Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros (Stg 4:7-8). Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios... (Hch. 20:26-31)
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viernes, 16 de junio de 2023
JOHN BUNYAN & EL PEREGRINO—Primera Parte
JOHN BUNYAN & EL PEREGRINO—Segunda Parte
Bunyan ahora comenzó a confesar a Cristo como su Salvador ante los hombres; y viendo por la palabra de Dios que los creyentes eran bautizados tras su confesión de fe en Cristo, deseó así obedecer al Señor con el bautismo. En consecuencia, fue sumergido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28:19; Mr 16:16; Hch 10: 47; Hch 16:30-33; Ro 6:3-11).
En el pueblo de Bedford había una compañía de cristianos que eran llamados “inconformistas” o “disidentes” porque no se ajustaban a las normas y reglamentos de la Iglesia Estatal. Estos hermanos creían, y con justa razón, que la palabra de Dios es la única regla para la fe y la práctica. Con esta compañía Bunyan se asoció y dio testimonio de la gran alegría que sentía mientras se sentaba alrededor de la mesa del Señor con el pueblo del Señor recordando Su muerte hasta que venga otra vez por los Suyos (Lc 22:19,20; 1 Co 11:23-26; Hch 20:7).
Amigo lector, medita cuidadosamente estas Escrituras, y si eres hijo de Dios te alegrarás de escuchar la voz del Pastor (Jn 10:27) y así obedecerle en estas dos ordenanzas que Él instituyó para todos los que han confiado en Él como su Salvador.
La experiencia por la que había pasado John Bunyan ahora le resultaba muy útil; y comenzó, cuando se le presentaba la oportunidad, a hablar del Señor Jesús tanto a los salvos como a los no salvos. No se adelantó al tiempo de Dios, sino que gradualmente floreció hasta convertirse en un claro y tosco predicador del glorioso Evangelio de la gracia de Dios, hasta que los llamados a escuchar llegaron a ser tantos que, después de considerarlo en oración, decidió abandonar su trabajo y dedicar todo su tiempo al ministerio de la palabra de Dios. Cientos vinieron a escucharlo de todas las clases y condiciones de la sociedad. A la gente sencilla le encantaba escucharlo predicar porque usaba un lenguaje que ellos podían entender; y su áspera elocuencia, nacida del sincero amor por sus almas, atraía y retenía su atención. Los ricos y educados también solían venir y escuchar al “hojalatero predicador”, como lo llamaban; y se maravillaban de la habilidad para predicar viniendo de alguien que había recibido tan poca educación. Muchas almas profesaron ser salvas bajo su ministerio, y los hijos de Dios fueron fortalecidos en la fe y crecían “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P 3:18).
Dio la casualidad, sin embargo, que había una ley en Inglaterra en esos días que decretaba que a sólo los ministros ordenados o a aquellos que pretendieran serlo, se les debía permitir predicar. Bunyan negó el derecho del Estado de decidir quién podía o no podía predicar. Lo suyo era producto de la poderosa ordenación de las manos traspasadas (Jn 15:16) y esto, en su mente, era todo lo que era necesario. Él había recibido su comisión del Comandante en Jefe de los Ejércitos de Dios, quien había dicho: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr 16:15) y en obediencia a su Señor iba por todas partes predicando el evangelio.
Esto atrajo la atención de las autoridades y la denuncia fue presentada contra él, pero debido a que los hermanos se unieron para apoyarlo, se abandonó la acusación. Luego vino la restauración de los Stuart al trono de Inglaterra, y un ministerio como el de Bunyan fue prohibido bajo severas penas de cárcel. Durante un tiempo, Bunyan solía disfrazarse para pasar desapercibido hasta llegar al lugar donde iba a predicar; pero pronto decidió prescindir de todo disfraz y predicar audazmente la palabra, prefiriendo “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5:29). Se le pidió predicar en el pueblo de Samsell y aceptó la invitación. Sus amigos le advirtieron que las autoridades de allí lo sabían y que iban a tomar medidas para detenerlo, pero él continuó audazmente, determinado a que nada ni nadie debía intimidarlo. Tenía la promesa de la presencia de su Señor, entonces, ¿por qué debería tener miedo de lo que el hombre le hiciera? (Mt 10:28)
Fue a Samsell para dirigir la reunión, y después de que comenzó el servicio con oración, leyó este texto: “¿Crees en el Hijo de Dios?” (Jn 9:35). Y mientras procedía a hablar de él un policía entró y, mostrando una orden judicial, lo arrestó en el lugar. Fue llevado ante un juez de paz llamado Wingate quien trató de hacerle prometer que dejaría de predicar, y de encontrar fiadores que se comprometieran a ver que cumpliera su palabra. Pero Bunyan se negó resueltamente a hacerlo. En consecuencia, el juez Wingate el 13 de noviembre de 1660, lo encomendó a los tribunales de lo penal para que se viera cuándo sería llevado a juicio.
Unas semanas más tarde, cuando se reunieron los jueces, Bunyan fue llevado ante el tribunal en el que se sentaron los siguientes jueces: Keeling, Chester, Blundale, Beecher y Snagg. Luego se leyó su acusación: “John Bunyan, de la ciudad de Bedford, trabajador, endiablada y perniciosamente se abstuvo de ir a la iglesia (estatal) a escuchar el servicio divino, y es el cabecilla y principal orador de varias reuniones ilícitas y convenciones religiosas, con gran perturbación y distracción de los buenos súbditos del reino, lo cual es contrario a las leyes de nuestro soberano señor, el rey”.
Sin examinar a los testigos de las defensas, se le encontró culpable, y el juez Keeling lo condenó salvaje y amargamente como sigue: “Escucha vuestra sentencia. Debéis ser devuelto a prisión, y allí yacer durante los tres meses siguientes; y al cabo de tres meses, si no os sometéis y vais a la iglesia (estatal) a escuchar el servicio divino y te vais a predicar por tu cuenta, debéis ser desterrado del reino; y si después de tal día que se os señale para iros fuereis hallado en este reino, seréis estirado por el cuello por ello”. La respuesta de Bunyan es digna de recordar. Sin miedo y sin temor por estos jueces que tan injustamente lo habían condenado, él respondió: “Si yo estuviera fuera de la cárcel hoy, predicaría de nuevo mañana. ¡Así que ayúdame Dios!”
Bien podemos agradecer a Dios por hombres como John Bunyan. Los horrores de la prisión junto con la separación de su mujer e hijos no lo hizo transigir en sus convicciones. Es a tales hombres, que nosotros, en años posteriores, les estamos en deuda por la libertad religiosa que ahora disfrutamos. Estos hombres valoraban una buena conciencia con Dios más que una buena reputación entre los hombres. Valoraron más la libertad del cielo que la libertad de la tierra. Este es el tipo de cristianismo que el mundo respeta. Hay demasiados supuestos cristianos que son llevados de aquí para allá por opiniones y amenazas de los hombres, y adaptan su hablar a lo que le gusta y a lo que le disgusta a sus audiencias, y que aman la alabanza de los hombres más que la alabanza de Dios. En verdad, los tales tienen su recompensa, pero no en el cielo. Es debido a hombres como Bunyan que se nos permite predicar el evangelio libremente, sin que nadie se atreva a atemorizarnos. Recuerda, estimado lector, que estos privilegios que ahora disfrutamos han costado la sangre y lágrimas de miles que gustosamente sufrieron torturas, encarcelamientos, destierro y muerte, antes que negar la fe o mancillar su buena conciencia ante Dios. Nos corresponde a nosotros valorar y seguir su noble ejemplo.
La prisión donde estuvo confinado Bunyan era tan diferente de las prisiones modernas como la noche lo es del día. Era un lugar oscuro y húmedo situado al nivel del río Ouse, y a menudo estaba superpoblado, lo que lo convertía en uno de los lugares de confinamiento más asquerosos y repugnantes de Inglaterra. Bunyan pasó doce largos años en ese terrible lugar. Por alguna razón la sentencia de destierro nunca se ejecutó. Su caso provocó bastante lío y llegó a los juzgados en varias ocasiones; pero esto no lo ayudó, ya que los jueces parecían temerosos de ejecutar su sentencia, aunque ninguno tampoco tuvo el coraje de soltarlo, por lo que fue confinado en la cárcel de Bedford durante ese largo período. ¡Solo piénsalo! Muchos de los lectores del Peregrino aún no tienen doce años de edad y, sin embargo, durante este período de tiempo Bunyan era un “prisionero de Cristo Jesús” (Ef 3:1), todo porque, como Daniel, él se atrevió a tener un propósito firme, y se atrevió a darlo a conocer.
Alguien ha dicho muy acertadamente que “La experiencia cristiana de alguien vale sólo lo que le costó”. Le costó al apóstol Pablo la pérdida de todas las cosas y, en definitiva, su propia vida. A Bunyan le costó doce años en un calabozo repugnante. ¿Qué te ha costado a ti? ¿Qué has sufrido por causa del Evangelio?
¿Debemos nosotros ser llevados al cielo en un lecho de rosas mientras otros luchan por terminar la carrera y navegan por mares sangrientos?
En cualquier momento, si lo hubiera deseado, Bunyan podría haber obtenido su libertad prometiendo no predicar más; pero estaba hecho de una materia más dura que esto, y consideró un honor sufrir por Cristo y el evangelio.
No olvidemos que tenía mujer e hijos. ¿Cómo iba a sobrevivir su familia si el sostén de la familia estaba en la cárcel? Bunyan pudo ganar algo de dinero haciendo flecos y cordones para zapatos, pero esto no era suficiente para mantener a su familia. Entonces, ¿cómo fueron atendidos? El mismo Dios que da a las aves del cielo sus nidos, y a las flores del campo su vestidura, se aseguró de que durante todo el tiempo de la vida de su siervo en encarcelamiento todas las necesidades de su familia fueran satisfechas y no les faltara nada vital. Verdaderamente, las promesas de Dios no son meras palabras vacías, sino reales verdades de las que Sus hijos pueden depender implícitamente. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil 4:19). Sobre estas “preciosas y grandísimas promesas” (2 P 1:4) Bunyan descansó con fe sencilla; y demostró, como miles de otros, que aquellos que confían en Dios completamente, lo encuentran completamente verdadero.
Mientras sus enemigos se regocijaban por haber acallado su voz disidente al ponerlo en prisión, no se dieron cuenta de que estaban cumpliendo el propósito de Dios. Todavía tenían que descubrir que Dios obra todas las cosas para el bien de los que le aman, que los son llamados conforme a Su propósito (Ro 8:28) y que Dios hace que la ira de Sus enemigos sea para Su alabanza,
Es muy cierto que Bunyan fue excluido de entre los hombres, pero es igualmente cierto que fue reservado para Dios quien, de manera maravillosa, le abrió las Escrituras en la prisión. Como resultado de su mucho estudio de la Biblia y la oración persistente, la maravillosa historia de El Progreso del Peregrino comenzó a ser escrita mientras Bunyan estaba en la cárcel de Bedford, realizando una obra que Dios nunca podría haber hecho si él hubiera estado en libertad.
La prisión, por así decirlo, se convirtió en la universidad de Dios en la que John Bunyan fue educado por Él a través de Su palabra, y así capacitado por Dios mismo para escribir esta obra maestra de la literatura inglesa; esta, la mayor de las alegorías que ha sido utilizada para el despertar y la salvación de muchas miles de almas. ¡Que Dios en su gracia se complazca en usarla para tu salvación si aún no te has convertido!
Cowper tenía razón cuando cantó:
Dios se mueve de una manera misteriosa,
Él planta sus pasos en lo profundo,
Y cabalga sobre la tormenta.
Profundo en minas insondables,
De habilidad que nunca falla,
Él atesora sus diseños brillantes
y obra su voluntad soberana.
Vosotros, santos temerosos, tomad nuevo valor,
Las nubes que tanto teméis
Son grandes en misericordia y se romperán
¡En bendiciones sobre vuestras cabezas!
A través de los años que han pasado, un número cada vez mayor de cristianos, por siglos y a lo largo y ancho del mundo, han encontrado en las páginas de El Progreso del Peregrino consuelo en los problemas, guía en dificultad y liberación de la esclavitud del legalismo. De hecho, toda la Iglesia ha sido edificada por esta hermosa alegoría en que la vida cristiana de principio a fin ha sido representada tan brillantemente.
El Progreso del Peregrino no se publicó hasta 1678, seis años después de que Bunyan había sido puesto en libertad. La manera en que él, junto con un gran número de otros inconformistas, como se les llamaba, obtuvieron su libertad es interesante.
Algún tiempo después del regreso al trono de Carlos II, quien durante la Guerra Civil había huido a Francia, era esperado por una delegación de cuáqueros, uno de los cuales era un hombre llamado Carver. Este hombre le recordó al rey que durante su huida de Inglaterra después la batalla de Worchester, él lo había ayudado en su escape a Francia, y había sido él quien lo había llevado a tierra en un pequeño bote cuando un corsario había estado a punto de capturarlo. El rey recordó el incidente con emoción, entonces el viejo marinero intercedió ante él por los inconformistas en las prisiones inglesas. Le dijo: “Ahora vengo a pedirte, rey, que seas amable con mis hermanos en su angustia, como yo fui bueno contigo en la tuya”.
El rey respondió que Carver podría renovar su petición en otro momento y él la consideraría. Sin demora, Carver, junto con otros cuáqueros, apeló por la liberación de todos los inconformistas bajo todos los nombres por los que eran conocidos, y el resultado fue que el 13 de septiembre de 1672, Bunyan, junto con muchos otros, fue puesto en libertad.
Habiendo ya muerto el Sr. Gifford, la iglesia que este pastoreara le solicitó a Bunyan convertirse en el pastor de la pequeña congregación en Bedford. Después mucha oración, decidió hacerlo y así reanudó su predicación del evangelio glorioso del Dios bendito, y fue otra vez poderosamente usado para la cosecha de muchas almas preciosas y la edificación de los creyentes en la santísima fe de Cristo Jesús.
Así libró Dios a su siervo conforme a todos Sus propósitos. El Progreso del Peregrino había sido escrito en la cárcel, entre lágrimas, oraciones y privaciones sin nombre. Bunyan había aprendido las cosas profundas de Dios en la soledad de su celda de prisión, y salió de ella un hombre transformado para mejor. El conocía a Dios mejor; conoció más íntimamente al Señor Jesús; conocía las Escrituras más plenamente, y podía decir como Pablo, por experiencia y no sólo aprendido de memoria: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil 4:11). En verdad, los muros no hacen una prisión, ni los barrotes de hierro una jaula. Los muros de piedra no pueden encerrar a un hijo de Dios, ni las barras de hierro a quien el Hijo de Dios ha hecho libre. El espíritu de John Bunyan estuvo sin trabas, su conciencia fue libre, y su lengua se convirtió en la pluma de un hábil escritor. Así, la cárcel de Bedford, oscura, húmeda y lúgubre, se convirtió en el lugar de nacimiento del segundo mejor libro después de la Biblia.
La primera edición de El Progreso del Peregrino fue publicada en 1678 por Nathaniel Ponder; y la portada dice lo siguiente:
“El progreso del peregrino de este mundo al venidero. Entregado bajo la semejanza de un sueño en donde se descubre la forma de su partida, su peligroso viaje y su llegada segura a la país deseado. Por John Bunyan. Licenciado e ingresado de acuerdo a orden. Londres, impreso por Nathaniel Ponder en el Peacock en el Poultrey cerca de Cornhill 1678”.
Su popularidad quedó inmediatamente asegurada. Viejos y jóvenes, educados y incultos, clérigos y disidentes por igual, compraron el libro, y en diez años se habían publicado doce ediciones. Antes de que Bunyan muriera, se habían vendido más de 100.000 copias solo en Inglaterra. Desde entonces, ha sido traducido a más de cien idiomas y tiene una venta sólo superada por la Biblia.
Se han erigido monumentos a la memoria de Bunyan, pero éstos, como todos los monumentos, se derrumbarán y caerán. El mayor monumento a su memoria es el libro que ha escrito, que vive en el corazón y en la vida de miles que, a través de la lectura de sus páginas, han sido llevados a ver su necesidad del Señor Jesús, y guiados a aceptar y confesar como Salvador y Señor, al Único cuya sangre preciosa aseguró nuestro perdón.
Posteriormente, Bunyan escribió muchos más libros, siendo el más grande de ellos La Guerra Santa, un libro que todo cristiano debería leer. Lord Macauley declaró que si El Progreso del Peregrino no se hubiera escrito, La Guerra Santa habría sido la alegoría más grande que existiera.
Entre sus otros libros destacan como los más conocidos: La Vida y Muerte del Señor Malhombre, y Abundante Gracia para el Más Grande de los Pecadores. En total, Bunyan escribió y publicó unos sesenta volúmenes.
Durante los dieciséis años entre su liberación y su llamada a la Ciudad Celestial, Bunyan fue un hombre ocupado. Multitudes acudían a escucharlo predicar. A veces tenía 1.200 personas a las siete en punto de la mañana en el invierno, y dondequiera que iba, la gente se agolpaba para escucharlo. Muchos no podían acceder a los lugares a los que era invitado porque se repletaban hasta hacer imposible que una sola persona más pudiera entrar.
Y Bunyan solo tenía un mensaje que predicar: La Suficiencia de la Palabra viviente, Cristo, y la Suficiencia de la Palabra Escrita—las Escrituras, para satisfacer todas las necesidades tanto del pecador como del santo; y estas verdades, predicadas en el poder del Espíritu Santo de Dios, fueron bendecidas para la salvación y edificación de miles de almas.
John Bunyan murió en el año 1688. La causa de su partida de este mundo fue como sigue.
Un joven se había escapado de su casa, incurriendo así en el disgusto de sus padres. El joven deseaba una reconciliación con sus padres, y le preguntó al Sr. Bunyan si intentaría usar su influencia para lograr esto. Bunyan le prometió que lo intentaría. Viajó a la comarca en cuestión a caballo para ver a los padres del joven y se aseguró de su promesa de recibirlo de vuelta en el hogar. En el viaje de regreso fue alcanzado por una severa tormenta que le dio un fuerte resfrío. Debido al debilitamiento de su constitución física producto de sus experiencias carcelarias, rápidamente el resfrío se convirtió en algo más serio, y después de una enfermedad relativamente corta, el Soñador Inmortal, como se le llamaba, pasó a la presencia del Señor que había amado y servido tan bien. Mientras sus amigos lloraban junto a su cama, viendo cómo la vida de su querido amigo se desvanecía lentamente, Bunyan juntó sus fuerzas para decirles: “No lloren por mí. Nos reuniremos todos dentro de poco para cantar un cántico nuevo y permanecer eternamente felices en un nuevo mundo sin fin”.
El lugar de su muerte fue Snow Hill y su cuerpo fue puesto en el Bunhill Fields, el cementerio inconformista. Ahí espera el momento cuando su espíritu, que ya está con Cristo, en la venida del Señor Jesucristo, sea unido a un cuerpo transformado y glorificado, conforme al poder con que el Hijo de Dios atraerá todas cosas para sí mismo (Fil 3:21; 1 Ts 4:13-17). La sencilla inscripción de la lápida es: “John Bunyan, autor de El Progreso del Peregrino, nació en 1628. Murió en 1688”.
Que el libro que escribió, al estudiar sus páginas, se convierta para nosotros en la bendición ha sido para tantos antes que nosotros. Que su ejemplo cristiano de fortaleza y sincera devoción al Señor Jesús sea para cada lector una inspiración y aliento para no sólo comenzar el “viaje de este mundo al que está por venir”, sino para que ese viaje de vida glorifique a Aquel cuya preciosa sangre hace posible El Progreso del Peregrino. ¡Qué sea para todos nosotros, los santos, el peregrinar por este mundo ingrato y condenado en verdad un progreso!
La historia está llena de verdad bíblica y grandes porciones de la misma son citadas prácticamente en cada párrafo. Que la buena semilla de las Sagradas Escrituras encuentre un lugar permanente en el corazón del lector; porque estamos seguros que los que son hijos de Dios se han hecho tales al nacer de nuevo, “no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P 1:23).
El Progreso del Peregrino es un libro sumamente importante por tres razones. Primera, porque nos habla del viaje más importante que cualquier persona puede hacer, a saber, un viaje de esta vida a la venidera, del tiempo a la eternidad. Segunda razón, porque revela a las personas más importantes que encontraremos en este viaje, y nos advierte o aconseja sobre cómo debemos recibir o rechazar sus conversaciones.
Y, por último, este libro describe el tema más importante a saber en este mundo y en esta vida, que es:
La salvación de la paga del pecado (que es la muerte, la separación eterna de Dios) a través de la fe en la obra consumada del Señor Jesucristo; la salvación del poder del pecado por la morada del Espíritu Santo en el creyente; y la salvación de la misma presencia y posibilidad del pecado al estar en casa con Cristo al final del viaje.
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JOHN BUNYAN & EL PEREGRINO—Tercera Parte (Resumen y Comentario)
EL PRÓLOGO APOLOGÉTICO DE BUNYAN
Anticipando las críticas que pudiera suscitar esta obra, Bunyan incluyó un largo prólogo apologético, al estilo de poema, ofreciendo razones por las que había decidido publicarla. Sus amigos puritanos, por lo general, no valoraban las historias alegóricas y desconfiaban de cualquier enseñanza que no fuera clara (literal) y que no derivara directamente de las Escrituras.
Cuando se publicó el Progreso del Peregrino, en 1678, alcanzó un éxito editorial inmediato. En su primer año se imprimieron tres ediciones y quince años después ya se habían vendido cien mil copias. En los siglos siguientes, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, se convirtió en un clásico de lectura obligatoria, y aun sigue siendo la obra más popular en el mundo cristiano. Aparte de la Biblia, ha vendido más copias y ha sido traducida a más idiomas que cualquier otra obra. Además, se convirtió en un recurso literario indispensable para la obra misionera: los misioneros de antaño tenían la costumbre de traducir la Biblia a la lengua nativa en la que les correspondiera ministrar, e inmediatamente traducían también El Progreso del Peregrino.
Cuando Bunyan se presentó ante el impresor con su libro, le dijo: “Tengo un manuscrito que vale muy poco”.
Bunyan afirmó que no se propuso escribir una alegoría y que se topó con el tema cuando escribía otra obra (es muy posible que fuera The Heveanly Footman) y que inicialmente lo hizo para satisfacción personal. Sin embargo, defendió el valor de esta obra, señalando que la Biblia contiene metáforas y parábolas, y que tanto el Señor como los profetas enseñaron verdades espirituales por medio de lenguaje figurado. Afirmó, también que las historias se recuerdan más fácilmente y que nos ayudan a entender mejor las enseñanzas espirituales profundas.
Las alegorías encarnan mejor las doctrinas eternas. Demuestran que el mundo visible no lo es todo si no que, al contrario, hay una realidad que trasciende este mundo y esta vida natural. Estos son sólo sombras de verdades espirituales.
La publicación y el éxito editorial de El Progreso del Peregrino le abrió paso a la Biblia para ocupar un lugar de importancia entre la literatura inglesa, y sirvió de inspiración posteriormente a grandes escritores como Robert Luis Stevenson, Charles Dickens, Mark Twain, George Eliot, Jane Austen, Charlotte Brontë, Samuel Johnson, Benjamín Franklin y Nathaniel Hawthorne.
Robert Luis Stevenson apreciaba mucho El Progreso del Peregrino, y lo describió como “un libro que exhala enseñanzas hermosas y valiosas”, y reconoció que le había otorgado “sabiduría y gozo”.
Charles Spurgeon escribió: “Junto a la Biblia, el libro que atesoro con más aprecio es la obra de John Bunyan El Progreso del Peregrino. Creo que lo he leído por lo menos unas cien veces. Es una obra que no me canso de leer; y el secreto de su originalidad es que consiste mayormente en una compilación de las Escrituras”.
El teólogo J. I. Packer leyó El Progreso del Peregrino por más de cincuenta años y lo hizo por lo menos una vez al año. Lo consideraba una “clásico de la vida cristiana, superior a todos los demás”.
Básicamente, el prólogo de El Progreso del Peregrino muestra que la intención de Bunyan al escribir fue influenciar “a aquellos que sufren de letargo y dejadez en su fe [...] y presentar el evangelio con tal urgencia y fervor que los perdidos se arrepientan ante la Cruz”. Su alegoría de un peregrino que debe sortear incontables peligros en una tierra extraña haría que sus lectores se convirtieran también en peregrinos y así podría guiarlos a su verdadera patria celestial.
PRINCIPIA EL SUEÑO DEL AUTOR
[Nota: El orden de este resumen y comentario es cronológico, pero más de un capítulo del Peregrino ha sido incluido en cada parte presentada aquí. Para una lectura con la distribución de capítulos separados, ver la obra original.]
La cueva a la que se refiere Bunyan en el inicio es la cárcel de Bedford en Inglaterra. Bunyan escribió por lo menos ocho obras más durante los doce años que pasó encarcelado (veinte por ciento de su vida, desde los treinta y dos hasta los cuarenta y cuatro años) por predicar el evangelio de Jesucristo sin permiso del Estado, y por negarse a dejar de hacerlo.
El hombre viste andrajos, como los trapos de inmundicia de nuestra justicia propia, la cual jamás podrá igualar la santidad que Dios demanda de nosotros (Is 64:6). Su referente es la Biblia. Ella le ha mostrado su pecado y lo ha convencido de él porque “es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He 4:12). Su carga es que ahora conoce su pecado. Ahora vive lo mismo que el salmista: “Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí” (Sal 38:4).
Para Bunyan, el mensaje de la salvación comienza cuando, por medio de las Escrituras, reconocemos nuestro pecado y cuán grave es.
Evangelista ilustra a cualquier creyente que guía a otro a Cristo, pero podría estar basado en su querido pastor y consejero, a quien Bunyan llamaba “el santo Señor Gifford”. La predicación de Gifford sobre el amor de Cristo, junto a su recomendación del comentario de Lutero sobre Gálatas, ejerció bastante influencia en la conversión de Bunyan. Este personaje revela el verdadero significado del término evangelista, “mensajero de las buenas nuevas”, porque sufre por los perdidos y les muestra el camino al Salvador por medio de las Escrituras.
Tal como le sucedió a Bunyan, Cristiano se embarca en un largo y tortuoso camino hacia su conversión. Bunyan sufrió durante años la carga de su culpa sin poder librarse de su consciencia aguijoneada, dejar de vivir en el pecado o escapar de su miseria emocional. Cuando Cristiano admite que le es imposible ver la puerta estrecha que le señala Evangelista, este le menciona la luz y le aconseja que siga buscando la luz de la Palabra hasta que Dios se le revele por medio de ella.
Obstinado representa a aquellos que testarudamente se niegan a considerar la perspectiva de otros, que se mofan de las convicciones cristianas y confían en lo que el mundo les ofrece. Flexible representa a aquellos que fácilmente se inclinan tanto hacia el bien como hacia el mal. Al no estar consciente de su propio pecado, Flexible decide acompañar a Cristiano por simple curiosidad y liviandad. Los brillantes galardones del destino final han cautivado temporalmente su atención, pero no tiene la voluntad de soportar ningún sufrimiento.
Recordemos que Bunyan nació en 1628, en el seno de una familia pobre, en un pueblo llamado Elstow, cercano a Bedford, Inglaterra. Luego de que su familia ya no pudiera vivir del trabajo agrícola, su padre se dedicó al oficio de hojalatero, reparando ollas y sartenes. Era el oficio de las clases más bajas y marginadas. Su padre lo sacó de la escuela para que lo ayudara. Nadie habría apostado que Bunyan escribiría una obra tan importante en la historia de la literatura universal, obra que serviría de guía y de aliento a millones de creyentes a lo largo de los siglos. Una de las principales razones por la que no se necesita una educación especial para destacar como cristiano, es que el cristianismo es en sí mismo una educación. Es por ello que un hombre como Bunyan pudo escribir un libro que dejó pasmado a todo el mundo.
El Pantano del Desaliento representa la preocupación, el sentimiento de vergüenza y el desánimo que aparecen cuando estamos conscientes de la santidad de Dios y de nuestro propio pecado. Situaciones particulares del momento como las pruebas, las tentaciones y la confusión, pueden agravar la condición. Lo que alivia esto son las promesas de Dios que nos aseguran que Él ha perdonado nuestros pecados (en caso de arrepentimiento genuino y confesión). A Cristiano le cegaba tanto su temor y le paralizaba tanto su ansiedad y desesperada situación, que no se daba cuenta de que las promesas de Dios estaban allí para él, al alcance de la mano. El Rey no desea ver a nadie atascado en el lodo cenagoso, ni mucho menos que exista el Pantano del Desaliento.
Auxilio representa al creyente maduro en la fe, que conoce la voluntad de Dios y que sabe por experiencia propia que Sus promesas son ciertas. Este personaje afirma la fe de los débiles recordándoles que pueden confiar en el Dios de la gracia y la bondad, y que los pecadores arrepentidos pueden confiadamente depositar sus vidas en las manos de Dios. La escena donde Auxilio rescata a Cristiano del lodazal es una alusión al Señor cuando evitó que Pedro se hundiera en las aguas (Mt 14:31), al “brazo” del Señor cuando salva, y a las palabras del salmista: “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (Sal 40:2).
Sabio-según-el-mundo representa a todos los que depositan su fe en sus propias obras y truecan la santidad de la cruz por una vulgar decencia humana. Rechazan la doctrina del pecado y el evangelio y optan por seguridad y comodidad en contraste con la paz de Dios. Sabio-según-el-mundo demuestra ser más refinado, hábil y sutil en sus críticas que Obstinado, y logra convencer a Cristiano que debería deshacerse de su carga por medio de sus propios esfuerzos y asentarse en una cómoda vida en el mundo.
Luego de seguir el consejo de Sabio-según-el-mundo y dirigirse a Moralidad, Cristiano se encuentra con una montaña alta que representa el monte Sinaí y la ley de Moisés. La ley causa que el pecado salga a la luz y la carga de Cristiano se vuelve aún más pesada, pues su pecado se hace más evidente. Continuar en esta senda legalista termina siendo algo imposible de cumplir; es imposible que fabrique su propia justicia, no hay manera de escapar de la condenación y la esclavitud. Se encuentra en una senda que lo llevará a la muerte en vez de ir hacia la vida. “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn 14:6).
La madre de Bunyan murió cuando este tenía dicisésis años; su hermana murió unos meses más tarde. Un mes después, el padre de Bunyan se volvió a casar, lo cual causó un distanciamiento entre padre e hijo. Luego, dejó el hogar para unirse al ejército de Cromwell durante la Guerra Civil Inglesa, en la que Cromwell luchó contra Carlos I para lograr la libertad religiosa (entre otras libertades y derechos políticos). Durante su servicio en el ejército, Bunyan entró en contacto con el pensamiento puritano, que valoraba la experiencia individual de la gracia de Dios en contraste con las tradiciones religiosas de carácter público.
Luego de su servicio militar, Bunyan retornó a su pueblo natal, comenzó a trabajar como hojalatero, y se casó. Si bien su mujer provenía de una familia pobre, trajo consigo bendiciones espirituales que cambiarían la vida de Bunyan para siempre: dos libro puritanos (su modesta dote), memorias de la vida piadosa de su padre y su dinámica fe. El interés de Bunyan por el cristianismo despertó. Su conocimiento de la Biblia comenzó a aumentar, pero igual pasó muchos años con dudas que lo hacían pensar mucho más en la ira de Dios que en Su gracia. No fue hasta que conoció al santo señor Gifford y a su iglesia (que estaba compuesta por creyentes que conocían el amor de Dios y testificaban de Su gracia transformadora) que llegó a comprender que la gracia de Dios también era para él, y que era mayor que su pecado.
Evangelista no le restaba importancia al pecado de Cristiano: “Tu pecado es muy grande”. Al haberse alejado del “consejo del Altísimo”, y haber hecho mal, ofendió al Dios santo, entristeció el corazón del Señor, y se perjudicó a sí mismo. Sin embargo, es indudable que Buena Voluntad, que representa al Señor Jesús, estaría dispuesto con todo su corazón a perdonar y recibir de vuelta a Cristiano. Evangelista le dice a Cristiano que crea esto, y así lo hace él. En la puerta estrecha (Mt 7:13-14), finalmente Cristiano recibe por la fe, en un momento crucial de su conversión, la generosa gracia de Dios.
La carga de Cristiano no le fue quitada de inmediato luego de su conversión. Esto parece describir que Bunyan, como muchos otros al igual que él, creía que la conversión precede a la justificación (¿Salvación, o sólo conversión?), que no siempre son la misma cosa. En el caso de Cristiano, como el mismo Bunyan lo experimentó, continuará llevando su carga de culpa hasta que llegue al lugar de su liberación—la cruz.
Intérprete representa al Espíritu Santo, cuya tarea consiste en revelar al creyente la Palabra de Dios. Así como Dios se revela a sí mismo por medio de la persona de Cristo, quien revela su mente, voluntad y amor por medio del Espíritu de verdad. Intérprete lleva a Cristiano a un conocimiento más profundo de la verdad de Dios por medio de siete visiones.
La imagen del Hombre Sobrio señala las cualidades que hay que buscar en un maestro confiable de la Biblia, lo que le ayuda al creyente a identificar a los verdaderos y a los falsos maestros.
La escena de la sala llena de polvo, que contrasta la ley y el evangelio, tiene relación con la experiencia de Pablo descrita en Romanos 7:7-10. La ley señala el pecado, y vivir ciñéndose a la ley aumenta el poder del pecado en nuestras vidas y la conciencia que tenemos de este. La ley es incapaz de quitar nuestro pecado; solo el agua del evangelio lo puede lavar.
Los dos niños, Pasión y Paciencia, nos ofrecen una lección en cuanto a desarrollar deseos piadosos y una visión de la eternidad. Los que son de Dios no negociarán “las mejores cosas”—las bendiciones de Dios y los tesoros del cielo, el hogar verdadero—por una gratificación inmediata y los bienes temporales de este mundo.
La visión del fuego encendido representa la manera en que se aviva la vida al interior del creyente. Las tentaciones de Satanás, el antagonismo del mundo y los apetitos carnales amenazan con apagar la llama en el corazón del creyente. Pero una fuente secreta vuelve esa débil llama en una más intensa. Con el aceite de su infinita gracia y amor, que tiene más poder que cualquier otra amenaza, Dios reaviva al creyente y le da el poder de cumplir Su voluntad.
La imagen del Guerrero que sale victorioso de la batalla describe el conflicto y la oposición que el creyente debe esperar en la vida cristiana. Los creyentes han recibido órdenes de participar en la derrota del Enemigo, bajo el poder del que ha vencido al mundo. Solo los que no abandonen la buena batalla de la fe podrán entrar en el reino.
Enjaulado nos ilustra las enseñanzas que leemos en Hebreos 6:4-6 y Hebreos 10:26-39. Una vez que hemos sido iluminados y hemos gustado del don celestial, y hemos sido hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustamos de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, debemos evitar volvernos tibios, descuidados o atrevidos y arrogantes, y olvidarnos del camino de Dios. Aquellos que así lo hacen, desprecian a Cristo, manifiestan su incredulidad y no serán justificados en el juicio final. El mensaje para el creyente es: no consideres poca cosa el pecado, amar a Dios significa vencer el pecado. Mantente firme en tu fe. Cultiva un espíritu quebrantado y un corazón contrito y humillado. Colabora con el Espíritu en tu santificación y esfuérzate por retribuir el amor de Dios por medio de tu obediencia.
La escena final muestra a un Hombre Angustiado, que ha soñado que enfrenta el juicio de Dios y que no ha recibido el perdón por sus pecados porque jamás se arrepintió de ellos. Nos sirve de recordatorio de que debemos prepararnos para el día en que Dios, quien conoce los corazones, nos pedirá cuentas. Es un llamado a que tomemos en serio las advertencias de las Escrituras, porque el Señor recibirá en su reino solamente a quienes se hayan arrepentido y unido a Cristo por medio de la fe y la obediencia.
Si bien Cristiano se encuentra en la gracia de Dios, es obvio que sus problemas no han desaparecido. Estará viajando en este difícil camino que conduce a la vida eterna, camino que todo el que obedece a Dios debe transitar desde el presente hasta la eternidad (Mt 7:14). En este camino todos nos enfrentamos a pruebas, tentaciones, enemigos y falsos amigos. Debemos ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas (Mt 10:16). “¿Has considerado bien todas estas cosas?”, le pregunta Intérprete a Cristiano, refiriéndose a las siete visiones que le ha mostrado. Finalmente agrega: “Grábalas en tu memoria”. La orden de Intérprete le permite a Cristiano prepararse para el difícil camino que tiene por delante, y lo ayuda a armarse de valor y precaución, fortaleza y perseverancia.
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