El momento en que ocurre el arrebatamiento es de suma importancia para la iglesia. Lamentablemente, una buena parte de ella está hoy seriamente equivocada en cuanto al lugar que ocupa este singular evento en relación con la gran tribulación del Anticristo. Sin embargo, el momento correcto es revelado claramente por Cristo en el Discurso del Monte de los Olivos, es confirmado por medio de Pablo en sus cartas a los Tesalonicenses, y es verificado por Juan en el libro de Apocalipsis.
Como mencionamos anteriormente, todas las profecías con respecto a la primera venida de Cristo fueron cumplidas literalmente, en todo detalle, y todas las relacionadas con la segunda venida se cumplirán de la misma manera. No entendemos cómo un cristiano que reconoce la infalibilidad de las Escrituras podría creer de otra forma. Y, sin embargo, muchos estudiantes sinceros de la Biblia, quienes son cuidadosos en interpretar la Palabra de Dios en su sentido más natural, normal y acostumbrado (literal) en la mayoría de las áreas de la doctrina, modifican sus criterios en diferentes grados en lo que se refiere al momento en que ocurrirá el arrebatamiento y los otros eventos estrechamente relacionados con los últimos tiempos.
Entendida correctamente, la posición post-tribulacional y pre-ira es la única interpretación respaldada por el Nuevo Testamento, si nuestra hermenéutica es en verdad importante para encontrar el significado más natural, normal y acostumbrado del texto. La esencia de esta posición es que Cristo arrebatará a su iglesia inmediatamente después que Él acorte la gran tribulación del Anticristo, e inmediatamente antes que inicie el juicio del día del Señor sobre el mundo impío. En otras palabras, la iglesia debe estar preparada para la prueba de fuego que toda la tierra va a experimentar puesto que todos aquellos que no se sometan a Satanás estarán sujetos a la gran persecución del Anticristo. Como ya estudiamos con algún detalle en las páginas anteriores, la señal del fin del siglo y de la venida del Hijo del Hombre suceden una tras otra, la primera precipitando la segunda, con ambas acortando la gran tribulación del Anticristo contra lo escogidos de Dios, y las dos anticipando la venida del “Hijo del Hombre… sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria”.
He aquí lo esencial del asunto: o la iglesia experimenta o no experimenta la severa persecución del Anticristo. La intención de este estudio es advertir al creyente que debe estar preparado para este tiempo de aflicción sin igual. Hasta aquí hemos estado considerando paso a paso el orden bíblico de eventos, incluyendo la persecución del Anticristo contra “la mujer” y contra “el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y guardan el testimonio de Jesús” (Apocalipsis 12:17), hasta la aparición de la señal de la venida de Cristo. Todo pasaje bíblico desarrollado con alguna profundidad ha apoyado nuestra inquietud. Si nuestra premisa es correcta, el evento que sigue inmediatamente en esta sucesión de eventos debe ser el arrebatamiento. Además el momento en que ocurre el arrebatamiento debe ser una enseñanza clara del Nuevo Testamento, no una posición (tal como el pre-tribulacionismo) cuya defensa no es “una enseñanza explicita de las Escrituras”, o una que “la Biblia no declara palabra por palabra”, o cuya “prueba ha sido a veces lógicamente invalidada o al menos poco convincente”. A causa de que la enseñanza de la mayoría de las iglesias de hoy o quita a la iglesia antes de la gran tribulación o sencillamente alegoriza esta verdad crítica, hemos decidido enfocarnos en este asunto crítico, exponiendo cuidadosamente la defensa bíblica del punto de vista “post-tribulacional/pre-ira”. Para aquellos que estén más interesados en lo que la Biblia dice que aferrarse a un sistema sin apoyo bíblico, nuestra posición sí presenta una enseñanza explícita de las Escrituras, válida lógicamente y convincente. Si nuestra posición es la bíblica, y lo es, las consecuencias de una forma de pensar errónea serán devastadoras.
El propósito del presente estudio es entender la enseñanza inequívoca de las Escrituras sobre cuándo ocurrirá el arrebatamiento. Primero, veremos que el arrebatamiento tiene lugar el mismo día que el Señor empieza a derramar su ira de juicio sobre el mundo. Segundo, entenderemos que estos eventos casi simultáneos (el arrebatamiento y juicio) pueden sólo suceder cuando Dios acorte la gran tribulación del Anticristo. Aunque ya hemos desarrollado estas conclusiones a través de los capítulos precedentes, vamos ahora a una presentación explícita y sistemática de lo que las Escrituras enseñan en forma consecuente acerca de estas verdades.
EL ARREBATAMIENTO Y LA IRA EN EL MISMO DÍA
Ya establecimos en los dos capítulos anteriores la interrelación de la señal del fin del siglo y de la venida de Cristo, y ya hemos dado evidencia considerable de que el arrebatamiento y el día del Señor deben suceder el mismo día, algún día durante la segunda mitad de la semana septuagésima. Al ir estudiando las Escrituras más a fondo, vemos de manera concluyente que cuando Cristo venga de nuevo, primero rescatará a su iglesia y entonces emprenderá la destrucción del mundo, ambas acciones ocurriendo una a continuación de la otra en el mismo día. En efecto, el arrebatamiento pondrá en marcha la ira.
Este es un asunto importante que debemos entender. Si estos dos eventos suceden el mismo día, este hecho destruye la inminencia del retorno de Cristo el cual es fundamental para la posición pretribulacionista. La inminencia de Su retorno, como la entienden y la enseñan hoy aquellos que intentan mantener a la iglesia fuera de la gran tribulación, significa que Cristo podría volver en “cualquier momento” desde su partida registrada en Hechos 1:9-11. Según este punto de vista, nada ha tenido que acontecer proféticamente desde la ascensión, dado que la segunda venida de Cristo siempre ha sido inminente, esto es, podría haber ocurrido en cualquier momento. En cambio, si ambos eventos, (el arrebatamiento y el juicio) sucedieran en el mismo día, la doctrina de la inminencia quedaría destruida puesto que acontecimientos importantes necesitarían ocurrir antes del retorno de Cristo. En este caso el día del Señor no puede ocurrir hasta que Israel esté en su propia tierra. También, debido a que la ira de Dios será contra los habitantes y ejércitos injustos del reino terrenal de Satanás, el Anticristo y su octavo imperio bestial deben estar en el escenario del mundo cuando Cristo vuelva para el arrebatamiento y el juicio. Por lo tanto, si el arrebatamiento de la iglesia y el día del Señor acontecen en el mismo día, el inminente retorno de Cristo ha sido imposible durante los pasados dos mil años. El hecho de que el arrebatamiento y la ira tendrán lugar en el mismo día es importantísimo. Examinaremos lo que la Biblia enseña sobre este asunto.
ENSEÑADO ESPECÍFICAMENTE POR CRISTO MISMO
En una plática que Cristo tuvo con Sus discípulos antes del Discurso del Monte de los Olivos, les dijo específicamente que los dos eventos, el arrebatamiento y la ira, sucederán en el mismísimo día. La conversación empieza con un pasaje que se refiere específicamente al tiempo cuando los verdaderos discípulos de Cristo experimentarán gran persecución, esperando con ansiedad el regreso de Cristo. Es el resumen perfecto de todo lo que hemos examinado anteriormente.
“Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis. Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día. Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lucas 17:22-24, 26-30).
No podría ser más claro. Cristo explica que el Hijo del Hombre se manifieste (refiriéndose directamente a la señal de Su venida [v. 24]), en el mismo día que empezará el juicio de Dios de los inicuos tal como ocurrió en los días de Noé y Lot. No obstante, algunos intérpretes rechazan esta sencilla enseñanza del Señor y en su lugar tratan de mostrar que existe un intervalo entre el arrebatamiento y el juicio del día del Señor negando así la clara enseñanza de Cristo en su ilustración relacionada con Noé y el diluvio. Ellos citan en este intento el relato del diluvio que aparece en Génesis en el cual Dios le manda a Noé:
“Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación. De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra... Porque pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré de sobre la faz de la tierra a todo ser viviente que hice” (Génesis 7:1, 2, 4).
Se argumenta que la frase “pasados aún siete días [dentro de siete días], haré llover sobre la tierra”, significa que Noé y su familia entraron en el arca siete días antes de que empezara la ira de Dios. Por lo tanto ellos sostienen que lo que Cristo dijo específicamente que sucedió en el mismo día, de hecho, no sucedió así sino que en lugar de eso incluyó un intervalo de siete días. Sin embargo, tal conclusión no sólo contradice la enseñanza de Cristo mismo, sino que está basada en un pasaje de las Escrituras sacado de su contexto, porque como el texto de Génesis explica, de hecho, la entrada de Noé con su familia fue “en el mismo día” que “se rompieron todas las fuentes del gran abismo”.
“El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches. En este mismo día entraron Noé, y Sem, Cam y Jafet hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos, con él en el arca; "(Génesis 7: 11-13).
En otras palabras, el rescate de Noé y su familia ocurrió en el mismo día que la lluvia del juicio empezó a caer, y “lo mismo acontecerá”, dijo el Señor Jesús, “el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lucas 17:30). Los discípulos entendieron esa verdad. Como lo vemos en su pregunta al Señor que originó en Discurso del Monte de los Olivos: “Y estando Él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). Como ya mencionamos anteriormente, los discípulos entendieron la secuencia correcta de los eventos, aunque las señales aparecerán en sentido inverso al de los eventos, algo que no tenían forma de saber hasta que Cristo les explicara la interrelación de ambas. Ellos sabían que Su venida y el fin del siglo estaban inseparablemente conectados, que Su venida iniciaría el fin del siglo (el día del Señor). Los discípulos sin duda alguna recordaron la enseñanza del Señor de que estos dos eventos sucederían el mismo día, y ellos querían saber cómo reconocer las señales que indicarían ese gran acontecimiento de dos partes.
CONFIRMADO POR PEDRO
Casi parecería como si el Espíritu Santo quisiera recalcar la importancia de esta verdad, al notar que Pedro usó las mismas ilustraciones:
“Y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados, sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio…” (2 Pedro 2:5-7, 9).
Pedro meramente repite lo que Su Señor le había enseñado, la verdad de que cuando Cristo regrese, vendrá para rescatar a Sus santos y, a la vez destruir a los inicuos.
UNO SERÁ “TOMADO” Y EL OTRO SERÁ “DEJADO”
Como acabamos de ver en las secciones anteriores, se usa la ilustración del rescate de Noé antes de que el mundo fuera destruido mediante agua para mostrar que el arrebatamiento de la iglesia y el juicio divino son eventos interconectados. Pedro la utiliza en el pasaje citado arriba, y Cristo usó la ilustración para indicar que ambos hechos ocurrieron en el mismo día (Lucas 17). Cuando unos días después pronunció el Discurso del Monte de los Olivos, empleó de nuevo la misma ilustración. A pesar de todo, a fin de preservar un sistema que no tiene apoyo en las Escrituras, algunos se ven de nuevo en la necesidad de distorsionar la obvia intención de la ilustración de Cristo, aplicándola a la batalla de Armagedón en vez de al arrebatamiento, y de ese modo declaran que el que es “tomado” es tomado para juicio, y que el que es “dejado” es dejado para entrar en el reino milenial de Cristo.
Para responder a esta interpretación sólo necesitamos examinar con cuidado la ilustración misma, en particular, las mismísimas palabras de Cristo. En respuesta a la pregunta de sus discípulos “¿Cuál será la señal de tu venida?”, Él ilustra Su enseñanza referente a Su venida dándoles el ejemplo de Noé y el Diluvio. “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día que Noé entro en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra dejada” (Mateo 24:37-41). Cuando el uno es “llevado”, o “tomado”, el otro es “dejado”.
El significado evidente de este pasaje en su contexto es aquellos que son “llevados/tomados” lo son para estar con el Señor en el arrebatamiento cuando Él venga (ver 1 Tesalonicenses 4:15), y aquellos que son “dejados” los son para juicio “como en los días de Noé” indicando nuevamente que el arrebatamiento y el juicio tendrán lugar uno tras otro. Así Pedro lo entendía, como vimos en la sección precedente, cuando los piadosos son “librados” (llevados) y los injustos son “reservados” (dejados) para ser castigados.
Esto se confirma aún más cuando examinamos el término griego paralambano que se traduce por “llevado” o “tomado”. Dicho termino significa “recibir cerca, esto es, asociar consigo mismo (en cualquier relación o acto íntimo o familiar)”. Cristo usa la palabra sólo seis veces con referencia a los eventos futuros. La utiliza dos veces en Mateo 24:40, 41 (llevado) y tres veces en Lucas 17:34-36 (tomado) y en cada caso se refiere a una persona que es tomada y a la otra que es dejada. El Señor emplea de nuevo esta palabra en la siguiente bella promesa que les dio a Sus discípulos:
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré (paralambano) a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2, 3).
A la luz del significado de paralambano como lo encontramos en Juan 14, vemos que en estos versículos de Mateo y Lucas, “llevado” o “tomado” conlleva el sentido de “ser recibido”—esto es, ser recibido por Cristo, como en el caso de Juan 14:2, 3. A medida que continuamos, vamos a ver que cuando los creyentes son recibidos por Cristo en las nubes durante el arrebatamiento, serán ángeles de Dios que recogen “el trigo en mi granero” (Mateo 13:30) y que reúnen “a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31), y que “nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados [por los ángeles de Dios], juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire” (1 Tesalonicenses 4:17). Entonces, como en los días de Noé, Dios destruirá a aquellos que sean “dejados” durante el terrible juicio del Día del Señor “cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios…” (2 Tesalonicenses 1:7, 8).
CONFIRMADO POR PABLO
El pasaje clásico del arrebatamiento en el Nuevo Testamento, citado en parte, justo arriba, se encuentra en 1 Tesalonicenses 4. En este pasaje, Pablo comienza por consolar a los creyentes de Tesalónica confundidos respecto a su creencia acerca de sus seres queridos que habían muerto:
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron” (1 Tesalonicenses 4:13-15).
Aquí, Pablo explica que no sólo los creyentes que habían muerto recientemente, sino todos los creyentes que habían muerto o iban a morir antes de la segunda venida de Cristo serán resucitados para estar con el Señor, juntos con los cristianos vivos. Pablo le da mayor peso a esa promesa, al declarar que él está hablando “por el Señor Jesús” (1 Tesalonicenses 4:3), que es muy posiblemente una referencia a la enseñanza del Señor Jesús en el Discurso del Monte de los Olivos, y en su discurso anterior registrado en Lucas 17.
Después de la mencionar “la venida del Señor” en el versículo 15, Pablo pasa a describir el arrebatamiento en detalle en los versículos 16 y 17. Pensando en la pregunta obvia de la iglesia, “¿Cuándo sucederá esto?” Pablo responde: “Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba” (1 Tesalonicenses 5:1). Pablo entonces inmediatamente vincula el retorno de Cristo con el Día del Señor, cuando Cristo vendrá en juicio—“como un ladrón en la noche”— como se ve en los versículos que siguen: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5: 2-3). Es de destacar, de hecho, que esta referencia a “un ladrón en la noche” vincula cuatro pasajes, todos los cuales se refieren a la venida del Señor en el juicio: Lucas 12:39- 40; 2 Pedro 3:10; Apocalipsis 3:3 y 16:15.
Una vez más, la secuencia de los acontecimientos registrados en 1 Tesalonicenses 4 y 5 es a la vez crítica y clara. Pablo enseña claramente que el arrebatamiento de los creyentes y el comienzo de la destrucción de los no creyentes se producirán el mismo día. Asimismo, como en las comparaciones que hacen el Señor Jesús y Pedro con los tiempos de Noé y Lot, el juicio de los incrédulos vendrá sobre ellos de forma totalmente inesperada, como un ladrón en la noche.
En resumen, basada en la enseñanza inequívoca del Nuevo Testamento—como se ve en las enseñanzas de Cristo, tanto en el Discurso del monte de los Olivos y Sus primeras discusiones con los discípulos en Lucas 17, y según lo confirmado por Pedro en su segunda epístola y otra vez por Pablo a la iglesia de Tesalónica—la única conclusión posible es que Cristo volverá para arrebatar a la iglesia y simultáneamente derramar Su ira de juicio sobre los impíos. Por tanto, debemos concluir que nada separará al arrebatamiento y el inicio del juicio cuando Cristo regrese en el Día del Señor. Por definición, todas las condiciones y los acontecimientos considerados deben estar en su lugar antes de que el cristiano pueda ver el regreso de Cristo.
El regreso de Cristo nunca ha sido inminente y nunca lo será sino hasta que la gran tribulación del Anticristo comience y las naciones gentiles de alrededor se reúnan contra Jerusalén en el valle de Josafat. Sólo entonces se le dice a los elegidos de Dios que esperen la señal de la venida de Cristo, que se verá en los cielos. Y esa señal no será dada hasta que la tierra quede sumida en oscuridad por la señal del fin del siglo. La enseñanza de la Escritura es inequívoca en cuanto a que las señales se siguen la una a la otra anunciarán eventos que también ocurren uno tras otro: primero el rescate de la verdadera iglesia y luego la destrucción de los impíos. Pero nada de esto sucederá sino hasta que la gran tribulación del Anticristo ya haya comenzado. “Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:6-8).
LA VENIDA DE CRISTO SIGUE A LA GRAN TRIBULACIÓN
Es importante entender que el arrebatamiento y el comienzo del Día del Señor se producen en el mismo día, pero es mucho más importante entender, como el Nuevo Testamento enseña claramente, que la segunda venida de Cristo no se producirá sino hasta después de que la gran tribulación del Anticristo haya comenzado. El regreso de Cristo será inminente sólo durante la gran tribulación del Anticristo, solamente después de que las naciones gentiles comiencen a reunirse en el valle de Josafat, y no un día antes. Como se ha señalado antes, la posición no sólo de la iglesia del Nuevo Testamento, sino también de los padres de la iglesia de los primeros siglos (con excepción de Orígenes y Clemente de Alejandría, que alegorizaron las Escrituras) es que la iglesia pasaría por la gran tribulación del Anticristo. Puesto que esto es cierto, la verdadera iglesia de Cristo debe estar preparada para estos días terribles de persecución.
LA VENIDA (PAROUSIA) DE CRISTO
Antes de considerar la clara enseñanza del Nuevo Testamento con respecto al tiempo del regreso de Cristo, se debe dar una palabra clarificadora que hará sencilla de entender esta defensa crítica. Al referirse a la segunda venida de Cristo, siempre se utiliza la palabra griega parousia. Esta palabra no indica movimiento de un lugar a otro, pues no es un verbo sino un sustantivo; habla más con el evento global de la segunda venida de Cristo. Conlleva el significado básico de “presencia”. Por lo tanto, en el marco de la segunda venida [parousia] de Cristo como un sólo evento (no dos), habrá varias idas y venidas de Cristo. Pero en esos casos se utiliza una palabra griega diferente. Sin embargo, la parousia de Cristo siempre se refiere al evento en general. El tener presente este sencillo hecho proporcionará completa armonía a la enseñanza del Nuevo Testamento con respecto al tiempo de la parousia de Cristo.
ENSEÑADO ESPECÍFICAMENTE POR CRISTO
En las dos secciones anteriores, en las que describimos las señales del fin del siglo y de la segunda venida de Cristo, seguimos cuidadosamente la secuencia de eventos que Cristo dio en Su Discurso del Monte de los Olivos. En primer lugar, en respuesta a la pregunta de los discípulos: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida [parousia], y del fin del siglo?” (Mateo 24:3), el Seño Jesús dijo:
“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:27, 29-31).
Este pasaje crítico del Discurso del Monte de los Olivos registrado por Mateo prácticamente resume todo lo desarrollado hasta ahora en este libro en relación con “la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). El momento de Su regreso que Cristo dio a los discípulos en respuesta a su pregunta pone claramente Su venida [parousia] después de la gran tribulación del Anticristo. La secuencia de los acontecimientos descritos en el Discurso del monte de los Olivos no podría ser más explícita. En primer lugar Jesús describió el “comienzo de dolores” (Mateo 24:4-8), entonces la “gran tribulación” (vv. 9-26), y luego describió su gloriosa parousia (vv. 27-30) para el arrebatamiento (v. 31) y para el juicio (vv. 32-51). En las palabras del mismo Señor Jesús, el momento en toma lugar la parousia será “inmediatamente después de la tribulación de aquellos días” (v. 29), días que Él promete “por causa de los escogidos… serán acortados” (v. 22).
La única conclusión viable, basada en las enseñanzas de Cristo en el Discurso del Monte de los Olivos, es que la iglesia realmente va a pasar por la gran tribulación del Anticristo y que ésta será interrumpida por el Día del Señor, en la venida de Cristo [parousia] para arrebatar a la iglesia y juzgar al mundo.
CONFIRMADO POR PABLO
La enseñanza crucial de Pablo sobre el tiempo del arrebatamiento en sus dos epístolas a los Tesalonicenses también coincide perfectamente con las enseñanzas del Señor Jesús en el Discurso del Monte de los Olivos. Pero mientras que la primera carta a los Tesalonicenses trata con el hecho de que el arrebatamiento y el juicio del día del Señor se producirá en el momento de la venida [parousia] de Cristo (1 Tesalonicenses 4:15), uno tras otro, al mismo tiempo—la segunda carta de Pablo a esta iglesia, señala el momento aproximado de los dos eventos en relación con la actividad del Anticristo.
Los cristianos de Tesalónica entendieron las enseñanzas previas de Pablo en su primera epístola y por su ministerio en la iglesia que habría una severa persecución antes de ser bondadosamente arrebatados por el Señor poco antes del juicio del día del Señor (2 Tesalonicenses 1:4-10). Pero a semejanza de hoy, los falsos maestros habían entrado en la iglesia y había confundido seriamente a los creyentes acerca de estas verdades. Y así, Pablo advierte a los creyentes de Tesalónica:
“Pero con respecto a la venida [parousia] de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca” (2 Tesalonicenses 2:1, 2).
Pablo comenzó por establecer de nuevo la conexión de la venida [parousia] de Cristo con “nuestra reunión con él” (el arrebatamiento) y el Día del Señor (el juicio de Dios). A continuación, les dice de manera inequívoca, así como a la iglesia de hoy, exactamente lo que debe ocurrir antes de la parousia de Cristo (“la venida [parousia] de nuestro Señor... y nuestra reunión con él”) en “el Día del Señor”. Continuando con su discurso sobre el fin de los tiempos, Pablo advierte:
“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá [la venida [parousia] de nuestro Señor en el día del Señor] sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado [el Anticristo], el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo [el Anticristo], a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos” (vv. 3-9).
Los acontecimientos de que se habla en este pasaje siguen el orden exacto de los que se dan en el discurso del monte de Olivos, donde la “venida” [parousia] de Cristo, claramente, como ocurre después de la gran tribulación del Anticristo, es “acortada” por la señal del Día del Señor y justo antes de que los elegidos de Dios sean reunidos con Cristo por medio de Sus segadores los ángeles. En perfecta armonía con el Discurso del Monte de los Olivos, la venida de Cristo [parousia] en el Día del Señor sólo se producirá después de la apostasía (v. 3a), después de que el hombre de pecado (el Anticristo) sea revelado (3b), y después que el Anticristo se siente en el templo y demande que todo el mundo le adore (v. 4). Luego el Señor destruirá al Anticristo “con el resplandor de su venida [parousia]” (v. 8). Es evidente que el propósito de la venida de Cristo [parousia] incluye tanto la liberación de los santos (v. 1) como el juicio de Sus enemigos (vv. 2, 8). Y está claro que la venida de Cristo sólo puede ocurrir después de la gran tribulación del Anticristo, como enseñan las Escrituras con armonía precisa.
DESCRIPCIÓN DEL ARREBATAMIENTO
El corazón del discurso de Cristo en el monte de los Olivos es la gloriosa descripción de Su regreso. Después de que el universo quede sumido en la oscuridad total y la señal de la venida de Cristo sea vista por todo el mundo, todos “verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:30, 31). Venir “con poder” se refiere al juicio, y venir con “gran gloria” se refiere a la señal de Su regreso—la cual cada creyente habrá estado esperando ansiosamente y con anhelo, especialmente después de que la gran tribulación del Anticristo comience.
Esos dos versículos también contienen cuatro verdades importantes sobre el regreso de Cristo. En primer lugar, el contexto de los dos últimos versículos es la venida de Cristo, Su parousia (véanse los vers. 3, 27). En segundo lugar, Su venida se asocia con “las nubes” (v. 30). En tercer lugar, involucra “una gran trompeta” (v. 31). En cuarto lugar, su venida implica “sus ángeles”, que reunirán a “sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (v. 31). Como se muestra a continuación, esta es exactamente la misma secuencia enseñada de manera consecuente en todo el Nuevo Testamento.
Será muy útil ver estas cuatro verdades a la luz del pasaje clásico e indiscutible acerca del arrebatamiento de la iglesia de Cristo:
“Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida [parousia] del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:15-17).
En este bello y bien conocido pasaje acerca del arrebatamiento, descubrimos las mismas cuatro verdades que acabamos de mencionar arriba, y enfatizadas por el Señor Jesús en Mateo 24:27, 30, 31.
En primer lugar, los hechos descritos aquí también se dan en la “venida” [parousia] de Cristo. En segundo lugar, será anunciado “con trompeta de Dios”. En tercer lugar, ambos pasajes nos enseñan que en la venida [parousia] de Cristo, Él vendrá “en las nubes” (cf. Hechos 1:9-11). La cuarta verdad paralela está implícita en la frase pasiva de Pablo, “seremos arrebatados juntamente con ellos”. A causa de que los creyentes “seremos arrebatados... para recibir al Señor en el aire...” se da a entender que alguien o algunos los arrebatarán y los llevarán a Cristo. Como el Señor Jesús dijo claramente, serán Sus ángeles los que “juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31). Anteriormente, en la parábola del trigo y la cizaña, Cristo ya había enseñado a sus discípulos que “…al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (Mateo 13:30), y más tarde explicó a Sus discípulos que “los segadores son los ángeles” (v. 39).
En otras palabras, la enseñanza de Pablo en 1 Tesalonicenses 4 coincide perfectamente con la enseñanza del Señor Jesús sobre el arrebatamiento en el Discurso del Monte de los Olivos. Además, la expresión de Pablo de ser “arrebatados... para recibir al Señor en el aire” refleja perfectamente la idea detrás de la declaración de Cristo en Mateo 24 que “el uno será tomado [paralambano], y el otro será dejado” (v. 40), que en el contexto se refiere directamente a la segunda venida de Cristo (parousia, véanse los vers. 27, 30, 37, 39, 42, 44).
Cuatro verdades específicas se pueden recoger de estos tres pasajes (Mateo 24:27, 30, 31; 1 Tesalonicenses 4:15-17; y Mateo 13:24-30, 36-43). En primer lugar, el arrebatamiento ocurre en la venida [parousia] de Cristo. En segundo lugar, se produce al sonido de la “trompeta de Dios”. En tercer lugar, se produce cuando Cristo venga en las nubes. Y, cuarto, los ángeles segadores de Dios (Mateo 13:30; Cf. v. 40) “juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31) para levantarlos “para recibir al Señor en el aire” (1 Tesalonicenses 4:17). En otras palabras, estos tres pasajes consistentemente enseñan exactamente la misma secuencia de eventos acerca del regreso de Cristo.
UNA ÚLTIMA PALABRA DE ALIENTO
En las secciones anteriores de este capítulo, hemos visto las enseñanzas esenciales de la Escritura respecto a la venida o parousia de Cristo. Estas son:
1.- El arrebatamiento de la iglesia y el comienzo del Día del Señor son eventos que tendrán lugar uno a continuación del otro, en “el día en que el Hijo del Hombre se manifieste”.
2.- La venida [parousia] de Cristo se produce inmediatamente después de la gran tribulación del Anticristo sea acortada por Dios.
3.- Las mismas verdades son enseñadas sistemáticamente en el Nuevo Testamento sobre el cómo y el cuándo estos de estos eventos.
Pero estas verdades son mucho más que una doctrina abstracta, son las verdades vivas de la santa Palabra de Dios, dadas por nuestro amoroso Padre celestial para nuestra enseñanza y aliento. En este sentido vemos muy bien como el apóstol Pablo ha entrelazado estas verdades juntas para alentar no sólo a los creyentes Tesalonicenses, sino igualmente para animar a los cristianos de todos los tiempos:
“…tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros). Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder” (2 Tesalonicenses 1:4-11).
Habiendo examinado cuidadosamente la enseñanza de la Escritura sobre la posición post-tribulacional y pre-ira del momento en que ocurre el arrebatamiento tal como lo enseñaron consecuentemente Cristo, Pablo y Pedro, pasamos ahora a estudiarlo en Apocalipsis, el libro profético más completo de la Biblia, donde encontramos confirmación adicional y armonía precisa.