sábado, 3 de mayo de 2025

#TEOLOGÍAARMINIANA: MITOS Y REALIDADES © 2022 por Roger E. Olson

 


PREFACIO


Siempre he sido arminiano. Yo fui criado en el hogar de un predicador pentecostal y mi familia era decidida y orgullosamente arminiana. No recuerdo cuando oí el término por primera vez pero primeramente penetró en mi conciencia cuando un líder carismático de renombre y de origen armenio alcanzó prestigio. Mis padres y algunas de mis tíos (misioneros, pastores y líderes denominacionales) hicieron la distinción entre armenio y arminiano. Con todo, es probable que yo haya escuchado el término aun antes, en algún momento cuando algunos de mis parientes, que eran miembros de las iglesias cristianas reformadas, mis padres y otros parientes, en ausencia de mis tíos, conversaban sobre el calvinismo que estos últimos profesaban, y lo contrastaban con nuestro arminianismo. Recuerdo haber estado en una clase de teología en la facultad y el profesor nos recordó que éramos arminianos, ante lo cual uno de los estudiantes objetó en voz alta: «¿Y quién quiere ser de Armenia?» En una clase leímos los libros Life in the Son [La vida en el Hijo] y Elect in the Son [Elegidos en el Hijo] del teólogo arminiano Robert Shank (ambos textos de la Editorial Bethany House, 1989). Tuve dicultad para comprenderlos y pienso que eso sucedió, parcialmente, porque la teología del autor era de la Iglesia de Cristo. Luego adquirí otros libros acerca de la teología arminiana en un intento de descubrir “nuestra” teología. Uno de ellos fue Foundations of Wesleyan Arminian eology [Fundamentos de la teología arminiana wesleyana] de la teóloga nazarena Mildred Bangs-Wynkoop (Beacon Hill Press, 2000). Otro libro fue Introduction to Christian Doctrine [Introducción a la teología cristiana], un resumen de un volumen sobre doctrina cristiana que fue elaborado por el teólogo nazareno H. Orton Wiley (Beacon Hill Press, 1946). Finalmente, sentí que había llegado a una buena comprensión del tema y lo puse a un lado. Al n y al cabo, todos a mi alrededor eran arminianos (ya sea que supieran o no) y no había ninguna necesidad especíca para defender ese punto de vista.

Las cosas cambiaron cuando me inscribí en un seminario evangélico bautista y empecé a oír el término arminiano siendo usado de modo despectivo. En mis estudios en el seminario mi teología era equiparada al semipelagianismo. Ahora yo precisaba descubrir qué era el semipelagianismo. Uno de mis maestros era el ilustre calvinista evangélico James Montgomery Boice, quien en aquel entonces era el pastor de la Décima Iglesia Presbiteriana de Filadela. Debatimos un poco sobre el calvinismo y el arminianismo, pero me di cuenta de que él ya había decidido que la teología de mi iglesia era herética. Boice me animó a profundizar el estudio del tema y también a suscribirme a la revista Eternity [Eternidad], que era la principal alternativa evangélica a la revista Christianity Today [Cristianismo hoy] en la década de los setenta. Yo era un ávido lector de sus publicaciones. Descubrí una ironía fascinante en estas dos revistas evangélicas. Sus políticas editoriales extraociales eran claramente orientadas por la teología reformada y la mayoría de los teólogos que escribían para estas revistas eran calvinistas. Pero, por otro lado, estas revistas también incluían voces arminianas de vez en cuando e intentaban ser conciliadoras acerca de las diferencias teológicas entre los evangélicos. Yo me sentía conrmado, y de alguna manera, marginado.

Solo después de que Clark Pinnock, uno de mis mentores teológicos a la distancia (posteriormente llegamos a ser amigos), cambió de manera bastante pública de la teología calvinista al arminianismo, estalló una nueva ronda en la vieja batalla entre el calvinismo y el arminianismo dentro de las las evangélicas. En aquel entonces, yo anhelaba ser un teólogo evangélico y me di cuenta de que mis opciones estaban, en cierta manera, limitadas a causa de mi arminianismo. La reacción de los calvinistas evangélicos al cambio de mentalidad de Pinnock fue rápida e incisiva y aumentó a medida que él editó dos volúmenes de ensayos defendiendo la teología del arminianismo clásico. Leí los dos volúmenes con gran interés, sin encontrar en ellos o en cualquier otro una exposición directa de la teología del arminianismo clásico en todas sus dimensiones. Durante las décadas de los ochenta y noventa, a medida que mi propia carrera evolucionaba, descubrí que mi mundo evangélico estaba siendo afectado por lo que un amigo reformado llamó «la venganza de los calvinistas». Diversos autores evangélicos y publicaciones empezaron a hacer duros ataques contra la teología arminiana, con informaciones incorrectas e interpretaciones erróneas. Oí y leí que mi propia forma de ser evangélico era llamada «humanista» y «más católica que protestante». ¡Nosotros, mi familia e iglesia, siempre nos consideramos protestantes!

La idea de este libro se formuló cuando leí la edición mayo-junio de 1992 de una interesante y nueva revista llamada Modern Reformation [Reforma Moderna]. Esta revista era totalmente dedicada a criticar el arminianismo a partir de la perspectiva reformada. En la revista encontré lo que consideré serias representaciones equivocadas y retratos poco generosos de mi herencia teológica.

Aproximadamente en esta misma época, un alumno solicitó una reunión para conversar conmigo. En mi ocina él dijo de la manera más sincera: «Profesor Olson, siento decírselo, pero usted no es cristiano.» Esto sucedió en el contexto de una facultad cristiana de artes liberales que no tenía una posición confesional con relación al calvinismo o al arminianismo. En realidad, la denominación que controlaba la facultad y el seminario siempre incluyó calvinistas y arminianos en su medio. Entonces le pregunté al estudiante respecto al porqué de su armación y me contestó: «Porque mi pastor dice que los arminianos no son cristianos.» El pastor de él era un calvinista muy conocido, quien después se distanció de esa armación. Eventos semejantes dentro de mi propio mundo evangélico dejaron claro para mí que algo estaba sucediendo; lo que mi amigo reformado sarcásticamente llamó «la venganza de los calvinistas» estaba dando lugar a una difundida impresión entre los evangélicos donde el arminianismo, en el mejor de los casos, era una clase inferior de evangélicos y, en el peor de los casos, una clara herejía. Decidí no desmayar bajo la presión, sino más bien levantar la voz en pro de una herencia evangélica tan antigua como el mismo calvinismo y tan participante del movimiento histórico evangélico como el calvinismo. Escribí un artículo para Christianity Today [Cristianismo hoy] que recibió el desafortunado título «No me odie porque soy arminiano». Sentí que el título falsamente nos retrataba al artículo y a mí como exageradamente defensivos. ¡Jamás pensé que los críticos del arminianismo nos odiaran! Pero estaba descubriendo que algunos líderes evangélicos estaban cada vez más malinterpretando el arminianismo clásico. Un líder se etiquetó a sí mismo como «arminiano en recuperación», mientras dejaba el trasfondo de Santidad [wesleyano] por la teología reformada bajo la inuencia de un importante teólogo calvinista. Uno de los autores que yo había leído con gran aprecio en la revista Eternity [Eternidad] clasicó a los arminianos como «apenas cristianos» en uno de sus libros de la década de los 90. Un pastor en mi denominación bautista empezó a enseñar que el arminianismo estaba «al borde de la herejía» y «profundamente equivocado». Un colega que frecuentaba la iglesia de aquel pastor me preguntó si yo ya había, en algún momento, considerado la posibilidad de que mi arminianismo era prueba del humanismo latente en mi manera de pensar. Entonces me di cuenta de que muchos de mis amigos arminianos estaban abandonando lo que los identicaba como tales, a favor del «calminiano» o «moderadamente reformado», a n de evitar conictos y sospechas que pudieran ser obstáculos a sus carreras en la docencia y en el campo editorial.

Este libro nació del anhelo de limpiar el buen nombre arminiano de las falsas acusaciones y denuncias de herejía o heterodoxia. Mucho de lo que es dicho acerca del arminianismo dentro de los círculos evangélicos, incluso dentro de las congregaciones locales con fuertes voces calvinistas, es simplemente falso y vale la pena enfatizar esto. Espero que este libro no llegue a los lectores como exageradamente defensivo, pues no quiero ser defensivo, mucho menos agresivo. Quiero aclarar la confusión acerca de la teología arminiana y responder a los principales mitos y malentendidos con relación al arminianismo que están difundidos en el mundo evangélico de hoy. Creo que, aunque la mayoría de las personas que se llaman arminianas sean, de hecho, semipelagianas (lo que se explicará en la introducción) tal hecho no convierte al arminianismo en semipelagianismo. (¿A los calvinistas les gustaría que el calvinismo fuera denido y entendido a partir de las creencias mal informadas de algunos laicos reformados?). Creo que debemos volver a la historia a n de corregir las deniciones y no permitir la utilización popular para redenir los buenos términos teológicos. Me volveré a los principales teólogos arminianos del pasado y del presente, a n de denir el verdadero arminianismo. Mi esperanza y oración es que los lectores se acerquen a este proyecto con mente abierta y que puedan guiar sus opiniones acerca del arminianismo por las pruebas. Anhelo que inclusive los calvinistas más conservadores oponentes de la teología arminiana estén, como mínimo, más inclinados a reconsiderar lo que creen los verdaderos arminianos a la luz de las pruebas aquí reunidas.

La naturaleza de este libro

Algunos capítulos de este libro repiten alguna información y argumentos que se encuentran en capítulos previos, pues creo que no todos lectores leerán el libro de principio a n de forma continua. Si esta repetición ocasional molesta a aquellos que lean el libro entero, les pido las disculpas del caso con anticipación. Mi meta es que este libro sea lo más accesible y de fácil lectura, a pesar de que en ocasiones el tema es complejo. Quizás algunos críticos eruditos podrían sentirse repelidos por esto, sin embargo, mi meta es alcanzar el máximo de lectores posible, de modo que el libro no está escrito, en primer lugar, para expertos (aunque espero que estos se benecien y les guste la lectura). Decidí intencionalmente no seguir temas paralelos que se alejen demasiado de los argumentos principales de este libro. Los lectores que esperan más discusiones sobre el conocimiento medio o el teísmo abierto (ver cap. 8), por ejemplo, de seguro quedarán decepcionados, pero este libro tiene un propósito principal explicar la teología arminiana como lo es en realidad. Y yo, de manera intencional, mantuve el tema relativamente conciso a n de hacerlo accesible a un público más amplio.

Este proyecto fue llevado a cabo con la ayuda de numerosos amigos y conocidos. Quiero agradecer a mis muchos amigos calvinistas por sus contribuciones por medio de discusiones vía correo electrónico y conversaciones cara a cara. También agradezco a mis amigos arminianos por su ayuda. Durante la última década participé en muchas discusiones acaloradas y debates con proponentes de ambos campos dentro del movimiento teológico. Ellos me indicaron buenas fuentes y me proveyeron sus percepciones y opiniones eruditas. Agradezco de manera especial a William G. Witt, quien gentilmente compartió conmigo su investigación del PhD. en la Universidad de Notre Dame, su disertación me fue un recurso inestimable. Él es inocente de cualquier error que yo haya cometido. También agradezco a la administración y a los miembros del consejo de la Universidad Baylor, al Decano Paul Powel y al Decano adjunto David Garlang del Seminario Teológico George W. Truett (Seminario de Baylor) por proporcionarme veranos sabáticos y una licencia de investigación.

Además, agradezco a Keith Johnson y a Kyle Steinhouser por crear los índices de nombre y de tema.

Este libro está dedicado a tres teólogos que fallecieron mientras yo investigaba y escribía este libro. Cada uno aportó a esta obra de manera bastante sustancial ofreciendo perspectivas y críticas, ellos son mis colegas de teología: A. J. (Chip) Conyers quien fuera mi primer profesor de teología, Ronald G. Grantz, y mi querido amigo y colaborador Stanley J. Grenz. Ellos fallecieron con algunos meses de diferencia y me dejaron empobrecido por sus ausencias, pero la presencia de ellos enriqueció mi vida y a ellos, les dedico muy agradecido este libro.

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CONTENIDO

Prefacio (Esta página)

Introducción: Un manual sobre el arminianismo

MITO 1

La teología arminiana es lo opuesto a la teología reformada/calvinistaJacobo Arminio y la mayoría de sus eles seguidores encajan dentro de la amplia interpretación de la tradición reformada; los puntos en común entre el arminianismo y el calvinismo son signicativos.

MITO 2

Es posible hacer un híbrido del calvinismo y el arminianismoA pesar de los puntos en común, el calvinismo y el arminianismo son sistemas de teología cristiana incompatibles; no hay un término medio estable entre estos sistemas en las cuestiones determinantes para ambos.

MITO 3

El arminianismo no es una opción evangélica ortodoxaLa teología arminiana clásica arma enfáticamente los pilares de la ortodoxia cristiana y promueve los símbolos de la fe cristiana; no es arriana ni liberal.

MITO 4

El corazón del arminianismo es creer en el libre albedríoEl verdadero corazón de la teología arminiana es el carácter amoroso y justo de Dios; el principio formal del arminianismo es la voluntad universal de Dios para la salvación.

MITO 5

La teología arminiana niega la soberanía de DiosEl arminianismo clásico interpreta la soberanía y la providencia de Dios de manera diferente al calvinismo, pero sin negarlas de ninguna manera; Dios está en el control de todo sin controlarlo todo.

MITO 6

El arminianismo es una teología centrada en el hombreUna antropología optimista es ajena al verdadero arminianismo, el cual está plenamente centrado en Dios. La teología arminiana conesa la depravación humana, incluyendo la esclavitud de la voluntad.

MITO 7

El arminianismo no es una teología de la graciaEl principio material del pensamiento arminiano clásico es la gracia preveniente. Toda la salvación es total y enteramente por la gracia de Dios.

MITO 8

Los arminianos no creen en la predestinaciónLa predestinación es un concepto bíblico que el arminianismo clásico acepta, aunque lo interpreta de modo distinto a los calvinistas. La predestinación es el decreto soberano de Dios para elegir a los creyentes en Jesucristo, e incluye la presciencia de Dios de la fe de esos creyentes.

MITO 9

La teología arminiana niega la justificación solo por gracia a través solo de la feLa teología arminiana clásica es una teología reformada. Eso signica que abraza la imputación divina de la justicia por la gracia de Dios a través solo de la fe y mantiene la distinción entre la justicación y la santicación.

MITO 10

Todos los arminianos creen en la teoría gubernamental de la expiaciónNo existe una doctrina arminiana de la expiación de Cristo. Muchos arminianos aceptan con entusiasmo la teoría de la sustitución penal, mientras que otros preeren la teoría gubernamental. Conclusión: Reglas de compromiso para calvinistas y arminianos evangélicos.

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TEOLOGÍA ARMINIANA: MITOS Y REALIDADES © 2022 por Roger E. Olson (Versión en Español, PDF)

ARMINIAN THEOLOGY: MYTHS AND REALITIES (English version, PDF).

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