¿Estás confundido y no sabes qué hacer? ¿Estás abrumado? Tales dudas dolorosas son el resultado de perder tu paz en el Señor. Pero te puedes recuperar fácilmente, si le encomiendas tus obras y planes. Él te tranquilizará, consolará y fortalecerá (1 P 5:10).
En un mundo pecaminoso e incierto, donde no puedes saber ni siquiera qué ocurrirá mañana, a menudo hay dudas, miedos, perplejidades y preocupaciones. Pero esta no es la vida que Dios desea o planea para Sus hijos. Él puede y quitará tus preocupaciones dolorosas, si le entregas todo a Él. Su prometida presencia permanente te dará gozo y valor (He 13:5-6).
Pedro escribió sobre el tierno cuidado del Señor: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P 5:7). Y David, que enfrentó muchas y severas dificultades, escribió con confianza y experiencia: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo” (Sal 55:22). ¡Cree en ambas promesas!
Pablo escribió: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4:6-7).
El Señor Jesús nos consuela diciéndonos: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt 6:34).
Este gran consuelo está basado en Su omnipotencia y misericordia, y todo lo que necesitas hacer para obtener Su cuidado es confiar en Él y buscar primeramente Su reino y justicia (Mt 6:25-33).
Encomiendas tus obras al Señor haciendo todo a Su manera. Estima perfectos y suficientes Sus preceptos (Pr 3:7; Sal 119:128). Si dejas totalmente tu propio entendimiento, y en todos tus caminos lo reconoces, Él enderezará tus veredas (Pr 3:5-6). ¡Josué descubrió que la primera ciudad amurallada en Canaán era fácil de obtener a la manera del Señor! (Jos 6:20) ¿Abrumado como padre? El conocimiento perfecto está aquí mismo en el libro de Proverbios.
Tú encomiendas tus obras al Señor al dedicárselas a Él. “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Co 10:31). “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col 3:17).
¡Todo les sale bien a los que aman a Dios, porque ellos son los designados para la gloria de acuerdo con Su propósito eterno! (Ro 8:28)
Encomiendas tus obras al Señor entregándoselas a Él por medio de la oración. Lo haces con oración y acción de gracias (Fil 4:6; Col 4:2). Si mantienes tu mente fija en el Señor Jehová, y no en tus dilemas, encontrarás la paz perfecta (Is 26:3-4). Cuando se enfrentó a un gran ejército, Josafat dirigió una reunión pública de oración, donde oró, entre otras cosas, “No sabemos qué hacer” (2 Cr 20:1-19). ¡Dios peleó la batalla por él! El Señor Jesús dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Jn 14:1).
Encomiendas tus obras al Señor confiando en Él por los resultados. Es abrumador y angustioso cuando piensas que los resultados dependen de ti. Los resultados dependen de Él, y Él te sugiere que, una vez que hayas hecho planes razonables y todo lo que tus fuerzas te permitan, entregues el resto a Su voluntad soberana y llena de gracia, y te tomes una siesta (Sal 127:1-2; Pr 16:9; Sal 37:3-7; Stg 4:13-15). Tal confianza arreglará y establecerá tu corazón sin temor, sin importar tu situación (Sal 112:7-8).
Rodeado de ejércitos enemigos por todos lados, Joab una vez le entregó una batalla importante al Señor, y obtuvo una gran victoria (2 S 10:9-14). Dos viudas, inseguras de su futuro, se pusieron de acuerdo en que una fuera a espigar, confiando ambas en su gran Padre que está en los cielos: la espigadora obtuvo mucho alimento para ambas, ¡pero también consiguió un marido rico para su familia! (Rut 2:1-23)
Pablo conocía la verdad de este proverbio tan bien como cualquier otro. Enfrentó más dificultades en un momento dado de las que enfrentarás tú en toda tu vida. Pero él dijo: “Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Co 4:8-9). Él había encomendado sus obras al Señor.
¿Qué te preocupa hoy? ¿Qué enfrentas? ¿Qué angustia tu mente? Encomienda tus obras a Jehová, y Él afirmará tus pensamientos. Hazlas a Su manera; hazlas para Él. Entrégale tus planes en oración, y confía en Él por los resultados. Él cuidará de ti inmediatamente, bendiciéndote con alegría, paz y seguridad.
El Señor Jesús enfrentó el desafío último y la más grande dificultad en la horrible obra de redimir a los elegidos en la cruz del Calvario, pero se entregó al Padre (1 P 2:23). Fue escuchado, y vino un ángel y lo fortaleció (He 5:7-10; Lc 22:43). Tú también debes, en obediencia a Su voluntad, encomendar el cuidado de tu alma a tu fiel Creador (1 P 4:19). Los mismos ángeles te sustentarán (Sal 34:7; He 1:13-14).
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