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EL PROFETA ANÓNIMO, EL PROFETA VIEJO, EL BURRO Y EL LEÓN

  


[Actualizado. Extracto. Publicado por primera vez con el título La Separación Bíblica, miércoles 1 de octubre de 2014.]

El Profeta Anónimo

Abramos la Biblia en 1 Reyes 13:1-34. Viajemos de regreso a través de los pasillos mohosos de tiempo para volver a vivir tres escenas de la vida de un profeta a quien Dios le ha permitido permanecer en el anonimato.

Para situarnos en la escena del capítulo debemos retrotraernos a los días finales del reinado de Salomón. No eran sus mejores días, ya que había sucumbido a las tentaciones de la carne. En lugar de estar satisfecho con las abundantes riquezas que Dios le había dado, decidió reunir más poniendo una carga opresiva de impuestos sobre su pueblo. Mientras vivió Salomón, la rebelión permaneció escondida. A su muerte, los impuestos se convirtieron en el tema de la hora. Esta situación deja listo el escenario para que un joven oportunista llamado Jeroboam se asegure el liderazgo sobre diez de las doce tribus.

1 Reyes 13:1-34 nos lleva a Israel, al Reino del Norte, el nuevo reino de Jeroboam. Jeroboam no era desde ningún punto de vista un hombre piadoso, pero era un hombre astuto en lo que respecta a los caminos del mundo. Vio claramente que si su pueblo iba a continuar yendo a Jerusalén para participar en las fiestas religiosas históricas, la nación pronto se re-uniría, y él sería un rey sin reino.

Leemos cómo solucionó este problema en 1 Reyes 12:28-32:

“Y habiendo tenido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto. Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan... Entonces instituyó Jeroboam fiesta solemne en el mes octavo, a los quince días del mes, conforme a la fiesta solemne que se celebraba en Judá; y sacrificó sobre un altar. Así hizo en Bet-el, ofreciendo sacrificios a los becerros que había hecho. Ordenó también en Bet-el sacerdotes para los lugares altos que él había fabricado”.

Su solución fue pergeñar una religión idolátrica parecida a la que su pueblo estaba acostumbrado a observar.

La respuesta de Dios al desafío fue la usual: un hombre. Lo vemos en 1 Reyes 13:1:

“He aquí que un varón de Dios por palabra de Jehová vino de Judá a Bet-el; y estando Jeroboam junto al altar para quemar incienso…”.

Una Escena de Victoria

Esto nos lleva a la primera de las tres escenas que veremos en esta lección (porque esta es una lección que debemos aprender). Vemos el profeta anónimo en una escena de victoria. El día en que esta escena tuvo lugar pudo haber sido el gran día de la dedicación del altar de Betel. El propio rey Jeroboam estaba presente para dirigir a su pueblo en la idolatría. Sin invitación, nuestro profeta aparece y se acerca al centro del escenario. Allí, hizo cuatro cosas.

Su primera acción fue hacer una predicción.

“…aquél clamó contra el altar por palabra de Jehová y dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres” (1 R 13:2).

La predicción fue muy definida. Prometió el nacimiento de un hombre, identificando a la familia en la que iba a nacer, dio su nombre y dijo exactamente lo que iba a hacer. Trescientos años más tarde la profecía se cumplió. Puede leerse en 2 Reyes 23:15-16.

Pero las personas difícilmente se dejarán conmover por predicciones que se cumplirán dentro de trescientos años. Así que la segunda acción del profeta fue la de dar una señal. Esta señal no tardaría años en cumplirse. Se cumplió de inmediato, como nos lo dicen los siguientes versículos:

“Y aquel mismo día dio una señal, diciendo: Esta es la señal de que Jehová ha hablado: he aquí que el altar se quebrará, y la ceniza que sobre él está se derramará. Cuando el rey Jeroboam oyó la palabra del varón de Dios, que había clamado contra el altar de Bet-el, extendiendo su mano desde el altar, dijo: ¡Prendedle! Mas la mano que había extendido contra él, se le secó, y no la pudo enderezar. Y el altar se rompió, y se derramó la ceniza del altar, conforme a la señal que el varón de Dios había dado por palabra de Jehová” (1 R 13:3-5).

Dios le dio a nuestro profeta algunas credenciales para presentarse ante su audiencia, y él no se las reservó. Se oyó un crujido aterrador, y la parte superior del altar se rompió y las cenizas se cayeron a través de la rotura. Casi en el mismo instante en que el rey gritó la orden para arrestar al profeta, el brazo con el que señaló a su víctima se paralizó en su ademán, y no lo pudo mover. Esto introduce la tercera acción de nuestro profeta: orar por la restauración de la mano del rey.

“Entonces respondiendo el rey, dijo al varón de Dios: Te pido que ruegues ante la presencia de Jehová tu Dios, y ores por mí, para que mi mano me sea restaurada. Y el varón de Dios oró a Jehová, y la mano del rey se le restauró, y quedó como era antes” (1 R 13: 6).

Esta es una de las partes decepcionante de la historia. Imaginémonos a Jeroboam de pie con el brazo a media asta mientras el profeta se va. Imaginémonos a Jeroboam, muchos años después de aquel día, cada vez que trata de darse vuelta en la cama por la noches, lamentando con lágrimas en los ojos haber amenazado con la mano a un profeta de Dios. Pero, Dios es más misericordioso que sus siervos. Restauró el brazo de Jeroboam.

La Negativa Triunfante

En este punto en el pasaje nuestro profeta hizo una cosa más, y es la clave de todo el capítulo. La cuarta acción del profeta fue rechazar una oferta. El rey Jeroboam, a estas alturas, le tenía miedo a la muerte. Dios había cumplido una predicción ante sus ojos. Su brazo había sido instantáneamente paralizado por Dios y luego curado por Su misericordia. Jeroboam ahora sabía que el profeta era un hombre de Dios. Habló con su adversario en un tono conciliador diciendo: “Ven conmigo a casa, y comerás, y yo te daré un presente”.

Aquí llegamos al mejor momento de este profeta: su clímax espiritual. Con evidente seguridad y solapado desprecio pronunció las palabras de los versículos 8 y 9.

“Pero el varón de Dios dijo al rey: Aunque me dieras la mitad de tu casa, no iría contigo, ni comería pan ni bebería agua en este lugar. Porque así me está ordenado por palabra de Jehová, diciendo: No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el camino que fueres” (1 R 13:8-9).

Luego, dando media vuelta, nuestro profeta salió del cuadro. Una gloriosa escena de victoria. Siempre es victoria en las cosas espirituales cuando un hombre obedece al Señor. Esperamos que el lector comprenda que nuestra cruzada es una de sencilla obediencia a la Palabra de Dios. El neo-evangelicalismo toma la Palabra de Dios y la mezcla con partes iguales de la razón humana y la cultura moderna para determinar el camino a seguir. Los cristianos de estos días necesitan que se les recuerde que sólo tenemos que tomar la Palabra de Dios literalmente y obedecerla. Ésa es la victoria.  

El lector deber tener mucho cuidado en recordar que en esta primera escena la tentación de desobedecer la Palabra del Señor vino del enemigo. Jeroboam representa la apostasía, la incredulidad, la religión falsa. En nuestros días, el Consejo Nacional (y Mundial) de Iglesias y el movimiento ecuménico son los enemigos jurados de los creyentes en la Biblia. Sin embargo, día tras día el enemigo nos canta los cantos de sirena de la cooperación. Nunca ha habido un momento como este en la historia de la cristiandad, cuando los enemigos del Evangelio han tratado tan activamente de obtener el apoyo del pueblo del Señor. Los falsos profetas del ecumenismo, con su desprecio por la doctrina bíblica, son los apóstoles respetados de nuestro tiempo. Ellos vienen a nosotros con invitaciones para que colaboremos en sus buenas causas, a compartir púlpitos en sus templos con la debida personalidad jurídica, para que los apoyemos en sus campañas con las cuales ellos puedan llegar a las comunidades y sacarse fotos junto a los concejales, los alcaldes, los diputados y senadores de la hora. Los neo-evangélicos han hecho caso a estos cantos de sirena y se han ido a dialogar con los falsos profetas del ecumenismo, a hacer lobby para ganarse el auspicio de los políticos. El cristiano bíblico, el separatista espiritual y doctrinal, como el profeta de nuestro pasaje, debe ver todas esas invitaciones como guiños del Diablo.

Acariciando Lobos

Algunos cristianos que les gusta considerarse a sí mismos como ortodoxos y bíblicos creen, sin embargo, que los creyentes conservadores han sido históricamente muy poco caritativos en su acercamiento a los liberales. Se quejan de que los biblistas nos hemos negado a dialogar con los liberales y no hemos podido demostrar amor cristiano hacia ellos. Ésa es la filosofía liberal. Así es como piensan los liberales, los neo-evangélicos, los ecuménicos y los apóstatas. Preguntamos, ¿Dónde en las Escrituras se encuentra la enseñanza que dice que debemos tratar a los falsos maestros con caridad y a los apóstoles de la apostasía con amor cristiano? Este pensamiento es exactamente lo contrario de la enseñanza de 2ª de Juan que ya hemos comentado. La Escritura llama “lobos rapaces” a los proveedores y promotores de toda falsa doctrina (Mt 7:15; Hch 20:29). Los pastores fieles de la historia no han dialogado jamás con los lobos rapaces.

Si nuestro profeta, después de su espectacular denuncia de la herejía de Jeroboam, hubiera aceptado la invitación del rey para ir a su casa a cenar, sus acciones habrían negado la legitimidad de su unción divina. Dios lo había protegido de antemano contra cualquier acercamiento amigable de parte del enemigo de la fe. Sus órdenes eran claras: “No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el camino que fueres”. Y las nuestras también lo son.

Qué maravilloso sería si este capítulo terminara en el versículo 10. No lo hace, lamentablemente. A medida que avanzamos vemos una segunda escena. Vemos al profeta anónimo en una escena de transigencia y derrota. Parecería imposible, después de tan triunfal desempeño.

Una Escena de Derrota

La tentación de transigir proviene de una nueva dirección. Prestemos atención a los versículos 11 y 12:

“Moraba entonces en Bet-el un viejo profeta, al cual vino su hijo y le contó todo lo que el varón de Dios había hecho aquel día en Bet-el; le contaron también a su padre las palabras que había hablado al rey. Y su padre les dijo: ¿Por qué camino se fue? Y sus hijos le mostraron el camino por donde había regresado el varón de Dios que había venido de Judá” (1 R 13:10-11).

Si tan solo pudiéramos correr las cortinas del tiempo y echarle un vistazo al ministerio de este “viejo profeta”. Lo más probable es que alguna vez había estado en el frente de la batalla luchando por Dios. Pero algo sucedió en su vida. La persecución había llegado con Jeroboam. Cualquiera que se opusiera a su reforma idolátrica podía perder, literalmente, su cabeza. El anciano profeta había decidido que ya era hora de que él descansara y viviera sus últimos días tranquilo. Se había retirado a la quietud de su hogar: había dejado de hablar en nombre de Dios. Esto tuvo un efecto en su familia. Vemos a sus hijos regresando de la fiesta idolátrica encabezada por Jeroboam: un lugar extraño para que estuvieran los hijos de un profeta de Dios. Su decisión de retirarse del frente de batalla espiritual tuvo un efecto en su corazón también. Cuando se desvinculó de la oposición, también se desvinculó de la comunión con los hombres fuertes de Dios. Su corazón estaba hambriento de esa comunión. Tenía ganas de hablar con un hermano creyente. Entonces sus hijos llegaron a casa de la fiesta y le contaron la formidable historia. Su corazón saltó dentro de él. Recordó los días en los que Dios lo había usado a él. Debía hablar con ese profeta anónimo, con ese hermano.

Es justo aquí donde nos encontramos con un nuevo tipo de tentación. En esta segunda escena la tentación de transigir proviene de un amigo, de un hermano en la fe. Cuando sabemos que nos enfrentamos a un enemigo tenemos la guardia en alto. Pero cuando creemos que dialogamos con un amigo bajamos la guardia. En este estado mental se encontraba nuestro profeta.

Los hijos del profeta viejo ensillaron el asno familiar para él y se fue a buscar al profeta anónimo tan rápido como el burrito podía ir. Lo encontró sentado bajo un árbol tomando un descanso de su viaje. La invitación fue simple: “Ven conmigo a casa y come pan”. El profeta anónimo reconoció a un hermano en el profeta viejo. No se trataba de Jeroboam. Sin embargo, declinó la invitación y explicó su negativa citando las mismas órdenes de Dios que le había citado a Jeroboam. Dios le había dado estas órdenes para protegerlo de la invitación de Jeroboam. Sin embargo, esas mismas órdenes lo protegían de la tentación de un amigo. Todo lo que tenía que hacer nuestro profeta era aplicar las órdenes de Dios ya fuera con un enemigo o con un amigo.

La senda de la transigencia espiritual es siempre hacia abajo. El anciano que había comenzado en el camino de compromiso con su silencio, caminó una milla con una mentira, como leemos en versículo 18:

“Y el otro le dijo, mintiéndole: Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por palabra de Jehová, diciendo: Tráele contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua” (1 R 13:18).

La tragedia golpeó aquí. Nuestro profeta anónimo creyó la mentira y se fue a cenar en la casa del anciano.

¿Qué hizo que nuestro valiente profeta desobedeciera las órdenes de Dios?

Lo confundió el hecho de que la mentira vino de un amigo, de un hermano en la fe.

La historia de 1 de Reyes 13 sería muy sencilla si sólo tuviera dos hombres: en un extremo, el profeta anónimo; y en el otro Jeroboam, el idólatra. Sin embargo, esto no es lo que el relato nos muestra. Hay otro personaje en un punto intermedio. Esta es también la fiel ilustración de nuestro día. En un extremo tenemos el fundamentalismo espiritual y doctrinal. Y en el otro el liberalismo y la incredulidad. Pero, tragedia de tragedias, también existe un poderoso campo intermedio. Este es lo neo-evangelicalismo: los neo-evangélicos, los cristianos neutralistas. Son “cristianos” que han decidido ignorar, y por lo tanto, desobedecer las órdenes claras de la Palabra de Dios acerca de la separación, práctica y doctrinalmente. También, como el profeta viejo, han hecho caso omiso de la Palabra de Dios y se han retirado a sus oasis privados a vivir cómodamente de sus bendiciones mientras espiritualizan la Escritura. Creen que no le hacen daño a nadie, y no ven cómo la historia del profeta anónimo se repite, con ellos como los protagonistas del engaño.

¿Mienten los Cristianos?

¿Es posible que los “hermanos en la fe” mientan? . Lo es. A lo largo de los años hemos visto a muchas personas que tras actuar abiertamente en contra de lo que la Biblia dice, se han justificado diciendo: “Hemos orado al respecto, y el Señor nos abrió esta puerta”.

Dejemos esto en claro aquí: El Espíritu Santo jamás guía a un cristiano en contra de lo que Dios ha expresado en Su Palabra.

Los neo-evangélicos vienen a nosotros como “hermanos en la fe”. Tienen un ministerio que apela a la carne. Sus argumentos a menudo suenan muy lógicos a la razón humana. Pero ignoran las más simples y claras órdenes de la Palabra de Dios, tales como: “No lo recibáis en vuestra casa”, “Salid de en medio de ellos”, “apartaos”, y “no toquéis lo inmundo”. Cuando nos dicen que es el Espíritu de Dios quien los ha llevado a tomar la dirección que están tomando, debemos reconocer que nos están mintiendo porque el Espíritu de Dios nunca ha llevado a nadie en una dirección contraria a lo que ya está escrito en la Palabra de Dios.

La Desviación Más Peligrosa

La desviación más peligrosa es la más cercana a nuestra posición. El neo-evangelicalismo nació del  fundamentalismo. Es un movimiento de “hermanos en la fe”. La mentira del neo-evangelicalismo ha engañado a más cristianos bíblicos que los cantos de sirena del ecumenismo han engañado a los liberales. En los últimos años muchos que todavía se creen fieles a la Palabra de Dios han negado (en la práctica) todas las advertencias de la Biblia en cuanto a los falsos profetas y la apostasía de los últimos días, viviendo sus “vidas cristianas” como si en realidad no hubiera diferencia entre los cristianos bíblicos y los neo-evangélicos. Su ingestión de la mentira del neo- evangelicalismo ha llevado a un gran número de los que se creen cristianos fieles al nebuloso y ambiguo terreno del compromiso y la transigencia doctrinal y espiritual.

No bajemos la guardia. ¿Es correcto permitir que los hermanos desobedientes dirijan palabras amables desde el púlpito? ¿Es correcto permitir que los hermanos desobedientes entren a nuestras casas y se hagan amigos de nuestros hijos? ¿Es correcto permitir que los hermanos desobedientes tengan la flor y nata de nuestros jóvenes para educarlos y utilizarlos en sus compromisos con la incredulidad? Respondamos: “No”. Tronemos: “¡No!”, si es necesario. Pero, sobre todo, no digamos “Sí”.

Una Escena de Derrota

Hay una tercera escena en este capítulo. Es una advertencia solemne. Vemos al profeta anónimo en un escenario de total derrota. En esta última sección hay dos cosas: una predicción y un cuadro.

El profeta viejo que mintió no había tenido una profecía que declarar de parte del Señor en muchos años. (Esto lo sabemos por el hecho de que el adjetivo “viejo”, que en castellano se utiliza después del sustantivo, para describirlo, en la versión bíblica que utilizamos—RV1960—aparece antes, para resaltar la condición espiritual del profeta retirado.) Pero cuando se sintió en comunión con su hermano más joven, el Señor lo obligó a dar una predicción que debe haberle costado sacar de la garganta. Está en los versículos 21 y 22:

“Y clamó al varón de Dios que había venido de Judá, diciendo: Así dijo Jehová: Por cuanto has sido rebelde al mandato de Jehová, y no guardaste el mandamiento que Jehová tu Dios te había prescrito, sino que volviste, y comiste pan y bebiste agua en el lugar donde Jehová te había dicho que no comieses pan ni bebieses agua, no entrará tu cuerpo en el sepulcro de tus padres” (1 R 13:21-22).

Cuando terminaron de comer el profeta viejo le dio al profeta anónimo su cabalgadura y lo envió por su camino. No pasó mucho tiempo hasta que alguien llamó a la puerta del anciano. Un vecino le trajo la trágica noticia que leemos en los versículos 24 y 25:

“Y yéndose, le topó un león en el camino, y le mató; y su cuerpo estaba echado en el camino, y el asno junto a él, y el león también junto al cuerpo. Y he aquí unos que pasaban, y vieron el cuerpo que estaba echado en el camino, y el león que estaba junto al cuerpo; y vinieron y lo dijeron en la ciudad donde el viejo profeta habitaba” (1 R 13:24-25).

Le aseguramos al lector que la escena que se describe aquí es una de las escenas más sobrenaturales en toda la Biblia. Tenemos un león devorador de hombres que no se come al hombre al que ha matado. Tenemos un burro que no huye del león. Los burros no son famosos por su brillantez, pero siempre han sabido lo suficiente como para huir de los leones. Los leones asesinos de hombres comen burros de postre. En este extraño cuadro un león devorador de hombres y un burro aparecen respectivamente a cada lado de un profeta anónimo muerto en el camino. Los habitantes de la zona vinieron y miraron desde las rocas para ver la extraña escena. El aura de sobre-naturalidad que rodea esta escena tiene el sello de Dios en ella. Dios quería que todos los que pasaran por ahí supieran que aquello no era un hombre que fue muerto por un león: si no un profeta que fue ejecutado por su Dios por desobediente.

Nosotros siempre nos preocupados por lo que los hombres pensarán de nosotros si tomamos decisiones demasiado radicales en nuestras relaciones con los hermanos. Pero a Dios no le preocupa lo que los hombres piensen de Él. Le preocupa sólo que Su Palabra sea obedecida.

Esta historia obliga a cualquier lector perspicaz a hacer una pregunta obvia. ¿Por qué fue Dios tan severo con el profeta anónimo que habló tan bien con Jeroboam, pero el profeta viejo que perpetró la mentira escapó ileso?

Dios es más Severo con Aquel que Está usando en el Presente 

El profeta viejo de nuestra historia había sido puesto en el estante de Dios durante muchos años. Dios no lo estaba usando a él en Israel. Si moría o vivía, no llamaría la atención, puesto que ya era viejo y el siguiente evento en su existencia era la muerte. El profeta joven, en cambio, era el hombre de la hora; todos los ojos estaban puestos sobre él. Debido a que Dios le había encargado tan claramente su comisión, se vio obligado a tratar el incumplimiento de sus responsabilidades con la muerte. Dios tenía que enseñarnos a todos Sus hijos una lección eterna. Él no ha cambiado.

Somos biblistas, creyentes conservadores, separatistas bíblicos: no carismáticos, ni pentecostales, ni reformados, ni liberales, ni denominacionales, ni interdenominacionales, ni ecuménicos. Los cristianos bíblicos creemos en la Biblia, y nos separamos de los cristianos transigentes y neutralistas (neo-evangélicos) porque queremos ser usados por Dios en esta hora apóstata. Por esto es que no podemos permitirnos el lujo del compromiso y la transigencia. Al observar el fundamentalismo de esta hora, vemos cómo cada día se metamorfosea en un movimiento neo-evangélico más. Cada reunión conservadora tiene menos protesta y franqueza que la anterior. Cada día más cristianos bíblicos toleran a los grandes oradores de neo-evangelicalismo y los apoyan. El deseo de los conservadores por ganar almas y el consiguiente crecimiento espiritual de los convertidos cede paso ante los métodos neo-evangélicos. El éxito, en lugar de la Escritura, se ha convertido en la medida de la obra de un hombre. Los amantes de la música cada vez cantan más notas neo-evangélicas. Cada día más cristianos bíblicos  adoptan la postura silenciosa y amigable que le permitió al neo- evangelicalismo tomar control de los grandes centros de la difusión de la Palabra.

Dios no nos tiene sólo a nosotros. Si vendemos nuestro derecho a la obediencia por un plato de lentejas neo-evangélica, Él nos puede dejar tirados en medio del camino entre el león y el burro, sin preocuparse por el qué dirán.

El Peligro de Nuestros Días
Es nuestra profunda convicción, basada en años de investigación y montañas de evidencia, que la cristiandad y el mundo secular están en las últimas etapas de sucumbir al mismo engaño que el Señor Jesús y los apóstoles predijeron que precederá inmediatamente a la Segunda Venida:
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Ti 4:1).
Estamos profundamente preocupados por los millones de cristianos profesantes que son víctimas de este engaño.
Los creyentes de hoy, especialmente los nuevos, necesitan saber que la Biblia nos advierte que en “los últimos días” la cristiandad estará plagada de falsos maestros y falsos profetas que intentarán extraviar a muchos creyentes sinceros de la sencillez de la verdad evangélica:
“Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán…Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos…Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos (Mt 24:4b-5,11,24).

También las Escrituras nos advierten que muchas personas que se llaman a sí mismas “cristianas” sucumbirán a este engaño y que una gran apostasía se producirá antes del regreso del Señor Jesucristo:
“Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él… Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” (2 Ts 2:1,3).
El engaño arrasará a través de la iglesia profesante sin compasión, así como a través de la sociedad secular. Ésta es una verdad bíblica que muchos se niegan a aceptar, y que pocos se atreven a enseñar.
Los cristianos se sienten muy cómodos identificando como falsificaciones del cristianismo a sectas que existen fuera de la iglesia tradicional, como los mormones, los testigos de Jehová, la Ciencia Cristiana o Hare Krishna. Esto es lo que hizo el profeta anónimo cuando identificó a Jeroboam como enemigo de Dios.
Pero el engaño que predice el Señor y Sus apóstoles provendrá de adentro, desde la cristiandad misma. Y sabemos que es aquí adonde al profeta anónimo de nuestro ejemplo le falló el discernimiento.
Aparte de los males mencionados en este artículo [La Separación Bíblica], la cristiandad hace ya mucho tiempo que ha aceptado la psicoterapia, la visualización, la meditación, la confesión positiva o pensamiento positivo, la hipnosis (en su forma más suave y rebautizada con terminología religiosa), la sanidad interior, y toda una gama de técnicas de motivación, de auto-superación, prosperidad y éxito que en realidad provienen de la Nueva Era, de las religiones orientales, y de los movimientos o grupos místicos del catolicismo. El  criticar a cualquiera de estos métodos supuestamente “ortodoxos” es ofender a un gran número de “cristianos”, entre ellos muchos líderes eclesiásticos que sinceramente practican y promueven estas técnicas como válidas para los cristianos.
Es una tragedia de nuestro tiempo, que el cristiano promedio es demasiado fácil de persuadir o no se puede persuadir de ningún modo. Muy pocos parecen dispuestos a darse el tiempo para revisar a través de las Escrituras lo que les ha sido enseñado y comprobar por sí mismos la veracidad de lo que se predica hoy en la cristiandad. Los que quieran escapar del engaño seductor deben volver a la Biblia y ser capaces de entender qué es lo que en verdad creen y por qué, en lugar de sucumbir a la tentación de aceptar respuestas fáciles proporcionadas por “expertos” y “profesionales”. Durante la profetizada apostasía, incluso los líderes de la iglesia serán desviados, y aquellos que siguen sus enseñanzas van a sufrir la misma tragedia:  
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mt 7:22,23).
Debemos estar seguros de que estamos siguiendo al Señor y no a los hombres. El Señor Jesús dice:

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen… Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños” (Jn 10:14,5).
Para evitar el engaño que es el corazón de la apostasía, debemos ser capaces de distinguir la voz de Cristo a través de Su Palabra de la confusa mezcla de verdad y error que se habla en Su nombre. Para ayudar a hacer esa distinción es que hemos redactado este artículo y comenzado este blog. A algunos lectores les resultará difícil de aceptar la evidencia, ya que puede implicar algunos líderes cristianos prominentes. Sin embargo, la evidencia habla por sí misma.
Debe quedar claro que no estamos haciendo una condena general, ni cuestionamos los motivos de nadie. Sólo Dios puede juzgar los corazones de los hombres, y hay que dejar eso a Él. Es responsabilidad de todo cristiano, sin embargo, juzgar las enseñanzas y los frutos de los proclamados “pastores” en la cristiandad, y aceptar y seguir sólo lo que está claramente de acuerdo a la Palabra de Dios.  
También debe entenderse que aquellos que individualizamos y distinguimos de la mayoría no siempre son los peores, ni son los únicos ejemplos que se podrían dar de apostasía y desobediencia. Incluso las personas citadas se mencionan sólo para mostrar la extensión del engaño espiritual de nuestros días. No nos cansaremos de repetir a los lectores que tenemos la obligación de juzgar las enseñanzas y prácticas que existen hoy dentro de la cristiandad, por el bien eterno de aquellos que se pueden salvar del juicio de Dios, porque el Señor nos advierte que aquellos que no reciban Su Palabra y la pongan por obra, serán entregados por Él mismo al engaño y al error doctrinal, para ser juzgados juntamente con aquellos que los diseminaron:
“Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Ts 2:9-12).
La doctrina de la separación nos ha sido dada por el Señor como un manual de supervivencia espiritual, y se puede ilustrar como un cerco alrededor del jardín de nuestra fe.

“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra” (2 Ts 2:13-17).

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