El Ser infinito, Dios, se describe solamente con palabras que hablan acerca de lo infinito: Sus dominios son inmensurables, Su sabiduría es insondable, Sus riquezas son inescrutables, Sus caminos son inescrutables y Su grandeza sobrepasa toda comparación. No podemos comprender a Dios; sólo podemos exclamar como el salmista: “Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”.
Este Dios único y eterno se ha revelado
al hombre. Y es sólo por medio de la revelación de este Dios infinito que el
hombre finito puede entender el propósito del universo y de su propia
existencia. El incrédulo, que no conoce a Dios, y que, por tanto, se
enorgullece de sus teorías, está enredado en su propia ignorancia, misticismo y
superstición. El Hijo de Dios es el único que puede entender al Dios viviente y
Sus obras maravillosas.
Hay
muchas evidencias que demuestran que existe un Ser Supremo. La creación muestra
claramente que hay un Ser Infinito que todo lo sabe y todo lo puede. Él es
sobrenatural, sobrehumano, sin principio y sin fin; es un Creador muy amoroso
que no tiene las limitaciones que tienen las criaturas que Él mismo creó. La
existencia de la naturaleza es un milagro que demuestra que en realidad existe
un Hacedor de milagros. El hombre puede entender el origen de todo esto sólo
por medio de lo que ha dicho el que creó todas las cosas y tiene todo poder. A
este Ser le llamamos “Dios”.
Capítulo 1
Dios, Su Ser y Sus Atributos
“Engrandeced a Jehová conmigo, y
exaltemos a una su nombre” (Salmo 34:3).
El alma del adorador se llena de
reverencia al encontrarse en la presencia del ser infinito llamado Dios. Él es
altísimo y santo, poderoso y glorioso, incomparable y admirable en todas sus
obras grandiosas. Él es perfecto en sabiduría y amor, e infinito en poder. El
ser humano nunca comprenderá su grandeza. Sin embargo, Dios es tan amigable y
está tan cercano a nosotros que la persona más humilde puede tenerlo como un
compañero diario y su amigo más íntimo. Al conocerlo íntimamente le adoramos,
le alabamos y reconocemos su derecho a decirnos: “Estad quietos, y conoced que
yo soy Dios” (Salmo 46:10).
El conocimiento de Dios
Nuestro primer conocimiento de Dios
viene de la declaración que aparece en Génesis 1:1: “En el principio creó
Dios...” Esto se refiere al tiempo cuando Dios creó todas las cosas. Pero este
no fue Su principio, pues Dios es sin principio y sin fin.
Dios es un ser real tal y como lo es el
hombre. Nosotros podemos afirmar esto porque sabemos que el hombre fue creado a
la imagen de Dios. Dios tiene una personalidad así como la tiene el hombre.
Dios se manifiesta a sus hijos en
varias maneras: en la Biblia, en la naturaleza y en la obra de Dios en los
corazones de sus hijos. Y Jesucristo, el Verbo hecho carne, es Dios con
nosotros. Además, existen pruebas de la existencia de un Dios supremo en la
naturaleza, en la conciencia del hombre y en las leyendas trasmitidas de
generación en generación desde las civilizaciones antiguas. Siendo así, nadie
puede poner excusa de no conocer a Dios. (Léase Romanos 1:20–32)
Nombres de Dios
Dios se manifiesta por medio de varios
nombres. Los dos nombres más comunes en las escrituras hebreas son Elohim (generalmente
traducido “Dios”) y Jehová. El nombre Elohimdenota su posición como
Creador y expresa la idea de poder, dominio y autoridad suprema. El nombre
Jehová significa “El que es”. Dios dio este nombre a su pueblo escogido y en su
relación con ellos siguió revelando el significado del mismo. Él se manifestó
como el sanador (Éxodo 15:26) y Jehová-salom; o sea, el que es Paz
(Jueces 6:24). En verdad, Él se manifestó como el que es todo lo que su pueblo
necesita (lea Salmo 62:5–8).
Según los historiadores cuando el
nombre Jehová fue dado entre los judíos, ellos se sintieron tan impresionados
por su santidad que lo usaban con muy poca frecuencia por lo que su
pronunciación fue olvidada. En la actualidad los que temen a Dios siempre
pronuncian cualquiera de sus nombres con reverencia y adoración. Tomar el
nombre de Dios en vano es completamente desconocido en los labios del verdadero
hijo de Dios.
En la Biblia encontramos otros nombres
de Dios que expresan una acción o característica de Dios. Veamos algunos de
ellos: “Dios omnipotente” (Éxodo 6:3); “Altísimo” (Números 24:16); “Dios
viviente” (Deuteronomio 5.26); “Dios del cielo” (Esdras 5:11); “Santo” (Job
6:10); “Dios de los ejércitos” (Salmo 80:7); “Santo de Israel” (Isaías 1:4.);
“Jehová de los ejércitos” (Jeremías 9:15); “Rey de reyes” (Mateo 6:15); “Señor
de los ejércitos” (Romanos 9:29); “Padre de las luces” (Santiago 1:17); “Señor
de Señores” (Apocalipsis 17:14). Al estudiar los nombres de la Deidad vemos una
descripción de su grandeza y santidad.
Evidencias de la existencia de Dios
Para la persona que quiere recibir la
verdad, y medita en ella, las evidencias de la existencia de Dios son muchas.
Aquí les presentamos algunas:
1. La naturaleza habla de un
principio
La hoja de un árbol brota de la rama,
la rama del tronco, el tronco de la raíz y la raíz de la semilla. Entonces, ¿de
dónde procede la semilla? La misma procede de otra planta. Cuando buscamos el
origen de la semilla al final llegamos a la primera semilla y nos preguntamos:
¿De dónde vino la primera semilla? De la misma manera, cuando nos fijamos en
los cielos estrellados, la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, surge la
pregunta inevitable: ¿Quién lo hizo? ¿Qué originó la materia, la vida, las
especies y el hombre? Indudablemente tuvo que haber un Creador. Este Creador es
Dios. Él es sin principio y sin fin, y por el aliento de su boca y su poder
infinito creó todas las cosas visibles e invisibles. Es más razonable creer
esto que creer que todas estas cosas existen por mera casualidad. “Porque las
cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles
desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas,
de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).
2. La naturaleza habla de un
Creador todopoderoso y sabio
Existen muchas preguntas acerca de la
naturaleza que ningún ateo jamás ha podido contestar. Por ejemplo, hay una ley
natural que hace que los cuerpos se dilaten por el calor y se contraigan por el
frío. Una excepción a esta ley se puede observar en el agua. Cuando el agua se
congela, se dilata. De modo que el hielo se forma en la superficie de las aguas
en lugar de sumergirse al fondo. De esta forma los ríos y lagos no llegan a ser
una masa sólida de hielo que no podría derretirse en un solo verano. ¿Quién
diseñó esta excepción? ¿Será capricho de la naturaleza? ¿Cómo uno puede
explicarse por qué la tierra abunda de provisiones para los hombres y los
animales? ¿Quién nos ha podido explicar alguna vez el origen de órganos tan
delicados como el cerebro, la circulación, el sentido de la vista, del oído,
del olfato y del gusto? Y ¿qué de sus propias localizaciones en el cuerpo y la
manera en que se relacionan unos con otros? Esto no se pudiera explicar a menos
que reconozcamos la existencia de un Diseñador omnisciente, quien los formó
según su entendimiento infinito. Hay muchas otras preguntas que incluso el
hombre más educado y sabio no ha podido contestar razonablemente sin suponer la
existencia de un ser supremo.
3. La creencia en un ser
supremo es universal
A
cualquier parte de este mundo donde vaya un misionero, aun a las tierras más
lejanas y paganas, se encontrará con personas que reconocen la existencia de un
ser supremo. ¿Qué son los ídolos sino falsificaciones del Dios vivo? Los
mahometanos, los indostanos, los budistas y muchos otros que adoran en varias
formas son todos adoradores de algún ser que consideran sobrehumano. Para todos
es conocido que aun los ateos en tiempos de conflictos y peligros invocan el
nombre de Dios. Aquel hombre que introdujo su argumento diciendo: “Doy gracias
a Dios que soy ateo” es sólo un ejemplo.
Volviendo nuevamente a Romanos 1:20, vemos
que la causa de esto radica en que Dios ha fijado la verdad de su existencia en
las mentes y las conciencias de todo ser humano. Existe algo en lo más profundo
de nuestros corazones a lo cual Dios apela y muchas veces logra alcanzar en
nosotros. Es por ello que Dios toca al corazón del impío para convencerlo de su
condición y salvarlo.
4. El hecho irrefutable de que
el autor de la Biblia es sobrehumano
En nuestro capítulo sobre la Biblia
hemos tratado este tema de una forma más extensa.
5. La experiencia personal del
pueblo de Dios
La experiencia incluye cosas tales como
el disfrute pleno de vidas limpias de pecado, las transformaciones en la
personalidad, el gozo del Señor en el alma y las oraciones contestadas. El hijo
de Dios que ha experimentado estas cosas puede citar acontecimientos de su
propia vida y decir positivamente: “Yo estoy convencido de que Dios existe”.
Usted no tiene que desanimarse si no conoce todos los elementos y evidencias
que demuestran la existencia de Dios. Simplemente por medio de las evidencias
de la salvación, efectuada en su alma por el Dios verdadero, usted puede
demostrarles a los incrédulos que Dios sí existe.
Este ser maravilloso, cuya influencia
se ve en todas partes y en todos los aspectos de sus obras, llega a ser más
precioso para nosotros cuando estudiamos sus atributos en su palabra.
Los Atributos de Dios
1. Dios es eterno
Este atributo lo vemos en expresiones
tales como: “el eterno Dios” (Deuteronomio 33:27); “Jehová Dios eterno”
(Génesis 21:33); “desde la eternidad y hasta la eternidad” (Salmo 103:17); y,
“por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15). Además, vemos esto en
Génesis 1:1 donde Dios se muestra como un ser activo y creativo “en el
principio”. Dios no es gobernado por el tiempo como sus criaturas.
2. Dios es inmutable
“Yo Jehová no cambio” (Malaquías 3:6)
es la declaración hecha de su propia boca. Aunque Dios cambia sus métodos
conforme a las diferentes situaciones que se presentan, y en varias ocasiones
ha entrado en pactos nuevos con los hombres, Él mismo nunca ha cambiado. Su
verdad existe “por todas las generaciones” (Salmo 100:5). (Lea Santiago 1:17.)
“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hechos 13:8). “Para
siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos” (Salmo 119:89).
3. Dios es omnipotente
Es decir, Dios es todopoderoso. El
mismo Dios que en el principio dijo las palabras y fueron creados los cielos y
la tierra ahora extiende su brazo fuerte y hace temblar la tierra por medio de
huracanes, terremotos y volcanes. Este mismo Dios enviará desde los cielos a su
Hijo, y un nuevo orden aparecerá (2 Pedro 3:10–13). La majestad y la grandeza
de su poder son anunciadas elocuentemente por boca del profeta (Isaías
40:12–17). (Lea Génesis 17:1; Apocalipsis 19:6.) El mismo Dios que creó los
cielos y la tierra es quien sostiene todas las cosas en la palma de su mano y
hasta las naciones más poderosas son nada en comparación con su poder.
4. Dios es omnisciente
Para Dios no hay límite en sabiduría y
conocimiento porque Él sabe todas las cosas. “Los ojos de Jehová están en todo
lugar, mirando a los malos y a los buenos” (Proverbios 15:3). Dios sabía,
incluso desde antes de la creación del mundo, que el hombre iba a pecar. Por
eso Él concibió el plan divino de la salvación y preparó un reino para la
gloria eterna de su pueblo. La Biblia está llena de evidencias que demuestran
que su Autor sabe todas las cosas: el pasado, el presente y el futuro (1 Reyes
8:39; Ezequiel 11:5; Mateo 10:30).
5. Dios es omnipresente
“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a
dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el
Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y
habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu
diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche
resplandecerá alrededor de mí” (Salmo 139:7–11). Teniendo en cuenta que los
ojos de Dios están en todas partes, que nada se puede esconder de su vista y
que Él sabe aun los pensamientos más íntimos y las intenciones del corazón
(Hebreos 4:12), debemos adorar a Dios en todo tiempo con santa devoción y nunca
guardar el mal en nuestros corazones (Léase 2 Crónicas 6:18).
6. Dios
es justo
“Los juicios de Jehová son verdad,
todos justos” (Salmo 19:9). “Justo eres tú, oh Jehová, y rectos tus juicios”
(Salmo 119:137). Nadie debe temer que no va a recibir justicia de parte de Dios
porque Él es perfecto en justicia, así como lo es en sus misericordias. Su
palabra enseña su justicia y la misma está presente en todas sus obras.
7. Dios es fiel
“Fiel es Dios” (1 Corintios 10:13).
Éste es sólo uno de los pasajes bíblicos que afirma la fidelidad de Dios. Él ha
hecho miles de promesas y nunca ha dejado de cumplirlas. Sus pactos con el
hombre pecaminoso son una evidencia incuestionable de la fidelidad de Dios.
Damos gracias a Dios que en cualquier tiempo podemos acercarnos a Él con
confianza y sentirnos seguros de que “[su] palabra es verdad” (Juan 17:17).
8. Dios es incomprensible
Los hombres más sabios, más cultos, más
eruditos y los más hábiles se enfrentan a muchas situaciones en la vida en las
que tienen que confesar: “Yo no sé”. Zofar, por ejemplo, hizo una pregunta muy
apropiada cuando preguntó: “¿Descubrirás tú los secretos de Dios?” (Job 11:7).
Nos rodean muchos misterios que la mente humana no puede comprender. Muchos
hombres que han pasado toda su vida escudriñando la palabra de Dios han
confesado que apenas han empezado. No es difícil llegar a conocer a Dios. Sin
embargo, es imposible que el hombre alcance el límite del conocimiento acerca
de todo lo que Dios es, dice o hace. El apóstol Pablo, quien quizá escudriñó
las cosas de Dios más que cualquier otro hombre, aun después que fue
“arrebatado hasta el tercer cielo” y oyó cosas “que no le es dado al hombre expresar”,
dio este testimonio: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la
ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus
caminos!” (Romanos 11:33).
9. Dios es sencillo
A pesar de todo lo que se puede decir
acerca de la incomprensibilidad de Dios, la sencillez es una de sus
características más sobresalientes. Esto se ve en todas las obras de sus manos.
Aunque ningún ser humano puede saber todo acerca de Él, cada ser racional puede
llegar a conocer algo; lo suficiente para animarlo a continuar estudiando la
Biblia, trabajando y regocijándose al aprender más de la verdad divina. La
Biblia es un modelo de pensamientos sencillos y profundos, y las personas que
son una viva imagen de Dios son reconocidas por su sencillez y humildad.
10. Dios es benigno
Las evidencias de la benignidad de Dios
están en todas partes. Es “su benignidad” (Romanos 2:4) la que nos guía al
arrepentimiento. Es su benignidad lo que hizo posible que el hombre caído
pudiera ser restaurado al favor divino. En muchas maneras, la paciencia y la
bondad de Dios confirman las palabras del salmista: “Bueno es Jehová para con
todos” (Salmo 145:9).
11. Dios es misericordioso
La benignidad y la misericordia de Dios
son inseparables. “La misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la
eternidad” (Salmo 103:17). Este versículo muestra que no hay límite para la
bondad de Dios. Y lo que los hombres consideran como “tardanza” por parte de
Él, no es otra cosa que la manifestación de su paciencia “para con nosotros, no
queriendo que ninguno perezca” (2 Pedro 3:9). Su misericordia, como sus demás
atributos, es perfecta; sin límites ni defecto.
12. Dios es imparcial
La imparcialidad y la misericordia de
Dios concuerdan en una bella armonía. Cuando el joven rico le preguntó al Señor
Jesús acerca del camino de la vida, el Señor le mostró claramente lo que lo
condenaba. Y así mismo Él lo hace con todos nosotros. Además, podemos apreciar
la imparcialidad y la misericordia de Dios cuando Él sacó del huerto al hombre
pecaminoso. El hombre no podía comer del árbol de la vida y vivir eternamente
en su estado pecaminoso. Los pecadores que desprecian la misericordia de Dios
con el tiempo tendrán que hacerle frente a la justicia de Dios en la eternidad.
Dios es Autor de leyes justas, las cuales se aplican igualmente a todo ser
humano, porque “Dios no hace acepción de personas” (Hechos 10:34).
13. Dios es amor
“El que no ama, no ha conocido a Dios;
porque Dios es amor” (1 Juan 4:8). El amor de Dios para con la humanidad caída
es tan grande que dio a su Hijo unigénito para rescatarnos de la perdición
(Juan 3:16). El apóstol Pablo dice: “Mas Dios muestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos
5:8). ¡Qué amor tan sin igual y precioso! La historia completa de la relación
de Dios con los hombres caídos se resume en tres palabras: “Dios es amor”.
Pensamos tanto en el amor de Dios que
algunas veces se nos olvida que una manifestación de su amor es el odio con que
Él aborrece lo malo. Él aborrece lo malo con la misma intensidad que ama lo
bueno. Él se manifiesta como un Dios celoso, que visita “la maldad de los
padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que [lo]
aborrecen” (Éxodo 20:5). En Proverbios 6:6–19 notamos siete cosas específicas
que el Señor aborrece. Él aborrece todos los malos caminos y todas las formas
de iniquidad. Para poder amar apasionadamente todo lo que es bueno, justo y
santo se tiene que aborrecer ardientemente la iniquidad.
14. Dios es santo
El serafín que se le apareció a Isaías
dio voces, diciendo: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la
tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3). Diecinueve veces este mismo
profeta se refiere al Dios de los cielos y de la tierra como “el Santo”. Cuando
tenemos en cuenta su justicia, amor, pureza, fidelidad, bondad, gracia y gloria
maravillosa, esto nos prepara para recibir su amonestación: “Sed santos, porque
yo soy santo” (1 Pedro 1:16). La santidad de Dios debe ser buscada y procurada
por todos sus hijos.
Aquí concluimos, no por haber nombrado
todos los atributos de Dios, sino porque hemos nombrado lo suficiente para
recordarnos de su grandeza infinita, su bondad, su poder y su gloria
majestuosa. Bendito, para siempre bendito, sea su santo nombre.
Ninguna
de las criaturas de Dios puede poseer los atributos de Dios que pertenecen a su
infinidad, como su omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia. Dios es el único
que las posee. Sin embargo, los atributos morales, como la santidad, la
benignidad, la justicia y la pureza Él los ha encargado a todo Su pueblo para
que por medio de los mismos nosotros podamos resplandecer a la imagen de Dios.
De modo que para Sus hijos uno de los pensamientos más consoladores es que en
el futuro seremos “como Él es”.
Capítulo 2
Dios, Sus Obras
“Jehová de los ejércitos, solo tú eres Dios de todos los reinos de la
tierra; tú hiciste los cielos y la tierra” (Isaías 37:16).
Dondequiera que usted mire, sea en los cielos o en la tierra, usted verá
las maravillosas obras de Dios. El rey David, al contemplar la gloria de Dios
en la naturaleza, cantó:
“Los
cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus
manos. Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra
noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, Ni es oída su
voz. Por toda la tierra salió su
voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras” (Salmo
19:1–4).
Observamos la gloria infinita de Dios en Sus
maravillosas obras a nuestro alrededor. Los cielos y la tierra proclaman la
gloria de Dios. Esta gloria nos habla al mismo tiempo de las glorias venideras
que serán aun más grandes. A Él le adoramos por Su poder incomparable, Su
gracia maravillosa, Su amor tierno y Su compasión hacia nosotros que somos
criaturas indignas hechas de polvo. Miramos hacia los dominios insondables del
Altísimo, y en nuestra imperfección procuramos estudiar las obras de Dios. Para
hacer más fácil este estudio lo hemos dividido en dos partes: (A) La Creación y
(B) El Señorío Divino.
A. La Creación
Nuestro estudio comienza en el “principio”, Génesis 1:1. En lo que se
refiere al tiempo anterior a la creación, Dios no le ha revelado nada al hombre
excepto unas pocas palabras en Juan 17:5 y Efesios 1:4. La frase “En el
principio” señala el principio de todas las cosas que existen en nuestro
universo. Aquí es donde Dios abre Su primer capítulo de revelaciones y dice
“creó Dios”, y es precisamente aquí donde el ateo con su filosofía humana
empieza con “podríamos suponer que...” Pero el hijo humilde de Dios cree el
hecho sencillo que fue entonces cuando “Dios creó los cielos y la tierra”.
La semana de la creación
Génesis describe de la siguiente forma la obra de Dios durante la semana
de la creación:
El primer día: La luz, el día y la noche
“Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena;
y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día, y a las
tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y la mañana un día” (Génesis 1:3–5).
El segundo día: Los cielos
“Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las
aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban
debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión y fue así.
Y llamó Dios a la expansión cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo”
(Génesis 1:6–8).
El tercer día: La tierra, el mar y las plantas
“Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en
un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco tierra, y a
la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. Después dijo
Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto
que de fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue
así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su
naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y
vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero” (Génesis
1:9–13).
El cuarto día: El sol, la luna y las estrellas
“Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para
separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días
y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre
la tierra. Y fue así. E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor
para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la
noche; hizo también las estrellas. Y las puso Dios en la expansión de los
cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche,
y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Y fue la
tarde y la mañana el día cuarto” (Génesis 1:14–19).
El quinto día: Los animales marinos y las aves
“Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre
la tierra, en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes
monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron
según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y
Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en
los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana
el día quinto” (Génesis 1:20–23).
El sexto día: Los animales de la tierra y el hombre
“Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género,
bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. E
hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y
todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que
era bueno. Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos,
en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la
tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y
hembra los creó… Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en
gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto” (Génesis 1:24–31).
El séptimo día: El reposo
“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día
séptimo de toda la obra que hizo” (Génesis 2:2).
Verdades acerca de la creación
1. Dios hace grandes hazañas con facilidad
Dios creó por medio de la palabra de su boca. Por ejemplo:
“Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz...Dijo
también Dios... Descúbrase lo seco. Y fue así”.
Dios, con sólo hablar, creó los cielos y la tierra y ordenó la
naturaleza. Es cierto que el hombre simplemente al oprimir un botón puede poner
en movimiento grandes fábricas industriales; pero Dios hizo todo el mundo sin
tener que esforzarse. Debemos acordarnos de este poder maravilloso e
incomparable, no solamente al estudiar la creación, sino también al estudiar
cómo Él gobierna el universo.
2. Dios lleva a cabo toda su obra en
perfección
Dios nunca tuvo que probar o desarrollar Sus ideas. Lo que Él hace,
sirve. Tan perfecta fue la obra de Dios en la creación que los hombres han
hecho un dios de este sistema ordenado y han tratado de probar
con ello que no hay Dios.
3. Dios creó las distintas especies
Dios ordenó que los animales y las plantas que Él mismo creó debieran
reproducirse según su especie o según su género. No hay ninguna evidencia en
este mundo que demuestre que alguna especie superior se ha desarrollado de una
especie inferior.
4. Dios creó al hombre a su imagen
Dios creó al hombre del polvo de la tierra según Su
propia imagen. Esta verdad no armoniza con la teoría antibíblica de la
evolución, la cual declara que el hombre se desarrolló de los animales
inferiores en el transcurso de millones de años. La Biblia y la teoría de la
evolución están en polos opuestos.
5. Dios le dio una posición exaltada al
hombre
El hombre, como Dios lo creó, era único en la creación. Fue un ser
viviente, llevó la imagen de su Creador y pudo comunicarse con Él. Adán fue tan
inteligente que pudo dar nombres a todos los animales que Dios había creado y
tuvo dominio sobre toda la tierra. Dios creó la naturaleza para servir al
hombre.
6. La creación manifiesta la sabiduría de
Dios
Cada planta y cada animal cumplieron con el propósito que Dios le
asignó. El reino animal fue puesto al cuidado del hombre. Dios ordenó todo y a
cada una de Sus criaturas les proveyó todo lo necesario. Él dio provisiones en
abundancia para el contentamiento y bienestar de los hombres y los animales. Y
para que los hombres entendieran la manera que Él lo había creado todo entonces
aparece la explicación en los primeros dos capítulos de Génesis. Todo lo que
Dios hizo era “bueno en gran manera”.
Teoría del desarrollo progresivo
El elemento prominente en esta teoría es la evolución. La misma tiene
varias modificaciones, desde el ateísmo absoluto hasta el intento de armonizar
la evolución con la Biblia. Todas las modificaciones entran en conflicto cuando
son confrontadas con la verdadera creación descrita en la Biblia. Veamos:
Es difícil acomodar lo que pasó en los seis días específicos de la
creación con la teoría de que los seis días fueron épocas geológicas que
duraron millones de años. Es aun más difícil acomodar la idea de una progresión
gradual con la declaración bíblica que Dios “formó al hombre del polvo de la
tierra” y “creó Dios al hombre a su imagen”. Con esto vemos que el hombre no
evolucionó de un microbio o de un mono, como muchos pretenden hacernos creer.
(Lea Hebreos 11:3) El hijo de Dios, aunque no tenga educación, comprende cómo
fueron hechos los cielos y la tierra porque cree en lo que dice el libro de
Génesis.
Los que defienden la teoría de la evolución tienen que confesar que sus
creencias se basan en teorías que no se pueden comprobar. No se ha hallado el
supuesto “eslabón perdido” entre el hombre y los animales. Todos los esfuerzos
por comprobar que había una generación espontánea (es decir, que la vida
apareció por sí misma donde no había existido), han fracasado rotundamente. No
hay evidencia en los fósiles que demuestre que una especie inferior se haya
transformado en una especie superior. Mientras que la evolución carece de
argumentos en tantas maneras, la Biblia se mantiene fiel y verdadera con el
paso del tiempo. Lo que en una generación se considera ser una verdad
científica, muchas veces en la generación siguiente se comprueba que es falsa.
La teoría de la evolución de una especie a la otra no concuerda con las
Escrituras ni con lo que se observa hoy en la naturaleza.
Nosotros nos negamos a llamar evolución a los mejoramientos que el
hombre ha realizado en las especies. Es cierto que en muchos casos ha habido
adelantos maravillosos, pero estos adelantos resultan de la sabiduría de Dios
dada a los hombres y no por la naturaleza misma. La naturaleza, sin la
intervención del hombre, regresa al estado original. El hombre ha transformado
el durazno de ser una fruta pequeña y amarga a una fruta sabrosa y azucarada
como la conocemos hoy. Pero aún así continúa siendo un durazno. El cerdo se ha
desarrollado hasta convertirlo en un animal grande y gordo, que en algunos
casos extremos ha llegado a pesar hasta media tonelada. Sin embargo, aun así
continúa siendo un cerdo. El caballo más gordo y robusto de nuestros días,
comparado con los más flacos y pequeños de la antigüedad, constituye otro
ejemplo del desarrollo de las especies. No obstante, sigue siendo un caballo.
Pero cuando el hombre no contribuye a la reproducción de las especies en el
transcurso de unas pocas generaciones las mismas regresan a su estado natural.
Los que se oponen a la milagrosa creación bíblica se enfrentan a un
milagro aun más inexplicable: el origen de la materia de la nada. Si negamos
que ésta fue creada por Dios no nos queda otra cosa que suponer que empezó por
mera casualidad. El origen de la vida también es un milagro. Si negamos que la
vida fue creada por Dios, no tenemos otro recurso más que concluir que las
cosas comenzaron a vivir por medio de su propio poder. ¿Por qué los hombres se
niegan a creer que los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay
fueron hechas por el poder y el acto creativo de un Dios infinito? ¿Por qué
apoyan la teoría del progreso gradual desde la nada hasta el estado presente
del universo cuando ni una sola teoría sobre este punto ha sido comprobada?
¿Acaso pudiera ser que ellos quieran evitar su responsabilidad personal ante su
Creador?
Por último, nos negamos a creer en la teoría de la evolución que ahora
es enseñada en la mayoría de los colegios, universidades y seminarios porque la
misma nace del ateísmo. Los que apoyan la evolución niegan la palabra de Dios y
a Dios mismo. Cuando el hombre adquiere una perspectiva falsa de Génesis 1–2
entonces él obtiene una perspectiva falsa de la Biblia en su conjunto. Todos
los hombres de fe que proponen trasmitir la fe a las generaciones futuras deben
prestar especial atención a este punto.
Dios, Nuestro Único Testigo Seguro
Tal vez usted se ha hecho la siguiente pregunta: “Si es cierto que los
que se oponen a la Biblia se basan en teorías no comprobadas, ¿por qué hay
tantas evidencias que parecen apoyarlas?” A esto contestamos: Ellos obtienen
verdades parciales de estas evidencias, y así, las apariencias engañan. Ellos
consideran las evidencias desde una perspectiva antibíblica. Aquí les
presentamos algunas ilustraciones:
Por ejemplo, en las piedras de unas montañas a muchos kilómetros de
distancia de un río o del mar se encuentran los fósiles de algunos peces. ¿Cómo
llegaron hasta allí? Los que creen en el desarrollo lento de la evolución
plantean que los cambios drásticos que tuvieron lugar durante millones de años
provocaron este fenómeno. Por otra parte, cuando uno que cree en la Biblia
observa tal evidencia entonces inmediatamente piensa en los grandes cambios que
resultaron del diluvio universal en el tiempo de Noé. Y así concluye que la
evidencia no prueba que pasó más tiempo que el que indica la Biblia.
También hubo un tiempo en que casi todos los científicos creían que el
mundo era plano. En aquel tiempo era una tontería creer que la tierra fuera
redonda. Ellos razonaron así: “Si el mundo fuera redondo los hombres se
caerían”. Los científicos en aquel tiempo opinaban que las evidencias
demostraban que el mundo era plano. Su conclusión se contradecía con lo que
aparece en Isaías 40:22 que habla del “círculo de la tierra”. Por lo tanto,
ellos estaban errados.
La Biblia es siempre la verdad. No cede a las teorías que la
contradicen. En lugar de dudar acerca de las verdades de la Biblia lo que
debemos hacer es confiar en Dios. Él es el único Testigo competente de las
cosas que sucedieron aun antes que hubiera seres humanos para hacer sus
observaciones. Elegimos alabar el nombre del Señor y decir como el salmista:
“Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” (Salmo 90:2).
La pregunta que no nos corresponde hacernos es: ¿Será cierto todo lo que
dice la Biblia?
Por el contrario, la misma debiera ser: ¿Acaso somos fieles a Su palabra
aunque otros la contradigan?
B. Señorío Divino
La creación del mundo fue sólo el principio de la obra de Dios para el
bienestar de Sus criaturas. La historia de la creación es sólo una introducción
al poder y la sabiduría del Creador.
Dios no solamente creó los cielos y la tierra, sino que también sostiene
el universo en la palma de Su mano. Él gobierna sobre todas las cosas según Su
sabiduría y voluntad divina, es quien dicta el destino de los hombres y las
naciones y quien también mueve los cielos y la tierra a favor de Sus criaturas
y para el bienestar de ellas.
El Gobernador Supremo del universo
Dios es el Gobernador Supremo del universo. “Los ojos de Jehová están en
todo lugar, mirando a los malos y a los buenos” (Proverbios 15:3). Ni siquiera
un pájaro cae al suelo sin que Él lo vea, y Dios hasta cuenta los cabellos de
nuestra cabeza. Dios les ha concedido poder a los hombres, a los ángeles y aun
al propio diablo que “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien
devorar” (1 Pedro 5:8). Pero Dios ha puesto un límite al poder de todas Sus
criaturas. Nosotros no podemos cruzar ese límite. Muchos creen que el hombre
tiene capacidades sin límite y que sólo tiene que desarrollarlas. Pero la
fragilidad del hombre y su total dependencia de Dios son tan manifiestas que no
es necesario discutirlas. Podríamos pensar que el diablo es el “dios de este
siglo” y señor de todos sus dominios. Sin embargo, él está sujeto a las
limitaciones que Dios le ha puesto. Esto lo podemos apreciar en el primer
capítulo de Job. El Creador reina sobre toda Su creación. Él es quien creó
todas las cosas, y todas Sus criaturas están sujetas a Su santa voluntad. Él es
Señor de todos (Hechos 10:36).
El Administrador de todo
Dios es el Administrador de todo. La mano fuerte de Dios está presente
en cada acontecimiento a través de los siglos.
1. Él manda a Sus ángeles
Él los manda como “espíritus ministradores, enviados para servicio a
favor de los que serán herederos de la salvación” (Hebreos 1:14). Cristo,
refiriéndose a los “pequeños” (Mateo 18:10), dice que “sus ángeles en los
cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”. El salmista
igualmente nos informa que “el ángel de Jehová acampa alrededor de los que le
temen, y los defiende” (Salmo 34:7). Al fin de esta era, Dios enviará Sus
ángeles como segadores “y recogerán de su reino a todos los que sirven de
tropiezo” (Mateo 13:39, 41). Ellos serán importantes mensajeros y ministros de
Dios en el gran juicio venidero.
2. Él predomina en las debilidades
del hombre
La gracia de Dios nunca se manifestó al hombre con tanta claridad como
cuando Él impidió los esfuerzos de Satanás al proveer un Redentor para el
rescate del hombre caído. El apóstol Pablo oró tres veces al Señor para que le
quitara el aguijón en su carne, pero recibió la respuesta amorosa del Señor,
“bástate mi gracia”, asegurándole que su oración le fue contestada con más
sabiduría de lo que él había pensado. La promesa de que “el Señor al que ama,
disciplina”, nos recuerda que Dios, con un amor paternal, corrige a Sus hijos.
Esto concuerda con la seguridad de la promesa que “Dios (...) no os dejará ser
tentados más de lo que podéis resistir” (1 Corintios 10:13) y que Su otra
promesa: “no te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5) es segura y firme
para siempre.
3. Él gobierna a las naciones
Tanto las naciones como los individuos están sujetos al poder de Dios.
La historia de las naciones prueba que Dios juzga la iniquidad de cualquier
nación a su debido tiempo. Él castigó a Egipto, a Babilonia y hasta a Su propio
pueblo Israel por sus pecados. El poder de Dios sobre las naciones se manifestó
cuando sacó a Israel de la esclavitud de Egipto, cuando los entregó en manos
del enemigo, cuando destruyó el ejército de Senaquerib, cuando arruinó el reino
de Belsasar, cuando derrotó al ejército sirio en manos de Eliseo y en muchas
otras ocasiones. Aun en la actualidad la mano de Dios se puede ver en los
asuntos de las naciones. Tanto las naciones como muchas personas a menudo no se
someten a la voluntad de Dios. Es por ello que a algunos les parece que Dios no
puede hacer nada, sino dejar que el diablo se aproveche de la situación. Pero
con el paso del tiempo esto no probará la debilidad de Dios, sino Su paciencia.
El señorío de Dios se hace evidente en los castigos y en el poder de arruinar a
toda una nación. Porque en el fin, “todas las naciones” (Mateo 25:32) llegarán
al juicio, y la época presente terminará. En todas estas cosas el señorío y la
mano gobernante de Dios están claramente visibles (Génesis 6; 11:1–9;
18:17–19:29; Éxodo 3:7–17; Josué 2:24; Jueces 2:11–23; 1 Samuel 15:1–23; 2
Reyes 17–19; Daniel 5).
4. Él gobierna los elementos
Dios gobierna la lluvia, la temperatura, el viento y las tormentas. Él
contesta las oraciones de Su pueblo en cuanto a estas cosas. Por ejemplo, Elías
oró y la lluvia cesó. Oró otra vez y llovió en abundancia (1 Reyes 18; Santiago
5:17–18). Cuando Samuel oró hubo truenos en el tiempo de la mies y el pueblo
tuvo miedo por esta manifestación del poder de Dios. En nuestros tiempos ha
habido casos de gobernantes que atendiendo a las peticiones de los ciudadanos,
han nombrado un día especial de oración dedicado a la lluvia. Varias veces ha
llovido inmediatamente después de haber elevado estas fervientes peticiones a
Dios. Sin embargo, algunas personas, aunque no dudan del poder de Dios,
insisten en que los cambios del tiempo son gobernados por leyes fijas de la
naturaleza misma. Pero, ¿quién estableció estas leyes fijas? ¿Acaso no puede el
Gobernador del universo, así como cualquier otro legislador terrenal,
suspender, cambiar o aun revocar cualquier ley dentro de su poder? Debemos
agradecer al Señor sea cual sea el estado del tiempo, porque Sus leyes son
perfectas y porque Él ordena todas las cosas con sabiduría y para nuestro bien.
5. Él preserva su creación
Dios es el preservador de toda Su creación. Esto se hace evidente en la
declaración que aparece en Nehemías 9:6: “Tú solo eres Jehová; tú hiciste los
cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo
que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas
estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran”. En las Escrituras, Dios
se muestra como el preservador de los fieles (Salmos 31:23; 97:10; 145:20;
Proverbios 2:8). Además, Él se muestra como el preservador de los hombres y de
las bestias (Salmo 36.6). Los que confían en el Señor no tienen nada que temer.
Él sostiene todas las cosas con Su poder infinito y es leal a los Suyos. Este
poder y fidelidad se manifiestan por medio del Hijo, como se expresa en Hebreos
1:3: “El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia,
y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado
la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la
diestra de la Majestad en las alturas”.
6. En Sus manos está el destino de todas
Sus criaturas
El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con Sus ángeles, y
entonces pagará a cada uno conforme a sus obras (Mateo 16:27).
Dios es quien está sentado en su trono en la gloria, contemplando los
pensamientos más íntimos y las intenciones de cada corazón humano. Cada ser
humano algún día tendrá que comparecer ante Él y dar cuenta de su mayordomía
mientras estaba en el cuerpo (Hebreos 4:12; 2 Corintios 5:10).
Las leyes de Dios
Dios no gobierna arbitrariamente. Él gobierna con misericordia y
justicia por medio de leyes que surgen de Su propia naturaleza divina. Todas
las cosas serán juzgadas según estas leyes. Todos somos gobernados aquí y
también seremos juzgados por medio de las leyes de Dios. Jesús explicó, “la
palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48). La
justicia exacta y perfecta, y la misericordia, son posibles porque “Dios no
hace acepción de personas” (Hechos 10:34).
Nuestro bienestar espiritual depende de si obedecemos o profanamos las
leyes de Dios. “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas
6:7). Si ahora guardamos las leyes de Dios entonces nos aseguramos que
estaremos a Su lado en la eternidad (Mateo 7:21–27).
Muchas naciones de la tierra han basado sus leyes en las leyes justas de
Dios. La relación que existe entre las leyes de las naciones y las de Dios
sugiere la idea que cuando el hombre busca la verdadera justicia entonces se
remite a las leyes justas de Dios. La sabiduría de Dios se muestra en el hecho
de que las naciones son más prósperas en la medida que éstas se acercan al
modelo divino en Sus leyes y en la administración de las mismas.
Lo que llamamos “las leyes de la naturaleza” son tan sólo las leyes que
Dios ha creado para que gobiernen en esta creación. En cuanto a las leyes
naturales, nosotros debemos considerar que Dios tiene poder, como cualquier
legislador, de poner en vigor, suspender, modificar o revocar estas leyes.
Cuando Él suspende o modifica el funcionamiento de tales leyes (como a menudo
hace para contestar nuestras oraciones) entonces a esto es a lo que llamamos un
milagro. Ejemplos: El detenimiento del sol y la luna en los días de Josué; la
sequía y la lluvia en los días de Elías; y la resurrección de Lázaro después
que éste había estado muerto por cuatro días.
¿Acaso debemos asombrarnos de tales manifestaciones
del poder de Dios? El mismo Dios que creó todas las cosas tiene poder para
hacer con ellas lo que a Él le plazca.
Capítulo 3
La Trinidad -
Parte I
“Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).
La palabra “trinidad” no
aparece en la Biblia. Pero la doctrina de un Dios trino se ve claramente en la
Biblia.
Hay dos cosas acerca de
Dios que creemos con igual énfasis:
1. Hay un
solo Dios.
2. Hay una trinidad
de personalidades donde cada uno de los que la forman es Dios.
Estas dos realidades juntas
justifican el título: Dios trino
1. Dios
es uno
“Oye, Israel; el Señor
nuestro Dios, el Señor uno es” (Marcos 12:29). Se escucha la voz de este mismo
Dios en este versículo: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la
tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22). Si hay algo claro en
estas dos declaraciones es que hay solamente un Dios; no tres dioses, ni muchos
dioses, sino un Dios. La teoría de la pluralidad de dioses pertenece a la
idolatría. La doctrina de la trinidad se tuerce cuando abandonamos la idea de
la unidad de Dios. Hay solamente un Dios y fuera de él no hay ningún otro. “Al
Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4:10).
2. Dios
se manifiesta en tres personas
Sin embargo, este único
Dios se manifiesta como tres personas distintas. En el bautismo de Jesús en el
Río Jordán (Mateo 3) se nos presenta el Hijo, bautizado en el río; el Espíritu
Santo, apareciendo en la forma corporal de una paloma; y el Padre, que dice
desde el cielo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.
La trinidad se hace
evidente en lo que nuestro Señor dice: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a
quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas” (Juan
14:26).
Otra vez, la trinidad puede
apreciarse en el mandamiento de bautizar “en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo”.
La Biblia nos enseña que
cada una de estas tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es
Dios. El unitario y el trinitario radical se niegan a reconocer que el Hijo y
el Espíritu Santo son Dios mismo.
3. El
Padre es Dios
El Señor Jesús reconoce que
el Padre es Dios cuando él dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3:16). Pedro también reconoce que Dios es el
Padre cuando dice: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
según su grande misericordia nos hizo renacer” (1 Pedro 1:3). Pablo igualmente
le da el mismo reconocimiento, diciendo: “Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2
Corintios 1:3). Cada una de estas declaraciones dan al Padre la distinción de
ser el Dios verdadero.
4. El
Hijo es Dios
Isaías escribió: “Porque un
niño nos es nacido, hijo nos es dado (...); y se llamará su nombre Admirable,
Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9.6). Pablo,
hablando del reconocimiento que el Padre dio a su Hijo, dice: “Mas del Hijo
dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo” (Hebreos 1:8). Lea también
Juan 20:28, Romanos 9:5 y Tito 2:13. Estos versículos se refieren al Señor
Jesucristo como “Dios”. Además, otros pasajes bíblicos otorgan atributos divinos
a Jesús.
5. El
Espíritu Santo es Dios
Cuando Cristo mandó a los
apóstoles a bautizar “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo”, Él reconoció al Espíritu Santo como uno de igual importancia a Él Mismo
y al Padre. Otro ejemplo de esto se encuentra en la manera en que Pedro habló a
Ananías. Pedro preguntó a Ananías: “¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que
mintieses al Espíritu Santo?” Y casi inmediatamente declaró: “No has mentido a
los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3–4). De esta forma él dio a entender
claramente que Dios y el Espíritu Santo son el mismo ser.
Las realidades que están
relacionadas al carácter y la obra de cada una de las personas de la trinidad
las explicaremos en los tres capítulos que aparecen a continuación.
La incomprensibilidad
de la trinidad
A veces se disputa sobre el
hecho de si es una contradicción decir “tres en uno y uno en tres”. Se dice que
tal cosa no puede ser. Desde el punto de vista humano, puede que esto sea
cierto, pero Dios no está sometido a las mismas leyes que Él ha dado para
gobernar a sus criaturas. Esto lo vemos reflejado en las innumerables cosas que
Dios hace por sus criaturas, las cuales el hombre no puede hacer. Después de la
resurrección de Cristo, Él hizo cosas que a sus discípulos les fue imposible
hacer, aunque para Él fue algo bastante fácil (Lucas 24:31, 36, 51). De manera
que por el hecho de que el hombre no comprenda la trinidad no demuestra que la
misma sea una doctrina falsa. Si los caminos de Dios son “inescrutables” queda
muy claro que su existencia también lo es.
Dios es el Creador y
Preservador de todas las cosas, el Rey de reyes y Señor de señores, el
gobernador del cielo y de la tierra, el es Tres en Uno y Uno en Tres. Que
todo el mundo tema delante de Él, contemplando la “bondad y la severidad
de Dios” (Romanos 11:22) aun en esta vida y que todos ofrezcan la gratitud de
sus corazones como el sacrificio más aceptable al Padre Santo, al Hijo
Santo, y al Espíritu Santo, Señor Dios Todopoderoso.
Capítulo 4
La Trinidad -
Parte II
Lo más difícil acerca del concepto
cristiano de la Trinidad, es que no hay manera de explicarlo de forma
apropiada. Para cualquier ser humano, la Trinidad es un concepto imposible de
entender por completo; de hecho, sería imposible explicarlo. Dios es
infinitamente más grande de lo que somos nosotros, por tanto no deberíamos
esperar estar en capacidad de entenderlo por completo. La Biblia enseña que el
Padre es Dios, que Jesús es Dios, y que el Espíritu Santo es Dios. También
enseña que hay solamente un Dios. Aunque podemos entender algunos hechos acerca
de la relación una con otra, de las diferentes personas de la Trinidad, a la
larga, es incomprensible para la mente humana. Sin embargo, esto no significa
que no es verdad o que no está basado en las enseñanzas de la Biblia.
Al estudiar este tema, tenga en
mente que la palabra “Trinidad” no se utiliza en la Escritura. Este es un
término utilizado para procurar describir al trino Dios, y la realidad de que
hay tres personas coexistentes, coeternas de las que Dios se conforma. Entienda
que deninguna manera está
sugiriendo tres Dioses. La Trinidad es un Dios compuesto de tres personas. No
hay nada de malo con usar el término “Trinidad”, aún cuando la palabra no se
encuentra en la Biblia. Es más corto utilizar la palabra “Trinidad” que decir
“3 personas coexistentes, coeternas que conforman un Dios”. Si esto representa
un problema para usted, considere esto: la palabra abuelo tampoco es utilizada
en la Biblia. Abraham fue el abuelo de Jacob. De manera que, no se obsesione
con el término mismo “Trinidad”. Lo que en realidad debe importar, es que el
concepto representado por la palabra “Trinidad” existe en la Escritura. Los versículos
bíblicos a menudo citados en la discusión acerca de la Trinidad son los siguientes:
(1) Hay un Dios: Deuteronomio 6:4; 1 Corintios 8:4; Gálatas 3:20; 1 Timoteo
2:5.
(2) La Trinidad está compuesta de tres Personas: Génesis 1:1; 1:26; 3:22; 11:7;
Isaías 6:8; 48:16; 61:1; Mateo 3:16-17; 28:19; 2ª Corintios 13:14. Es
provechoso el conocimiento del idioma Hebreo, para el mejor entendimiento de
los pasajes del Antiguo Testamento. En Génesis 1:1, se utiliza el nombre plural Elohim. En Génesis 1:26; 3:22; 11:7 y en Isaías 6:8, se usa
el pronombre plural para “nosotros”. Sin duda, Elohim y “Nosotros” se refieren a más de dos. En el idioma
Español tenemos dos formas, singular y plural. En el idioma Hebreo tenemos tres
formas: singular, doble y plural. Doble es solamente para dos. En Hebreo, la forma doble es utilizada para
cosas que vienen en pares como los ojos, orejas y manos. La palabra Elohim y el pronombre “nosotros” son formas plurales –
definitivamente más que dos – y deben referirse a tres o más (Padre, Hijo, y
Espíritu Santo).
En Isaías 48:16 y 61:1, el Hijo
está hablando mientras hace referencia al Padre y al Espíritu Santo. Compare
Isaías 61:1 con Lucas 4:14-19 y se dará cuenta de que es el Hijo hablando.
Mateo 3:16-17 describe el evento del bautismo del Señor Jesús. En este se ve a
Dios el Espíritu Santo descendiendo sobre Dios el Hijo mientras Dios el Padre
proclama Su complacencia en el Hijo. Mateo 28:19 y 2 Corintios 13:14 son
ejemplos de 3 personas distintas en la Trinidad.
(3) Los miembros de la Trinidad se
distinguen el uno del otro en varios pasajes: En el Antiguo Testamento, JEHOVÁ se distingue de Jehová (Génesis
19:24; Oseas 1:4).JEHOVÁ tiene un Hijo (Salmos
2:7, 12; Proverbios 30:2-4). El Espíritu se distingue de JEHOVÁ (Números
27:18) y de “Dios” (Salmos 51:10-12). Dios el Hijo se distingue de Dios el
Padre (Salmos 45:6-7; Hebreos 1:8-9). En el Nuevo Testamento, Juan 14:16-17 es
donde el Señor Jesús ruega al Padre que envíe un Consolador, el Espíritu Santo.
Esto muestra que el Señor Jesús no se consideró el Padre o el Espíritu Santo.
Tómese en cuenta también todos los otros tiempos en los Evangelios, en donde el
Señor Jesús habla al Padre. ¿Estaba hablándose a Sí mismo? No. El habló a otra
persona de la Trinidad – al Padre.
(4) Cada miembro de la Trinidad es
Dios: El Padre es Dios: Juan 6:27; Romanos 1:7; 1 Pedro 1:2. El Hijo es Dios:
Juan 1:1, 14; Romanos 9:5; Colosenses 2:9; Hebreos 1:8; 1 Juan 5:20. El
Espíritu Santo es Dios: Hechos 5:3-4; 1 Corintios 3:16; Romanos 8:9; Juan
14:16-17; Hechos 2:1-4).
(5) La subordinación dentro de la
Trinidad: La Escritura muestra que el Espíritu Santo está subordinado al Padre
y al Hijo, y el Hijo está subordinado al Padre. Esta es una relación interna, y
no niega la deidad de ninguna persona de la Trinidad. Esta es simplemente un
área en el cual nuestras mentes finitas no pueden entender lo concerniente al
Dios infinito. Concerniente al Hijo veamos: Lucas 22:42; Juan 5:36; Juan 20:21;
1 Juan 4:14. Concerniente al Espíritu Santo veamos: Juan 14:16; 14:26; 15:26;
16:7 y especialmente Juan 16:13-14.
(6) Las labores de los miembros
individuales de la Trinidad: El Padre es el recurso o causa esencial de: 1) el
universo (1 Corintios 8:6; Apocalipsis 4:11); 2) la revelación divina
(Apocalipsis 1:1); 3) la salvación (Juan 3:16-17); y 4) las obras humanas de
Jesús (Juan 5:17; 14:10). El Padre pone en marcha todas estas cosas. El Hijo es el agente a través
de quien el Padre hace las siguientes obras: 1) la creación y mantenimiento del
universo (1 Corintios 8:6; Juan 1:3; Colosenses 1:16-17); 2) la revelación
divina (Juan 1:1; Mateo 11:27; Juan 16:12-15; Apocalipsis 1:1); y 3) la
salvación (2 Corintios 5:19; Mateo 1:21; Juan 4:42). El Padre hace todas estas
cosas a través del Hijo, quien hace las veces de Su agente.
El Espíritu Santo es el medio por
el cual el Padre hace las siguientes obras: 1) la creación y mantenimiento del
universo (Génesis 1:2; Job 26:13; Salmos 104:30); 2) la revelación divina (Juan
16:12-15; Efesios 3:5; 2 Pedro 1:21); 3) la salvación (Juan 3:16; Tito 3:5; 1
Pedro 1:2); y 4) las obras del Señor Jesús (Isaías 61:1; Hechos 10:38). De este
modo el Padre hace todas estas cosas por el poder del Espíritu Santo.
Ninguna de las ilustraciones
populares son descripciones completamente exactas de la Trinidad. El huevo (o
manzana) cae en que la cáscara, la clara, y la yema son partes del huevo, no
del huevo en sí. El Padre, Hijo y Espíritu Santo no son partes de Dios, cada
uno de ellos es Dios. La ilustración del agua hasta cierto punto es mejor, pero
todavía falla en describir adecuadamente a la Trinidad. El líquido, el vapor y
el hielo, son formas del agua. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son
formas de Dios, cada uno de ellos es Dios. De manera que, mientras estas
ilustraciones puedan darnos una representación de la Trinidad, la
representación no es completamente certera. Un Dios infinito no puede ser
descrito completamente, por una ilustración finita. En lugar de enfocarse en la
Trinidad, tratemos de enfocarnos en el hecho de la grandeza de Dios y en la
naturaleza infinitamente superior a nosotros mismos. “¡Oh profundidad de las
riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus
juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del
Señor? ¿O quién fue su consejero?” (Romanos 11:33-34).
Nota: Una tercera parte de este importantísimo tema será
puesto en otro lugar en TCD. Esta tiene que ver con la llamada "Coma Joánica", la cual niega la
autenticidad de 1 Juan 5:7 considerándola una "adición" posterior al
Texto Sagrado. Por ahora sólo adelantamos que no creemos tal falacia.
Capítulo 5
Dios El Padre
“Mirad cuál amor nos ha
dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1).
Cuando decimos
“Dios”, generalmente nos referimos a Él en el sentido que incluye las tres
personas de la Deidad. Ahora bien, cuando decimos “el Todopoderoso” o “el
Altísimo” nos referimos principalmente a Dios el Padre.
Dios el Padre
se nos manifiesta con más claridad en el Nuevo Testamento que en el Antiguo
Testamento por el hecho de haber enviado a Su Hijo al mundo. El Señor Jesús
habló del Padre y nos mostró al Padre. Él y el Espíritu Santo glorifican al
Padre. Así la prominencia dada a ellos en el Nuevo Testamento atrae nuestra
atención hacia el Padre.
El carácter y
la obra del Padre
Quizá en ningún
otro lugar en la Biblia podemos ver tan claramente el carácter y la obra del
Padre como en el Padrenuestro (Mateo 6:9–13). Estudiemos brevemente esta
oración para considerar el significado de lo que dijo el Hijo acerca del Padre.
Padre nuestro: La relación entre un padre natural y su
descendencia nos sirve de ejemplo en cuanto a la relación de nuestro Padre
celestial con nosotros. La historia del padre que esperaba tiernamente al hijo
pródigo y al fin le dio la bienvenida acogiéndolo nuevamente al seno de su
familia o la historia de las lamentaciones de David tras la muerte de su amado
pero extraviado hijo, Absalón, nos dan una idea del amor infinito e
indeciblemente tierno que nuestro Padre en los cielos tiene por nosotros.
Solamente los
que han nacido de nuevo y han sido adoptados en la familia de Dios pueden
invocar a Dios como “nuestro Padre”. Por supuesto, Dios es Padre de todos en el
sentido natural porque Él nos creó. Pero la humanidad caída lo ha rechazado.
Por esto la esperanza de una salvación universal es falsa, pues no todos los
humanos se arrepienten de sus pecados. Léase 2 Timoteo 3:13 y Lucas 18:8. El
Señor Jesús dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Juan 8:44).
Tenemos que renacer antes que podamos tener a Dios como nuestro Padre
espiritual.
En los cielos: Asociamos al nombre del Hijo con la tierra de
Israel (porque allí anduvo Él mientras estuvo físicamente en la tierra) y
creemos por fe que el Espíritu Santo mora en los corazones de los creyentes en
todas partes del mundo. Pero creemos que el Padre está en los cielos. Esa es su
morada eterna. Fue desde esta morada que Él habló en numerosas ocasiones a los
patriarcas y a los profetas, y luego a Su Hijo. Y cuando dirigimos nuestras
peticiones a Dios sentimos reverencia porque asociamos al Padre con su hogar
eterno. “Padre nuestro” siempre se asocia con “en los cielos”.
Tu reino: De este modo, el Hijo reconoce que el reino
eterno pertenece al Padre. Ciertamente, el Hijo se representa a Sí Mismo como
un noble que recibirá un reino (Lucas 19:12–27), pero es el Padre quien le da a
Él este reino. Cuando nos acercamos al Padre sentimos que estamos en la
presencia de un Rey grande, potente y eternamente glorioso.
Tu voluntad: La voluntad de Dios es suprema en el cielo, y
debemos reconocerla de igual manera en la tierra. Mientras nuestro Salvador se
encontraba en el Huerto de Getsemaní y mostraba Su aflicción por medio de
aquella oración hacia Su Padre podemos ver que Él limitó Sus peticiones con
“pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Si le damos al Padre
el debido reconocimiento entonces estableceremos Su voluntad como algo supremo
en nuestras mentes, nuestras vidas y en nuestro servicio cristiano. El verdadero
hijo de Dios no hace Su propia voluntad, sino la del Padre.
No nos metas en
tentación: El Padre nos
guía por medio del Señor Jesucristo y el Espíritu Santo. Mientras nuestra
oración sincera a nuestro Padre sea que Él nos guíe por caminos seguros
entonces Él nos guardará de todo peligro espiritual y no nos meterá en
tentación.
Perdónanos” Todo pecado se comete contra Él. De Él buscamos
el perdón.
Líbranos: Dios está dispuesto y es capaz no sólo de
guiarnos con seguridad, sino también de librarnos del mal. Reconociendo cuán
vulnerables somos en este mundo vano y hostil, lleno de trampas, engaños y
tentadoras seducciones, nuestros corazones se elevan hacia Dios con gratitud y
alabanza cuando pensamos en Él como el gran Libertador de nuestras almas.
Porque tuyo: “…es el reino, y el poder, y la gloria, por todos
los siglos.” Por tanto, oramos al Padre, en el nombre del Hijo, y por medio del
Espíritu Santo.
La obra del
Padre
Todo lo que
Dios hace como el Todopoderoso, el Soberano, se atribuye a Dios el Padre. De
esta forma, la mayor parte de las cosas mencionadas en los capítulos anteriores
pertenecen a la obra de Dios el Padre. Además de estas cosas añadiremos otras
más que le son atribuidas a Él en una manera especial.
1. Él
es el gran Arquitecto del universo
Ciertamente,
Hebreos 1 describe a Dios (el Padre) como tal: “Dios (…) nos ha hablado por el
Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el
universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su
sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder,
habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo,
se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:1–3). Él es el
Monarca absoluto en todo el universo.
2. Él
envió a Su Hijo al mundo
“Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”
(Juan 3:16–17). El Señor Jesús les replicó a los judíos: “¿al que el Padre
santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de
Dios soy?” (Juan 10:36).
3. Él
le dio Su aprobación al Hijo y a lo que Éste hizo
El Padre
reconoció a Su Hijo dos veces: La primera vez en Su bautismo (Mateo 3:17) y la
otra en el monte de la transfiguración (Mateo 17:5). Dios el Padre dijo: “Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.
4. Él
envió al Espíritu Santo al mundo
El Señor Jesús
dijo: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre”
(Juan 14:26). El Espíritu Santo vino, según había sido prometido, en el día de
Pentecostés. (Léase Hechos 2.)
5. Él
es nuestro Salvador
Este título también
se le atribuye al Hijo (Mateo 1:21; 2 Pedro 3:18). En realidad, no hay
salvación en la cual el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no tengan parte.
Pero nosotros a veces miramos tanto a Cristo como nuestro Salvador que se nos
olvida que el Padre, así como el Hijo, es el Salvador del alma. Cristo dijo:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44).
Muchas veces el Nuevo Testamento habla de cómo la salvación es de Dios sin
mencionar específicamente al Hijo. Pablo presenta la obra del Padre y del Hijo
cuando dice que “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro” (Romanos 6:23). La misma idea se expone en otros pasajes de las
Escrituras (Juan 3:17; Romanos 8:30–32; Efesios 1:1–5; 2:5–10; 1 Tesalonicenses
5:9 y 1 Timoteo 2:3–4). Pablo dice: “porque esperamos en el Dios viviente, que
es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen” (1 Timoteo
4:10). Al dar pleno reconocimiento al poder salvador del Dios trino, decimos
como Pedro: “...guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la
salvación” (1 Pedro 1:5).
6. Él
tiene parte en la santificación de los creyentes
Judas dirige su
epístola a los “santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo” (Judas
1). Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, cada uno desempeña un papel
distinto en esta obra. El Hijo oró al Padre a favor de Sus discípulos:
“Santifícalos en tu verdad” (Juan 17:17).
7. Él
contesta las oraciones de Su pueblo
“Para que todo
lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16). Son muchas
las promesas de Dios de escuchar y contestar las oraciones que Sus santos le
ofrecen en el nombre del Señor Jesús.
Los atributos
del Padre
Los atributos
de Dios el Padre son los mismos que fueron mencionados en el primer capítulo
como los atributos de Dios. Todas estas cosas nos revelan al Padre: Su poder
infinito como el Gobernador supremo del universo; Su sabiduría, Su bondad y
misericordia en Su relación con los hombres pecadores; Su amor maravilloso al enviar
al mundo pecaminoso a Su Hijo unigénito como Salvador y Redentor; Su previsión
al enviar al Espíritu Santo al mundo para convencer al mundo de pecado y para
guiar a Su pueblo a toda la verdad; Su cuidado y protección sobre Sus
criaturas, proveyendo con paciencia para todas Sus necesidades; Su “bondad y
severidad” que se demuestran perfectas en la justicia así como también en la
misericordia; Su aptitud y voluntad de escuchar y contestar cada petición de
fe; Su constancia en la verdad que dura por todas las generaciones; Su palabra
inmutable y Su amor. El Padre merece toda nuestra confianza y alabanza, demanda
nuestra obediencia y conmueve nuestros corazones con el reconocimiento de Su
abundante gracia, Su grandeza infinita y Su gloria eterna.
Capítulo 6
Dios el Hijo
“Mas del Hijo
dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro
de tu reino” (Hebreos 1.8).
La naturaleza y
la obra del Hijo de Dios se observan claramente en la introducción al evangelio
de Juan: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios (...) Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha
sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres (...) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos
su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”
(Juan 1:1–14). Esta Escritura nos muestra que el Verbo, que era Dios, fue hecho
carne, es decir, hombre. Así el Hijo de Dios es también Hijo del hombre.
Hijo de Dios e
Hijo del Hombre
Cristo fue el
Hijo del Hombre; nació de una virgen. También era Hijo de Dios; fue concebido
por el Espíritu Santo. A los doce años ya Él estaba en los “negocios de [Su]
Padre [Dios]” (Lucas 2:49) y a la vez estaba sujeto a José y María (Lucas
2:51). El Hijo de Dios llegó a ser el Hijo del Hombre “para que el mundo
[fuera] salvo por él” (Juan 3.17).
1. El
Hijo del Hombre
La humanidad
del Hijo es evidente:
- Él era hijo de una madre humana (Mateo 1:18; 2:11)
- Él creció como otros niños (Lucas 2:40)
- Él tuvo un cuerpo humano y comió, bebió y durmió (Lucas 24:39)
- Él fue reconocido como judío (Juan 4:9)
- Él fue tentado exactamente como lo somos nosotros (Hebreos 4:15)
El Señor Jesús
era un hombre perfecto en dos sentidos:
1. Él tuvo un
cuerpo completamente humano. “No [había] parecer en él, ni hermosura” (Isaías
53:2). Las personas que lo conocieron lo reconocieron como hombre.
2. Él fue
tentado como cualquier otro ser humano, sin embargo, permaneció “sin pecado”.
Él fue el único ser humano que soportó esta prueba a la perfección.
2. El
Hijo de Dios
La deidad del
Hijo es evidente:
- Él era el Hijo del Dios viviente, siendo concebido por el Espíritu Santo (Mateo 1.18)
- Nació de una virgen (Isaías 7.14)
- Tuvo un poder sobrenatural. Sanó muchas enfermedades incurables, calmó tormentas y hasta resucitó a los muertos.
- La Biblia le otorga muchos nombres que sólo pertenecen a la Deidad.
En las
Escrituras muchas veces se reconoce a Cristo como el Hijo de Dios. Su divinidad
es claramente reconocida por:
- El ángel: “El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35).
- Juan el Bautista: “Éste es el Hijo de Dios” (Juan 1:34).
- Natanael: “Tú eres el Hijo de Dios” (Juan 1:49).
- Los demonios: “¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios?” (Mateo 8:29).
- Los discípulos: “Verdaderamente eres Hijo de Dios” (Mateo 14:33).
- Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16).
- El Padre: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:5).
- El centurión: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mateo 27:54).
- El eunuco etíope: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios” (Hechos 8:37).
- Pablo: “Predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios” (Hechos 9:20).
- Cristo mismo: “El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego (…) dice esto” (Apocalipsis 2:18).
¿Por qué vino
el Hijo de Dios a este mundo?
Cristo vino al
mundo:
1. Como
nuestro Salvador
Cristo “vino a
buscar y a salvar lo que se había perdido” y a salvar “a su pueblo de sus
pecados” (Mateo 1:21). Vino “para redimirnos de toda iniquidad” (Tito 2:14).
Por eso lo conocemos como “el Salvador de todos los hombres, mayormente de los
que creen” (1 Timoteo 4:10). Puesto que Él dio “su vida en rescate por muchos”
(Mateo 20.28), con gozo lo reconocemos como “nuestro Señor y Salvador
Jesucristo” (2 Pedro 3:18).
2. Como
nuestro ejemplo
Cristo hizo más
que salvarnos. Él nos mostró cómo vivir y también nos mostró cómo morir. Una
vez Él les dijo a Sus discípulos: “Ejemplo os he dado, para que como yo os he
hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15). Pedro nos dice que Cristo nos
dejó el ejemplo para que “[sigamos] sus pisadas” (1 Pedro 2:21). Cristo fue
“tentado en todo según nuestra semejanza”, pero se mantuvo sin pecado, dándonos
un ejemplo práctico de cómo vencer al tentador (Mateo 4:1–11). Él nos dio el
ejemplo perfecto para vivir una vida sin mancha, una vida haciendo el bien a
los demás, una vida de oración, de abnegación, humillándose y compadeciéndose
de los demás mientras Él mismo sufría teniendo una comunión diaria con el Padre
y obedeciendo perfectamente la voluntad de su Padre. Cristo se mostró como
nuestro ejemplo perfecto en éstas y en muchas otras cosas. Aun los pastores,
que por supuesto deben ser ejemplos al rebaño, no deben olvidarse de decir como
Pablo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1).
3. Como
nuestro profeta del Nuevo Testamento
Moisés
profetizó que “profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros
hermanos, como a mí” (Hechos 7:37). Moisés jugó un papel semejante al de
Cristo. Moisés era líder y salvador de su pueblo; Dios lo escogió para dar la
ley y ser mediador entre Dios y el pueblo. “Dios, habiendo hablado muchas veces
y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1–2). Cuando a Juan, el
precursor de Cristo, le preguntaron: “¿Eres tú el profeta?” (Juan 1.21), él
respondió inmediatamente: “No”. La madre de Cristo dijo: “Haced todo lo que os
dijere” (Juan 2:5). El Padre dijo desde los cielos: “Este es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:5). El escritor inspirado dijo:
“Mirad que no desechéis al que habla” (Hebreos 12:25). El mensaje de este
profeta del Nuevo Testamento no es meramente un mensaje de autoridad, sino que
también es un mensaje “lleno de gracia y de verdad”.
4. Como
nuestro Señor
Cristo declaró
Su señorío con estas palabras: “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís
bien, porque lo soy” (Juan 13:13). Después de predicar el Sermón del Monte, la
gente “se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene
autoridad” (Mateo 7:28–29). Su declaración, “Toda potestad me es dada en el
cielo y en la tierra” (Mateo 28:8), muestra que recibió su autoridad de Dios
Padre. El señorío de Cristo se manifiesta en que selló el pacto de la salvación
eterna con su propia sangre, estableció la iglesia y es la cabeza de ella,
tiene las llaves de la muerte y del Hades, ascendió majestuosamente a la gloria
y mandó al Espíritu Santo.
5. Como
nuestro Mediador
Después de Su
resurrección Jesús ascendió a la gloria, a la diestra de Dios. Cuando mataban a
Esteban, él vio a Cristo allí a la diestra de Dios (Hechos 7:56). Cristo conoce
nuestras pruebas y debilidades e intercede por nosotros (Hebreos 7:25). Él es
nuestro representante y abogado delante del trono de Dios. Tenemos la
consolación que “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).
6. Como
nuestro Rey
El hecho de que
el Mesías iba a ser rey fue escrito tan claramente en las profecías del Antiguo
Testamento que cuando Cristo vino a la tierra los magos vinieron del oriente,
diciendo: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” (Mateo 2:2).
Cuando Pilato le preguntó a Cristo, “¿Eres tú el Rey de los judíos?”, Cristo le
respondió: “Tú lo dices” (Mateo 27:11). Su respuesta equivale a decir: “Sí, lo
soy”. De esta manera Él afirmó Su majestad que fue predicha por el profeta: “Y
Jehová será rey sobre toda la tierra” (Zacarías 14:9). Cristo se refirió muchas
veces a su reino.
7. Como
novio de la iglesia
El Señor Jesús
vino a la tierra a preparar una novia digna para sí mismo. Él volvió al cielo y
está allí preparando moradas en las cuales habitará eternamente con Su esposa,
la iglesia. Mientras tanto, Su iglesia está preparándose para ir con Él cuando
venga. Los que no estén preparados enfrentarán Su juicio (lea 2 Tesalonicenses
1:7–9). ¡Que viva el Rey eterno, nuestro Salvador y Señor, nuestro Redentor,
nuestro Hermano mayor, por cuyo sacrificio, sufrimiento e intercesión tenemos
el privilegio, sin precio, de reinar con Él “por los siglos de los siglos”!
(Apocalipsis 22:5).
Los atributos y
las obras del Hijo
Los atributos
del Hijo son los mismos que los atributos de Dios Padre que mencionamos en el
capítulo 1. El hecho de que el Hijo existió antes de nacer de María se confirma
en Juan 1:1. Y Él mismo declaró: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58).
Él es omnipotente (Mateo 28.18; Hebreos 2.8); sabe todas las cosas (Juan 16:30;
Colosenses 2:3); está presente en todas partes (Salmo 139:7–12) y es inmutable
(Hebreos 13:8). En realidad, “en él habita corporalmente toda la plenitud de la
Deidad” (Colosenses 2:9). Estas características del Hijo nos ayudan a entender
Sus obras.
1. Él
tuvo parte en la creación
“Todas las
cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”
(Juan 1:3).
2. Él
trae vida y luz al mundo
“Porque como el
Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que
quiere da vida” (Juan 5:21). “En Cristo Jesús yo os engendré por medio del
evangelio” (1 Corintios 4:15).
Cristo, la “luz
(...) del mundo” (Juan 9:5), concede esta característica a Sus discípulos,
diciendo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). (Lea Juan 1:1–9.)
3. Él
es el Autor de nuestra salvación eterna
“Y habiendo
sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le
obedecen” (Hebreos 5:9).
4. Él
edifica a la iglesia
“Sobre esta
roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”
(Mateo 16.18).
De esta forma,
Él es la cabeza (Colosenses 1:18); la puerta (Juan 10:9); la principal piedra
del ángulo (Efesios 2:20); el fundamento (1 Corintios 3:11) y el buen pastor
(Juan 10:11). Él hace que la iglesia crezca y sea segura, constante y digna de
la recompensa de Dios el Padre.
5. Él
sustenta todas las cosas
“El cual,
siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien
sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la
purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra
de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:3).
El universo no
puede sostenerse por sí mismo. El poder de Cristo sujeta todas las cosas.
6. Él
perdona los pecados
“Y a ella le
dijo: Tus pecados te son perdonados” (Lucas 7:48).
En el gran
corazón perdonador de Cristo hay poder y un deseo constante de perdonar los
pecados. De su corazón sale un llamado que nos suplica que sigamos Sus pasos en
cuanto a perdonar.
7. Él
santifica al creyente
“Porque si la
sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra
rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto
más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí
mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para
que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:13–14). “En esa voluntad somos
santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para
siempre. (...) Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados” (Hebreos 10:10, 14).
8. Él
nos reconcilia con Dios
“Quien llevó él
mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando
muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis
sanados” (1 Pedro 2:24). “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en
Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la
reconciliación” (Romanos 5:11).
9. Él
es nuestro abogado ante el trono de Dios
“Y si alguno
hubiera pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1
Juan 2:1). (Léase también Hebreos 7:25.)
10. Él
juzgará al mundo en justicia
“Por cuanto ha
establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a
quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos
17:31). “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal
de Cristo” (2 Corintios 5:10). “Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el
cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a
los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor
Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:7–8).
11. Él
vendrá a llevar a Su pueblo para que esté con Él para siempre
“Porque si creemos que
Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron
en él... Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,
y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:14–17).
Capítulo 7
Dios el Espíritu Santo
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).
Dios el Espíritu Santo
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).
El Espíritu
Santo, así como el Hijo de Dios, existía eternamente antes que viniera al
mundo. El escritor inspirado apenas había empezado su descripción de la
creación cuando nos informó que “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de
las aguas” (Génesis 1:2). El Antiguo Testamento se refiere al Espíritu Santo
repetidas veces, pero no lo vemos tan claramente sino hasta que llegamos al
Nuevo Testamento. Consideremos esto al examinar algunas evidencias bíblicas de
su personalidad divina.
La personalidad
del Espíritu Santo
Cristo se
refiere al Espíritu Santo como “otro Consolador” (Juan 14:16). Pero es evidente
que este Consolador no sólo es una influencia consoladora, pues Cristo dijo:
“Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan
16:13). El Espíritu Santo, siendo Dios mismo (Hechos 5:3–4), nos guía a la
verdad. También Él enseña (Juan 14:26) y da testimonio de la verdad (Juan
15:26) como parte de las obras que muestran su personalidad.
Las obras del
Espíritu Santo
1. Inspiró
las escrituras
“Los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro
1:21). La Biblia entera fue dada por inspiración de Dios (2 Timoteo 3:16). Dios
derramó su Espíritu en las almas de los hombres que fueron elegidos para
escribir la Biblia, dándonos así la revelación divina.
2. Regenera
al creyente
Como el Señor
Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo, así también tiene que ser cada hijo
de Dios que será heredero del reino de los cielos. Nacidos “del Espíritu” (Juan
3.5), es la manera en que el Señor Jesús describe la relación entre el Espíritu
Santo y los hijos de Dios. “El Espíritu es el que da vida” (Juan 6:63). El
Espíritu Santo, quien obró juntamente con el Padre y el Hijo en la creación
(Génesis 1:1–3), todavía está obrando, trayendo vida a los muertos y
transformando al vil pecador en un “nuevo hombre, creado según Dios en la
justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:24).
3. Mora
en el creyente
Si usted es un hijo de Dios su “cuerpo es templo
del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:19). En el día de Pentecostés los discípulos
fueron “todos llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:4). En otras ocasiones el
libro de los Hechos dice como los creyentes estuvieron llenos del Espíritu
Santo. Pablo escribió a los corintios: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y
que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16).
4. Llena el corazón
del creyente con el amor de Dios
“Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue
dado” (Romanos 5:5). Juan escribe acerca de este amor diciendo: “el perfecto
amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18).
5. Convence al
mundo de pecado
“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado,
de justicia y de juicio” (Juan 16:8). El pecador bajo convicción simplemente
siente el poder del Espíritu Santo que le muestra la realidad de su condición.
Dios ha provisto dos cosas para traer a los pecadores al arrepentimiento: (1)
el Espíritu Santo que convence a la persona de su condición pecaminosa y (2) la
conciencia, con sus normas morales, que el Espíritu Santo usa para constreñir a
la persona a rendirse a Cristo. Cuando el Espíritu de Dios deja de contender
con los hombres rebeldes (Génesis 6:3) es evidencia de que el pecador
endurecido tiene “cauterizada” o quemada su conciencia (1 Timoteo 4:2).
6. Dirige a Su
pueblo
El Espíritu Santo dirigió a Felipe a dirigirse al
sur (Hechos 8). Allí se puso en contacto con el eunuco etíope. El Espíritu
Santo dirigió a la iglesia de Antioquía para apartar a Bernabé y a Saulo como
misioneros a los gentiles (Hechos 13). El Espíritu Santo les impidió a Pablo y
a sus colaboradores que predicaran en Asia (Hechos 16). El Espíritu Santo
guiará y dirigirá a los que andan “en el Espíritu” todo el tiempo. Normalmente
Él no nos habla en una voz audible, sino que nos recuerda acerca de la verdad
que ya sabemos. Los puntos que aparecen a continuación nos muestran igualmente
cómo el Espíritu Santo nos dirige.
7. Testifica del
Hijo y guía a los creyentes a toda la verdad
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo
os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará
testimonio acerca de mí” (Juan 15:26). “Él os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14.26). “Pero cuando venga el
Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su
propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas
que habrán de venir” (Juan 16:13). La unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, juntamente con el evangelio de Cristo Jesús, se observa claramente en
estos versículos. Hay personas que dicen que han recibido “revelaciones del
Espíritu Santo”, las cuales enseñan cosas distintas de lo que enseña la palabra
de Dios. Tales pretensiones contradicen los versículos que acabamos de citar.
La palabra de Dios y el Espíritu Santo concuerdan en todo, porque Dios no puede
contradecirse a sí mismo.
8. Le da al
creyente un discernimiento espiritual de la Biblia
Los mismos apóstoles no comprendieron todas las
enseñanzas del Señor Jesús acerca de Su muerte y resurrección. Ellos estaban
confusos aun después que Cristo resucitó de los muertos, y algunos dudaron
hasta en el mismo momento de Su ascensión (Mateo 28:17). Ellos mismos, después
que habían recibido al Espíritu Santo en el día de Pentecostés, entendieron y
declararon las Escrituras con gran claridad. Cuando el Espíritu de Dios ilumina
el corazón del hombre, la palabra de Dios se convierte en un mensaje claro.
9. Confirma a los
hijos de Dios
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). “El que cree en el Hijo
de Dios, tiene el testimonio en sí mismo” (1 Juan 5:10). El fruto del Espíritu
da testimonio que el Espíritu Santo mora en la persona (Gálatas 5:22–23).
10. Tiene parte en
la santificación del creyente
Los hijos de Dios son santificados “por el Espíritu
Santo” (Romanos 15:16). “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del
Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo
que quisiereis” (Gálatas 5:16–17). El Espíritu Santo nos libra del dominio de
la carne.
11. Comisiona a los
creyentes para el servicio
Cristo dijo a Sus discípulos que debían quedarse en
la ciudad de Jerusalén hasta que fueran investidos con poder desde lo alto
(Lucas 24:49). Este poder vino el día de Pentecostés cuando todos fueron llenos
del Espíritu Santo y tres mil almas se convirtieron y fueron bautizadas. Como
evidencia del poder del Espíritu Santo en la persona nótese el servicio eficaz
de los que son completamente consagrados y que sirven con el poder del Espíritu
Santo. Los hombres comunes que se consagran a Cristo son más útiles al Señor
que los de más talentos naturales, pero de menos consagración. El poder que
proviene de la inteligencia, las habilidades o la personalidad puede ser
beneficioso, pero no se compara con el poder del Espíritu Santo en la vida del
cristiano que sirve a Dios. Es imposible vivir una vida victoriosa y ganar
almas para el Todopoderoso sin el poder del Espíritu Santo.
Símbolos del Espíritu Santo
Podemos conocer más acerca de la naturaleza del
Espíritu Santo y apreciar más Su obra cuando notamos sus símbolos que están
presentes en la palabra de Dios. A continuación notemos algunos de estos
símbolos:
- Agua (Juan 7:38–39). Este símbolo nos da la idea que el Espíritu Santo refresca, da vigor y limpia el corazón humano. El cristiano lo recibe libremente y lo puede tener en abundancia.
- Fuego (Hechos 2:3). El fuego nos da la idea de que el Espíritu Santo ilumina, purifica, calienta, penetra y escudriña “lo profundo de Dios” (1 Corintios 2:9–10).
- Viento (Hechos 2:2–4). El viento simboliza el gran poder del Espíritu Santo. Este poder se manifiesta en la restauración de la vida y del servicio. (Léase Ezequiel 37:9–14.)
- Paloma (Mateo 3:16). Cuando leemos que el Espíritu Santo descendió como una paloma sobre la cabeza de nuestro bendito Señor entonces pensamos en el carácter luminoso, pacífico y manso del Espíritu Santo. Él no grita en las calles, sino más bien habla al corazón con una voz apacible y delicada, pero eficaz.
- Lenguas repartidas (Hechos 2:2–11). Esto nos hace recordar que el Espíritu Santo habla en lenguas para que todo pueblo en toda región o época pueda entender, con tal que tengan fe en Dios y en nuestro Señor Jesucristo.
- Aceite (unción). A lo largo de la Biblia se puede ver el aceite como un tipo de la unción, que es el poder de Dios para realizar las cosas que no podemos hacer. Algunos de los pasajes que conviene conocer al respecto son los siguientes: Éxodo 27:20; Éxodo 40:13; 1 Samuel 16:12-13; 1 Reyes 19:16; Mateo 25:1-13; 1 Juan 2:20, 27; Lucas 10:34; Hechos 10:38; Santiago 5:14-15; Hebreos 1:8-9; Lucas 4:16-21. Toda persona que ha nacido de nuevo tiene la unción del Espíritu Santo; es decir, tiene la luz de Dios en él. Esta unción nos ha trasladado del reino de las tinieblas y al reino de la luz admirable y maravillosa de Dios. La unción del Espíritu Santo dotó al Señor Jesús de poder para sanar a todos los oprimidos por el diablo. Dios ha encomendado el ministerio de sanidad de la iglesia a los ancianos mediante la unción con aceite sobre los enfermos. El aceite sirve como símbolo del toque Divino para que el enfermo desate su fe y reciba la sanidad.
Estos símbolos aclaran la personalidad del Espíritu
Santo a los que escuchan Su voz y lo reciben como el Espíritu del Dios
viviente. Estos símbolos también nos muestran las características de la gente
en quien mora el Espíritu Santo.
A quién es dado el Espíritu
Santo
La Biblia dice que el
Espíritu de Dios es dado:
- A los que se lo pidan (Lucas 11:13)
- A los que le obedecen (Hechos 5:32)
- A los creyentes arrepentidos (Hechos 2:38)
- A los que reciben a Cristo (Gálatas 3:5,14)
Aunque Dios da su Espíritu Santo de forma gratuita
y de buena gana, existen requisitos que el hombre tiene que cumplir para poder
recibirlo, de manera que sin éstos no lo puede tener. Simón el hechicero estuvo
dispuesto a pagar dinero para recibir el poder del Espíritu Santo, pero Pedro
lo reprendió en ese momento diciéndole que su corazón no era recto con Dios.
Pedro le dijo que estaba “en hiel de amargura y en prisión de maldad” (Hechos
8:23). Dios desea ordenar la casa para que sea la morada del Espíritu Santo,
pero el hombre tiene que rendir su casa a Dios antes que Él pueda limpiarla
(Romanos 12:1–2).
En pocas palabras, si cumplimos las condiciones de
la salvación también recibiremos el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38).
El fruto del Espíritu Santo
Quizá la obra más visible del Espíritu Santo es Su
fruto en la vida diaria de la persona. Esto se ve claramente en el gran
contraste que encontramos en Gálatas 5:19–23. Primeramente se nos presenta una
lista de “las obras de la carne”, y Pablo dice que “los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios”. Luego se nos da una lista del fruto del
Espíritu Santo. Y se nos informa que “contra tales cosas no hay ley”. Aquellos
en quienes mora el Espíritu de Dios muestran el siguiente fruto en su vida
cristiana:
- Amor: “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Juan 3:10).
- Gozo: “Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Hechos 13:52).
- Paz: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones” (Filipenses 4:7).
- Paciencia: “Soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2).
- Benignidad: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos” (Efesios 4:32).
- Bondad: “Vosotros mismos estáis llenos de bondad” (Romanos 15:14).
- Fe: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4).
- Mansedumbre: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5).
- Templanza: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene” (1 Corintios 9:25).
Según la Biblia, cualquiera que manifiesta el fruto
perfecto del Espíritu Santo en su vida tiene al Consolador.
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