“Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis (2 Co 11:4).
“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gl 1:8,9).
Anatema, tal como se usa en el Nuevo Testamento, proviene del griego ana’thema, que significa “una persona o cosa maldita o condenada a la condenación o destrucción”. Utilizada solo seis veces en la Biblia, la palabra anatema generalmente se traduce como “maldito”, “maldecido” o “eternamente condenado” en las traducciones más modernas. Otras traducciones lo transliteran como anatema.
La NVI traduce Romanos 9:3 como “Desearía yo mismo ser maldecido [ana’thema] y separado de Cristo por el bien de mis hermanos, los de mi propio pueblo”.
Aquí, el significado que se transmite tiene más que ver con ser condenado a la condenación eterna. Lleva consigo la idea de una separación completa de Cristo y Su salvación.
Otro ejemplo del uso de la palabra anatema se encuentra en Gálatas 1:8-9:
“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”(Gl 1:8,9).
En algunas versiones las palabras eternamente condenado reemplazan a anatema.
Otro uso de la palabra anatema tiene que ver con la imposición de un juramento o voto sobre uno mismo. Por ejemplo, en Hechos 23:12 leemos acerca de ciertos judíos que “Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo”. Estos judíos habían determinado que Pablo debía ser asesinado y creían que era su deber acabar con él. Como tal, ellos mismos se anatemizaron o, como lo interpreta la Reina-Valera, “se juramentaron bajo maldición” a ayunar hasta que hubieran ejecutado el acto.
Anatema también se usa en conjunción con la palabra maran-ata (El Señor viene), que se encuentra solo en 1 Corintios 16:22:
“El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene [Maran-ata]” (1 Co 16:22).
Maranata expresa la esperanza de la segunda venida de Cristo. Otras versiones modernas traducen este pasaje como Si alguno no ama al Señor, ¡qué caiga maldición sobre él! ¡Ven, Señor! (1 Co 16:22).
La palabra anatema está relacionada con la palabra hebrea del Antiguo Testamento haram o herem, que a menudo se usaba para referirse a la aniquilación total de personas o naciones idólatras (Nm 21:2-3; Jos 6:17). Haram a veces se refería a una persona u objeto para siempre dedicado a Dios (Lv 27:21).
En general, la mayoría de los eruditos de la Biblia están de acuerdo en que la palabra anatema se entiende mejor como aquello que se debe maldecir, condenar o destruir. Cuando el Señor dice que algo es anatema, es un asunto de eterna seriedad.
Y no puede haber nada de mayor seriedad que lo que sucede hoy en día en relación a 2 Corintios 11:4: Otro Jesús, otro espíritu, y otro evangelio son predicados por la religión organizada, el mundo, las redes sociales y a través de los medios de comunicación masiva. El Jesús de Hollywood y de la televisión (predicadores, series, películas, etc.), el Jesús del catolicismo, del mormonismo, del islamismo, de la Nueva Era, de la Ciencia Cristiana, de los Testigos de Jehová y de otras sectas y denominaciones seudo-evangélicas y protestantes, NO ES EL JESÚS DE LA BIBLIA. Y, por lo tanto, el espíritu detrás de estas falsificaciones tampoco es el Espíritu del Jesús de la Biblia. Tampoco es Su evangelio. Hay, al menos, dos grandes evangelios diferentes predicados tan solo dentro del evangelicalismo hoy en día; y muchos más dentro de la gran masa humana que pasa por cristianismo a nivel mundial.
Si quieres estar seguro(a) de que crees en el genuino y único Jesús de la Biblia, cómprate una de esas Biblias que tienen las palabras del Señor en tinta roja. Asegúrate de familiarizarte con el Jesús que pronuncia esas palabras impresas con tinta roja. Asegúrate de entender e interpretar correctamente esas enseñanzas impresas con tinta roja. Asegúrate de diferenciar bien entre el sentido literal y el sentido figurado que el Señor hace del lenguaje—este fue uno de los principales errores que cometieron los fariseos y hasta “muchos de sus discípulos”, quienes por eso “se volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Jn 6:66). Juan 6:25-66 es un pasaje clave al respecto. (Lee también La Misa—De la Liturgia a la Realidad).
Abraza al Jesús de las palabras impresas con tinta roja, y no te separes de Él. Aplica Sus palabras impresas con tinta roja a tu vida y dondequiera que veas u oigas algo que contradiga al Jesús de las palabras impresas con tinta roja, deséchalo, es anatema, es otro Jesús, otro espíritu, otro evangelio. Un día comparecerás ante el Jesús cuyas palabras están impresas con tinta roja, y darás cuenta de cuánto le prestaste atención y guardaste Su enseñanza.