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás”.

Proverbios 30:5-6: “Toda palabra de Dios es limpia; El es escudo a los que en él esperan. No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso”.

Nótese que Dios llama a los que “añadan”  a Su Palabra, al insistir en que sus tradiciones tienen igual peso que la Palabra Escrita, “mentirosos”. Si el catolicismo romano le ha mentido a sus seguidores en relación con la enorme tradición oral de los padres de la iglesia, usted puede apostar a que han mentido todo el tiempo al enseñar doctrinas antibíblicas.

Apocalipsis 22:18-19: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro”.

El Señor Jesús termina la Biblia con una advertencia personal, solemne, de no añadir ni quitar nada de la revelación que le dio a Juan. Así, desde el comienzo de la ley en Deuteronomio 4 hasta el mismo fin de la Biblia en Apocalipsis 22, Dios ha advertido solemnemente a todo el mundo que no añada o quite a Su Palabra Escrita. Aun así, hay más de mil millones de católicos romanos -la iglesia más rica de toda la tierra- que está construida sobre el fundamento de arena llamado la "Tradición de la Iglesia"; y muy pronto, Dios conmoverá todos los fundamentos de esa arena de modo que la iglesia entera se desmorone. ¡Ay de las iglesias evangélicas que hayan imitado sus caminos!

¿Predicó Pablo fuera de la ley y el testimonio? No, por su propia confesión, el evangelio que predicó era lo que “él había prometido antes por sus profetas en las santas escrituras” (Romanos 1:2). 

Es por eso que Pablo dijo: “Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe” (Romanos 16:25 y 26).

¡El evangelio es manifestado por las Escrituras! No hay evidencia de que el evangelio sea dado a conocer por la palabra escrita y las tradiciones orales. El evangelio que Pablo predicó ya estaba escrito en el Antiguo Testamento. Por eso fue que Pablo dijo que se mantuvieran firmes en las tradiciones, o las leyes tradicionales judías. Fueron la ley y los profetas los que revelaron a Cristo. En Gálatas 1:14, Pablo dijo que él había sido “mucho más celoso de las tradiciones de mis padres”. Esto fue antes de que él fuera salvo, así que las tradiciones de que habla definitivamente son tradiciones judías, y en Romanos 11:2, Pablo dejó registro de que los judíos tenían celo de Dios, pero no conforme al conocimiento (revelación dada por el Espíritu de Dios). La ley escrita que Pabló amó y por la cual sintió tanto celo, las “tradiciones” de sus padres, no podían ser entendidas a menos que el hombre fuera nacido de nuevo.

En 2 Corintios 3, comenzando en el versículo 14, dice: “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado”.

Es interesante ver cómo las personas católicas están tan engañadas al pensar que las tradiciones de Roma son iguales en autoridad a la Palabra de Dios. Eclesiastés 12:10 dice: “Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y escribir rectamente palabras de verdad”.

Apocalipsis 20:12 dice que seremos juzgados por las cosas que están escritas en los libros. El Señor Jesús no dice que seremos juzgados por las tradiciones que no están escritas, sino juzgados por aquellas cosas que están escritas.

Por todo esto, nuestro pobre amigo católico se enoja y replica:

“Si el Espíritu Santo obrando en conjunto con la Escritura provee iluminación, convicción y discernimiento, ENTONCES ¿por qué los protestantes que 'sólo creen en la Biblia' no pueden estar de acuerdo sobre qué significan las Escrituras? Si sólo la Biblia es suficiente, ENTONCES nunca podría haber desacuerdo respecto a lo que signifique ningún versículo. Las Escrituras siempre están sujetas a una interpretación personal extrabíblica. Los protestantes no se someten a nadie, ni siquiera a Dios y están guiados sólo por su interpretación personal individual de la religión. Para el protestante, no hay verdad. Yo creo que el versículo 1 enseña la doctrina X, usted cree que el versículo 1 no enseña X, sino Y+. Aun así, de algún modo Dios nos lleva a ambos a estas posiciones opuestas. ¿Están ambas correctas?".

Lo que el catolicismo romano le ha enseñado a este pobre caballero, es que confiar en el Espíritu de Dios para que realmente lo guíe a toda verdad, es peligroso y sólo puede conducir a la división, así que ataca la fe evangélica/protestante y reclama que no nos sometemos a nadie.

Este caballero también necesita entender varias cosas:

¡Primero, Roma no está de acuerdo consigo misma! Muchos de sus adherentes no creen en la política de control de la natalidad del Vaticano, o en el aborto, o en la confesión, o en la comunión. ¡Así que este católico está totalmente equivocado en su aseveración, de que Roma está unificada en sus creencias y prácticas!

No se le ha ocurrido a este hombre católico que si él usara su propia teoría, esto es que si el versículo bíblico enseña X y la tradición se opone a X y enseña Y+, aun así de alguna forma Dios los lleva a ambos a estas posiciones opuestas. ¿Están ambos correctos? Un buen ejemplo: El Concilio de Trento, en el Canon xxiv, dice: “Si alguien dijera que la justificación recibida no es preservada, y también incrementada ante Dios mediante las buenas obras; sino que esas buenas obras son sólo los frutos y las señales de la justificación obtenida, y una causa de su incremento, sea maldito”.

Así que Roma claramente enseña que el hombre es justificado por las obras, y claramente condena a aquellos que creen lo contrario... lo cual incluiría al apóstol Pablo, que dijo: “No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5).

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).

“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).

“Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5)

¡El apóstol Pablo es condenado por el Concilio de Trento!

Los escritos bíblicos de Pablo son testigos de que el hombre no es justificado por las obras, sino por la fe. “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). Pablo escribió mucho sobre eso. Incluso Santiago expuso sobre eso mostrando que Abraham le creyó a Dios y le fue contado por justicia...luego siguieron las obras. Primero le creyó a Dios...luego actuó basado en esa creencia. Es evidente que las obras son el fruto de la justificación, y no la causa.

La tradición “Y+” de Roma está opuesta al versículo “X” de la Escritura, así que ¿por qué nuestro amigo católico no puede aplicar el mismo razonamiento a su propia religión? Porque Roma lo ha aterrorizado hasta llevarlo a pensar que si se atreve a discrepar de Roma, está en desacuerdo con Dios y está condenado al infierno. La única forma en que esta pobre gente católica será liberada es que el evangelio les sea predicado, a través de ojos que estén abiertos mediante el poder iluminador del Espíritu Santo. Eso significa que los cristianos tienen que obedecer a Dios y estudiar, de modo que puedan ayudar a alcanzar a estas pobres almas perdidas.

No se deje engañar, los apologistas católicos les han enseñado a sus lenguas a mentir y como la langosta que se come todo lo que es verde, estos hombres están devorando almas como si fueran nada. Por favor, tenga misericordia de los católicos y continúe peleando la buena batalla.

Ciertamente, el Final de los Tiempos está sobre nosotros, como lo evidencia la falsa iglesia “cristiana” llamada catolicismo romano, y todas las iglesias evangélicas que han adoptado la misma postura de Roma, en vez de combatirla.

Conclusión

¿Con qué autoridad interpreto y enseño la Biblia? Con la autoridad de las Escrituras citadas y la guía del Espíritu Santo de Dios que me habita. 

“Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiere su espíritu sobre ellos”  (Números 11:29).
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