“La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba” (Pr 14:1).
Las grandes mujeres no nacen, se hacen. Una gran mujer elige ser grande. Ella tiene las prioridades correctas para su vida; es sabia y disciplinada; su familia y su patrimonio prosperan.
Por otro lado, muchas mujeres son necias y rebeldes, distraídas y perezosas; sus familias y propiedades se arruinan durante su vida, y después.
Aquí hay ánimo y una advertencia para las mujeres. Tienes una gran oportunidad de construir una familia y un patrimonio que sea para la gloria de Dios y el beneficio de los demás en el futuro. Es tu elección ser sabia y construir. Abandona lo necio y prospera (Pr 9:6).
Una mujer sabia puede mejorar mucho el matrimonio, la familia, el hogar y el patrimonio familiar, incluso de las generaciones futuras. Una mujer necia puede arruinar todo esto y destruir su legado. La oportunidad es muy grande para cada mujer que aprecie este aliento y advertencia de Dios y Salomón. Que cualquier mujer que quiera ser grande siga leyendo y aprendiendo.
La mujer es la corona de su marido o la carcoma de sus huesos (Pr 12:4). Esta diferencia no se puede ocultar a los ojos de los demás, porque la vergüenza del marido es a causa de los que son testigos de su maldición (Pr 27:15-16). La adulación de un marido es de poco valor cuando otros fácilmente pueden presenciar el descuido de la mujer hacia él, los hijos, la casa y la propiedad (Pr 24:30-34).
La mujer virtuosa tiene gran influencia sobre el patrimonio de su familia y de su marido. Dirige el cuidado de los niños y el hogar y se dedica al desarrollo, fabricación y ventas de bienes raíces comerciales. La importancia de su marido en la ciudad se debe en gran medida al excelente manejo de ella de estos asuntos. Léelo con atención en Proverbios 31:10-31.
¿Cómo puedes identificar a una mujer sabia? Mira primero a su marido. Tendrá éxito en su vocación, porque ella lo habrá relevado de la mayoría o de todos los deberes domésticos (Pr 31:13-27). Él estará confiado, feliz y contento, porque ella habrá sido una gran amante y compañera (Pr 5:19; 19:13; 31:11-12). Se dedicará bien a los asuntos más importantes de la familia y el patrimonio, porque su sabia mujer se habrá ocupado ella misma de los asuntos menores.
¿Cómo puedes identificar a una mujer sabia? Mira su hogar. Será limpio, ordenado, organizado, cómodo y brillante. Reflejará por fuera y por dentro el cuidado de la propiedad (Pr 24:3-4,30-34; 31:13-27; Ec 10:18). Ninguna parte mostrará descuido. La hospitalidad compartida en él será generosa, cálida, cómoda y graciosa (Pr 31:14). Estará decorado creativamente con lo mejor que una mujer motivada pueda encontrar (Pr 31:22).
¿Cómo puedes identificar a una mujer sabia? Mira su alma. Ha confesado sus pecados y vive sin culpa; guarda su corazón con toda diligencia; evita acercarse a los límites en la vida entre la santidad y el pecado. Está contenta y feliz con el Señor, sin importar las circunstancias que enfrente. El Señor es su porción eterna, y ella hace todo lo que puede con entusiasmo por el reino de Dios. Está humildemente arrepentida por sus pecados y pecaminosidad, pero confía plenamente en el perdón de Dios para seguir adelante con gozo audaz en el cumplimiento de su llamado.
Una mujer sabia es un ejemplo santo de gran piedad y amorosa feminidad en todo momento. Sus hijos pueden observar fácilmente su sumisión, servicio y cariño a su marido. Ven un estándar constante de pureza, templanza, diligencia y amabilidad todos los días. La ley de la bondad está en su lengua, y ella gobierna su espíritu sin falta. Ella es el sol del hogar y un ejemplo constante de fidelidad en espíritu y conducta.
Una mujer sabia trabaja más duro que su marido y usa el cuerpo y la mente para ser productiva. Ella no pierde el tiempo en trabajos mal pagados o pasatiempos para la realización personal. Ella administra el hogar, repara la casa, hace que el presupuesto llegue lo más lejos posible y gana la mayor cantidad de dinero posible. No está simplemente ocupada: es productiva. No trata de ahorrar un peso mientras desperdicia mil. Se levanta temprano y se queda hasta tarde.
Es una cuidadora de la casa, en lugar de una entrometida, chismosa, conversadora, rencillosa, compradora compulsiva, mariposa social o derrochadora (Tit 2:5; 1 Ti 5:13-14). Ella guía la casa para que sea un hogar ordenado, pacífico y tranquilo, un refugio encantador. Evalúa constantemente las demandas de su tiempo y asigna su día y energía a aquellas tareas que proporcionarán el mayor retorno a su marido e hijos en los años venideros.
Este proverbio es tan cierto como la gravedad. Si una mujer transige en sus deberes, su familia y bienes serán pequeños (Pr 11:29). Pero si se aplica sabia y diligentemente, habrá una influencia duradera por generaciones (Pr 24:3-4; Rut 4:11-12). La oportunidad aquí es tan grande, y las recompensas tan agradables, ¿qué mujer no saltaría ante la oferta de este proverbio? Aunque hoy estés cansada, haz la inversión, porque el gozo futuro viene (Pr 31:25).
¿Cuáles son las maldiciones de la mujer necia? Ineficiencia debido a la influencia de la sociedad y una mala educación cristiana; pérdida de tiempo debido a prioridades equivocadas; distracción debido a una mente desenfocada; recreación en una generación orientada al entretenimiento; no ir más allá de los deberes de una simple sirvienta; confiar en la educación académica para hacer niños exitosos; pérdida de tiempo por falta de urgencias espirituales; ser un mal ejemplo de amante cariñosa; falta de disciplina estricta; desalentar a la familia siendo autoritaria, crítica o negativa; estar mojigatamente fuera de contacto con la realidad; y egoísmo al imponer sus propios intereses a la familia.
Una mujer piadosa tendrá una gran reputación, porque el verdadero carácter y desempeño resultan en crecer en el favor de Dios y de los hombres (Pr 11:16; 31:28-30; 1 S 25:3; 1 P 3:5-6). Si no eres muy estimada por los demás, no puedes excusarte con pensamientos arrogantes de justicia propia, porque estás fallando en varias áreas de tu vida, y tu familia sufrirá por ello. Cree en el juicio de los demás; sé humilde; arrepiéntete; cambia; comienza de nuevo. Mientras tengas aliento en el cuerpo, tienes esperanza.
En lugar de abordar solo un rol, debes cambiar una expresión famosa para que diga: “Detrás de cada gran hombre hay dos grandes mujeres”. Porque es por una gran madre y por una gran esposa que los hombres son grandes. Las mujeres sabias ven ambas oportunidades para edificar sus casas y se aplican con santo celo a promover tanto al marido como a los hijos. La mujer que ama a sus hijos más que a su marido los perderá a ambos, porque el marido sufrirá directamente y los hijos la despreciarán por su egoísta defraudación de quien es su cabeza (Ef 5:23).
Joven, establece con cuidado la grandeza de tu casa y tu futuro. Tu elección de matrimonio es de gran importancia. Verás desaparecer gran parte de tus habilidades, esfuerzos y bendiciones por culpa de una mujer necia; vivirás tus días en el dolor y la soledad por una mala mujer. Cásate, pero solo cásate bien, porque tu vida, los hijos que nacerán y tu futuro patrimonio están en riesgo. Cásate con una mujer piadosa que tema al Señor y ame la diligencia y el celo, y ella aprovechará cualquier habilidad o esfuerzo tuyo para lograr éxitos aún mayores.
Los ingleses tienen un proverbio: “Una fortuna en una esposa es mejor que una esposa con una fortuna”.
Jovencita, el futuro de tu familia requiere de un hombre noble y virtuoso, por lo que también debes casarte bien para evitar que tus esfuerzos se vean diluidos o destruidos por un hombre de mentalidad mundana que no busca primero el reino de Dios en su vida ni conduce sabiamente el familia.
Como novia de Jesucristo, que tanto hombres como mujeres sean ambiciosos en la edificación de Su casa, la iglesia. También pueden destruirla con descuidos y peleas (Gl 5:15), pero han sido llamados a edificarla con su esfuerzo (Ef 4:3,16). Qué bendito privilegio dejar una iglesia local en la tierra mejor para tu familia de lo que era cuando la encontraste. Los sabios siempre miran hacia adelante. Nunca sacrifican el futuro en el altar del presente.
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