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jueves, 27 de febrero de 2025

PAZ MENTAL

La mayoría de las personas definirían la paz mental como la ausencia de ansiedad, depresión y estrés. La única vez que algo similar a la paz mental se encuentra en la Biblia, es en 2 Corintios 2:13 donde Pablo dice que no tuvo paz porque no encontró a Tito en Troas. La traducción literal de esta frase es reposo de mi espíritu (2 Co 2:13). 

La Biblia usa la palabra paz de diferentes maneras. La paz a veces se refiere a un estado de amistad entre Dios y el hombre. Esta paz entre un Dios santo y la humanidad pecaminosa, se ha llevado a cabo por medio de la muerte sacrificial de Cristo, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Col 1:20). Además, como sumo sacerdote, el Señor Jesús mantiene ese estado de amistad en nombre de todos “los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos (He 7:25). 

Este estado de amistad con Dios, es un requisito previo para la segunda clase de paz, la que a veces tiene que ver con una mente tranquila. Es sólo cuando tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Ro 5:1) que podemos experimentar la verdadera paz, que es un fruto del Espíritu Santo, en otras palabras, Su fruto exhibido en nosotros (Gl 5:22-23).

Isaías 26:3 nos dice que Dios nos guardará en perfecta paz si nuestras mentes están enfocadas en Él, es decir, si nuestras mentes se apoyan en Él, se centran en Él y confíen en Él: Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.

Nuestra paz mental es perfecta o imperfecta, en la medida en que nuestra mente permanezca en Dios y no en nosotros o en nuestros problemas. La paz se experimenta cuando creemos lo que la Biblia dice acerca de la cercanía de Dios como en el Salmo 139:1-12, acerca de Su bondad y poder, Su misericordia y amor por Sus hijos, y Su plena soberanía sobre todas las circunstancias de la vida. Pero no podemos confiar en alguien que no conocemos, por lo tanto, es importante llegar a conocer íntimamente al Señor Jesús, el Príncipe de paz.

La paz se experimenta como resultado de la oración: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil 4:6-7).

Se puede experimentar la paz mental y en el corazón como el resultado de reconocer que un amoroso y sabio Padre tiene un propósito en nuestras luchas. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Ro 8:28).

Dios puede sacar una cantidad de cosas buenas, como la paz, de las aflicciones que experimentamos. Incluso la disciplina y el castigo del Señor dará fruto apacible de justicia en nuestras vidas (He 12:11). Nos brindan una nueva oportunidad para esperar en Dios y finalmente alabarle (Salmo 43:5). Las pruebas nos ayudan a consolar a otros cuando atraviesan luchas similares (2 Co 1:4), y que produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (2 Co 4:17).

La paz y la tranquilidad de espíritu que la acompaña sólo está disponible cuando tenemos una verdadera paz con Dios a través del sacrificio de Cristo en la cruz como pago de nuestros pecados. Aquellos que intentan encontrar la paz en lo que el mundo ofrece, se hallarán tristemente decepcionados al final. 

Sin embargo, para los cristianos, la paz está disponible a través del íntimo conocimiento y de la plena confianza en Dios que suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil 4:19).

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VENCE CON EL BIEN EL MAL



El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa” (Pr 17:13).

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Es pecado devolver mal por mal, porque la venganza es de Dios (Ro 12:17; 1 Ts 5:15; 1 P 3:9). Pero es aún peor devolver mal por bien, porque eso demuestra un corazón corrompido y diabólico. Las consecuencias de tal conducta vil son ciertas: Dios te juzgará severamente con problemas perpetuos. Es tu deber y privilegio pagar bondad por bondad.

Hay dos lecciones aquí. Primero, debes considerar con seriedad a todos aquellos que te han tratado bien en tu vida. ¿Los has honrado? ¿Has recompensado amablemente su bondad? Segundo, debes considerar a aquellos que han despreciado tu bondad. No contemples la venganza personal. “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Ro 12:19).

Por su justicia personal, Noé, un padre piadoso, salvó a su hijo Cam y a su mujer del Diluvio (Gn 6:8-10; 7:1). Pero cuando Cam pecó contra su padre, su árbol genealógico fue maldecido perpetuamente (Gn 9:18-27). “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Ro 12:19).

David mató a Goliat para el cobarde Saúl y le sirvió bien (1 S 17:50-53; 18:5). Pero Saúl estaba celoso de este hombre piadoso y trató de matarlo, entonces Dios destruyó a la familia de Saúl y le dio a David el poder de reinar sobre la tribu de Judá (1 S 19:1; 25:28-31; 2 S 6:21). Gran parte del reinado de Saúl fue arruinado por la envidia que consumió su alma y lo dejó sin esperanza al final.

David amablemente protegió a las ovejas y a los pastores de Nabal (1 S 25:4-17). Cuando Nabal rechazó una petición justa de David, Dios lo dejó sufrir durante diez días antes de matarlo y entregar su hermosa viuda a David (1 S 25:36-42). ¡Considera a tus benefactores!

El Señor Jesús tomó como su amigo a Judas Iscariote y lo honró como uno de sus doce apóstoles. Pero Judas decidió traicionar al Señor Jesús por unas pocas piezas de plata, por lo que el Dios bendito y santo esparció sus entrañas y su sangre en el campo del alfarero (Hch 1:18-19; Sal 109:1-20). Tanto David como Jesús se encontraron con muchos de estos traidores en sus vidas (Sal 35:12; 38:20; 55:12-15).

Jesucristo es el Mesías de Israel. Predicó la verdad y sanó a todos los que acudieron a Él durante tres años y medio. Pero los judíos lo crucificaron inicuamente, por lo que Dios trajo ejércitos romanos en el año 70 d.C. para destruir su nación (Mt 21:44; 22:7; Lc 19:42-44). “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Ro 12:19).

¿La advertencia es demasiado dura para ti? No has considerado correctamente el crimen. Pagar mal por bien es profanamente egoísta; es bestial y despreciable; revela un corazón negro de ingratitud; merece juicio severo. Considera la dura oración de Jeremías para que Dios se vengue de los judíos que lo perseguían por predicar la verdad (Jer 18:18-23).

El Señor Jesús les dijo a sus discípulos que juzgaran cada casa y ciudad en la que entraran. Si la casa o la ciudad desoían su evangelio, los discípulos debían sacudirse el polvo de sus zapatos contra ellos e irse de ahí. En el Día del Juicio, el Señor Jesús prometió ser más misericordioso con Sodoma y Gomorra que con los que desoyeron Su evangelio (Mt 10:12-15).

¡Ahora es tu turno! ¿Has pagado mal por bien a los que te han tratado bien y con bondad? Cada vez que alguien hace algo bueno por ti, se crea una deuda a cambio de su bondad. ¿Has pagado tus deudas por su cuidado y bondad? No juzgues tan severamente a Saúl, Nabal, Judas y los judíos. ¡Prueba un poco de autoexamen!

¿Has recompensado a tus padres por el amor, el tiempo, el esfuerzo y el gasto de todo lo invertido en ti mientras exigías comida, te ensuciabas y luego los preocupabas con tus sueños de adolescente? ¿Cuándo fue la última vez que los sacaste a comer? ¿Les escribes y les agradeces por ser buenos padres? ¿Les compras un regalo? ¿Gastas un poco en ellos de alguna manera?

¿Has igualado a tu cónyuge en afecto y compañerismo? ¿Has honrado a tu empleador por haberte contratado? ¿Has recompensado a tu padre por haberte enseñado la verdad? ¿Das gracias por los policías, por protegerte por la noche? ¿Das las gracias por los buenos vecinos, por hacer tu vida agradable? ¿Agradeces a quienes se toman el tiempo para visitarte?

¡Adolescente! Uno de los criminales más viles del mundo es un hijo que le falta el respeto y se rebela contra sus padres. Después de todo lo que han hecho por ti, ¿cómo es posible que los maltrates en lo más mínimo? Deberías honrarlos como a un rey y a una reina. Mereces una muerte dolorosa (Ex 21:15,17; Lv 20:9; Dt 21:18-21; 27:16; Pr 20:20; 30:17).

Este proverbio se puede llevar un paso más allá. Los mejores hombres, los verdaderos cristianos, pagan bien por mal (Ro 12:17-21). Aman a sus enemigos; bendicen a los que los maldicen; hacen bien a los que los odian; y oran por los que los ultrajan y los persiguen (Mt 5:43-48). Esta conducta prueba que son hijos de Dios.

El bendito Dios mostró la mayor bondad en el universo al dar a Su Hijo unigénito para salvar a Sus enemigos. Eran Sus malvados enemigos (Ro 5:8-10). Él pagó bien por mal para alabanza de la gloriosa gracia de Dios (Ef 1:3-12). Si quieres ser hijo de Dios verdaderamente, paga bien por mal. “Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Ro 12:20-21).

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COMENTARIO DE PROVERBIOS








PALABRAS SACAN PALABRAS




“El que comienza la discordia es como quien suelta las aguas; deja, pues, la contienda, antes que se enrede” (Pr 17:14).

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Se necesitan dos para pelear. Puedes evitar o terminar una pelea dejando que el conflicto se esfume. Pero si ambas partes avivan la discusión, el conflicto rápidamente empeorará. Los hombres sabios se esfuerzan por hacer la paz, porque el Dios de la paz llama a Sus hijos a la paz, a menos que sea un asunto por el que Él haya dicho deben contender.

Los grandes hombres hacen la paz. Los grandes hombres no son pueriles para enredarse en disputas pequeñas. Solo los hombres débiles no pueden gobernar sus espíritus o someter su orgullo para no responder a la provocación. ¿Eres grande o débil? ¿Hay algún conflicto en tu vida que deberías terminar antes de que se ponga el sol?

Si se hace una abertura en una represa o dique, el agua que fluya de ahí no se quedará en un pequeño chorro, sino que crecerá hasta romper la abertura y escapar explosivamente provocando una inundación violenta. De la misma manera, una pelea crecerá rápidamente si no se la termina desde el principio.

Los hombres sabios se retiran a la primera señal de conflicto. Si te quedas e intercambias expresiones faciales ofensivas y palabras agresivas, una pequeña confrontación puede convertirse rápidamente en una pelea que puede llegar incluso a los golpes. En el concierto internacional, así se inician las guerras entre las naciones. Una respuesta tonta es seguida por una réplica airada, obteniendo como resultado una ofensa que conduce a una disputa acalorada. Pronto, ambas partes se humillan tontamente con amenazas y hasta violencia física.

¡Tal conflicto no es ni sabio ni cristiano! Es fácil ver el comienzo de una disputa, pero ¿quién puede calcular el daño al final, especialmente cuando las emociones heridas gobiernan y nublan las mentes? Un hombre sabio evita las dolorosas consecuencias de un conflicto innecesario retrocediendo humildemente al inicio de la confrontación. El ligero dolor en su orgullo no es nada para él.

Los conflictos que los sabios evitan son sobre aquellos asuntos menores, personales, que fácilmente pueden ser sacrificados. Los hombres sabios no retroceden ni evitan la confrontación por la justicia o la verdad, aunque siempre siguen las reglas de la sabiduría en cualquier conflicto. Un hombre sabio conoce la diferencia entre las cosas por las que debe luchar y aquellas de las que debe alejarse.

En la época de Salomón, el agua se retenía y dirigía mediante el uso de diques, represas, zanjas y acueductos (2 Cr 32:1-4,30; Is 22:9-11). Gran parte de Israel era desierto árido. Al ser una sociedad agraria, dependían del agua. Era de conocimiento común que una pequeña abertura en una presa o dique rápidamente se abriría más por la fuerza del propio flujo del agua, y que se convertiría en una inundación muy difícil de reducir o detener. Una represa se conserva mucho más fácilmente de lo que se repara. Para mantenerla intacta, debe evitarse cualquier tipo de filtración.

La confrontación y la contienda crecen de la misma manera, rápida y violentamente, hasta convertirse en grandes contiendas. Tan pronto como sientas que aumenta la ira o que se desarrolla un conflicto, aléjate y evita tanto a la persona provocadora como el asunto que la provoca. Como algunos dicen, “Déjalo ir”. No dejes que la pelea ni siquiera comience. No respondas “palabras ásperas con otras palabras más ásperas (Pr 15:1). El refrán dice: “Palabras sacan palabras”. No caigas en la trampa. No respondas a la provocación, a menos que sea con este espíritu: La blanda respuesta quita la ira” (Pr 15:1). Una respuesta suave y conciliatoria puede apaciguar a tu interlocutor y poner fin a la disputa antes de que esta siquiera comience.

Considera la comparación de Agur en esta misma idea: “Ciertamente el que bate la leche sacará mantequilla, y el que recio se suena las narices sacará sangre; y el que provoca la ira causará contienda” (Pr 30:33). Batir la leche produce mantequilla; apretar la nariz puede producir una hemorragia nasal; provocar a alguien de mala manera producirá una confrontación. ¿Cuántas veces debe Dios repetir la advertencia de que la provocación verbal causará un conflicto? Aprende la lección.

Si los cónyuges aprendieran esta regla, no habría peleas conyugales. Si los miembros de la iglesia aprendieran esta regla, las divisiones en la congregación terminarían. Si los hermanos lo aprendieran, es posible que vieras en la práctica el significado de lo que la Biblia llama “amor fraternal” y “bondad entre hermanos”. La paz podría reinar con solo un poco de consideración sabia por el agua que se escapa de la represa de tus labios. Todo hombre debe evitar la contienda para ser un pacificador, que es el fin último que la Biblia exalta (Mt 5:9).

Los sabios, que son honorables y nobles, apagan la ira e ignoran las ofensas (Pr 19:11; 20:3; Ec 10:4). Pero el necio se resiente (Pr 20:3; 18:6). Los hombres justos saben que es el orgullo lo que inicia y mantiene un conflicto (Pr 13:10; 21:24; 28:25); saben que la prudencia y el entendimiento no le darán ningún lugar a la ira (Pr 14:29; 16:32; 25:8; Ec 7:8-9).

Las personas contenciosas, a las que les gusta discutir, pelear o guardar rencor, son como echar gasolina al fuego (Pr 15:18; 26:21; 29:22), así que deben ser echadas fuera para disfrutar de la paz sin ellas (Pr 22:10; Gn 21:9-10). Los amantes de la paz usarán respuestas blandas y apartarán la ira (Pr 15:1; 25:15). La caridad cristiana no se deja provocar (1 Co 13: 4-7).

David dijo: “Los que buscan mi vida arman lazos, y los que procuran mi mal hablan iniquidades, y meditan fraudes todo el día. Mas yo, como si fuera sordo, no oigo; y soy como mudo que no abre la boca. Soy, pues, como un hombre que no oye, y en cuya boca no hay reprensiones” (Sal 38:12-14). ¡Perfecta, y santa sabiduría!

Abraham amablemente resolvió una disputa de propiedad con Lot dejándolo elegir, aunque él, como anciano, tío y amigo de Dios, debería haber elegido primero (Gn 13: 8-9). Y Gedeón resolvió otra situación difícil al apaciguar gloriosamente a los hombres de Efraín (Jue 8:1-3). Pero la falta de esa sabiduría de parte de Jefté costó muchas vidas (Jue 12:1-6).

En el Nuevo Testamento, dos conflictos terminaron pacíficamente al nombrar diáconos y celebrar un concilio en Jerusalén (Hch 6:1-7; 15:1-31). Pero Pablo y Bernabé se separaron porque no pudieron arreglar sus diferencias (Hch 15:36-41). A los hermanos débiles se les permite entrar en las iglesias, pero no se les permite debatir sus opiniones personales y causar conflictos, porque la paz de la iglesia es mucho más importante (Ro 14:1,17).

El Señor Jesús nos enseña a dar la otra mejilla cuando nos golpean, lo que cumple y amplía la sabiduría de este proverbio (Mt 5:38-42). No quiere decir que un cristiano no debe defender a su familia o su hogar, incluso con fuerza letal. ¡Quiere decir que eventos ridículamente pequeños como ser golpeado en una mejilla te dan el privilegio de terminar una pelea ofreciendo la otra mejilla!

Pablo aplicó la lección del Señor enseñándonos a vivir en paz con todos los hombres (Ro 12:18-21; 1 Ts 5:14-15). Incluso a los ministros se les dice que rechacen las preguntas tontas e ignorantes para evitar las contiendas que causan (1 Ti 1:4; 6:3-5; 2 Ti 2:14-16,23; Tit 3:9), porque la envidia y las contiendas relacionadas son del infierno y no tienen parte en la vida de un cristiano (Stg 3:14-18).

En los asuntos pequeños que causan peleas, es mucho mejor sufrir pérdida que insistir en tu punto e intensificar una pelea y de todos modos nunca ganar realmente al final. Pablo enseñó a los corintios, que tenían una disposición contenciosa, a terminar las disputas pequeñas de esta misma manera: sufrir pérdida (1 Co 6:7-8). ¡Salomón, Jesús y Pablo estuvieron de acuerdo!

Para agradar a Dios y obedecer el proverbio de Salomón y seguir el ejemplo y la enseñanza de Jesucristo, debes evitar las disputas necias o personales cuando sientas que comienzan a crecer. La fuerza y la sabiduría que se necesitan para dejar una pelea son mucho más parecidas a las de Cristo que empujar el problema hasta que se convierta en pecado. Es mejor atragantarse tragándose el orgullo ahora para terminar una pelea, que luego atragantarse con una disculpa después de haber causado mucho daño.

Esta sabiduría se aplica especialmente cuando una persona que tiene autoridad sobre ti se ofende contigo. En lugar de pelear para defenderte, admite tu falta o tu posición inferior y termínala cediendo (Pr 16:14; 25:15; Ec 10:4). Hay una gran sabiduría en aprender a hacer esto, pero se necesita sabiduría y humildad. Deja que el consejo de Dios a través de Salomón te dé paz.

Termina un conflicto hoy, retrocediendo y alejándote como un verdadero cristiano y un hombre sabio. O mejor aún, dale un regalo a una persona ofendida para hacer las paces con ella (Pr 21:14; 17:8; 18:16; Mt 5:23-26). Esto es cristianismo real y sabiduría práctica. Dios bendecirá grandemente a tales pacificadores (Sal 34:12-16; Mt 5:9; Stg 3:17-18). 

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COMENTARIO DE PROVERBIOS











sábado, 22 de febrero de 2025

LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS EDIFICADORES


En Mateo 21:44, el Señor Jesús dice: 

“El el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará. 

La clave para entender esta declaración se encuentra en el contexto del versículo y en la conversación más amplia que el Señor Jesús estaba teniendo.

Él estaba enseñando en el templo cuando los principales sacerdotes y los ancianos se acercaron a Él y le exigieron saber la fuente de Su autoridad. En respuesta, el Señor les preguntó acerca de Juan el Bautista: ¿era un profeta de Dios o no? Los líderes religiosos, temiendo la respuesta del pueblo, se negaron a revelar su verdadera opinión sobre el asunto. A su vez, el Señor se negó a revelar la fuente de Su autoridad (Mt 21:23-27). Al hacerlo, Él dejó en claro que los líderes judíos mismos no tenían autoridad para juzgarlo.

Luego el Señor relató las parábolas acerca de las viñas. En la primera, Jesús contó acerca de dos hijos a quienes su padre les dijo que fueran a trabajar en la viña. El primer hijo inicialmente se negó, pero luego cambió de opinión y fue a trabajar. El segundo hijo prometió ir trabajar, pero nunca fue a la viña. Jesús aplicó esto a los líderes religiosos de Israel, quienes eran como el segundo hijo: expresaron su acuerdo con el Padre, pero, en el análisis final, fueron desobedientes. Los pecadores que respondieron al mensaje de Juan el Bautista eran como el primer hijo: parecían candidatos improbables para el cielo, pero se arrepintieron y, por lo tanto, entrarán en el reino (Mt 21:28-32).

En la segunda parábola, Jesús habla de un terrateniente que, en el tiempo de la cosecha, envió a algunos sirvientes a su viña para recoger el fruto. Sin embargo, los labradores que cuidaban la viña eran una gente malvada, y cuando llegaron los sirvientes, los labradores golpearon a algunos de ellos y mataron a otros. Finalmente, el terrateniente envió a su propio hijo a recoger el fruto, esperando que los labradores le mostraran respeto. Pero los labradores trataron peor a su hijo, echándolo fuera de la viña y matándolo (Mt 21:33-39).

Jesús entonces hace una pregunta: “Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?” (Mt 21:40). Los sumos sacerdotes y los ancianos le responden: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo (Mt 21:41). 

Jesús luego enfatiza su punto con una cita del Salmo 118: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. De parte de Jehová es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos (Mt 21:42). Después de una advertencia sobre que los líderes religiosos no heredarán el reino (Mt 21:43), llegamos a la declaración en cuestión, que es la culminación de una serie de terribles pronunciamientos dirigidos a los sumos sacerdotes y a los ancianos.

El Señor Jesús comienza con una pregunta sobre Juan el Bautista en Mateo 21:25, pero al final de la conversación, habla claramente de Sí mismo, refiriéndose a un padre que envía a su hijo que fue asesinado (Mt 21:37). Inmediatamente después cita una profecía mesiánica (Mt 21:42), afirmando en efecto que él es el Mesías largamente esperado. La progresión es lógica: el rechazo de Juan lleva naturalmente al rechazo de Cristo, a quien Juan señaló (Jn 1:29;3:30).

La piedra que “los edificadores desecharon” es Jesús (Mt 21:42). Aunque fue rechazado, Él se convierte en la piedra principal del ángulo (Hch 4:11; Ef 2:20; y 1 P 2:6-8). 

El rechazo de la piedra por parte de los edificadores es una referencia a la crucifixión de Cristo. La elección que el Padre hace de la piedra para que sea la piedra angular es una referencia a la resurrección de Cristo. Dios eligió a Su Hijo, despreciado y rechazado por el mundo, para que fuera el fundamento de Su iglesia (1 Co 3:11). He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable (Is 28:16).

Ahora bien, el contacto con una piedra tiene consecuencias. Si tropiezas con el borde de una roca y caes sobre ella, puedes romperte algunos huesos. Si una roca lo suficientemente grande cae sobre ti, puedes morir. El Señor Jesús usa estas verdades para dar una advertencia a los líderes judíos.

La piedra de la que habla es Él mismo. Al decir que quien caiga sobre esta piedra será quebrantado, el Señor Jesús advierte tanto sobre la conversión como contra oponerse a Él. Nadie que tropiece con Él será la misma persona si se convierte y nace de nuevo: una especie de dulce quebranto (Sal 51:17). Por otro lado, desafiar al Señor con rebeldía y/o desobediencia es como caer bajo una roca sólida, una acción insensata. Al decir que quien caiga bajo esta piedra será desmenuzado, Jesús advierte contra ignorarlo o desobedecerlo. La apatía hacia Jesús (Su palabra) es como interponerse en el camino de una roca que cae, una acción muy insensata. “Estoy aquí para hacer la obra de Dios”, dice Jesús en esencia. “Se pondrán los cimientos de la iglesia. No es prudente oponerse a Mí porque la obra de Dios no es intrascendente”.

Rechazar al Salvador es fatal. Lamentablemente, muchos lo rechazan, incluso llamándose a sí mismos cristianos. Será por piedra para tropezar, y por tropezadero para caer (Is 8:14). 

Rechazar persistentemente al Salvador es recibir un juicio tan severo que lo único que quedará será polvo. El profeta Daniel da una imagen similar del Mesías, comparándolo con una roca cortada, pero no por manos humanas, que aplasta a las naciones del mundo y las aniquila por completo (Dn 2:31-45).

Mateo 21:44 es un llamado a la fe, un llamado a abrir los ojos y ver que el Señor Jesús es en verdad el Hijo de Dios enviado al mundo. El pasaje es también una advertencia severa contra el rechazo al Señor Jesucristo. Él es la Roca segura de salvación para quienes creen en Él y le obedecen, pero una piedra de tropiezo inamovible y una roca que desmenuza para quienes no le obedecen.

Que nadie que haciéndose llamar “cristiano(a) sea descrito por estas palabras del Señor:

Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres (Mt 15:8-9).

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viernes, 21 de febrero de 2025

DUROS DE CERVIZ



“Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros...” (Hch 7:51-53).

Ser de dura cerviz es ser terco y difícil de controlar. A menudo la Biblia usa esta figura retórica para describir la actitud de Israel con Dios (Éx 33:3; Dt 9:13; Neh 9:16; Hch 7:51). 

Originalmente, el término se utilizó para describir a un buey (o a cualquier animal de granja destinado al servicio de los humanos) que se negaba a dejarse guiar por el cabestro del granjero. Por ejemplo, cuando un agricultor enganchaba una yunta de bueyes a un arado, los dirigía pinchándolos suavemente con una aguijada afilada en los talones o en el cuello para que tomaran velocidad o giraran. El animal que se resistía a ser dirigido de esta manera por el agricultor era llamado de dura cerviz. Un animal (o persona) de dura cerviz no quiere girar la cabeza para seguir otro camino. 

Los israelitas conocían bien el término ser de dura cerviz, por eso, cuando el Señor lo usó para describirlos, entendieron el mensaje. Todo agricultor entiende muy bien la frustración de intentar arar un campo o transportar un carreta cuando el animal de carga es de dura cerviz. Un animal de carga que no se deja guiar es inútil para cualquier trabajo, es una gran decepción, ya que no cumple con la tarea que debe realizar. 

Cuando el pueblo escogido por Dios se negó a amarlo, a honrarlo y a obedecerlo, no estaba viviendo el propósito para el cual Dios lo escogió como Suyo (Is 41:8-9; Jer 7:23-24; Éx 19:5-6). Dios les dejó en claro Su voluntad a los israelitas, y su desobediencia fue justamente llamada dura cerviz y corazón duro. Mientras Israel se rebelaba contra Dios, ignoraba la aguijada que Dios usaba para intentar redireccionarlos.

Esteban, el primer mártir cristiano, utilizó el término ser de dura cerviz cuando les dijo a los judíos que habían asesinado a su Mesías:

“¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores (Hch 7:51-52).

Por decir esta verdad, Esteban murió apedreado. “Y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo” (Hch 7:58). Este joven llamado Saulo, escucharía del Señor en Persona una paráfrasis de las últimas palabras que Esteban le había dirigido a los judíos que lo lapidaron, judíos entre los cuales el joven Saulo se encontraba: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hch 26:14)

Todos los seres humanos fuimos creados a la imagen de Dios (Gn 1:27) con el propósito de reflejar Su gloria mientras vivimos en comunión con Él. Pero, después de que Adán pecó en Edén, junto con él elegimos seguir nuestro propio camino (Ro 5:12). Dios envió a Su Hijo para que pagara el precio de esa rebelión y, sin embargo, millones de personas siguen rechazando Su invitación (2 Co 5:21; Jn 3:16-18). Aquellos que tienen la oportunidad de conocer a Dios pero que, en vez de eso, se sirven a sí mismos, siguen el ejemplo de Israel al ser de dura cerviz (He 3:7-12).

Dios promete guiar los que lo aman, y nos pide no continuar siendo de dura cerviz:

“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti” (Sal 32:8-9).

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“La reprensión aprovecha al entendido, Más que cien azotes al necio” (Pr 17:10).

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Necesitas una medición de cociente de sabiduría. Olvídate del cociente intelectual, a menudo tiene una relación inversa al cociente de sabiduría. Salomon, el hombre más sabio de todos los tiempos, estaba significativamente por encima de todas las escalas de cociente intelectual. Podía sentarse y hablar durante horas sobre cualquier tema a los hombres más inteligentes del mundo (1 R 4:29-34). Pero él no tenía respeto por la inteligencia en comparación con la sabiduría. La sabiduría es mucho más importante. Escribió esta simple comparación para medir tu sabiduría: ¿Qué tan bien recibes la reprensión?

La inteligencia es la capacidad de poner los bloques amarillos en los espacios amarillos sin demasiados errores antes de que llegue el momento de las galletas y la leche. La sabiduría es la capacidad de agradar tanto a Dios como a los sabios en las situaciones morales únicas que nunca antes has enfrentado. La sabiduría supera a la inteligencia como la luz supera a la oscuridad. Los sabios son los grandes hombres a los ojos de Dios. ¿Estás listo? Esta es una prueba cronometrada. ¡En solo diez minutos se revelará tu cociente de sabiduría!

Dios no tiene respeto por la inteligencia humana. Él ha escogido a hombres de poca inteligencia para ser Sus hijos, para poder aplastar el orgullo de los intelectuales (1 Co 1:26-29). Se ríe y se burla de la llamada inteligencia del hombre (1 Co 1:19-20; 3: 18-20). Él sabe que fueron los hombres más inteligentes de Israel quienes crucificaron a Su Hijo, y sabe que son los hombres más inteligentes de América los que piensan que sus antepasados eran monos y que la Asociación Nacional de Educación no es una arma de destrucción masiva.

¿Qué haces cuando te reprenden? Los hombres con inteligencia se irritan y se justifican citando los puntajes obtenidos en juegos anteriores con bloques amarillos. Los hombres sin inteligencia simplemente contemplan con una mirada vidriosa en sus ojos, preguntándose cuándo podrán volver a sus videojuegos. Los sabios, independientemente de su inteligencia, lo toman en serio, se someten mansamente a la corrección, se proponen cambiar de inmediato y aman al que los reprende.

Dado que todos los hombres llegan a este mundo totalmente indefensos e ignorantes, y sus vidas solo duran 70 años en promedio, aquí está el factor que indica el mayor potencial de grandeza. El desarrollo y progreso de un hombre en su corta vida requiere cambios frecuentes y significativos. El cambio requiere corrección e instrucción. A los hombres señalados para la grandeza les encanta que les digan que están equivocados y rápidamente aprovechan la oportunidad para avanzar y refinarse.

¿Qué tan bien recibes la reprensión? ¿Solo tienes que ser informado una vez que estás haciendo algo mal para cambiar tu conducta? ¿O es necesario que te lo digan repetidamente? ¿O cien azotes de castigo de los hombres y de Dios sólo te endurecen? Esta es la prueba de fuego de la sabiduría. ¿Qué tan bien recibes la reprensión? Un hombre sabio se mejora con una sola reprensión, pero un necio no cambia, incluso con un castigo devastador. La arrogancia y la terquedad de un necio son tan grandes que no puede ni quiere aprender. ¿Dónde estás en la escala de cociente de sabiduría?

“Una palabra al sabio” es un dicho popular similar a este proverbio. Un hombre sabio necesita una sola corrección o reproche para aprender y cambiar su comportamiento. El necio se resiste, se rebela y rechaza la corrección y la reprensión. Se eriza a la defensiva cuando le dices que está equivocado, ya sea que lo esconda en el corazón, lo refleje en el rostro, el lenguaje corporal o las palabras. No tiene corazón para la sabiduría.

Por supuesto, el necio nunca tiene una respuesta sabia para sus errores; simplemente no le gusta que le digan que está equivocado. Por eso es un necio. Aunque Dios, o los hombres, o ambos, le den cien azotes, él continúa en terca rebelión. Es demasiado inteligente para ser sabio, es un necio. Nadie lo va a corregir. Está más allá de toda ayuda o esperanza (Pr 27:22).

Hijo, estar de acuerdo y obedecer cuando tu padre te dice que hagas algo que ya estás dispuesto a hacer solo demuestra cooperación o egoísmo. Es cuando tu padre te dice que estás equivocado y que necesitas cambiar algo querido por ti que puedes probar tu sabiduría. Es entonces cuando se ve claramente tu potencial de grandeza. 

Cristiano, decir “Amén” cuando un pastor predica algo que ya crees no prueba nada. Enviar un enlace o un bosquejo de un sermón agradable a otros no prueba nada. Es someterte a una reprensión, a una censura, a un reproche o una reprimenda lo que prueba tu sabiduría. El bendito Dios envió a Sus siervos para la obra de reprensión y corrección (2 Ti 3:16-17). Los sabios amarán tanto la reprensión como al que reprende (Pr 9:8; 19:25; Sal 141:5).

¡Qué prueba tan perfecta de cociente de sabiduría! Sólo los hombres sabios pueden pasarla. Los necios son descubiertos cada vez. Cada familia los tiene; cada iglesia los tiene. No importa cuánto insista un ministro en el punto, el necio inteligente se sienta con aire de suficiencia y se considera sabio, demostrando ser un perdedor (Pr 26:12). El idiota sueña despierto con los autos que le gustan o con los resultados deportivos que leyó esa mañana.

Como es común en estos proverbios de Salomón, la medida más grande de un hombre necio o sabio es su habilidad para recibir y seguir instrucciones. Debes preguntarte sobriamente a la vista de Dios: ¿Qué tan bien recibo las reprensiones de los padres, predicadores y consejeros? Es imperativo que conozcas tu cociente de sabiduría y lo mejores hoy recibiendo bien las reprensiones correctas.

Dios perfeccionó la sabiduría en Sus hijos, sin importar la edad o la inteligencia. La fe infantil recomendada por el Señor es la simple confianza en que la Palabra de Dios y los representantes de Dios, ya sean padres, maridos u otros en autoridad deben ser obedecidos. Esta regla sabia para la grandeza resume el aprendizaje de manera simple: Dios lo dijo; yo lo creo; ¡eso lo resuelve!

La sabiduría se ofrece libremente. Todo lo que debes hacer es extender la mano y tomarla (Pr 9:1-6). La recibes rechazando tus propios pensamientos, y los de otros necios, para ser humildemente corregido, reprendido y reprobado por Dios y Su Palabra. La rebelión es como la hechicería, y la terquedad es como la idolatría, y las consecuencias son terribles (1 S 15:23).

La medida final de sabiduría e insensatez es cómo recibes la Persona y las reprensiones del Señor Jesucristo. Él reconoció que Su Padre había escondido la verdadera sabiduría de los hombres inteligentes de este mundo para revelarla a los niños (Mt 11:25-27). Es tu sabiduría en este día humillarte ante el Señor Jesucristo y reconocerlo como tu Señor y Rey, lo cual es probado por tu afán de recibir Sus reprensiones (Ap 3:19).

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COMENTARIO DE PROVERBIOS









EL QUE CUBRE LA FALTA BUSCA AMISTAD



“El que cubre la falta busca amistad; Mas el que la divulga, aparta al amigo” (Pr 17:9).

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Perdonar y olvidar es amar. ¿Sabes cómo ganar el amor y construir amistades? Es un arte enseñado por la sabiduría, es una conducta aprendida. Todas las personas son naturalmente arrogantes, envidiosas, odiosas, maliciosas, egoístas y vengativas (Ro 1:29-31; 2 Ti 3:2-3; Tit 3:3).

Solo la gracia de Dios puede salvar a un hombre de sus malas tendencias heredadas de Adán, y permitirle que aprenda con la sabiduría de lo alto acerca del amor y la amistad (Pr 8:9; 14:6; Tit 3:4-7). 

¿Has aprendido el amor y la amistad? ¿Eres un amigo amistoso? ¿Se alegran los demás de tu amistad? ¿Tienes muchos amigos? El amor y la amistad verdaderos pasan por alto y olvidan las ofensas personales contra ti, pero los hombres necios las traerán a colación y destruirán las relaciones pacíficas. El amor y la amistad verdaderos nunca mencionan los fracasos o los pecados de una persona a los demás, pero los hombres necios no cesarán de murmurar, maldecir y calumniar (Pr 10:12; 11:13; 16:28).

Cubrir una transgresión es cómo demuestras amor y ganas amigos. Es perdonar y olvidar lo malo que otros te hacen. Una certeza de las relaciones humanas es que los demás te irritarán y ofenderán. Pero lo que hagas con esas transgresiones personales es la clave. Al ignorar las provocaciones y los desaires de los demás, los estimas más importantes que a ti mismo, lo cual es verdadero amor y amistad (Fil 2:3; 1 Co 13:4-7).

El sabio se gloría en las oportunidades de pasar por alto las transgresiones personales; su discreción y dominio propio eliminan su ira (Pr 19:11). Nada lo irrita, especialmente las fricciones menores que comúnmente ocurren entre las personas. Sabe que el Señor le ha perdonado mucho, por lo que le resulta fácil perdonar a los demás. Sabe que tiene una viga en su ojo, por lo que no se preocupa por la pequeña mota en el ojo de su prójimo (Mt 7:3-5).

Cubrir una transgresión es cómo demuestras amor y ganas amigos. Silencia toda lengua murmuradora y ahuyenta a todo chismoso y calumniador (Pr 11:13; 16:28; 18:8; 20:19; 25:23; 26:20-22; Sal 101:5). Niégate a repetir rumores o hechos que degraden la reputación de una persona. El verdadero amor no piensa mal de los demás y no se regocija cuando escucha fracasos o pecados en la vida de otros (1 Cor 13: 4-7). Cubrir una transgresión es enterrar una noticia que refleja mal el carácter de otra persona. El amor protege la reputación de los demás.

Cubrir las transgresiones no es comprometerse con el pecado. Si un hombre peca contra el Señor, debe ser tratado de manera diferente a que si te ofendiera a ti (1 S 2:25; 1 Co 5:1-5; 6:7). Las reglas de Dios para manejar estos asuntos mayores se tratan a lo largo de las Escrituras. Nunca debes cubrir o pasar por alto el pecado contra Dios para ganar o mantener amigos. El tema en cuestión son las ofensas personales que puedes cubrir (Pr 19:11; Mt 5:38-48; 18:15-22; 1 Co 6:1-8), o los fracasos y pecados de otros que no son tu responsabilidad. Si un hombre se ha arrepentido de un pecado, por más atroz que sea, no hay amor ni provecho en mencionarlo a los demás.

Los hombres arrogantes y rebeldes no recordarán la sabiduría de encubrir ofensas personales, y los hombres ignorantes y necios no pueden aprenderla. Ambos pretenden que deben protegerse recordando los defectos y debilidades de los demás. Creen que deben vengarse de cualquier desaire que reciben de los demás. No pueden dejar pasar las ofensas. Deben recordarle a otros sus pecados. Se corroen por dentro, a veces durante años, por faltas cometidas en contra de ellos. Deben vengarse.

Para justificarse y degradar a los demás, repiten cualquier fracaso que escuchan de ellos. Tienen un corazón voraz al que le encanta escuchar chismes sobre los demás y difundirlos ampliamente. Reciben placer perverso al poder insinuar y murmurar sobre los pecados de los demás. Estas bestias malvadas no conocen el amor y, por lo tanto, rara vez tienen verdaderos amigos.

El amor y la amistad comienzan en el corazón. Cuando otros te ofenden, ignóralo, incluso en tu corazón. Cuando otros te menosprecien, ignóralo, incluso en tu corazón. Cuando otros te provoquen, ten pensamientos amables y misericordiosos sobre ellos. No pienses en represalias. Olvida el asunto. No planifiques una oportunidad para mencionarlo. Cuando otros fallan o tienen pecado en sus vidas, no te regocijes por ello. Se conocido solo por mencionar las bendiciones y los éxitos de los demás.

El amor y la amistad se practican mejor en casa. Si puedes ser caritativo, amable y misericordioso con tus hermanos o tu cónyuge, puedes serlo con cualquier hombre. Se debe enseñar a los niños a pasar por alto las ofensas de los hermanos en lugar de chismearlas o vengarlas; se les debe enseñar a nunca repetir los fracasos de los hermanos a los demás. Deben aprender a encubrir las ofensas y buscar el amor.

Este proverbio puede mejorar tu matrimonio. Debido a que el matrimonio es una relación familiar e íntima con otra persona, conocerás más las faltas y los fracasos de tu cónyuge que de cualquier otra persona. ¿Puedes cubrir, perdonar y pasar por alto las faltas sin decir nada? ¿O crees que sacar el tema de nuevo te ayuda a ti o a alguien? No sabes nada sobre el amor, y destruirás tu matrimonio levantando muros entre tú  y tu cónyuge.

Ignora y pasa por alto las ofensas personales contra ti. No repitas rumores, chismes o hechos sobre otros que los pongan en una mala posición. Ambos son pecados contra la caridad cristiana que destruyen el amor y la amistad. Que cada persona muestre a los demás el mismo perdón que Dios le ha mostrado a ella (Ef 4:31-32). La alegría y la seguridad del perdón y el olvido de las faltas y los pecados son las bendiciones más preciadas de la religión cristiana.

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COMENTARIO DE PROVERBIOS







DIOS PAGA EN ESPECIE



“Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores, y a los humildes dará gracia” (Pr 3:34).

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Dios está airado y desprecia a los escarnecedores. Los que descuidan su Palabra, se burlan de su verdad, desprecian a sus ministros y adoran sus propios pensamientos, serán juzgados con dureza (Is 29:20-21). Pero aquellos que piensan mal de sí mismos y tiemblan ante Él recibirán bondadosas bendiciones.

El juicio de los escarnecedores es seguro. No escaparán. Dios los tendrá en escarnio. Él se reirá y se burlará, cuando traiga sus peores temores sobre ellos por su arrogante desprecio de Sus ofertas de sabiduría, verdad y vida (Pr 1:20-31Sal 2:1-12).

Los escarnecedores resienten la corrección, desprecian la autoridad, se burlan de la verdad y están llenos de presunción. El gran Dios los resiste, los ridiculiza y los rechaza por su orgullo y arrogancia. Otros no pueden ayudar o proteger al escarnecedor, porque Dios lo juzgará (Pr 9:12).

Los humildes tienen corazones contritos y humillados, son humildes de pensamiento, confiesan sus errores rápidamente y tiemblan con corazones dispuestos ante la instrucción divina. El Dios misericordioso los favorecerá con Sus bendiciones llenas de gracia. Aunque Él está en lo alto, considera a los humildes y resiste a los soberbios (Sal 138:6). Es tu elección que Dios te favorezca o te desprecie.

El proverbio es tan cierto que se menciona dos veces en el Nuevo Testamento (Stg 4:61 P 5:5). Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Debes humillarte bajo la poderosa mano de Dios, para que Él te exalte a su debido tiempo (Stg 4:101 P 5:6).

Dios da esta gracia antes y después de que te humilles. Es Su gracia la que te humilla, porque el corazón natural del hombre es altivo y nunca se inclinaría ante Él. Y es Su gracia la que recompensa tu humildad con más favor por haberte inclinado (Stg 4:5-6).

La regla del cielo es simple: Dios paga en especie. Él es misericordioso con los misericordiosos, recto con los rectos, puro con los puros y perverso con los perversos (Sal 18:25-26). Él salva a los afligidos, pero abate la altivez de los soberbios (Sal 18:27). Él no tardará en pagar en su misma cara a aquellos que lo aborrecen (Dt 7:9-11). Y les dará el mismo trato que ellos le han dado a Él, pero con Su furor (Lv 26:23-28).

Los caminos de Dios son rectos, aunque Israel lo acusó de ser injusto (Ez 18:25-30). El hombre que elige el desprecio y la iniquidad será juzgado, pero el que elige la humildad y la justicia será salvo. Los caminos de Dios son rectos. Humíllate, lector.

Faraón se burló del Señor, pero Israel devastó terriblemente a la nación. Coré despreció a Moisés, pero él y su familia descendieron vivos a sus sepulcros. Goliat se burló del Dios de Israel, pero un muchacho descamisado le cortó la cabeza. Los judíos despreciaron a Jesucristo, pero Él ridiculizó públicamente sus doctrinas, hipocresía y personas. Caifás e Israel se burlaron del Señor y de Sus apóstoles, pero Él arrasó su templo y destruyó su nación. ¡Ciertamente Él escarnece a los escarnecedores!

Cuando Elimás se burló del evangelio, Pablo lo despreció y lo hirió con ceguera (Hch 13:4-12). Cuando los judíos rechazaron el mensaje de Pablo sobre el Mesías, él se volvió hacia los gentiles y les dijo a los judíos que no eran dignos de la vida eterna (Hch 13:46-47).

Los altivos maestros de Corinto, que estaban resentidos con Pablo, escucharon públicamente capítulo tras capítulo de su gloriosa jactancia, que los dejó a todos humillados ante la iglesia. Y Pablo, a su vez, les dijo a Timoteo y a Tito que no permitieran que nadie los menospreciaran ni se burlaran de ellos (1 Ti 4:12Tit 2:15).

Si has tratado de enseñar a un escarnecedor y has recibido odio, vergüenza y una mala respuesta a cambio (Pr 9:7-8), no te preocupes. Hay un Dios en el cielo, y Él está más arriba que ellos, no importa cuán altos sean sus pensamientos vanidosos. ¡Ciertamente Él escarnece a los escarnecedores! Serás reivindicado.

Estimado padre, si ves un atisbo de desprecio o simplemente lo hueles en el aire de tu hijo, debes eliminarlo hoy. Este, el más odioso de todos los espíritus, debe ser corregido, o te atraerás un gran dolor y atraerás sobre tu hijo el juicio de Dios. Es la semilla del infierno en tu hijo, pero el uso sabio y temprano de la reprensión y la vara pueden eliminarlo.

Estimado lector, ¿alguna vez se te erizan los pelos del orgullo y la rebelión ante la predicación de la Palabra de Dios? ¿Entran en tu mente pensamientos de resentimiento contra el mensaje o el mensajero? ¿Te ofende la corrección o advertencia de un amigo? A menos que tengas evidencia bíblica abrumadora para cuestionar sus palabras, estás tomando el asiento inicuo de los escarnecedores.

¿Te molesta la autoridad? ¿Te resulta fácil criticar o burlarte de los que están sobre ti? ¿Te encanta dar tu opinión sobre cómo se deben hacer las cosas? ¿En el trabajo? ¿En la iglesia? ¡Ten cuidado! ¡Ciertamente Él escarnece a los escarnecedores! Incluso las intenciones de tu corazón están desnudas ante Él.

Por otra parte, el gran Dios del cielo se acerca a los humildes, que esperan en silencio con el corazón contrito y tiemblan ante Su palabra (Is 57:1566:1-2). Considera estas preciosas promesas. ¡Qué privilegio! ¡Qué bajo costo! Humíllate, estimado lector. Él da gracia a los humildes. Inclínate ante Él, y Él te elevará a nuevas alturas.

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