“¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición” (Pr 22:29).
¡Ser solícito en tu ocupación funciona! El hombre diligente será promovido por encima de los hombres promedio e inferiores para codearse con los mejor calificados y exitosos en sus áreas de trabajo. La discriminación es una excusa. La educación es sólo una herramienta. La inteligencia tiene un valor marginal. La solicitud o diligencia es la clave: el esfuerzo constante y persistente aplicado a los deberes y responsabilidades de tu trabajo. Aquí está el rico y sabio rey Salomón enseñándote cómo salir adelante en tu profesión u ocupación laboral. ¡Ignora la lección y fracasarás!
Ser solícito o diligente se refiere al cuidado, esmero, prontitud y habilidad con que se hacen las cosas. Es actuar con cuidado y atención para realizar una tarea o encomienda. Es ser constante en la aplicación, perseverante en el esfuerzo, industrioso en la faena. Ser solícito simplemente significa el concepto anticuado de trabajar persistentemente con concentración y dedicación en tu oficio.
En los tiempos bíblicos, los reyes eran las personas más importantes de la nación. Los hombres “de baja condición” eran la clase de hombres que componían gran parte de la sociedad (la clase baja social y económicamente hablando). Pero el destacarse en su área de ocupación podía llevar a un hombre de baja condición a presentarse ante un rey. ¿Y si fuera solo un panadero? ¡Ningún problema! Si era solícito en su trabajo, no pasaría mucho tiempo antes de que tuviera encargos para alimentar al rey, a su corte y tal vez a su ejército.
No hay duda de si la solicitud en tu trabajo te hará exitoso o no. Esta no es una sugerencia o posible método de mejora de tu trayectoria laboral. La Palabra de Dios lo declara, y eso lo establece (Pr 10:4; 12:24; 13:4; 21:5). El rey Salomón lo observó y lo registró en Proverbios, y eso lo resuelve (1 R 11:28). Los hombres honestos lo han visto cumplido en sus vidas una y otra vez.
Aunque hay muchos otros ejemplos en la cultura contemporánea, deberías considerar la vida de R. G. LeTourneau, un prolífico inventor de tecnologías relacionadas con las maquinarias de movimiento de tierras, que solo completó el sexto grado de la escuela básica. Compensó la falta de credenciales académicas con un trabajo arduo y prolongado, y el Señor lo recompensó con una mente genial consiguiendo 299 patentes estadounidenses para equipos pesados. Los gobiernos buscaron sus servicios, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, y ganó una gran cantidad de dinero y completó enormes proyectos comerciales y religiosos.
Hay varios obstáculos que impiden la prosperidad. ¿Cuál es el tuyo? Primero, los hombres son perezosos por naturaleza. Nacen para postergar las cosas, esforzarse lo menos posible, evitar el trabajo extra y buscar el ocio en la primera oportunidad. No se levantan temprano, no trabajan duro, no se mantienen concentrados, no trabajan hasta tarde ni buscan más cosas que hacer. Salomón repetidamente condenó y ridiculizó a tales perezosos (Pr 6:6-11; 10:26; 12:24; 19:15,24; 20:4,13; 24:30-34; Ec 10:18). ¿Eres perezoso?
Segundo, esta generación promueve la pereza de dos maneras. Se paga por el tiempo en lugar de la productividad, y llaman trabajo a 40 horas a la semana, con pausas para el almuerzo, pausas para el café, días festivos y vacaciones. ¿Qué pensaría un productor lechero? Esta generación también permite y promueve “oportunidades de negocio” que despluman a los simples y llenan los bolsillos de los estafadores. ¿Te tientan estas alternativas? ¿Crees que hay tal cosa como un almuerzo gratis?
En tercer lugar, la mayoría de los perezosos son orgullosos y les molesta que les digan que son perezosos y de bajo rendimiento (Pr 26:16). Se miden a sí mismos por otros como ellos y piensan que hacen un buen trabajo, pero estándares tan bajos conducen a la mediocridad en el mejor de los casos (1 Co 15:10; 2 Co 10:12). El Señor Jesús y Pablo enseñaron que solo los mejores merecen una recompensa (Mt 25:14-30; 1 Co 9:24-27).
Cuarto, en una sociedad afeminada, la mayoría ha sido protegida de las dificultades, primero en el hogar, luego en la escuela y luego por el gobierno. Quieren limosna estatal. Esta destrucción del espíritu emprendedor crea personas pusilánimes y perezosas que inventan excusas para evitar un desafío. Salomón se burló de ellos citando su temor al frío y al león en la calle (Pr 20:4; 22:13; 26:13).
El apóstol Pablo proporciona un ejemplo para los ministros y todos los demás trabajadores. Aunque fue el último de los llamados al apostolado, aceptó el encargo que el Señor le dio y superó a los otros apóstoles en irradiación evangélica (1 Co 15:8-10). Viajó incansablemente por todo el mundo entonces conocido y predicó el evangelio de persona a persona, y también a grandes audiencias: a cualquiera que le prestara oídos (2 Ti 2:10; Ro 15:18-21; 2 Co 10:12-18).
La lección y la regla de este proverbio no es solo para el Antiguo Testamento. Pablo enseña lo mismo: “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Ro 12:11). Y lo enseña con detalle en otros lugares (1 Ts 4:11-12; Ef 4:28; Tit 2:9-10; 3:14; Hch 20:35; 1 Ts 2:9).
Para un verdadero creyente hay más en la vida que la ocupación laboral y vida natural. Está el negocio del reino de Dios. El Señor Jesús fue solícito en este asunto desde pequeño (Lc 2:49; Mr 1:35). ¿A qué hora te levantarás mañana por la mañana? ¿Qué tan fervientemente orarás? ¿Cuánto tiempo orarás? ¿Qué tan enfocado te mantendrás?
La familia de Estéfanas era adicta al ministerio de los santos (1 Co 16:15). ¿Qué tan solícito eres en buscar la voluntad y el beneplácito de tu Padre en el cielo y el beneficio de tu iglesia y sus miembros aquí en la tierra? La solicitud en estos asuntos te traerá el favor del Rey del reino de los cielos (Mt 25:31-46; 1 Ti 6:17-19; He 6:10). Tu futuro con Dios y los hombres está en juego.
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