La instrucción bíblica funciona. Puedes hacer grande a tu hijo a los ojos de Dios y de los hombres. Si no lo instruyes en la Palabra del Señor, no deberías haberlo tenido. El niño que no es instruido en el temor del Señor caerá por defecto en la necedad y el pecado en el que nació, lo que producirá en ti una gran culpa; y en ambos, solo dolor y problemas.
La instrucción bíblica funciona. Pero debes tener una visión para ella temprano en la vida del niño. Requiere sabiduría y esfuerzo. Toma la instrucción de Dios y Salomón que se encuentra en este libro de Proverbios. Debes comenzar cuanto antes. No postergues la instrucción bíblica que tu hijo necesita.
Un niño bien instruido en el Señor temerá a Dios y vivirá una vida sabia y justa como adulto. Un niño sin instrucción bíblica no temerá a Dios ni vivirá una vida sabia y justa como adulto. Solo un milagro de gracia puede deshacer la falta de instrucción bíblica en tu hijo, y Dios no te ha prometido un milagro. No cuestiones esta promesa. Las excepciones que ves no alteran la regla. Créelo. Hazlo.
Aquí no hay secreto ni misterio. Los padres perezosos buscan métodos especiales para educar a sus hijos. Siempre están preocupados, leyendo, comprando libros y asistiendo a seminarios, pero casi nunca instruyendo. La acción es mucho más importante que la técnica. La consistencia es mucho más importante que la intensidad. No desperdicies el tiempo en buscar una forma más fácil o más inteligente. Ponte a trabajar.
Este proverbio es un mandamiento, no una sugerencia. Es una promesa, no una posibilidad. Los creyentes en la Biblia confían en ella tanto como en cualquier otra promesa. No se sienten intimidados por la tarea que tienen por delante. Ponen su confianza en las preciosas Escrituras de Dios y se ponen a trabajar hoy. Ellos saben que el Dios Creador y el rey Salomón sabían más sobre la educación de los niños que todos los “expertos” juntos. No podría importarles menos lo que piensen los “expertos” del mundo.
Salomón dice: “Instruye”. No dice cría. Crías pollos y gallinas, pero instruyes al niño. Alimentar a un niño con comidas nutritivas, proporcionarle ropa abrigada, dejarlo tener su propio dormitorio y darle un beso de buenas noches no es instruirlo. La mayoría de las especies de animales hacen estas cosas por sus crías. Instruir a un niño es enseñarle la Palabra de Dios y disciplinarlo oportunamente para formar un carácter a largo plazo en él, y otorgarle sabiduría en el temor del Señor y el conocimiento de las Escrituras.
Lo instruyes “en su camino”. Esto describe el período desde el nacimiento hasta la adultez. La instrucción debe comenzar temprano, ya que a los bebés se les puede enseñar un horario de alimentación y que no todo llanto recibe atención inmediata. Progresa de una etapa de control a una etapa de análisis y diálogo, y luego a una etapa de asesoramiento y aplicación. Continúa a través de la pubertad, adolescencia y juventud donde se enfrentan un conjunto completamente nuevo de problemas. Continúa hasta cuando un hijo adulto crea un nuevo hogar, y comienza él mismo el proceso ya completamente asimilado.
Lo instruyes “en el camino”. El padre no puede instruir a cada paso, pero puede indicar la dirección (Gn 18:19). Dios te dio un hijo con una pizarra en blanco por mente. Llenas esa mente con conocimiento y sabiduría piadosos. Así como las Escrituras no dictan cada paso de tu vida, permitiendo mucha libertad individual, tú lo instruyes en el camino de la piedad, no en cada paso de ella.
“Instruye al niño en el camino”. Debes instruido en el camino que debe seguir. No puede ser el camino que quiere seguir. Cada niño se inclina por defecto a la necedad y el pecado de Adán. Sin instrucción contra este instinto predeterminado, se convertirá en un pecador endurecido y reprobado. El camino que debe seguir es el camino de la justicia y juicio expuesto claramente en las Escrituras (Gn 18:19; Dt 6:4-9; 29:29; Ef 6:4). No debe ser el camino por cual el mundo quiere que vaya, porque ese es el camino de Satanás y la perdición (Ef 2:1-3).
“Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Aquí hay una promesa para creer, pero también lo bastante amplia para permitirte esperar posibles dificultades durante los años de la pubertad, la adolescencia y la juventud, antes de que sea “viejo”. Sin embargo, adecuadamente instruido desde niño, los años de la adolescencia no tienen por qué ser tan difíciles. Si lo instruyes constantemente, volverá a su instrucción cuando adulto. Créelo. Cuenta con eso.
¿Qué es instruir? Es un ejemplo constante de una vida recta que el niño debe recibir primero y luego observar él mismo a medida que crece. Es enseñar la existencia de Dios y la autoridad absoluta de la Biblia. Es hacer cumplir las reglas de Dios y la autoridad de los padres estricta y severamente. Es enseñar con la reprensión y la vara. Es enseñar por la repetición a lo largo del día. Es utilizar refuerzo positivo y negativo para el comportamiento. Es una relación muy abierta con el niño, permitiéndole conocerte y apreciarte bien.
¿Qué no es la instrucción? Gritar no es instruir a un niño. Enviarlo a una escuela cristiana es solo una parte débil de su formación. Intimidarlo o regañarlo no es instruirlo. Cantidades de reglas y castigos no son instrucción. Jugar a la pelota en el patio no es instrucción. Ver dibujos animados en la televisión no es instrucción. Poner a la madre a cargo no es instruirlo. Leerle un capítulo de la Biblia sin explicarle su significado no es instrucción. Darle una mesada sin que realice ningún trabajo no es instrucción.
Las generaciones anteriores crecieron en granjas observando la doma y el adiestramiento de los animales. Si no domaban y adiestraban correctamente a ciertos animales, la familia sufriría pérdida: pasaría hambre durante el invierno o quedaría gravemente imposibilitada de prosperar. Instruir a los niños era fácil después de domar potros y adiestrar mulas para el arado. Esto no es ciencia espacial, y la búsqueda de técnicas nuevas o creativas no da en el blanco. Cualquier padre puede instruir a su hijo, si elimina su egoísmo y pereza y se pone a trabajar. Es una vergüenza que hoy en día los perros-guías puedan ser adiestrados, pero los niños no puedan ser instruidos.
Los jóvenes de esta generación son un desastre. La mayoría son arrogantes, necios, ignorantes, perezosos, inmaduros, profanos, rebeldes, egoístas y derrochadores. Hay una causa para esta disfunción personal y social. Cuando eran niños, sus padres estaban demasiado ocupados, y fueron demasiado egoístas y perezosos para instruirlos en la Palabra de Dios. Las consecuencias son una generación de necios, que engendrará más y peores necios. El futuro del mundo es sombrío, no por los políticos, sino por padres negligentes.
Todo padre piadoso debería tomar este proverbio como propio y ponerse a trabajar. La descendencia piadosa y sabia está a una oración de distancia. Haz una inversión diaria razonable y consistente, y confía en el Señor para el resto (Sal 127:1-2). Él, que pudo multiplicar unos panes y peces para alimentar a una gran multitud y dejar mucho sobrante, puede multiplicar tu esfuerzo por producir el fruto de un hijo recto, que regocijará tu corazón. No hay razón para permanecer derrotado; hay muchas razones para estar agradecido. ¡Que el Señor esté contigo!
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