INTRODUCCIÓN
Un Manual Sobre El Arminianismo
Este libro es para dos tipos de personas: (1) Aquellas que no conocen la teología arminiana, pero les gustaría conocerla y (2) aquellas que piensan que saben sobre el arminianismo, pero que, de hecho, no lo conocen. Muchas personas están incluidas en estas dos categorías. Todo estudiante de teología, laica, pastoral y profesional debería conocer acerca de la teología arminiana, pues ella ejerce una tremenda inuencia en la teología de muchas denominaciones protestantes. Algunos de ustedes que están decidiendo si leerán este libro son arminianos, pero no lo saben. El término arminiano no es tan comúnmente utilizado en el siglo XXI.
La reciente ola de interés en el calvinismo ha producido bastante confusión sobre el arminianismo; muchos mitos e ideas erróneas circundan el arminianismo, puesto que tanto sus críticos (sobre todo cristianos reformados) como muchos de sus defensores, lo entienden mal. A raíz de la ola de interés en el calvinismo y en la teología reformada, cristianos de ambos lados quieren saber más sobre la controversia entre los que abrazan la creencia en la predestinación absoluta e incondicional y los que no la abrazan. Los arminianos arman la predestinación de otra manera, la arman en el libre albedrío y la predestinación condicional.
Este libro pretende llenar un vacío en la literatura teológica actual. Hasta donde sé, no hay ningún libro impreso en inglés que se dedique exclusivamente a la explicación del arminianismo como un sistema de teología. Algunos de los más severos críticos del arminianismo (que son numerosos entre los calvinistas evangélicos) seguramente considerarán este vacío como algo bueno. Sin embargo, tras la aparición de mi artículo «No me odie porque soy arminiano» en la revista Christianity Today [Cristianismo hoy] en 1999, recibí numerosos mensajes pidiendo información acerca del arminianismo y de la teología arminiana.1 Muchos de los interesados querían leer un libro entero sobre el tema. Desafortunadamente no hay ninguno publicado y los que se encuentran en las bibliotecas son, por lo general, antiguos volúmenes que profundizan mucho más en el tema de lo que el estudiante promedio de teología desea. Los arminianos, o los que sospechan que podrían serlo, quieren llenar el vacío y muchos calvinistas también quieren saber más respecto al arminianismo directamente de la fuente. Por supuesto que estos han leído capítulos aislados acerca del arminianismo en libros de teología calvinista (que es la única fuente que muchos calvinistas tienen sobre el tema), pero que, queriendo ser justos e imparciales, les gustaría leer una autodescripción arminiana completa. Esto será ventajoso para todos. Todo estudiante de teología debería, preferiblemente, leer libros escritos por los mismos proponentes de las diversas teologías en vez de simplemente leer sobre tales teologías a través de los lentes de sus críticos.
Un breve resumen de este libro
Primero necesitamos aclarar un punto importante, el arminianismo no tiene nada que ver con el país de Armenia. Muchas personas pronuncian la palabra erróneamente como si estuviera de algún modo asociada a Armenia, el país de Asia central. La confusión es comprensible por la mera semejanza accidental entre el término teológico y la denición geográca. Los arminianos no son los que nacieron en Armenia. El arminianismo proviene del nombre Jacob (o James) Arminius (1560-1609), Jacobo Arminio como se le conoce en español. Arminio (cuyo nombre de nacimiento era Jacob Harmensz o Jacob Harmenenszoon) fue un teólogo holandés que no tenía ascendencia armenia. Arminio es simplemente la forma latinizada de Harmensz; muchos eruditos de aquella época latinizaban sus nombres, y los miembros de la familia Harmensz, con admiración, homenajearon el líder tribal germánico que resistió a los romanos cuando estos invadieron la Europa Central.
Segundo, Jacobo Arminio es recordado en los anales de la historia de la iglesia como el controvertido pastor y teólogo holandés que escribió innúmeras obras, acumulando tres grandes volúmenes, donde defiende una forma evangélica de sinergismo (creencia en la cooperación divino-humana en la salvación) contra el monergismo (creencia en que Dios es la realidad totalmente determinante en la salvación, que excluye la participación humana). Sin duda alguna, Arminio no fue el primer sinergista de la historia del cristianismo, todos los padres de la iglesia, los griegos de los primeros siglos cristianos y muchos de los católicos eran sinérgicos de algún tipo. Por otra parte, como a Arminio y a sus primeros seguidores conocidos como los « Remonstrantes» les gustaba enfatizar, muchos protestantes antes de él fueron sinergistas en cierto sentido de la palabra. (Al igual que la mayoría de los términos teológicos, el sinergismo tiene muchas facetas de significados, y no todas son positivas, en este caso simplemente signica cualquier creencia en la responsabilidad humana y en la libertad humana de aceptar o rechazar la gracia de la salvación). Philip Melanchton (1497-1560), el representante de Martín Lutero en la Reforma Alemana era sinergista, pero Lutero no lo era. A raíz de la inuencia de Melanchton en el luteranismo post-Lutero, muchos luteranos en toda Europa adoptaron una perspectiva sinergista acerca de la salvación, absteniéndose de la predestinación incondicional y armando que la gracia es resistible. En un principio, la teología arminiana fue suprimida en las Provincias Unidas (conocidas actualmente como Países Bajos), pero fue entendida posteriormente ahí y diseminada en Inglaterra y las colonias americanas, sobre todo a través de la influencia de John Wesley y de los metodistas. Muchos de los primeros bautistas (bautistas generales) eran arminianos, así como muchos lo son actualmente. Muchas denominaciones están dedicadas a la teología arminiana, aun donde la terminología no es utilizada. Entre estas denominaciones están todas las pentecostales, restauracionistas (Iglesias de Cristo y otras denominaciones originadas en los avivamientos de Alexander Campbell), los metodistas (y todas las ramicaciones del metodismo, incluso el gran movimiento de Santidad) y muchos, si no todos, bautistas. La inuencia de Arminio y de la teología arminiana es profunda y amplia en la teología protestante. Este libro no es esencialmente acerca de Arminio per se, sino sobre la teología que se deriva de su obra teológica en Holanda.
Finalmente, el contexto de este libro es la controversia entre el calvinismo y el arminianismo; si bien es cierto que ambas son formas de protestantismo (aunque algunos calvinistas nieguen que el arminianismo sea auténticamente protestante), estos planteamientos poseen perspectivas bien distintas con relación a las doctrinas de la salvación ( soteriología). Ambas posturas creen en la salvación por la gracia, solamente por medio de la fe (sola gratia et des) en oposición a la salvación por medio de la fe y buenas obras. Ambos enfoques niegan que cualquier parte de la salvación pueda estar basada en el mérito humano. Ambos abordajes arman la única y suprema autoridad de las Escrituras ( sola scriptura) y el sacerdocio de todos los creyentes. Arminio y todos sus seguidores eran y son protestantes hasta la médula. Con todo, los arminianos siempre se han opuesto a creer en la reprobación incondicional, esto es la selección de algunas personas por parte de Dios, para pasar la eternidad en el inerno. Entones al oponerse a eso, ellos también se oponen a la elección incondicional, es decir la selección de algunas personas entre la masa de pecadores para ser salvos independientemente de cualquier cosa que Dios vea en ellos. De acuerdo con los arminianos, las dos cosas están íntimamente conectadas ya que es imposible armar la selección incondicional de algunos para la salvación sin que a la vez se arme la selección incondicional de algunos para la reprobación, lo cual, según creen los arminianos, impugna el carácter de Dios.
La controversia que estalló sobre Arminio en su época sigue hasta el siglo XXI, mayormente entre cristianos protestantes evangélicos en todo el mundo. La tesis de este libro es que el arminianismo está en desventaja en esta polémica porque es poco entendido y a menudo mal representado, tanto por sus críticos como por sus supuestos defensores.
Las muy difundidas malas representaciones del arminianismo, que tenemos en el contexto del continuo debate evangélico sobre la predestinación y el libre albedrío, son una caricatura. Las personas de bien que están implicadas en el debate deben buscar entender de forma correcta ambos lados de la moneda. De manera usual, se dan muchas malas representaciones en los debates intensos y, a veces enérgicos acerca del arminianismo, que tienen lugar en el internet, en pequeños grupos y en publicaciones evangélicas. El arminianismo es tratado como un argumento débil y defectuoso que es fácilmente refutado y destruido por el hecho de no ser descrito de manera justa. Este libro se concentra en los mitos más comunes que lo circundan y en las verdades correspondientes de la teología arminiana. Los amantes de la verdad desearán estar informados de manera adecuada sobre el arminianismo antes de involucrarse o ser persuadidos por argumentos polémicos en contra o a favor de este.
Algunas palabras importantes sobre las palabras
La causa más común de confusión en la teología es el entendimiento equivocado de los términos. El discurso teológico está lleno de dicha confusión, y es por esto que para evitar añadir aún más confusión, se necesitan algunas aclaraciones de terminología. Debido a que algunas discusiones sobre los puntos de vista y los movimientos teológicos distintos al arminianismo son inevitables, y como por lo general se preere la autodescripción en relación con las descripciones de adeptos de otras teologías, yo dejaré claro cómo serán utilizados los términos teológicos al describir tanto la teología arminiana como a la no arminiana. Espero que los partidarios de estas teologías encuentren sus puntos de vista representados de manera justa.
El calvinismo es utilizado para indicar las creencias soteriológica compartidas por personas que consideran a Juan Calvino (1509-1564), de Ginebra, como el mayor organizador y proveedor de verdades bíblicas durante la Reforma Protestante. El calvinismo es la teología que enfatiza la soberanía absoluta de Dios como la realidad totalmente determinante, sobre todo en lo referente a la salvación. La mayoría de los calvinistas clásicos o calvinistas rígidos está de acuerdo en que los seres humanos son totalmente depravados (incapaces de hacer alguna cosa espiritualmente buena, incluso el ejercicio de la buena voluntad para con Dios), que son elegidos (predestinados) de forma incondicional tanto para la salvación como para la condenación (aunque muchos calvinistas rechacen el «horrible decreto» de Calvino de la reprobación), que la muerte expiatoria de Cristo en la cruz se destinó solo a los elegidos (algunos calvinistas se oponen), que la gracia salvadora de Dios es irresistible (muchos calvinistas preeren el término eficaz) y que las personas salvas perseverarán hasta la salvación final (seguridad eterna). El calvinismo es el sistema soteriológico que surge de Calvino, que es generalmente conocido por el acróstico TULIP:
Total depravity [Depravación total]
Unconditional election [Elección incondicional]
Limited atonement [Expiación limitada]
Irresistible grace [Gracia irresistible]
Perseverance of the saints [Perseverancia de los santos].
El término teología reformada será usado para designar algo más amplio que el calvinismo, aunque los dos sean intercambiables. La teología reformada se origina no solo de Calvino, sino que también surge de innumerables contemporáneos suyos, incluso Ulrico Zwinglio y Martin Bucer. Esta teología reformada fue ampliada para incorporar muchos pensadores y denominaciones representadas por la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas, siendo que no todas estas denominaciones son calvinistas en el sentido estricto o clásico.3
A lo largo de todo este libro el arminianismo será utilizado como sinónimo de la teología arminiana. Esta teología define no tanto un movimiento, sino una perspectiva acerca de la salvación (y otros temas teológicos) que es compartida por personas que dieren entre sí en otros temas. El arminianismo no tiene sede y no está, sobre todo, asociado a alguna organización. En este sentido es muy parecido al calvinismo. Ambos son puntos de vista teológicos o aún sistemas originarios de escritos de un pensador seminal. No se trata de un movimiento u organización.
Cuando el término arminianismo fuere utilizado, remitirá a aquella forma de teología protestante que rechaza la elección incondicional (y, sobre todo, la reprobación incondicional), expiación limitada y gracia irresistible, puesto que el arminianismo arma que el carácter de Dios es compasivo, tiene amor universal por todo el mundo y por todos en el mundo, y concede el libre albedrío restaurado por la gracia para aceptar o rechazar la gracia de Dios, lo que conduce a la vida eterna o destrucción espiritual. El arminianismo bajo consideración, es el arminianismo de corazón en oposición al arminianismo de cabeza, una diferencia introducida por el teólogo reformado Alan Sell en el libro The Great debate: Calvinism, Arminianism and Salvation [El gran debate: calvinismo, arminianismo y la salvación]. El arminianismo de la cabeza posee un énfasis en el libre albedrío que está basado en el iluminismo y es más comúnmente encontrado en los círculos protestantes liberales (inclusive entre personas reformadas liberalizadas). Su marca característica es una antropología optimista que niega la depravación total y la absoluta necesidad de gracia sobrenatural para la salvación. Es optimista con relación a la habilidad de los seres humanos en ejercer una buena voluntad para con Dios y sus semejantes sin la gracia preveniente (capacitadora, auxiliadora) sobrenatural, es decir, es pelagiano o, como mínimo, semipelagiano.
El arminianismo de corazón es el objeto de estudio de este libro y es el arminianismo original de Arminio, Wesley y sus herederos evangélicos. Los arminianos de corazón no niegan la depravación total (aunque preeren otro término para designar la incapacidad espiritual humana), o la absoluta necesidad de la gracia sobrenatural para aun el primer ejercicio de una buena voluntad para con Dios. Los arminianos de corazón son los verdaderos arminianos, puesto que son eles a los impulsos originales de Arminio y sus primeros seguidores, en oposición a los remonstrantes posteriores (que se distanciaron de las enseñanzas de Arminio y entraron en la teología liberal) y a los arminianos modernos de la cabeza, que glorifican la razón y la libertad sobre la revelación divina y la gracia sobrenatural.
El sinergismo y el monergismo son términos con muchos matices en el signicado. Ambos son conceptos esenciales en esta discusión, pero ambos se aplican a esferas más amplias que el calvinismo y el arminianismo. El sinergismo es cualquier creencia teológica en la libre participación humana en la salvación. Sus formas heréticas en la teología cristiana son el pelagianismo y el semipelagianismo. El primero niega el pecado original y eleva las habilidades humanas morales y naturales para vivir vidas espirituales completas. El segundo abraza una versión modificada del pecado original, pero cree que los seres humanos tienen habilidades, aun en su estado caído, para iniciar la salvación al ejercer una buena voluntad para con Dios. Cuando los teólogos conservadores declaran que el sinergismo es una herejía, a menudo se están reriendo a estas dos formas pelagianas de sinergismo. ¡Contrario a los críticos confusos, el arminianismo clásico no es pelagiano ni semipelagiano! pero es sinérgico. El arminianismo es el sinergismo evangélico en oposición al sinergismo herético y humanista. El término sinergismo será utilizado a lo largo de todo este libro y el contexto aclarará a que tipo de sinergismo se reere. Cuando me reera al sinergismo arminiano estaré apuntando al sinergismo evangélico que arma la anticipación de la gracia para que todo ser humano ejerza una buena voluntad para con Dios, incluso la simple no resistencia a la obra salvadora de Cristo.
El monergismo también es un término amplio y, a veces, confuso. Su sentido más amplio señala a Dios como la realidad que todo lo determina, lo cual signica que todas las cosas en la naturaleza y en la historia están bajo el control directo de Dios. No necesariamente implica que Dios sea la causa directa de todas las cosas, pero necesariamente implica que nada puede suceder contra la voluntad de Dios y que Dios está íntimamente involucrado (aunque trabajando por medio de causas secundarias) en todo, por tanto en la naturaleza e historia se reeja la voluntad primaria de Dios. Por consiguiente muchas veces se toma el monergismo para decir que inclusive la Caída de la humanidad en el huerto del Edén fue planeada y dirigida por Dios. (Por lo general, el sinergismo de todas las variantes rechaza tal visión y vincula la Caída con un riesgo que Dios tomó en la creación y que resultó en el mal uso del libre albedrío por parte de la humanidad). En esencia el monergismo significa que Dios es la única agencia determinante en la salvación. Por ejemplo, no hay cooperación entre Dios y la persona que está siendo salva que no esté determinada por Dios, al actuar en la persona por medio de la gracia regeneradora. El monergismo es mayor que el calvinismo, lo vemos con Martín Lutero quien fue un monergista (aunque de modo inconsistente), y con Agustín quien lo fue también en sus escritos posteriores. Algunos pensadores católicos fueron monergistas, aunque la teología católica tiende a favorecer una forma de sinergismo. En este libro utilizo el término monergismo para describir la voluntad y el poder de Dios totalmente determinantes excluyendo la libre cooperación o resistencia humana.
A menudo se dice que el debate entre el calvinismo y el arminianismo está basado en la discordia acerca de la predestinación y el libre albedrío, este es el mito común y casi folclórico con relación a todo este tema. En un nivel más polémico, algunos arman que el desacuerdo está más relacionado a la gracia (calvinismo) y las buenas obras (arminianismo). ¡Los arminianos se ofenden con esto! Ellos arman la gracia tan incisivamente como cualquier otra rama del cristianismo, y mucho más que algunas. Pero los arminianos también arman la predestinación, tanto como muchos calvinistas arman el libre albedrío en algún sentido. A lo largo de este libro se hace un intento por aclarar algunos de los usos inadecuados de conceptos y términos que afectan los diálogos entre calvinistas y arminianos. Las personas que dicen que el calvinismo enseña la predestinación y niega el libre albedrío y que los arminianos niegan la predestinación y enseñan el libre albedrío están totalmente equivocadas. ¡Ambos enseñan ambas cosas! Ambos las interpretan de modo distinto. Los creen en la elección y la predestinación, porque la Biblia lo enseña. Estas son buenas verdades bíblicas que no pueden ser desechadas, así como los calvinistas generalmente también enseñan sobre el libre albedrío (aunque algunos se sientan menos cómodos con el término que otros).
Lo que los arminianos niegan no es la predestinación, sino la predestinación incondicional; ellos abrazan la predestinación condicional basada en la presciencia de Dios de aquellos que libremente responderán de manera positiva a la misericordiosa oferta de Dios y a la habilitación preveniente para aceptarla. Los calvinistas niegan que el libre albedrío implique la habilidad de una persona de hacer más allá de lo que él o ella, de hecho, hacen. Cuando los calvinistas utilizan el término libre albedrío de manera positiva, quieren decir lo que los folósofos llaman el libre albedrío compatibilista, en otras palabras el libre albedrío que es compatible con el determinismo. El libre albedrío es simplemente hacer lo que se quiere hacer, aun si ello está determinado por alguna fuerza interna o externa a la voluntad de la persona. Los calvinistas, por supuesto, no encuentran adecuada la explicación arminiana de la predestinación y los arminianos no creen que la explicación calvinista del libre albedrío sea adecuada. ¡Pero es simplemente un error armar que cualquiera de los grupos niega alguno de los dos conceptos! Por tanto, cuando se utilice el término libre albedrío en este libro, será modificado por compatibilista o no compatibilista (o incompatibilista), dependiendo del contexto. (El libre albedrío no compatibilista es la libre agencia que permite que las personas hagan lo contrario de lo que hacen; también puede ser llamado de libre albedrío libertario. Por ejemplo, una persona puede elegir libremente entre pizza o espagueti para la cena (presumiendo que ambos estén disponibles). Si alguien decide el espagueti, la elección es libre en el sentido no compatibilista de que la pizza también podría haber sido escogida. Nada determinó la elección del espagueti, excepto la decisión de la persona. Los arminianos creen que tal libre albedrío libertario en asuntos espirituales es un don de Dios por medio de la gracia preveniente, o sea la gracia que precede y capacita los primeros indicios de una buena voluntad para con Dios). Cuando el término predestinación fuere utilizado, será modificado ya sea por condicional (forma arminiana) o incondicional (forma calvinista), dependiendo del contexto.
Crónica de la teología arminiana
Empezaré el relato de la teología arminiana con Arminio, y sus primeros seguidores, conocidos como los remonstrantes, seguiré con John Wesley y los principales teólogos evangélicos metodistas del siglo XIX, y luego examinaré una variedad de protestantes arminianos clásicos conservadores de los siglos XX y XXI.
Primero, un recordatorio y una aclaración, debido a que el arminianismo se ha vuelto un término de reprobación en los círculos teológicos evangélicos, muchos arminianos no utilizan esa distinción. En una ocasión le informé a un prominente teólogo evangélico que su reciente publicación de teología sistemática era arminiana, aunque que él no hubiese mencionado el término y su respuesta fue: «¡Sí, pero no se lo diga a nadie!» Varios (probablemente muchos) libros teológicos de los siglos XX y XXI son completamente compatibles con el arminianismo clásico y algunos incluso son instruidos por la misma teología de Arminio sin jamás mencionar el arminianismo. ¡Dos teólogos evangélicos metodistas muy influyentes niegan de modo bastante contundente que son arminianos, aunque históricamente es ampliamente conocido que todos los metodistas son arminianos! ¿Por qué pasa esto? Porque ellos no quieren ser considerados, de alguna manera, menos que totalmente bíblicos y evangélicos. Algunos críticos lograron convencer a algunos arminianos de que el arminianismo es heterodoxo, es decir menos que totalmente ortodoxo o bíblico. Además, estos críticos equiparan con éxito, al arminianismo con el semipelagianismo (si no totalmente pelagianismo), de manera que aun a muchos metodistas, pentecostales y miembros de los movimientos de santidad no les gusta ser llamados arminianos.
La cuestión es que, principalmente a mediados del siglo pasado, desde la ascendencia del evangelicalismo post fundamentalista (cuya teología es ampliamente dominada por calvinistas), los arminianos se han esforzado para alcanzar respeto en el círculo teológico y académico evangélico más amplio; algunos simplemente abandonaron el llamarse de esa manera. No es inusual oír a los arminianos describirse a sí mismos como «moderadamente reformados» a n de agradar a los poderosos e influyentes del movimiento evangélico. Declararse arminiano es atraer para sí una lluvia de preguntas (o simplemente una sospecha disimulada) con relación a la herejía. Muchos líderes evangélicos desinformados simplemente presumen que los arminianos no creen en la absoluta necesidad de la gracia sobrenatural para la salvación. Algunos evangélicos declaran de manera abierta que, si los arminianos evangélicos ya no están en herejía, van caminando hacia ella. Un apologista evangélico prominente declaró de forma pública que los arminianos son cristianos, pero «apenas cristianos». Otro teólogo evangélico influyente sugirió que el engaño satánico puede que sea la causa del arminianismo. Por tanto, aunque algunas de mis fuentes no se autodenominen explícitamente arminianas, todas ellas son, de hecho, arminianas.
Arminio. La fuente primaria de toda la teología arminiana es el mismo Jacobo Arminio. Los tres volúmenes de su colección, en inglés, han sido editados casi ininterrumpidamente por más de un siglo. Estos textos contienen discursos ocasionales, comentarios y cartas. Los escritos no son una teología sistemática, aunque algunos de los tratados más largos de Arminio abarquen una gran porción de temas teológicos. Casi todos sus escritos fueron concebidos en el calor de la controversia; él a menudo estaba bajo ataque de los críticos y líderes del estado además de la Iglesia de Holanda, quienes exigían que se explicara. Su célebre debate con un colega calvinista Francisco Gomar, en la Universidad de Leiden, fue la causa de mucha de esa controversia. Arminio fue acusado de todos los tipos de herejía, pero tales acusaciones nunca se sustentaron en ninguna investigación oficial. Pesaban sobre él acusaciones ridículas de que era un agente secreto del papa y de los jesuitas españoles e incluso del gobierno español (las Provincias Unidas se habían liberado recientemente de la dominación católica española), ninguna de las acusaciones era verdadera. Arminio falleció en la cumbre de la controversia de 1609 y sus seguidores, los remonstrantes, asumieron la causa desde donde él la dejó, intentando ampliar las normas teológicas de la iglesia-estado de las Provincias Unidas para permitir el sinergismo evangélico.9
Arminio no creía que estuviese añadiendo nada nuevo a la teología cristiana y en realidad si de hecho lo hizo es discutible. Él explícitamente apeló a los padres de la iglesia, echó mano de métodos y conclusiones teológicas medievales y apuntó a los sinergistas protestantes que lo antecedieron. Sus seguidores dejaron claro que Melanchthon, un líderluterano ortodoxo, y otros luteranos, mantenían visiones similares, si no idénticas. Aunque no haya mencionado por nombre al reformador católico Erasmus, queda claro que la teología de Arminio era semejante a la de él. Balthasar Hubmaier y Menno Simons, líderes anabaptistas del siglo XVI, también presentaron teologías sinergistas que precedieron la de Arminio. Las obras teológicas más importantes de Arminio incluyen la Declaration of Sentiments [Declaración de sentimientos], Modest Examination of Dr. Perkins’s Pamphlet [ Un análisis modesto del folleto del doctor Perkins], Examination of the Theses of Dr. F. Gomarus Respecting Predestination [Análisis de las tesis del doctor F. Gomar respecto a la predestinación], A Letter to Hippolytus A Collibus [Una carta dirigida a Hipólito A. Collibus] y Certain Articles to Be Diligently Examined and Weighed [Artículos que deben ser diligentemente examinados y ponderados].
La relación de Arminio con el arminianismo debe ser tratada con la misma intensidad que la relación de Calvino con el calvinismo. No todo calvinista concuerda totalmente con todo lo encontrado en Calvino y los calvinistas a menudo debaten el signicado de Calvino. Tras la muerte de Calvino, el calvinismo se hizo más amplio y ahora incluye, verdaderamente, una diversidad. Entre los seguidores de Calvino encontramos supralapsarianos e infralapsarianos (debatiendo el orden de los decretos divinos con relación a la predestinación) y divergencias acerca de la expiación y de otros temas importantes relacionados a la salvación. A pesar de esto, todos lo tienen como su origen común y se esfuerzan para serle eles en el espíritu y en cada detalle. Lo mismo sucede con Arminio y los arminianos, él es la raíz y ellos son las ramas.
Los remonstrantes. Tras la muerte precoz de Arminio en 1609, cuando tenía 49 años y estaba en el apogeo de su carrera, aproximadamente 45 ministros y teólogos de las Provincias Unidas formaron un frente que vino a ser conocido como «los Remonstrantes». Ellos recibieron este nombre a causa del título de la exposición teológica presentada por ellos, conocida como la Remonstrancia, que resumió en algunos puntos esenciales lo que Arminio y ellos creían acerca de la salvación, incluso la elección y la predestinación. Entre los líderes de este movimiento estaba Simon Episcopius (1583-1643), Simón Episcopio como se le conoce en español, que llegó a ser el conocido líder de los arminianos antes y después del exilio de ellos de las Provincias Unidas, de 1619 a 1625. Episcopio es, probablemente, autor de los principales documentos de los remonstrantes y eventualmente llegó a ser el primer profesor de teología del seminario Remonstrante fundado después de que recibieron el permiso de regreso del exilio (este seminario, conocido como Seminario Remonstrante, existe aún hoy día en Holanda). Otro líder remonstrante importante fue Hugo Grocio, el estadista y científico político más influyente de Europa (1583-1645), que fue preso por el gobierno holandés tras el Sínodo de Dort, que condenó el arminianismo; sin embargo Hugo logró escapar. Un remonstrante posterior llamado Philip Limborch (1633-1712) llevó el arminianismo más cerca del liberalismo, con el subsiguiente «arminianismo de la cabeza». Desafortunadamente, muchos críticos del arminianismo del siglo XVIII conocían sólo el arminianismo de Limborch, que estaba más cerca del semipelagianismo que de las enseñanzas del mismo Arminio.
El siglo XVIII. A partir de la época de Limborch, muchos arminianos, especialmente los de la iglesia de Inglaterra y en las iglesias congregacionales, mezclaron el arminianismo con la nueva religión natural de la Ilustración; ellos se convirtieron en los primeros liberales dentro del protestantismo. En Nueva Inglaterra, John Taylor (1694-1761) y Charles Chauncy (1705-1787), de Boston, representaban el arminianismo de cabeza que, a menudo y peligrosamente, se inclinaba bien cerca del pelagianismo, universalismo y aun el arrianismo (negación de la plena deidad de Cristo). El gran predicador puritano y teólogo calvinista Jonathan Edwards (1703-1758) se opuso de manera vehemente a estos hombres y contribuyó para la costumbre de los calvinistas estadounidenses de equiparar el arminianismo a este tipo de teología liberalizante. De manera indudable muchos arminianos estadounidenses e ingleses (sobre todo congregacionalistas y bautistas) se convirtieron a la teología liberal y aun al unitarismo. Si el arminianismo clásico fue el responsable de eso, está en tela de duda. Estas personas abandonaron radicalmente a Arminio y a los primeros remonstrantes, así como Friedrich Schleiermacher, el padre de la teología liberal alemana, abandonó a Calvino sin jamás haber estado bajo la influencia del arminianismo. Schleiermacher, a quien se le acredita por liberalizar la teología protestante en el continente europeo, permaneció como un calvinista de una orden diferente hasta el día de su muerte. Es tan injusto acusar a Arminio o al arminianismo por la deserción de los remonstrantes posteriores como acusar a Calvino o al calvinismo por la deserción de Schleiermacher de la ortodoxia.
Una prueba evidente de que no todos los arminianos se convirtieron en liberales es John Wesley (1703-1791), que se declaraba arminiano y combatió las acusaciones de que el arminianismo llevaba a la heterodoxia y si no, a la total herejía. Fue víctima del tratamiento de los calvinistas con relación al arminianismo y su respuesta al calvinismo fue generalmente muy incisiva. Debido a que él sentía que la mayoría de los críticos del arminianismo poseía poco conocimiento del tema, escribió en 1778: «Que nadie levante la voz en contra el arminianismo, a menos que sepa lo esta palabra signica». En «La pregunta: “¿Qué es un arminiano?” contestada por un amante de la gracia,» Wesley escribió que: «Decir “este hombre es un arminiano” tiene el mismo efecto, en muchos oyentes, que decir “este hombre es un perro rabioso”». Él continuó exponiendo los principios básicos del arminianismo y desmintió la noción popular de que el arminianismo equivale al arrianismo u otras herejías. En este y en otros escritos Wesley defendió el sinergismo evangélico al enfatizar que la gracia preveniente de Dios es absolutamente necesaria para la salvación. Wesley es la mayor fuente del arminianismo de corazón, él nunca se apartó de la creencia protestante clásica y ortodoxa, a pesar de rechazar al calvinismo. Él afirmaba, apasionada y seriamente, la justificación únicamente por la gracia y solamente a través de la fe, únicamente por causa de aquello que Cristo realizó en la cruz. Los calvinistas a menudo acusan a Wesley de desertar del protestantismo por el hecho de que él hizo hincapié en la santificación, pero incluso eso, de acuerdo con Wesley, es una obra de Dios dentro de una persona, obra que es recibida únicamente por la fe.
Después de la muerte de Wesley, la mayoría de los teólogos arminianos preeminentes se convirtieron en sus seguidores. Todo el movimiento metodista y sus ramificaciones (por ejemplo, el multiforme movimiento de Santidad) adoptaron la versión de Wesley de la teología arminiana, que apenas se diferenciaba del propio Arminio. El primer teólogo sistemático del metodismo fue, de hecho, John Fletcher (1729-1785), contemporáneo más joven de Wesley, cuyas obras escritas llenan nueve tomos. Él produjo cuidadosa y hábilmente argumentos contra el calvinismo y a favor del arminianismo. Uno de los teólogos arminianos más influyentes del siglo XIX fue el metodista británico Richard Watson (1781-1833), cuyas Instituciones Cristianas (1823) proporcionaron al metodismo su primer texto autoritativo de teología sistemática. Watson citó a Arminio libremente, y claramente se consideraba a sí mismo y a todos los metodistas wesleyanos como arminianos: Él demostró cuidadosamente la deserción de los remonstrantes posteriores, tal como la de Limborch, de la verdadera herencia arminiana. El arminianismo de Watson proporciona una especie de modelo de excelencia para los arminianos evangélicos, aunque, en gran parte, no está disponible hoy.
El siglo XIX. Otros metodistas importantes y teólogos arminianos del siglo XIX incluyen a Thomas Summers (1812-1882) y William Burton Pope (1822-1903). Summers produjo la Systematic Theology: A Complete Body of Wesleyan Arminian Divinity (Teología Sistemática: Una Guía Completa de la Teología Arminiana Wesleyana), que se convirtió en un compendio estándar para los arminianos en la última parte del siglo XIX; él representó en esta época lo que Watson representó en la primera mitad del siglo. Como Watson, él muestra el abandono de Limborch y otros remonstrantes posteriores a Arminio (y posteriores a los primeros remonstrantes) hacia el semipelagianismo y la teología liberal. Él se sentía extremadamente afrentado con los teólogos calvinistas evangélicos de su época, que tergiversaban el arminianismo como si fuera herético: «¿Qué ignorancia o descaro tienen estos hombres que acusan a Arminio de pelagianismo, o de cualquier inclinación hacia tal cosa?». Por otro lado, William Burton Pope, contribuyó con un sistema de teología de tres volúmenes, A Compendium of Christian Theology [Un Compendio de Teología Cristiana] (1874). Él presenta una descripción detalladamente protestante de la teología arminiana, que no deja dudas acerca de su compromiso con la teología reformada, incluyendo la salvación solamente por gracia, por medio de la fe únicamente. Él explora la naturaleza de la gracia preveniente, más plena y profundamente que cualquier otro teólogo arminiano antes de él, o durante el período de su vida.
Uno de los teólogos arminianos más controvertidos del siglo XIX fue el sistematicista metodista, John Miley (1813-1895), cuya Systematic Theology (Teología Sistemática) llevó a B. B. Warfield, teólogo calvinista de Princeton, a publicar un extenso ataque. Miley presentó una tendencia ligeramente liberal en la teología arminiana wesleyana, aunque es extremadamente blanda si se le compara con los arminianos de cabeza que, con frecuencia, cayeron impetuosamente en el deísmo, unitarismo y claramente en la teología liberal. Aunque cambió algunas posiciones arminianas tradicionales en una dirección más moderna, Miley permaneció siendo un arminiano evangélico. De alguna forma, representa un puente entre el arminianismo evangélico y ortodoxo (Arminio, Wesley, Watson, Pope y Summers) y la subsiguiente teología metodista liberalizada convencional en el siglo XX (L. Harold DeWolf). Pero Miley se aferró fuertemente a la supremacía de las Escrituras y siempre arguyó a partir de la Biblia, al reivindicar sus posiciones teológicas. Él afirmaba el pecado original, incluyendo la «depravación natural» (incapacidad en asuntos espirituales), mientras que rechazaba el «demérito innato» (culpa heredada), defendía la teoría gubernamental de la expiación, retornando hacia Hugo Grocio (no todos los arminianos adoptaron esta visión). Y Miley definía la justificación simplemente como perdón, en vez de una imputación de obediencia [justicia] pasiva y activa de Dios. Algunas de las críticas de Warfield a Miley fueron válidas, pero ellas fueron afirmadas de un modo extremo, con el fin de plantear dudas acerca de la propia generosidad de interpretación y tratamiento de sus semejantes cristianos. Muchos calvinistas del siglo XX conocen poco sobre el arminianismo, exceptuando lo que leyeron de Charles Hodge y B. B. Warfield, teólogos calvinistas del siglo XIX. Estos dos teólogos fueron críticos cáusticos, que no eran capaces de ver nada bueno en el arminianismo, y lo acusaron de toda consecuencia maligna posible.
Antes de dejar el siglo XIX atrás, en la narración de la historia del arminianismo, es importantísimo detenernos y discutir brevemente la teología del promotor del avivamiento (reavivalista), teólogo y presidente de universidad, Charles Finney (1792-1875). La carrera de Finney es una de las más fascinantes en toda la historia de la iglesia moderna. Él fue un abogado que se convirtió al cristianismo evangélico, para convertirse en un hombre de avivamiento, del entonces llamado Segundo Gran Despertar. Finney se convirtió en presidente del Oberlin College (Facultad Oberlin) en Ohio, en 1835, y publicó una serie de conferencias influyentes sobre el avivamiento y sobre la teología sistemática. Sus Lectures on Systematic Theology (Conferencias Sobre Teología Sistemática) fueron primero publicadas en 1846 con ediciones posteriormente ampliadas. Finney rechazaba el calvinismo rígido en favor de una versión vulgarizada del arminianismo, que estaba más cerca del semipelagianismo de Limborch. Su legado en la religión popular estadounidense es profundo. Él negaba el pecado original heredado [aunque no negaba la depravación total voluntaria de todo hombre], excepto como una infelicidad que vino sobre la mayoría de los seres humanos y que pasa hacia adelante por medio de malos ejemplos («tentación agravada»). Creía que toda persona posee habilidad y responsabilidad, independientemente de cualquier ayuda o gracia divina (gracia preveniente) a no ser la iluminación y la persuasión, para libremente aceptar la gracia perdonadora de Dios a través del arrepentimiento, y la obediencia al gobierno moral revelado de Dios. Él escribió: «No hay ningún grado de realización moral de nuestra parte que no pueda ser alcanzada directa o indirectamente por la voluntad correcta» y «El gobierno moral de Dios en todos los lugares presume e implica la libertad de la voluntad humana, y la habilidad natural de los hombres de obedecer a Dios».
Finney vulgarizó la teología arminiana al negar algo que Arminio, Wesley y todos los arminianos fieles antes de él habían afirmado y protegido como precioso al propio evangelio, esto es la inhabilidad moral humana en asuntos espirituales y la absoluta necesidad de una gracia preventiva sobrenatural para cualquier respuesta correcta a Dios, incluyendo las primeras inclinaciones de una buena voluntad hacia Dios. De acuerdo con Finney, a diferencia del arminianismo clásico (pero semejante a la remonstrancia posterior de Limborch), la única obra de Dios necesaria para el ejercicio de una buena voluntad para con Dios, y obediencia a la voluntad de Dios, es el Espíritu Santo iluminando la razón humana, que está empañada por intereses propios y en un estado de miseria debido al egoísmo común de la humanidad: «El Espíritu toma las cosas de Cristo y las revela a la mente. La verdad es empleada, o es la verdad que debe ser empleada como un instrumento para inducir el cambio de elección». Arminio, Wesley, y el arminianismo clásico en general, afirmaron la depravación total heredada como la total incapacidad independiente de un despertar sobrenatural; despertamiento este, llamado de gracia preveniente. Pero Finney negaba la necesidad de la gracia preventiva. Para él, la razón, motivada por el Espíritu Santo, hace que el corazón se vuelva hacia Dios. Él llamó la doctrina arminiana clásica de la habilidad graciosa (habilidad de ejercer una buena voluntad hacia Dios otorgada por el Espíritu Santo a través de la gracia preventiva) de un «absurdo». Los calvinistas, por desgracia, tienden a mirar a Finney o como modelo de un verdadero arminiano, o como la estación final de la trayectoria teológica arminiana. Ambas visiones son erróneas. Los arminianos clásicos veneran a Finney por su pasión avivadora, mientras que aborrecen lo malo de su teología. El propio Finney dijo acerca de Jonathan Edwards: «A Edwards lo reverencio, pero condeno sus errores». Un arminiano clásico evangélico puede decir: «A Finney yo lo reverencio, pero condeno sus errores».
El siglo XX. El siglo XX testimonió el fin del sinergismo evangélico entre las principales denominaciones, incluyendo el Metodismo, en la medida en que cayeron en la teología liberal. El arminianismo implacablemente no conduce al liberalismo, y eso está probado por el crecimiento de las formas conservadoras del arminianismo entre los Nazarenos (una ramificación evangélica del metodismo), pentecostales, bautistas, Iglesias de Cristo, y otros grupos evangélicos. Sin embargo, muchos de estos arminianos del siglo XX descuidan o incluso rechazan el rótulo de arminiano por una variedad de razones, no siendo una de las menos importantes el éxito de los calvinistas en pintar el arminianismo con los colores de Finney, y de los arminianos de cabeza, tal como los remonstrantes posteriores. Un teólogo del siglo XX ,que mantuvo la etiqueta, fue H. Orton Wiley (1877-1961), líder de la Iglesia del Nazareno, que produjo la obra Christian Theology (Teología Cristiana) de tres volúmenes, y un resumen de un volumen de la doctrina cristiana. El arminianismo de Wiley es una forma particularmente pura del arminianismo clásico, con el aumento del perfeccionismo wesleyano (que no todos los arminianos aceptan). Toda bondad, incluyendo las primeras inclinaciones del corazón hacia Dios, se atribuye únicamente a la gracia de Dios. Como Watson, Summers, Pope y Miley, Wiley insiste en una diferencia entre el semipelagianismo y el verdadero arminianismo, y demuestra la diferencia en sus propias afirmaciones doctrinales. La teología de Wiley se convirtió en el modelo de excelencia para la educación teológica en la Iglesia del Nazareno, y en otras denominaciones del [movimiento] de Santidad durante el siglo XX.
Otro teólogo arminiano del siglo XX cuya obra demuestra poderosamente la ortodoxia del arminianismo clásico, es el metodista evangélico Thomas Oden. Oden no acepta el rótulo de arminiano para sí, o para su teología, pues prefiere su propio término: paleoortodoxia. Él apela al consenso de los primeros padres de la iglesia. ¡Pero lo mismo hizo Arminio, y Wesley! La obra The Transforming Power of Grace (El Poder Transformador de la Gracia), de 1993, es una piedra preciosa de la soteriología arminiana; es el primer libro que recomiendo a aquellos que buscan un relato sistemático de la verdadera teología arminiana. ¡Desafortunadamente Oden no la considera como tal! Sin embargo, el arminianismo clásico de Oden está manifiesto en su respaldo entusiasta de la teología de Arminio, como una restauración del consenso de los primeros cristianos (padres primitivos) acerca de la salvación, conforme a la afirmación siguiente:
Si Dios, de manera absoluta y pre-temporal, decreta que ciertas personas sean salvas y otras condenadas, independientemente de cualquier cooperación de la libertad humana, entonces Dios no puede, en ningún sentido, querer que todos sean salvos, conforme 1 Timoteo 4.10 declara. La promesa de gloria tiene por condición la gracia, siendo recibida por la fe activa en amor. [Oden, Thomas C. The Transforming Power of Grace. Nashville: Abingdon, 1993. p. 135]
Oden también produjo una Teología Sistemática maciza, de tres volúmenes, que reconstruye el consenso doctrinal cristiano primitivo, y es completamente consistente con la propia teología de Arminio. La deuda de Oden a Arminio y a Wesley, es incuestionable.
Otros teólogos arminianos del siglo XX (algunos de los cuales no quieren ser llamados arminianos) son los bautistas Dale Moody, Stanley Grenz, Clark Pinnock y H. Leroy Forlines; el teólogo de la Iglesia de Cristo Jack Cotrell y los metodistas l. Howard Marshall y Jerry Walls. Considero esto una gran tragedia y absurdo, que una herencia histórica como la del arminianismo sea repetidamente negada por sus adeptos en razón de necesidad política. No tengo dudas de que algunos administradores de organizaciones evangélicas, no específicamente comprometidos con el calvinismo, tienden a menospreciar el arminianismo y ver a los arminianos como «teológicamente superficiales» y «caminando hacia la herejía». Bajo la influencia de un preeminente estadista calvinista evangélico, ¡un presidente de colegio evangélico, de herencia de la [Movimiento] santidad, se declaró un «arminiano en recuperación». Una influyente publicación calvinista evangélica, negó la existencia de arminianos «evangélicos» y lo llamó contradicción. Bajo este tipo de calumnias severas, si no ignorantes, no es de sorprender que el arminianismo no sea utilizado incluso por sus proponentes más apasionados. Pero, a pesar de las adversidades, el arminianismo permanece y la teología arminiana sigue avanzando en una variedad de círculos denominacionales.
Una Sinopsis de la Teología Arminiana
Uno de los mitos más predominantes, diseminado por los calvinistas acerca del arminianismo, es que él es el tipo de teología más popular en los púlpitos y bancos evangélicos. Mi experiencia contradice esta opinión. Mucho de eso depende de cómo entendemos la teología arminiana. Los críticos calvinistas estarían en lo correcto si el arminianismo fuese semipelagianismo. Pero no lo es, como espero demostrar. El evangelio predicado y la soteriología enseñada detrás de muchos púlpitos y tribunas evangélicas, y que se cree en la mayoría de los bancos evangélicos, no son el arminianismo clásico, sino el semipelagianismo, cuando no un completo pelagianismo. ¿Cuál es la diferencia? Wiley, teólogo de la Iglesia del Nazareno, correctamente define el semipelagianismo al decir: «El semipelagianismo declaraba que había fuerza remanente en la voluntad depravada, suficiente para iniciar o poner en marcha el inicio de la salvación, pero que no era suficiente para llevarla a la conclusión. Esto debe ser hecho por la gracia divina». Esta antigua herejía es oriunda de las enseñanzas de los entonces llamados Massilianos, liderados principalmente por Juan Cassiano (433 d.C.), que intentó construir un puente entre el pelagianismo, que negaba el pecado original, y Agustín, que defendía la elección incondicional teniendo como base el hecho de que todos los descendientes de Adán nacen espiritualmente muertos, y culpables de la culpa de Adán. Cassiano creía que las personas eran capaces de ejercer una buena voluntad para con Dios mismo, independientemente de cualquier infusión de gracia sobrenatural. Tal creencia fue condenada por el Segundo Concilio de Orange en el año 529 (el mismo Concilio que tampoco respaldó a la fuerte doctrina de la predestinación de Agustín).
El semipelagianismo se convirtió en la teología popular de la Iglesia Católica Romana en los siglos que precedieron a la Reforma Protestante; pero fue completamente rechazado por todos los reformadores, excepto los entonces llamados racionalistas o antitrinitarios, tal como Fausto Socino. Algunos calvinistas adoptaron la práctica de llamar de semipelagiana, a toda teología que no atendiera a las exigencias del calvinismo rígido (TULIP).
Tal noción, sin embargo, es incorrecta. Actualmente el semipelagianismo es la teología estándar de la mayoría de los cristianos evangélicos estadounidenses. Esto es revelado en la popularidad de los clichés, tales como: «Da un paso hacia Dios él dará dos hacia ti» y «Dios vota por ti, Satanás vota contra ti, y tú tienes el voto de decisivo», clichés que están aliados el casi total descuido de la depravación humana y la incapacidad en cuestiones espirituales.
El arminianismo es, en el cristianismo evangélico popular, casi totalmente desconocido y mucho menos creído. Una de las finalidades de este libro es la de superar este déficit. Un mito predominante sobre el arminianismo, es el que la teología arminiana se equipara al semipelagianismo. Esto será desmentido en el proceso de refutación de varios otros mitos, que tratan de la condición humana y de la salvación. Presentaremos aquí sólo un preludio desde el punto de vista arminiano que será expuesto más adelante.
En primer lugar, es importante comprender que el arminianismo no detenta una doctrina o punto de vista característico sobre todo en el cristianismo. No hay ninguna doctrina arminiana especial de las Escrituras. Los arminianos de corazón, arminianos evangélicos, creen en las Escrituras y tienen la misma gama de opiniones sobre los detalles bíblicos, así como los calvinistas. Algunos arminianos creen en la inerrancia bíblica, otros no. Todos los arminianos evangélicos están comprometidos con la autoridad y la inspiración sobrenatural de la Biblia sobre todos los asuntos de fe y práctica. De igual modo que tampoco hay una eclesiología o escatología arminiana característica; los arminianos expresan el mismo alcance de interpretaciones que los demás cristianos. Un mito popular promovido por algunos calvinistas es que todos los teólogos arminianos son adeptos a la teoría gubernamental de la expiación, y que rechazan la teoría de la sustitución penal. Tal afirmación es simplemente falsa. Los arminianos creen en la Trinidad, en la divinidad y la humanidad de Jesucristo, en la depravación de la humanidad en virtud de la caída primitiva, en la salvación por la gracia solamente a través de la fe únicamente; y en todas las demás creencias protestantes imprescindibles. La justicia como justicia imputada, es afirmada por los arminianos clásicos siguiendo al propio Arminio. Las doctrinas características del arminianismo tienen que ver con la soberanía de Dios sobre la historia y la salvación; la providencia y la predestinación son las dos doctrinas clave donde los arminianos discrepan de los calvinistas clásicos.
No hay mejor punto de partida para examinar las cuestiones de la providencia y la predestinación, que la propia Remonstrancia. Ella es el documento de origen del arminianismo clásico (además de los escritos de Arminio). La Remonstrancia fue preparada por aproximadamente 43 (el número exacto es debatido) pastores y teólogos reformados holandeses después de la muerte de Arminio, en 1609. El documento fue presentado en 1610 para una conferencia de líderes de la iglesia y del Estado, en Gouda, Holanda; para explicar la doctrina arminiana. Su foco principal está en las cuestiones de la salvación y, en especial, en la predestinación. Hay varias versiones de la Remonstrancia (de la que los remonstrantes recibieron su nombre). Haremos uso de una traducción al inglés hecha a partir del original en latín, presentada de forma un tanto condensada por el especialista inglés en arminianismo A. W Harrison:
1. Que Dios, por un decreto eterno e inmutable en Cristo antes que el mundo existiera, determinó elegir, de entre la raza caída y pecadora, para la vida eterna, aquellos que, a través de Su gracia, creen en Jesucristo y perseveran en la fe y la obediencia; y que, por el contrario, resolvió rechazar a los inconversos y los incrédulos para la condenación eterna (Juan 3:36).
2. Que, en consecuencia, Cristo, el Salvador del mundo, murió por todos y cada uno de los hombres, de modo que Él obtuvo, por la muerte en la cruz, reconciliación y perdón por el pecado para todos los hombres; de tal manera, sin embargo, que nadie sino los fieles, de hecho, disfrutan de estas bendiciones (Juan 3:16; 1 Juan 2:2).
3. Que el hombre no podía obtener la fe salvífica de sí mismo, o por la fuerza de su propio libre albedrío, encontrándose destituido. Mas por la gracia de Dios, a través de Cristo, para ser renovado en el pensamiento y en la voluntad (Juan 15:5).
4. Que esta gracia fue la causa del inicio, desarrollo, y conclusión de la salvación del hombre; de modo que nadie podría creer ni perseverar en la fe sin esta gracia cooperante, y por consiguiente todas las buenas obras deben ser atribuidas a la gracia de Dios en Cristo. Sin embargo, en cuanto al modus operandi de esta gracia, no es irresistible (Hechos 7:51).
5. Que los verdaderos cristianos tienen fuerza suficiente, a través de la gracia divina, para enfrentar a Satanás, al pecado, al mundo, a su propia carne, y a todos vencerlos. Pero que si por negligencia, ellos pudiesen apostatar de la verdadera fe, perder la felicidad de una buena conciencia y dejar de tener esa gracia, tal asunto debería ser más profundamente investigado de acuerdo con las Sagradas Escrituras. [The Remonstrance, in Harrison, Beginnings o f Arminianism. p. 150-51].
Obsérvese que los remonstrantes, así como Arminio antes que ellos, no se posicionaron en relación a la cuestión de la seguridad eterna de los santos. Es decir, dejaron abierta la cuestión de si una persona verdaderamente salva podría o no caer de la gracia. Tampoco siguieron el patrón del TULIP. Aunque la forma de expresar la creencia calvinista por el acróstico de cinco puntos fue desarrollada posteriormente, la negación de los tres puntos del centro [del acróstico] es bastante clara en la Remonstrancia. Por otra parte, muy por el contrario la idea popular sobre el arminianismo (sobre todo entre los calvinistas), ni Arminio ni los remonstrantes negaron la depravación total; sino que la afirmaron. Por supuesto, la Remonstrancia no es una declaración completa de la doctrina arminiana, pero ella aborda bien su corazón. Además de lo que ella dice, hay un campo de interpretación donde los arminianos, a veces, discrepan entre sí. Sin embargo, existe un consenso arminiano general, y eso es lo que esta sinopsis explicará, recurriendo ampliamente al teólogo nazareno Wiley, quien recurrió ampliamente a Arminio, Wesley, y a los principales teólogos metodistas del siglo XIX mencionados anteriormente.
El arminianismo enseña que todos los seres humanos nacen moral y espiritualmente depravados, e incapaces de hacer cualquier cosa buena o digna a los ojos de Dios, sin una infusión especial de la gracia divina para superar las inclinaciones del pecado original. «Todos los hombres no sólo nacen bajo la penalidad de la muerte como consecuencia del pecado, sino que también nacen con una naturaleza depravada, que en contraste con el aspecto legal de la pena es comúnmente denominado pecado innato, o depravación heredada» En general, el arminianismo clásico concuerda con la ortodoxia protestante en que la unión de la raza humana en el pecado, hace que todos nazcan «hijos de ira». Sin embargo, los arminianos creen que la muerte de Cristo en la cruz proporciona una solución universal a la culpa del pecado heredado, de modo que no es imputado a los niños a causa de Cristo. Es así como los arminianos, en concordancia con los anabaptistas, como los menonitas, interpretan los pasajes universalistas del Nuevo Testamento, tal como Romanos 5, que afirma que todos están incluidos bajo el pecado, así como todos están incluidos en la redención a través de Cristo. Esta es también la interpretación arminiana de 1 Timoteo 4:10, que indica dos salvaciones por intermedio de Cristo: una universal para todas las personas, y una especialmente para todos los que creen. La creencia arminiana en la redención general no es salvación universal; sino la redención universal del pecado adámico. En la teología arminiana, por lo tanto, todos los niños que mueren antes de alcanzar la edad del despertar de la conciencia, y de pecar efectivamente (en oposición al pecado innato), son considerados inocentes por Dios y llevados al paraíso. Entre los que efectivamente pecan, sólo los que se arrepienten y creen, tienen a Cristo como Salvador.
El arminianismo considera el pecado original, en primer lugar, como una depravación moral derivada de la privación de la imagen de Dios; es la pérdida del poder de evitar el pecado efectivo. «La depravación es total, en la medida en que afecta a todo el ser del hombre». Eso quiere decir que todas las personas nacen con inclinaciones alienadas, intelecto oscurecido, y voluntad corrompida. En esta creencia, Wiley siguió a John Fletcher. Hay tanto una curación universal como una solución más específica para esta condición; la muerte expiatoria de Cristo en la cruz quitó la pena del pecado original, y liberó un nuevo impulso en la humanidad que comienza a revertir la depravación con la que todos vienen al mundo. Cristo es el nuevo Adán (Romanos 5) que es el nuevo líder de la raza; él no vino únicamente para salvar a algunos, sino para proporcionar un nuevo comienzo para todos. Una medida de gracia preveniente se extiende por medio de Cristo, a toda persona que nace (Juan 1).
De este modo, la verdadera posición arminiana admite la plena penalidad del pecado, y consecuentemente no minimiza la excesiva pecaminosidad del pecado, ni menosprecia la obra expiatoria de nuestro Señor Jesucristo. Ella, sin embargo, la admite, no negando la plena fuerza de la pena, como hacen los semipelagianos, sino al magnificar la suficiencia de la expiación y la consecuente transmisión de la gracia preveniente a todos los hombres, por intermedio de la autoridad del postrer Adán.
La autoridad de Cristo tiene la misma extensión que la de Adán, pero las personas deben aceptar (al no resistir) esta gracia de Cristo, con el fin de beneficiarse plenamente de ella.
El hombre es condenado únicamente por sus propias transgresiones. El don gratuito removió la condenación original, y abunda para muchas ofensas. El hombre se vuelve responsable de la depravación de su propio corazón sólo cuando rechaza la solución para ella; y conscientemente la ratifica como suya propia, con todas sus consecuencias penales.
La depravación heredada incluye la esclavitud de la voluntad al pecado, que sólo es superada por la gracia preventiva sobrenatural. Esta gracia comienza a actuar en todos por medio del sacrificio de Cristo (y el Espíritu Santo enviado al mundo por Cristo), pero que gana poder especial a través de la predicación del evangelio. Wiley, siguiendo a Pope y a otros teólogos arminianos, llama a la condición humana, en virtud del pecado heredado, la «impotencia para el bien»; y rechaza cualquier posibilidad de bondad espiritual independiente de la gracia especial proveniente de Cristo.
Debido a Dios es amor (Juan 3:16, 1 Juan 4:8), y no quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento (1 Timoteo 2:4, 2 Pedro 3:9), la muerte expiatoria de Cristo es universal; algunos de sus beneficios se extienden automáticamente a todos (ej. la liberación de la condenación del pecado adámico), y todos sus beneficios son para todos los que los acepten (por ejemplo, el perdón de los pecados efectivos y la imputación de justicia).
La expiación es universal. Esto no quiere decir que toda la humanidad será salva incondicionalmente; pero sí que la oferta sacrificial de Cristo, en cierta medida, atendió a las reivindicaciones de la ley divina para hacer posible la salvación a todos. La redención, por lo tanto, es universal o general en el sentido provisional, pero especial o condicional en su aplicación al individuo.
Sin embargo, sólo serán salvos los que fueran predestinados por Dios para la salvación eterna. Estos son los elegidos. ¿Quién está incluido en los elegidos? Todos los que Dios ha anticipado que aceptarán su oferta de salvación por intermedio de Cristo, al no resistir la gracia que les fue extendida mediante la cruz y el evangelio. De este modo, la predestinación es condicional en lugar de incondicional; la presciencia electiva de Dios es causada por la fe de los elegidos.
En oposición a esto [al esquema calvinista], el arminianismo sostiene que la predestinación es el propósito gracioso de Dios [de la gracia de Dios] de salvar a toda la humanidad de la ruina completa. No es un acto arbitrario e indiscriminado de Dios que pretende garantizar la salvación a cierto número de personas, y a nadie más. Incluye provisionalmente a todos los hombres, y está condicionada solamente por la fe en Cristo.
El Espíritu Santo opera en los corazones y mentes de todas las personas hasta cierto punto, les da alguna conciencia de las expectativas y provisión de Dios, y les llama al arrepentimiento y a la fe. De este modo, «la Palabra de Dios es, en cierto sentido, predicada universalmente, incluso cuando no está registrada en un lenguaje escrito». «Los que oyen la proclamación y aceptan el llamado, son conocidos en las Escrituras como los elegidos». Los réprobos son los que se resisten al llamado de Dios.
La gracia preveniente es una doctrina arminiana crucial, en la que los calvinistas también creen; pero los arminianos la interpretan diferentemente. La gracia preventiva es simplemente la gracia de Dios convincente, invitadora, iluminadora y capacitadora; que antecede a la conversión, y hace el arrepentimiento y la fe posibles. Los calvinistas la interpretan como irresistible y eficaz; la persona en la que esta gracia opera se arrepentirá y creerá para salvación. Los arminianos la interpretan como resistible; las personas siempre son capaces de resistir a la gracia de Dios, conforme la Escritura nos advierte (Hechos 7:51). Pero sin la gracia previniente, las personas de forma inevitable e implacablemente, resistirán a la voluntad de Dios en virtud de su esclavitud al pecado.
La gracia preveniente, según el término implica, es aquella gracia que «antecede», o prepara al alma para la entrada en el estado inicial de salvación. Es la gracia preparatoria del Espíritu Santo, ejercida en el hombre abandonado en pecado. En lo que se refiere a la culpa, puede ser considerada misericordia; en relación a la impotencia, es el poder capacitador. Se puede definir, por lo tanto, como la manifestación de la influencia divina que precede a la vida regenerada plena.
Entonces en cierto sentido, los arminianos como los calvinistas, creen que la regeneración precede a la conversión; el arrepentimiento y la fe solamente son posibles en razón de que el Espíritu de Dios ejerza dominio sobre la vieja naturaleza. La persona que recibe la plena intensidad de la gracia preveniente (por ejemplo, a través de la predicación de la Palabra y la correspondiente llamada interna de Dios) ya no está muerta en delitos y pecados. Sin embargo, tal persona aún no está completamente regenerada. El puente entre la regeneración parcial por la gracia preventiva, y la plena regeneración por el Espíritu Santo, es la conversión, que incluye el arrepentimiento y la fe. Todas estas cosas se vuelven posibles por la gracia divina, pero son respuestas libres de parte del individuo. El Espíritu opera con el concurso humano y por medio de él. «Las Escrituras representan al Espíritu como operando [en la conversión], mediante y en cooperación con el hombre. La gracia divina, sin embargo, siempre recibe la preeminencia».
El énfasis en la anticipación y la primacía de la gracia, forma el punto pacífico entre el arminianismo y el calvinismo. Esto es lo que torna al sinergismo arminiano «evangélico». Los arminianos toman muy en serio el énfasis neo-testamentario en la salvación como un don de la gracia, que no puede ser merecido (Efesios 2:8). Sin embargo, las teologías arminianas y calvinistas, como todas las sinergias y monergismos, discrepan acerca del papel que los humanos desempeñan en la salvación. Conforme Wiley observa, la gracia preveniente no interfiere en la libertad de la voluntad. Ella no doblega la voluntad o hace segura la respuesta de la voluntad. Sólo capacita la voluntad a hacer la elección libre, tanto para cooperar como para resistir la gracia. La cooperación no contribuye a la salvación, como si Dios hiciera una parte y los humanos la otra. Antes, la cooperación con la gracia en la teología arminiana es simplemente la no resistencia a la gracia. Es simplemente la decisión de permitir que la gracia haga su obra, al renunciar a todos los intentos de autojustificación y autopurificación, y admitiendo que sólo Cristo puede salvar. Sin embargo, Dios no toma esta decisión por el individuo; es una decisión que los individuos, bajo el impulso de la gracia preveniente, deben tomar por sí mismos.
El arminianismo defiende que la salvación es enteramente por gracia, todo movimiento del alma hacia Dios es iniciado por la gracia divina, pero los arminianos también reconocen que la cooperación de la voluntad humana es indispensable, pues, en última instancia, el agente libre decide si la gracia propuesta es aceptada o rechazada.
El arminianismo clásico enseña que la predestinación es simplemente la determinación (decreto) de Dios para salvar, por intermedio de Cristo, a todos los que responden libremente a la oferta divina de la libre gracia; al arrepentirse del pecado y creer (confiar) en Cristo. La predestinación incluye la presciencia de Dios de aquellos que así lo harán. No incluye una selección de ciertas personas para la salvación, mucho menos para la condenación. Muchos arminianos hacen una distinción entre la elección y la predestinación. La elección es corporativa, Dios determinó que Cristo fuera el Salvador del grupo de personas que se arrepiente y cree (Efesios 1); la predestinación es individual, la presciencia de Dios de los que se arrepentirán y creerán (Romanos 8.29). El arminianismo clásico también enseña que las personas que responden positivamente a la gracia de Dios, al no resistir a ella (que conlleva arrepentimiento y confianza en Cristo) son nacidas de nuevo por el Espíritu de Dios (que es la regeneración plena), perdonadas de todos sus pecados y consideradas por Dios como justas en virtud de la muerte expiatoria de Cristo por ellas. Nada de esto está fundamentado en cualquier mérito humano; es una dádiva perfecta, no impuesta, pero libremente recibida. «El único fundamento de la justificación... es la obra propiciatoria de Cristo recibida por la fe» y «el único acto de justificación, cuando es visto negativamente, es el perdón de los pecados; cuando se ve positivamente, es la aceptación del creyente como justo (por Dios)». La única diferencia sustancial entre el arminianismo clásico y el calvinismo, en esta doctrina, entonces, es el papel del individuo en recibir la gracia de la regeneración y la justificación. Conforme Wiley afirma, la salvación «es un trabajo realizado en las almas de los hombres, por la operación eficaz del Espíritu Santo. El Espíritu Santo ejerce su poder regenerador sólo en determinadas condiciones, es decir, bajo las condiciones de arrepentimiento y fe». Por lo tanto, la salvación es condicional y no incondicional; los humanos desempeñan un papel, y no son pasivos o controlados por alguna fuerza, ya sea interna o externa.
Es en este punto que muchos monergistas, críticos del arminianismo, ponen el dedo acusador y declaran que la teología arminiana es un sistema de salvación por obras, o, al menos, algo inferior a la fuerte doctrina paulina de la salvación como un regalo gratuito. Si el don debe ser libremente aceptado, ellos aseveran, entonces él es merecido. Por ser la libre aceptación una condición sine qua non, entonces el don no es gratuito. Los arminianos simplemente no consiguen entender esa alegación y su acusación implícita. Como veremos en varios puntos a lo largo de este libro, los arminianos siempre afirmaron enfáticamente que la salvación es un don gratuito; ¡hasta el mismo arrepentimiento y la fe son sólo causas instrumentales de la salvación; e imposibles aparte de una operación interna de la gracia! La única causa eficaz de la salvación es la gracia de Dios, por medio de Jesucristo y del Espíritu Santo. La lógica del argumento de que un don libremente recibido (en el sentido de que podría ser rechazado) no puede ser un don gratuito, deja la mente arminiana perpleja. Pero la principal razón de que los arminianos rechazan el entendimiento calvinista de la salvación monergista, en la cual Dios incondicionalmente elige a algunos para la salvación e inclina sus voluntades irresistiblemente, es que ella denigra tanto el carácter de Dios, como la naturaleza de una relación personal. Si Dios salva incondicional e irresistiblemente, ¿por qué no salva a todos? Apelar al misterio en este momento no satisface la mente arminiana, pues el carácter de Dios, como amor que se revela a sí mismo en misericordia, está en juego. Si los hombres elegidos por Dios no pueden resistir la oferta de una relación correcta con Él, ¿qué tipo de relación es ésta? ¿Una relación personal puede ser irresistible [forzada]? ¿Tales predestinados son, de hecho, personas en una relación así? Estas son cuestiones fundamentales que llevan a los arminianos, así como a otros sinergistas, a cuestionar toda forma de monergismo; incluyendo el calvinismo rígido. No se trata, en modo alguno, de una visión humanista del libre albedrío autónomo, como si los arminianos estuvieran apasionados por la libre agencia por sí solos. Cualquier lectura imparcial de Arminio, Wesley, o cualquier otro arminiano clásico, revelará que no se trata de eso. Por el contrario, la cuestión es el carácter de Dios y la naturaleza de la relación personal.
Anteriormente señalé que no sólo la predestinación, sino también la providencia proporcionan un punto de diferencia entre el arminianismo y el calvinismo. En suma, los arminianos creen en la soberanía y en la providencia divina, pero las interpretan diferentemente de los calvinistas rígidos. Los arminianos consideran que Dios se limita a sí mismo, en relación a la historia humana. Por lo tanto, mucho de lo que sucede en la historia es contrario a la perfecta voluntad de Dios. Los arminianos afirman que Dios está en el control de la naturaleza y de la historia, pero niegan que Dios controle cada acontecimiento [en el sentido de que sea la perfecta voluntad de Dios que eso ocurra, y así lo fuerce para que ocurra]. Los arminianos niegan que Dios «esconde una expresión de contentamiento» detrás de los horrores de la historia. El diablo no es «el diablo de Dios», o incluso un instrumento de la auto-glorificación providencial de Dios. La Caída no fue pre-ordenada por Dios para algún propósito secreto. Los arminianos clásicos creen que Dios conoce todas las cosas de antemano, incluyendo todo evento del mal, pero rechazan cualquier noción de que Dios proporciona «impulsos secretos» que controlan incluso las acciones de criaturas malignas (angélicas o humanas) [Calvino, de manera bastante conocida, atribuyó incluso los actos malévolos y pecaminosos de los impíos a los impulsos secretos de Dios. Una lectura cuidadosa del libro 1, cap. 18, «Dios se sirve de los impíos y doblega su voluntad para que ejecuten Sus designios, quedando sin embargo Él limpio de toda mancha», de las Instituciones de la Religión Cristiana. En ella, entre otras cosas, Calvino dice que «cuando decimos que la voluntad de Dios es la causa de todas las cosas, se establece su providencia para presidir todos los consejos de los hombres, de suerte que, no solamente muestra su eficacia en los elegidos, que son conducidos por el Espíritu Santo, sino que también fuerza a los réprobos a hacer lo que desea». Los arminianos creen que el calvinismo rígido no puede desvincularse de hacer de Dios, el autor del pecado y del mal, y por tanto, contrariando su carácter. El gobierno de Dios lo abarca todo, pero porque Dios se limita a permitir la libre agencia humana (en pro de relaciones genuinas que no son manipuladas o controladas) se ejerce en diferentes modos. Todo lo que sucede es, como mínimo, permitido por Dios, pero no todo lo que sucede es positivamente deseado o incluso hecho por Dios. Por lo tanto, el sinergismo entra en la doctrina arminiana de la providencia así como en la de la predestinación. Dios conoce de antemano, pero no actúa solo en la historia; la historia es resultante tanto de la agencia divina como de la humana (¡tampoco debemos olvidar las agencias angélicas y demoníacas!) El pecado, en particular, no es deseado ni gobernado por Dios, excepto en el sentido que Dios lo permite y lo limita. Más importante aún, Dios no predestina o hace realidad el pecado. Ninguna expresión concisa del entendimiento arminiano de la providencia, es mejor que la proporcionada por el teólogo reformado revisionista Adrio König:
Lamentablemente hay muchas cosas que suceden en la tierra que no son la voluntad de Dios (Lucas 7.30 y todos los demás pecados mencionados en la Biblia), que están en contra de su voluntad, y que provienen del pecado incomprensible y sin sentido en el que nacemos, y en el que viven la mayor parte de los hombres, y en el que Israel persistió; y contra el cual hasta «los más consagrados» (Catecismo de Heidelberg p. 114) lucharon todos sus días (David, Pedro). Dios tiene sólo un curso de acción para el pecado, que es proveer su expiación, por haberlo crucificado y enterrado totalmente con Cristo. Intentar interpretar todas estas cosas por intermedio del concepto de un plan divino, crea dificultades intolerables, generando más excepciones que reglas. Pero la más importante objeción, es que la idea de un plan es contraria al mensaje bíblico una vez que el propio Dios se vuelve irrazonable; pues si aquello contra el cual él luchó con poder y por el cual él sacrificó su unigénito, fue sin embargo de alguna forma parte integrante de su consejo eterno. Entonces, es mejor partir de la premisa de que Dios tenía cierto objetivo en mente (la alianza, o el reino de Dios, o la nueva Tierra - que son lo mismo visto desde ángulos diferentes), que él alcanzará con nosotros, sin nosotros, o incluso contra nosotros. [König, Adrio. Here Am I A Believer’s Reflection on God. Grand Rapids: Eerdmans, 1982. p. 1989].
Mitos y Conceptos Erróneos En Relación al Arminianismo
El conciso esbozo de la teología arminiana presentada en esta introducción es sólo el comienzo. Basta con contrastar el verdadero arminianismo evangélico con las caricaturas de sus críticos, y las distorsiones e informaciones incorrectas que se dicen sobre el arminianismo en la literatura teológica; no son nada menos que aterrorizantes. Los críticos reformados, reiteradamente describen engañosamente a Arminio y al arminianismo como semipelagianos. Por ejemplo, la primera edición de Christian Doctrine de Shirley C. Guthrie, un libro didáctico ampliamente utilizado por la teología reformada, presentaba a Arminio como un ejemplo de semipelagianismo. Después de que las significativas diferencias entre la teología de Arminio y el semipelagianismo fueron enfatizadas por al menos un arminiano, una revisión del texto de Guthrie, en el año 1994, retiró el nombre de Arminio. Pero incluso en la edición revisada, el contexto y la nota al pie tratando del Sínodo de Dort, indican el arminianismo como el modelo histórico de semipelagianismo. Veinticinco años de daños a la reputación de Arminio no fueron completamente deshechos por la revisión. El libro The Five Points of Calvinism también presenta muchos ejemplos de imágenes distorsionadas de la teología arminiana. Edwin H. Palmer, pastor y teólogo calvinista, explícitamente equipara el arminianismo al semipelagianismo, ignorando por completo la doctrina arminiana de la gracia preveniente. Él incluso llegó al colmo de declarar que «el arminiano niega la soberanía de Dios». Él aumentó el insulto y la injuria al sugerir, de principio a fin, que el arminianismo tiene sus bases en el racionalismo en vez de en la humilde sumisión a la Palabra de Dios [Palmer, Edwin H. The Five Points of Calvinism. Grand Rapids: Baker, 1972. p. 59, 85, 107]. Cualquiera que tenga contacto con alguna literatura arminiana evangélica, inmediatamente ve que los arminianos están tan comprometidos con la autoridad de las Escrituras como cualquier otro protestante [Algunos calvinistas acusaron a Wesley de desertar del principio de sola scriptura, «sólo la Escritura», como la norma para toda doctrina. Tal acusación es oriunda de la descripción de Albert Outler, teólogo metodista, acerca del método teológico de Wesley como «cuadrilátero», siendo un método compuesto de Escritura, tradición, razón y experiencia. Sin embargo, las personas que leen a Wesley, en lugar de solamente sus intérpretes modernos, saben que Wesley afirmaba constantemente la supremacía de las Escrituras sobre la tradición, la razón y la experiencia; que para Wesley eran autoridades secundarias].
Otros ejemplos de las distorsiones sobre arminianismo, abundan en la literatura teológica calvinista. Una de las primeras ediciones de la Modern Reformation (Reforma Moderna), una revista comprometida con la teología monergista y liderada principalmente por calvinistas, trató el asunto del arminianismo. Un autor afirmó que «el arminianismo no es sólo un abandono de la ortodoxia histórica, sino un serio abandono del propio evangelio» [Riddlebarger, Kim. “Fire & Water”, Modern Reformation. n. 1, 1992. p. 10]. Yo tengo la curiosidad por saber si el autor siquiera leyó a Miley, o solamente leyó a B. B. Warfield, su critico]. En todo su cáustico ataque al arminianismo (concentrado principalmente en el teólogo metodista John Miley) el autor culpa a todo el movimiento arminiano por el infeliz modo de expresarse de un teólogo arminiano, ignorando la vasta extensión de la historia y de la teología arminiana; y falsamente atribuyendo como creencias arminianas (por ejemplo, la negación del pecado original y de la expiación sustitutiva) que él considera como consecuencias razonables y necesarias del punto de vista, un tanto extravagante, de aquel único teólogo.
Innumerables autores, en la edición de la Modern Reformation que trató del arminianismo, contrastan el arminianismo con el evangelicalismo, y niegan la posibilidad del arminianismo evangélico. Al menos un autor ofensivamente llama al arminianismo de una «religión y herejía natural, jactanciosa y que rechaza a Dios» [Maben, Alan. "Are You Sure You Like Spurgeon?”, Modern Reformation, n. 1, 1992. p. 21, Maben está citando a Charles Spurgeon de manera aprobatoria]. En toda la edición, estos autores predominantemente calvinistas (uno es luterano) tratan al arminianismo como la herejía del semipelagianismo; pero jamás tratan con la doctrina indispensable de la gracia preveniente. La tendencia común es la de imputar al arminianismo todas las falsas creencias, que los autores ven yacer en el fondo de un imaginable declive resbaladizo. Si el mismo método se aplicara al calvinismo (como algunos arminianos ya lo hicieron), los calvinistas gritarían en protesta. Podemos sostener que el Dios calvinista que predestina incondicionalmente a algunas personas al infierno (aunque únicamente por decretar ignorarlas en la elección) no es un Dios de amor, sino un ser supremo arbitrario y excéntrico, que se preocupa sólo en exhibir su gloria -incluso a costa de la destrucción eterna de las almas que él mismo creó. Un principio que debe ser observado por todos los involucrados en este debate es: antes de discrepar, asegúrese de entender. En otras palabras, debemos estar seguros de que podemos describir la posición teológica del otro como él o ella la describen, antes de criticarla o condenarla. Otro principio orientador debe ser: No impute a los demás creencias que considera como consecuencia lógica de las creencias de estos, pero que los involucrado explícitamente niegan.
Incluso historiadores eclesiásticos y teólogos históricos, supuestamente neutros, a menudo entienden mal el arminianismo. Un ejemplo reciente está en el libro Theology in America del historiador eclesiástico E. Brooks Holifield, que es un libro excelente, salvo el equívoco. Él escribe: «Al clero de Nueva Inglaterra, cualquier insinuación de que los seres humanos pueden preparar sus propios corazones para la salvación, se habría originado en el error de Arminio, que defendió que la voluntad natural, ayudada sólo por la gracia común, podría aceptar la oferta de la salvación divina» [Holifield, E. Brooks. Theology in America. New Haven: Yale University Press, 2003. p. 44.45]. Tal declaración está claramente equivocada: Arminio afirmó la necesidad de gracia auxiliar (preveniente) sobrenatural, para liberar a la persona caída antes de que él o ella pudiese responder al evangelio. Independientemente de esto (y no gracia común, como Holifield dice), todo hijo de Adán automáticamente rechazaría el evangelio. Preste atención a lo que dice Arminio:
En su estado pecaminoso y caído, el hombre no es capaz de y por sí mismo, siquiera pensar, querer o hacer lo que es verdaderamente bueno; mas es necesario que sea regenerado y renovado en su intelecto, afectos o voluntad, y en todas sus atribuciones por Dios, en Cristo, a través del Espíritu Santo, para que sea capaz de comprender correctamente, estimar, considerar, desear y realizar lo que quiera que sea verdaderamente bueno. Cuando él es hecho un participante de esa regeneración o renovación, considero que, una vez que es liberado del pecado, es capaz de pensar, desear, y hacer lo que es bueno, pero sin embargo, no sin la continua ayuda de la Gracia Divina [Arminious. A Declaration of the Sentiments of Arminius, Works. v. 1. p. 659-60].
Arminio claramente (como todos los arminianos clásicos que vinieron después), no creía que sólo la gracia común era suficiente para desear lo que es bueno. (La gracia común es la gracia universal de Dios que capacita a la justicia civil en la sociedad, a pesar de la depravación humana). Una infusión especial de gracia renovadora, regeneradora y sobrenatural es obligatoria incluso para el primer ejercicio de una buena voluntad para con Dios. Esto es tan básico en la teología de Arminio, y en el arminianismo, que las alegaciones tales como las que Holifield hace, que son muy comunes en la literatura evangélica, son inadmisibles.
Tal vez el ejemplo más infame de la distorsión, muy común del arminianismo en la literatura teológica, pueda encontrarse ¡en un arminiano! Henry C. Thiessen enseñó teología en Wheaton College por muchos años y produjo materiales para un libro didáctico de teología, publicado después de su muerte bajo el título Lectures in Systematic Theology [Conferencias en Teología Sistemática] (1949). Algunos desean atribuir la confusión, en relación al arminianismo, al editor del libro que organizó los materiales inéditos para su publicación, pero el editor (el hijo de Thiessen) hace esta excusa inaceptable en su prefacio. La descripción, de Thiessen, de la elección, es clara e inequívocamente arminiana: “Las Escrituras enseñan que la elección está basada en la presciencia" [Thiessen, Henry C. Lectures in Systematic Theology. Grand Rapids: Eerdmans, 1949. p. 156]. De acuerdo con él, Dios produce salvación en aquellos que responden positivamente a la gracia preveniente de Dios [Ibid. p. 157]. Estos son los elegidos. Thiessen enseña la posición arminiana clásica en todo su libro, en toda materia que se ocupe de la soteriología. Sin embargo, de manera sorprendente, en su capítulo acerca del pecado original él escribe sobre la «Teoría Arminiana» y la llama de semipelagianismo [Ibid. p. 261]. Él atribuye esto a la creencia de que el «hombre está enfermo», pero no tan espiritualmente dañado hasta el punto de ser incapaz de, por sí mismo, iniciar la salvación. En contradicción a esta supuesta teoría arminiana, él expone por su propia iniciativa lo que es, de hecho, ¡la posición arminiana clásica! [Ibid. pp.261-2]. En ningún lugar él vincula el nombre de Arminio o el término arminianismo a su propia visión, aunque ella sea enteramente arminiana. El libro de Thiessen fue utilizado como texto introductorio en innumerables cursos teológicos en todo el mundo evangélico, por muchos años. Y aún en 1982, cuando asumí la posición de docencia a tiempo completo, heredé el libro de Thiessen (como libro de texto del curso) del profesor al que yo sucedí; y que por años había utilizado el libro con los alumnos ingresantes en el curso de teología en la universidad. ¡No es de sorprender que la mayoría de los evangélicos, incluyendo alumnos de teología, pastores e incluso teólogos, estén confusos en relación al arminianismo!
El Propósito del Libro
El propósito de este libro es simple y directo: describir correctamente la verdadera teología arminiana, y comenzar a deshacer los daños que se han hecho a esta herencia teológica, tanto por sus críticos como por sus amigos. En virtud de lo que la mayoría de la gente sabe, o piensa que sabe, el arminianismo es principalmente compuesto de mitos; este libro fue organizado en torno a estos equívocos. Sin embargo, el impulso de este libro no es negativo, sino positivo. Las afirmaciones del arminianismo (proporcionadas en la primera página de cada capítulo) forman la espina dorsal de este libro. Aunque los motivos por los cuales los arminianos no son calvinistas son expuestos en esta obra; Teología Arminiana no es un libro de argumentos contra el calvinismo. Es por esta razón que el libro no está repleto de exégesis. Por último, no pretendo convertir a nadie al arminianismo. El propósito de este libro no es la persuasión (excepto en el justo entendimiento de la teología arminiana), sino la información. Espero que en el futuro, los críticos del arminianismo lo describan como sus proponentes lo describen; y que rígidamente eviten la caricatura o las distorsiones, así como ellos esperan que los otros traten a su propia teología.
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TEOLOGÍA ARMINIANA: MITOS Y REALIDADES © 2022 por Roger E. Olson (Versión en Español, PDF)
ARMINIAN THEOLOGY: MYTHS AND REALITIES (English version, PDF).
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