El Señor Jesús le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas?”, según se registra en Juan 21:15-17.
Esto ocurrió cuando Jesús estaba desayunando con Sus discípulos poco después de Su resurrección.
El Señor aprovechó ese momento para animar y exhortar a Pedro con respecto a las responsabilidades que le esperaban, e incluso para profetizar la manera en que Pedro moriría.
Al preguntarle a Pedro tres veces: “¿Me amas?”, el Señor Jesús subrayó la importancia del amor hacia Su persona y la obediencia inquebrantable que Pedro debía demostrarle como requisitos para el ministerio que tendría en el futuro.
El Señor Jesús interroga a Pedro sobre su amor por Él, y cada vez que Pedro responde afirmativamente, Jesús le encarga que apaciente Sus ovejas. El significado es claro: Si Pedro verdaderamente ama a su Maestro, entonces debe pastorear y cuidar de aquellos que le pertenecen a Cristo. Con estas palabras, el Señor Jesús revela el rol de Pedro como uno de los pastores de la nueva Iglesia, el Cuerpo de Cristo en Jerusalén, que será responsable de difundir el evangelio tras Su ascensión al cielo.
Es posible que, con esta pregunta repetida, el Señor estuviera recordándole sutilmente a Pedro sus tres negaciones. No cabe duda de que aquellas negaciones y el momento en que Jesús se volvió a mirarlo quedaron profundamente grabados en la mente de Pedro (Lc 22:54-62). Pedro no pasó por alto el hecho de que el Señor le repitiera la pregunta tres veces, así como él lo había negado tres veces anteriormente.
También hay un contraste interesante si observamos las palabras griegas para “amor”, que se usan en Juan 21:15-17.
Las dos primeras veces que el Señor le pregunta a Pedro: “¿Me amas?” en Juan 21:15-16, usa el término griego ágape, que se refiere a un amor de la voluntad. En ambas ocasiones, Pedro responde: “Sí, Señor, tú sabes que te amo”, usando el término griego fileo, que alude a un amor fraternal y de amistad.
El Señor Jesús quería que Pedro entendiera que para poder ser el pastor al que Dios lo estaba llamando a ser debía amarle a Él de forma decisional, racional, como un acto de la voluntad.
La tercera vez que Jesús le pregunta a Pedro: “¿Me amas?” (Jn 21:17), condesciende y usa fileo, y Pedro vuelve a responder: “Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo”, utilizando de nuevo fileo.
El uso de palabras diferentes para “amor” indica que el Señor Jesús le estaba enseñando a Pedro qué clase de amor es el que Él demanda de nosotros: No un amor sentimental ni emocional como fileo, sino uno de la voluntad y racional, ágape, que no varíe ni cambie con los acontecimientos y el paso del tiempo.
Al preguntarle a Pedro tres veces si lo amaba, queda claro que el Señor Jesús quería asegurarse de que Pedro comprendiera que la enorme responsabilidad de cuidar del rebaño de Cristo requiere mucho más que un amor basado en las emociones o los sentimientos.
Cuando alguien nos repite una instrucción más de una vez, entendemos que se trata de algo muy importante. El Señor Jesús quería que Pedro entendiera no solo la magnitud de su llamado, sino también la razón principal: Seguir al Señor por amor (ágape) y así glorificar a Dios (Jn 21:19).
Según señala la Biblia en sus libros, existen cuatro palabras griegas que en nuestras versiones en español se traducen simplemente como una: Amor.
Estas palabras griegas son: eros, estorge, fileo y ágape. En el orden dado, cada una de estas palabras griegas representan cuatro formas de Amor: el romántico (eros), el de familia (estorge), el fraternal (fileo) y el Divino (ágape).
La primera forma de amor, eros, es la que se describe en el libro Cantar de los Cantares, el amor de pareja, y es la forma más efímera y superficial de amor porque está relacionada con la pasión carnal. Este amor pasa, así como pasa la Noche de Bodas y la Luna de Miel. Fileo y estorge se debieran traducir como afecto y cariño, y es el que desarrollamos a través del trato y la familiaridad con los miembros de nuestra familia natural y amigos cercanos. Ágape denota benevolencia, caridad y una buena voluntad incansable que siempre busca el mayor bien para los demás, sin importar su comportamiento. Es una actitud generosa hacia los demás, que da libremente sin pedir nada a cambio y no considera el valor de su objeto. Ágape es un amor por elección y obediencia que se refiere a la voluntad más que a la emoción o a los sentimientos.
Ágape describe el amor incondicional que Dios tiene por el mundo. Pablo describe este amor en 1 Corintios 13:4-8. Ágape es el amor infinito de Dios por la humanidad, y el amor que nosotros le debemos a Él. Este tipo de amor, que es el de mayor fuerza e importancia, es el que los discípulos del Señor debemos practicar, cultivar, ejercitar voluntaria y perseverantemente; y con el que debemos amar al Señor.
Un día, un intérprete de la ley le preguntó al Señor:
“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt 22:36-40).
Nótese que amar a Dios y al prójimo (ágape) es algo que se nos ordena hacer: Es un mandamiento que debemos obedecer, no un sentimiento que debamos sentir.
Si dejamos que nuestros sentimientos nos controlen, seremos personas inestables, desequilibradas, inconstantes, inmaduras; porque los sentimientos vienen y van, suben y bajan, aparecen y desaparecen, fluctúan con las circunstancias.
Sólo una persona necia e inmadura se deja guiar por sus sentimientos. Una persona madura y sensata en Cristo Jesús controla sus sentimientos y hace que estos obedezcan a la Palabra de Dios.
En primer lugar está ágape como el fruto del Espíritu (Gl 5:22-23), porque es la primera manifestación de la unión real del hombre con Cristo. Es la caridad operativa y la benevolencia delicada con las personas con quienes se relaciona el hombre y, por tanto, la primera manifestación de la acción del Espíritu Santo en las almas. No hay señal ni marca que distinga más al cristiano y al que ama a Cristo que el cuidado espiritual que le profesamos a nuestros hermanos en la fe y el celo por la condición de sus almas.
Pedro era un hombre emocional, una persona gobernada por sus sentimientos; una montaña rusa de emotividad. Esa había sido la causa de su caída al negar al Señor. Como cuando el Señor lo había llamado a caminar con Él sobre las aguas (Mt 14:27-29 ). Como cuando lo había tenido que reprender llamándole “Satanás... Porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mt 16:23).
Cada vez que la situación cambiaba y se veía poco favorable humanamente hablando, la fe de Pedro, gobernada por sus emociones, fallaba.
El Señor quería que Pedro corrigiera ese defecto de su carácter, y madurara con la práctica del autocontrol emocional: la templanza, fruto del Espíritu santo.
No te dejes manipular por tus sentimientos. Obedece la Palabra de Dios y controla tu sentir. Haz que tu voluntad obedezca la ley de Dios, y entonces tus sentimientos serán equilibrados.
El verdadero amor dado por Dios (ágape) produce armonía y comprensión, madurez y templanza, confianza y seguridad. Este es el amor que el Señor quería que Pedro cultivara para que nunca más lo negara.
Este es, también, la clase de amor con el que debemos nosotros amar a Dios y a nuestro prójimo.
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