Tuesday, July 29, 2025

SALOMÓN Y SUS MIL MUJERES


1 Reyes 11:3 afirma que Salomón “Tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón”. 

Lo primero que debemos dejar muy claro es que Dios NO le permitió a Salomón tener este número de mujeres. Las decisiones matrimoniales de Salomón fueron una directa violación de la Ley de Dios, y hubo consecuencias nefastas por ello.

Dios ya había hablado sobre este asunto. Cada tema que Dios ya ha mencionado en Su palabra es considerado cerrado y definitivo. El hecho de que una persona que profese tener fe en Dios y Su palabra haga en su vida lo que el Señor prohíbe y condene sólo significa que está ejerciendo su libre albedrío, y que cosechará las consecuencias de su desobediencia; y esto es exactamente lo que vemos en la vida de Salomón.

Salomón hizo un muy buen comienzo como rey, atendiendo el consejo de su padre, David, como se registra en 1 Reyes 2:2-3:

 Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre. Guarda los preceptos del Señor tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas” (1 R 2:2-3). 

Una muestra de la humildad de Salomón se encuentra en 1 Reyes 3:5-9, cuando le pide sabiduría al Señor. La sabiduría es conocimiento aplicado; nos ayuda a tomar decisiones que honran al Señor y están de acuerdo con las Escrituras. El libro de Proverbios de Salomón está lleno de consejos prácticos sobre cómo seguir al Señor. Salomón también escribió el Cantar de los Cantares, que presenta una hermosa imagen de lo que Dios quiere que sea el matrimonio. Así que el rey Salomón sabía lo que era correcto. Él sólo se negó a hacer lo que era correcto.

Con el tiempo, Salomón olvidó su propio consejo y la sabiduría de las Escrituras. Dios había dado instrucciones claras para quien fuera a ser rey: no aumentar su caballería, no acumular para sí mujeres ni plata ni oro (Dt 17:14-20). Estos mandatos estaban destinados a evitar que el rey confiara en el poderío militar, siguiera a dioses extranjeros y confiara en la riqueza y no en Dios. Cualquier estudio de la vida de Salomón mostrará que él rompió estas tres prohibiciones divinas a sabiendas.

Por lo tanto, el hecho de que Salomón tomara para sí muchas mujeres fue una violación directa de la Palabra de Dios. Y tal como Dios lo había predicho: 

“Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con el Señor su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses. Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; mas él no guardó lo que le mandó Jehová (1 R 11:4-10). 

Para complacer a sus mujeres, Salomón incluso se involucró en el sacrificio a Moloc, un dios que exigía que se realizaran actos “abominables” (1 R 11:7-8). 

La elección de Salomón de desobedecer la Palabra del Señor trajo consecuencias inevitables. 

“Y dijo el Señor a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo” (1 R 11:11). 

Dios mostró misericordia a Salomón por amor a David (1 R 11:12), pero el reino de Salomón eventualmente fue dividido. Otro castigo para Salomón fue la guerra con los edomitas y los arameos (1 R 11:14-25).

Salomón no era un títere ni un autómata. Dios no lo obligó a hacer lo que era correcto. Por el contrario, Dios estableció Su voluntad primero por escrito, bendijo a Salomón con sabiduría y esperaba que el rey obedeciera Su palabra. Salomón optó por desobedecer y tuvo que cosechar el amargo fruto de sus decisiones. 

Con respecto a esto, resulta interesante leer el libro de Eclesiastés. En todo el libro Salomón nos cuenta todo lo que intentó para encontrar la plenitud fuera de Dios en este mundo, o “bajo el sol”. Este es su propio testimonio: 

“Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música” (Ec 2:8). 

Sin embargo, su acumulación de bienes materiales y siervos y siervas no le trajo la felicidad. Por el contrario, “Todo es vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol” (Ec 2:11).

Tampoco sus mil mujeres le proporcionaron gozo permanente. Escribió acerca de ellas: “Lo que aún busca mi alma, y no lo encuentra: un hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas estas nunca hallé” (Ec 2:28)

En la conclusión del Eclesiastés, encontramos un sabio consejo: 

“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ec 12:13).

La voluntad de Dios es que nadie peque, aunque Él nos permite tomar nuestras propias decisiones. La historia de Salomón es una poderosa lección para nosotros de que no vale la pena desobedecerle al Señor. No basta con empezar bien, sino que debemos buscar la gracia de Dios para que también podamos terminar bien. La vida sin Dios resultó ser para Salomón un callejón sin salida. Él pensó que tener 1.000 mujeres le daría la felicidad o al menos prestigio, pero el placer que obtuvo no valió el precio que pagó. Un Salomón más sabio llegó a la conclusión de que su vida de placeres “es vanidad” (Ec 12:8), y el libro de Eclesiastés termina con la advertencia de que “Dios traerá toda obra a juicio” (Ec 12:14).

¿Fue Salvo?

Dios utilizó grandemente a Salomón de muchas maneras. Recibió sabiduría y riquezas de Dios. Construyó un hermoso templo porque Dios lo eligió para eso, y la presencia de Dios más tarde habitó allí. La dedicación del templo por Salomón en 1 Reyes 8:1-66 es un acto humilde y asombroso, marcado por miles de sacrificios y una oración cargada de fe y alabanza. Dios utilizó a Salomón para escribir tres libros de la Biblia: ProverbiosCantar de los Cantares y Eclesiastés

Dios dijo acerca de Salomón: “Porque a este he escogido por hijo, y yo le seré a él por padre (1 Cr 28:6). 

Pero ninguno de estos hechos nos permiten concluir que Salomón fue salvo al final de su vida y hoy está en el paraíso.

Salomón pecó grandemente contra el Señor (1 R 11:3-13). Se casó con 1.000 mujeres paganas, construyó altares paganos para ellas e incluso él mismo participó en el culto idólatra que incluía toda clase de inmoralidades. La única razón por la que Dios no le quitó inmediatamente el reino a Salomón fue porque Dios quiso mantener Su pacto con David (1 R 11:12). El registro de los pecados de Salomón, más el tono sombrío del libro Eclesiastés, ha llevado a algunos a sugerir que Salomón no fue salvo y que hoy no se encuentra en el cielo.

El hecho de que Salomón no se mencione en el gran salón de la fe de Hebreos 11 es una pista de que no fue salvo. Sin embargo, muchos otros personajes del Antiguo Testamento tampoco se mencionan allí, y Hebreos 11 no tiene la intención de ser una lista completa de los redimidos del Antiguo Testamento.

A diferencia de la vida de David, en la que hubo períodos de desobediencia y pecado que requirieron su confesión y arrepentimiento, en la vida de Salomón vemos un continuo declinar en su corazón, en su relación personal con Dios, y no hay ni una sola mención de su arrepentimiento ante el Señor. 

¿Pecamos los creyentes de hoy? Claro que sí. Las acciones del pueblo de Dios no siempre coinciden con lo que profesan. Cuando los creyentes tropezamos y caemos en pecado, debemos arrepentirnos, confesar nuestros pecados y abandonarlos para así recibir la limpieza prometida por Dios (1 Jn 1:9). Sabemos que David hizo exactamente eso (Sal 51:1-19). ¿Lo hizo Salomón? No hay evidencia bíblica de ello.

El libro del Eclesiastés es un estudio oscuro sobre una vida alejada de Dios. Salomón mira hacia atrás en sus años perdidos y no encuentra alegría en ellos, solo futilidad, vanidad y aflicción de espíritu (Ec 1:14). 

La conclusión de Eclesiastés (Ec 12:13-14), ¿suena como la un hombre que ha vuelto al Señor y confía en Él? Para algunos sí, pero lo cierto es que los pecados de largo alcance de Salomón demandan una confesión clara e inequívoca en las Escrituras, como la de David en el Salmo 51 (Sal 51:1-19).

Por supuesto, la respuesta final de si Salomón fue salvo o no, depende de Dios, no de nosotros. La salvación está en las manos de Dios y solo de Dios porque, como dice la Escritura, Dios mira el corazón (1 S 16:7). Pero la evidencia bíblica no nos asegura que Salomón confiara en Dios al final de su vida, si no todo lo contrario. Y sus escritos u obras no son evidencia de Su relación personal con el Señor:

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? (Mt 7:20-22).

Imagina a Salomón diciéndole al Señor: 

Señor, Señor, ¿no escribí tres libros en tu nombre, y en tu nombre construí el primer templo en Jerusalén, y en tu nombre le hice mucho bien a mi generación y a todas las generaciones que a lo largo de los siglos se han beneficiado de estas obras?” 

¿Qué le responderá el Señor?

Lo que ya está escrito:

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que ha hecho la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7:21).

¿Hizo Salomón la voluntad del Señor?

Las palabras finales de David a Salomón fueron:

 “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre(1 Cr 28:9).

Lamentablemente el inspirado texto bíblico nos asegura que así  como Salomón dejó al Señor, el Señor lo dejó a él (1 R 11:4-10; 1 Cr 28:9).

Uno más grande y más sabio que Salomón escribió:

Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado (1 Co 9:26-27).

Ser “heraldo” para otros no le asegura la salvación a nadie. Lo que asegura la salvación es hacer la voluntad del Padre que está en los cielos:

 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mt 7:21).

No creemos que, a su muerte, Salomón haya ido al paraíso ni que esté allí entre los redimidos. Lo suyo no fueron solo fallas y deficiencias de carácter, sino abierta rebelión contra la expresa voluntad de Dios registrada en las Escrituras, que él conocía muy bien. 

Salomón vivió en la época del Antiguo Testamento y, por lo tanto, expresiones como nacer de nuevo o la morada del Espíritu Santo” no aparecen allí. Los términos nacer de nuevo y ser salvo (en el sentido de la salvación eterna) son términos del Nuevo Testamento. Ese tipo de lenguaje no se usa para describir a los santos del Antiguo Testamento. Pero el principio eterno de la salvación está descrito en todo el Antiguo Testamento

La justificación ante Señor por fe en Él es lo que le da razón de ser a la palabra justo, que es utilizada tanto por Salomón como por todos los escritores antiguo-testamentarios para describir la salvación. El Señor Jesús esperaba que hasta los fariseos supieran esto.

Cuando Nicodemo lo fue a ver aquella noche el Señor le habló del nuevo nacimiento (Jn 3:1-15). Y cuando Nicodemo le respondió: “¿Cómo puede hacerse esto?” El Señor Jesús le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? (Jn 3:10).

Por esto es que es tan necesario leer el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo. Completa luz y entendimiento nos ha sido dados en el Nuevo Testamento. Lo oculto es interpretado por lo revelado, lo oscuro por lo claro, lo antiguo por lo nuevo.

Pero lo más importante es, ¿estamos nosotros haciendo la voluntad del Padre que está en los cielos?

 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mt 7:21).

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P.S. Imaginémonos que tras leer este artículo alguien concluyera: Si así son las cosas: No leeré nunca más los libros de Salomón. ¿Estaría esta persona en lo correcto? Por supuesto que no. Refiriéndose a los escribas y fariseos de su tiempo: 

Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen (Mt 23:1-3).

Como Salomón, los escribas y los fariseos enseñaban al pueblo las palabras inspiradas de Dios contenidas en la ley de Moisés, la cual dominaban al revés y al derecho (“En la cátedra de Moisés se sientan”); pero ellos mismos no ponían por obra esas enseñanzas. Así se cumple el principio enseñado por Pablo en cuanto a que uno habiendo sido heraldo para otros” después él mismo venga a ser eliminado” (1 Co 9:27).

El que el “heraldo” descuide su propia salvación y finalmente la pierda, no significa que su mensaje sea falso. Debemos tener siempre presentes las palabras de Pablo cuando enseña sobre el valor y la importancia del mensaje contenido en el Antiguo Testamento:

Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron (1 Co 10:6).

Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos (1 Co 10:11).

“Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil 2:12).

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