Solo Dios puede enseñar sabiduría secreta con tan grandes promesas en sólo quince palabras. ¡Alabado sea el Señor! Y agradécele por la oportunidad de aprender la verdad divina del Dios vivo y verdadero. El mundo tropieza con una ignorancia educada, preguntándose por qué son tan pobres espiritualmente, despreciables y disfuncionales. Nunca conocerán esta sabiduría ni sus recompensas.
Aquí hay dos condiciones para tres bendiciones. Un hombre sabio captará cada uno de los cinco aspectos de este proverbio sencillo y directo. Descuidar una joya inspirada como esta es autoengaño y odio a uno mismo, porque las bendiciones son grandes y las condiciones fáciles de cumplir. Humíllate ante tu Creador y rechaza toda idea que tengas contraria a la sabiduría que tienes ante ti.
La humildad es la primera condición. Es pensar humildemente de ti mismo. Admite que eres un pecador, que no tienes todas las respuestas y que sin la ayuda de Dios no puedes hacer nada bien. Demuestra que cumples esta condición aceptando la corrección, diciendo que lo sientes, evitando los elogios, sirviendo a los demás en silencio, siendo reservado en público, nunca hablando de ti mismo y alabando a los demás.
El temor de Jehová es la otra condición. Esto es buscar con reverencia honrar a Dios en todo lo que haces. Tal hombre hace todo lo que puede para obedecer y agradar al verdadero Dios, y evita todo lo que pueda deshonrarlo tanto como sea posible. Se identifica por el deseo que tiene por escuchar la predicación, leer la Biblia, aplicarse a ejercer la justicia, y por cuánto odia el pecado (Pr 8:13).
Las riquezas son la primera bendición. A veces, estas son bendiciones financieras, pero a menudo también son otras cosas. Hay muchas cosas más importantes que el dinero en el banco, aunque no para los avaros y codiciosos (Pr 15:17; 16:8; 17:1). También se incluyen las bendiciones espirituales aquí y en el más allá. Si estás decepcionado o indiferente a las riquezas celestiales, no tienes humildad ni temor del Señor, y no entiendes la verdadera riqueza (Lc 16:11).
El honor es la segunda bendición. Un hombre humilde que teme al Señor crecerá en el favor de Dios y de los hombres (Lc 2:52). El gran Dios honra a los que lo honran (1 S 2:30; Stg 4:10). El hombre que teme a Jehová será honrado por los demás, porque su conducta será misericordiosa y justa (Pr 18:12; 22:11). Los hombres querrán ser sus amigos, y estos dos excelentes y excepcionales rasgos lo exaltarán entre los demás hombres.
La vida es la tercera bendición. El sentido en el que se entiende aquí vida incluye cosas que no pueden ser descritas (1 Co 2:9). Pero las Escrituras sí mencionan una vida abundante, una vida buena, una vida gozosa, una vida pacífica, una vida productiva, una vida prolongada y una vida eterna. Y tanto ahora como en la eternidad te encontrarás con Dios mismo como tu amigo (Gn 15:1; Ex 33:11).
Nunca has leído quince palabras que te ofrezcan tanto por tan poco. ¿Qué harás con la sabiduría escrita por la pluma del rey Salomón e inspirada por Dios? No puedes tener riquezas, honor y vida de otra manera. No hay atajos para evitar la humildad y el temor de Dios como condiciones necesarias para la prosperidad y el éxito. ¡Toma esta sabiduría y vívela!
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