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sábado, 1 de junio de 2013

DIOS ES UNA TRINIDAD

¿Ceemos los cristianos en tres dioses?

Grupos religiosos como el Islam, el Judaísmo, los Testigos de Jehová, los Mormones , los Adventistas, la Ciencia Cristiana, la Iglesia Pentecostal Unida, la Nueva Era, y el Movimiento Radical Femenino [1] sostienen que sí. Insisten en que la doctrina cristiana de la Trinidad no es bíblica y que es un asunto heredado del politeísmo de las mitologías griegas y romanas. ¿Es verdad eso? ¿O acaso creer en un Dios trino es fundamental para la fe bíblica?

Para contestar estas preguntas, se han escrito las siguientes páginas. En ellas procuramos mostrar lo que la Biblia dice acerca de la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es nuestra oración que este artículo le ayude a ver por qué los seguidores de Cristo debemos creer en un Dios trino y por qué la doctrina de la Trinidad tiene tanta importancia.

Los cristianos adoramos a un Padre, un Hijo y un Espíritu Santo. Sin embargo, Moisés, el gran dador de la ley, respetado por judíos, cristianos y musulmanes por igual, declaró que hay solamente un Dios al escribir: “Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” (Deuteronomio 6:4-5).

¿Cómo podemos los cristianos decir que somos fieles a las bases del Antiguo Testamento y al mismo tiempo adorar a tres personas distintas que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo? ¿Es posible que creamos en una doctrina que viola la enseñanza más básica de la Biblia? ¿Es posible que, sin saberlo, hayamos aceptado una enseñanza que pone en peligro nuestra relación con Dios?

Los grupos religiosos arriba mencionados no son los únicos que tienen esta convicción antitrinitaria. Lamentablemente, junto a ellos hay varias personas que se declaran cristianos evangélicos que insisten en que cualquiera que cree en la Trinidad ha violado la sagrada Shema hebrea, que recitan dos veces al día los judíos devotos, y que dice así: “Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es” (Deuteronomio 6:4).

Los antitrinitarios sostienen que, cuando decimos que Dios existe en tres personas, estamos en realidad estableciendo tres dioses. Declaran que la palabra “trinidad” no aparece en las Sagradas Escrituras (en esto tienen razón, aunque el concepto sí aparece). Prosiguen diciendo que esta idea de “tres en uno” fue introducida en el cristianismo por el paganismo griego y romano. ¿Hay alguna posibilidad de que tengan razón? ¿Existe evidencia de que esta enseñanza haya tenido su origen en el paganismo? ¿Es bíblica la doctrina del Dios trino?

¿QUÉ IMPORTANCIA TIENE LA ENSEÑANZA DEL CONCEPTO “TRES EN UNO”?

Los que se oponen a la enseñanza de la Trinidad hacen afirmaciones muy serias. Insisten en que todo el que cree en un Dios trino viola el primer mandamiento de Moisés, en el cual el Señor dice: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:2,3). Sin embargo, los teólogos de la iglesia también han hecho serias afirmaciones por muchos siglos en apoyo a la Trinidad. Esta doctrina, según ellos, no es un asunto de filosofía pagana. No es politeísta. No es un asunto de semántica. Según los teólogos de la iglesia, el hecho de que el único Dios verdadero y Altísimo existe en tres personas es una enseñanza bíblica de mucha importancia.

Católicos, protestantes y ortodoxos concuerdan en que la enseñanza del Nuevo Testamento de un Dios trino es una doctrina firmemente cimentada en las Escrituras y no en la filosofía. Todos están de acuerdo en que la Trinidad nos muestra hasta qué punto la propia existencia de Dios está arraigada en el gozo de una eterna relación. La Trinidad de Dios nos muestra la eterna realidad de Su amor y el enorme precio que Dios pagó cuando dio a Su Hijo como sacrificio por nuestros pecados. La Trinidad de Dios muestra que nuestras relaciones son importantes para un Dios, en quien la relación y el amor son fundamentales a Su existencia. Un Dios trino nos da ejemplo de Aquel que existe no simplemente como Uno, sino en el gozo inefable y la creatividad de una relación perfectamente compartida, contraria a los muchos dioses guerreros de las religiones paganas, y opuesto a nuestra propia historia de relaciones rotas, este Dios siempre es uno en mente, corazón y acción.

Todas las principales ramas del cristianismo también concuerdan en que un Dios trino es consistente con el rastro de la evidencia veterotestamentaria (relativo al Antiguo Testamento) para la misma doctrina. El Antiguo Testamento hace fuertes alusiones que aunque Dios es Uno, no es un ser solitario. Los escritores del Antiguo Testamento usan frecuentemente un lenguaje que nos hace pensar en una pluralidad dentro de esta unidad. Por ejemplo, la palabra que se traduce por “Dios” alrededor de unas 2.570 veces en el Antiguo Testamento es Elohim, un término plural. En todos los casos, menos en cinco, se refiere claramente a aquel Dios que es Creador, Sustentador y Amo de todo.

Dios algunas veces usa un pronombre plural cuando habla de Sí mismo. Por ejemplo, dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26).

Posteriormente, después que Adán y Eva habían comido del árbol prohibido, Dios dice: “El hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal” (Génesis 3:22).

Cuando Moisés declaró que Dios es uno (Deuteronomio 6:4), usó la misma palabra que había empleado para describir la relación de “una sola carne” entre un hombre y su esposa (Génesis 2:24). La palabra “uno” en Deuteronomio 6:4 permite definitivamente la idea de una pluralidad de personas, dentro de la unidad de la Deidad. Por lo tanto, ambos testamentos nos dan razones para creer que uno puede ser más que uno. El hecho de que esta verdad esté más allá de nuestra capacidad de comprensión no es motivo para rechazarla, sino para tratar de entenderla lo más posible estudiando lo que Dios ha revelado.

¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO?

Algunos cristianos han intentado explicar la Trinidad, sugiriendo que Dios tiene tres maneras diferentes de revelarse a nosotros. A veces se presenta como Padre, a veces como Hijo, y a veces como Espíritu Santo. La explicación de un Dios en tres papeles distintos podría tener más peso si no fuese por la evidencia de la pluralidad que hay dentro de la unidad que ya hemos planteado. Puesto que el Antiguo Testamento revela a un Dios que dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”, es mucho más fácil para nosotros entender el sentido de relación, sumisión, amor y lealtad que las Escrituras describen que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Nuevo Testamento no nos muestra estas tres personas por separado, sino en un profundo sentido de unidad y de amor mutuo, incluso hacia nosotros.

La relación neotestamentaria entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo refuta la conclusión de que solamente el Padre debe ser considerado como el único Dios verdadero y Altísimo. Aunque es comprensible que algunos traten de proteger la exclusividad de Dios considerando al Hijo y al Espíritu seres o fuerzas inferiores, esa conclusión no es válida.

El Antiguo Testamento establece claramente que el Dios único y verdadero de la Biblia es un Dios celoso. Es un Dios que, según el profeta Isaías, no le dará Su gloria a otro (Isaías 48:9-11). Sin embargo, el Dios del Nuevo Testamento enlaza Su propio nombre en la designación triple de Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es igualmente importante que el Nuevo Testamento nos muestre que el Padre hace que nuestra relación con Él dependa de nuestra relación con el Hijo, y nuestra relación con el Hijo depende de nuestra relación con el Espíritu Santo. Este Dios comparte ciertamente Su gloria entre las tres personas de la “Trinidad”, quienes, a su vez, ofrecen Su amor a todos los que acepten el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Para ver cómo la gloria de un Dios celoso se comparte en esta unidad de personas, examinaremos en forma sintética a cada persona de esta deidad, tal como lo describe la Biblia.

EL PADRE COMO DIOS

Entre los que reconocen la autoridad de la Biblia, algunos dudan de la plena deidad del Padre. De maneras distintas, el Padre se revela como el Dios personal de la creación. Las Escrituras muestran a Dios como el Padre de la nación de Israel (Deuteronomio 32:6; Isaías 1:2; Oseas 11:1; Malaquías 2:10). El Señor Jesús llamó Padre a Dios (Juan 5:17,18) y nos enseñó a orar así: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mateo 6:9).

Nos mandó que fuéramos al Padre en Su nombre (Juan 16:23). Afirmó que tanto Él como Su Padre pronto enviarían un Consolador a Sus discípulos (Juan 15:26). De estos pasajes se desprende claramente que el Padre es Dios. Dios es el Padre. El apóstol Pablo se refirió a Él como el “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3). Sin embargo, lo importante acerca de la revelación del Padre sobre Sí mismo es que Él hizo que nuestra relación con Él dependa de nuestra relación con Su único Hijo.

EL HIJO COMO DIOS

Los escritores neotestamentarios se refieren una y otra vez al Señor Jesucristo como el Hijo de Dios. Pero, ¿qué significa este título? Los Testigos de Jehová usan esta expresión para decir que Él era un hijo de Dios, muy parecido a los ángeles y a otros seres humanos. Creen que el Señor Jesús era el arcángel Miguel en forma humana. Los líderes actuales del judaísmo dicen que el Señor Jesús fue un gran profeta, pero nada más. Los musulmanes tienen la misma opinión. El Corán honra al Señor Jesús, enseñando que nació sin el agente de un padre humano, y que fue un gran profeta.

El libro sagrado del Islam sostiene enfáticamente que el Señor Jesús no es el Hijo de Dios, que esa noción tiene mucho más en común con las mitologías paganas en las cuales los ‘dioses’ engendraban hijos semidivinos con mujeres humanas que con una religión verdadera procedente de Dios.

Sin embargo, el Nuevo Testamento enseña que el Señor Jesucristo es el “unigénito” Hijo de Dios (Juan 1:14, 18; 3:16,18; 1 Juan 4:9). Las Escrituras describen a Cristo compartiendo la gloria de un Dios celoso que, a través de Moisés, insistió en que nadie merecía ser adorado sino sólo Dios mismo. Este Dios comparte Su amor con los ángeles y con los mortales.

Pero con Cristo, el Hijo, comparte Su gloria. Para ver hasta dónde comparte el Hijo la gloria del Padre, consideremos la evidencia de las palabras de Cristo, el testimonio de los apóstoles, las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento, y las declaraciones de los cristianos post-apostólicos (llamados generalmente “padres de la iglesia”, aunque esta designación pertenece más apropiadamente sólo a los apóstoles).

Las palabras del Señor Jesús

Los cuatro evangelios registran muchas de las palabras que el Señor Jesús habló durante Su ministerio terrenal. Aunque no creyésemos en la inspiración del Nuevo Testamento, tendríamos una buena razón para aceptar como exacto lo que ellos escribieron. Tenemos poderosas evidencias de que Mateo, Marcos y Lucas fueron escritos mucho antes del año 70 d. C. Y aunque el evangelio de Juan no fue escrito hasta alrededor del año 90 d. C., la evidencia es poderosa de que pertenece al apóstol Juan, quien estuvo físicamente con el Señor Jesús durante todo Su ministerio terrenal.

Los apóstoles indudablemente repitieron a menudo las palabras de Cristo, mientras empezaban a proclamar el evangelio. Las palabras del Señor Jesús nos dicen que Él definitivamente afirmaba ser Dios. Examinaremos únicamente dos de las tremendas declaraciones que el Señor Jesús hizo acerca de Sí mismo. En Juan 8:58, hallamos la afirmación de Cristo declarando que nunca tuvo comienzo. Puesto que sólo Dios es eterno, esto equivale a una declaración de deidad. A un grupo de líderes religiosos hostiles, les dijo: “En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy”. Nótese que el Señor Jesús no dijo: “Antes de que Abraham naciese nací Yo”.

Dijo: “antes que Abraham naciera, yo soy”. Abraham nació dentro del marco del tiempo. El Señor Jesús dijo que Su propia existencia trasciende el tiempo. Siempre ha existido. No tuvo principio. Aunque esta declaración de que nunca tuvo principio es más que suficiente para establecer la deidad de Cristo, algunos estudiosos de la Biblia ven algo más en esa afirmación. Dicen que el Señor Jesucristo declaró ser el “YO SOY” de Éxodo 3:14. El mismo hecho de que el Señor haya dicho que nunca tuvo principio es suficiente para establecer la afirmación de que es Dios.

La segunda declaración de Cristo, en la cual se llama a Sí mismo Dios, se halla en Juan 10:30. Mientras asistía a la fiesta de la dedicación en Jerusalén, dijo: “Yo y el Padre somos uno”. Los líderes religiosos reconocieron que se estaba haciendo igual a Dios cuando hizo esta aclaración. Comenzaron a tirarle piedras y a decir que lo hacían debido a la “blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10:33). Ellos comprendieron las palabras de nuestro Señor mejor que los Testigos de Jehová de hoy.

Se dieron cuenta perfectamente de que estaba diciendo más que si un hombre dijese: “Mi esposa y yo somos uno”. Este esposo estaría diciendo simplemente que él y su esposa son uno en sus deseos, planes o ambiciones. El Señor Jesús, obviamente, quiso decir más que eso. Estaba diciendo que Él y el Padre son uno en esencia. Los judíos sabían que el Señor Jesús afirmaba ser Dios. Cristo se veía claramente a Sí mismo como el Hijo de Dios. Se veía como la Deidad.

El testimonio de los apóstoles

Los hombres que escribieron el Nuevo Testamento tampoco tuvieron dudas acerca de la deidad del Señor Jesucristo. Algunos de ellos recordaron aquel día cuando su amigo Tomás vio al Cristo resucitado y exclamó: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28). Esa no era una expresión de sorpresa, como cuando decimos “¡Ay Dios mío!”, tan oída hoy en día.

Ningún judío del primer siglo usaba el nombre de Dios de esa forma. Los apóstoles recordaban muy bien que el Señor Jesús aceptó esta designación de deidad. Cuando el apóstol Juan, que estaba presente en aquella ocasión, empezó Su evangelio, lo hizo de la siguiente forma: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).

Procedió a declarar que este Verbo se hizo un humano, que reflejaba la gloria de Dios (véase el versículo 14). La expresión del versículo 1, “y el Verbo era Dios”, es tan clara que casi todos los estudiosos de la Biblia la consideran una declaración de que el Señor Jesucristo es Dios. Sin embargo, los Testigos de Jehová no están de acuerdo. Argumentan que la última frase de Juan 1:1 debería leerse: “Y el verbo era un dios”. Señalan que la palabra Dios no tiene el artículo definido. No dice: “y el Verbo era el Dios”. Su observación no es incorrecta, pero no tienen razón cuando concluyen que eso no atribuye deidad a Cristo.

Juan tenía una buena razón para omitir el artículo allí. Si hubiese escrito: “Y el Verbo era el Dios”, hubiese negado la distinción entre el Padre y el Hijo —este fue un error que cometió un hombre llamado Sabelio, quien fue rechazado por los cristianos post-apostólicos.

Si Juan hubiese querido decir que el Señor Jesús era una deidad menor, hubiese usado la palabra griega theios en lugar de theos. Esta palabra estaba disponible y se halla en el Nuevo Testamento (Hechos 17:29; 2 Pedro 1:3).

Más aún, el contexto indica claramente que el Verbo es Dios, no meramente cuasi-deidad, un ser más o menos entre Dios y los seres creados. El Verbo existía en el principio (Juan 1:2). El Verbo participó en la creación de todo (v.3). Posee una vida que es única —una vida no creada que era Suya desde la eternidad y que es la fuente de luz espiritual (v.4). Es claro que la traducción de Juan 1:1 es correcta: “y el Verbo era Dios”. Incluso el orden de las palabras en el griego, el uso de theos en lugar de theios, y el contexto concuerdan con esa traducción.

Adicionalmente del testimonio de Juan de que Cristo es Dios, encontramos declaraciones más claras en los escritos de Pablo al respecto. Pablo dijo que nosotros, como cristianos, estamos “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). Nótese que es “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. No “nuestro gran Dios y el Salvador Jesucristo”. Pablo no puso ningún artículo delante de la palabra Salvador, es evidente que veía a Cristo como nuestro gran Dios. El apóstol Pedro usó una construcción griega parecida cuando se dirigió a sus lectores como “[…] a los que han recibido una fe como la nuestra, mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo” (2 Pedro 1:1). En Hebreos 1:8,10, encontramos que el autor cita varios versículos del Antiguo Testamento que se refieren claramente a Dios y los aplica a Cristo Jesús:

“Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre” (Salmo 45:6). “Desde la antigüedad tú fundaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos” (Salmo 102:25).

El autor de esta epístola, instruido cabalmente en las Escrituras del Antiguo Testamento y, por lo tanto, en el monoteísmo estricto, no tuvo problemas en declarar la absoluta deidad del Señor Jesucristo. Identificó a Cristo como “Dios” y “Señor”.

Las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento

Incluso las escrituras del Antiguo Testamento, muy apreciadas por muchos judíos, declararon la deidad del Mesías venidero con una claridad meridiana. Una de las profecías más extraordinarias en ese sentido es Isaías 9:6: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.

Dos de estos nombres, dados al Mesías que había de venir, expresan innegablemente Su deidad. “Dios fuerte” y “Padre eterno”. Los Testigos de Jehová traducen la primera expresión “un dios fuerte”, pero no son consistentes. Encuentran la misma expresión hebrea en Isaías 10:21, donde tienen que admitir que se refiere a Jehová, el Dios de Israel. Por lo tanto, la frase “Dios fuerte” es, como lo encontramos aquí, una clara declaración de la deidad del Mesías. El nombre “Padre eterno” puede traducirse “Padre de la eternidad”. Pero no importa cuál escojamos. Ambos expresan deidad. Puesto que sólo Dios es eterno, sólo a Dios se le puede dar el nombre “Padre de la eternidad”. El profeta declaró que este título le pertenece al “niño” y al “hijo” que había de venir como el Mesías.

Las declaraciones de los cristianos post-apostólicos

Estos cristianos lucharon para encontrar una respuesta satisfactoria a la pregunta: ¿Quién es el Hijo? Sabían que las Escrituras le atribuían deidad. Además, vieron en las Escrituras evidencia de que era verdaderamente humano. Pero no sabían exactamente cómo se mezclaba lo humano y lo divino en una persona. Algunos hacían tanto énfasis en Su deidad, que tendían a negar Su verdadera humanidad. Otros erraban en la dirección contraria.

Por último, un hombre llamado Arrio apareció con una enseñanza que negaba de hecho la deidad de Cristo. Arrio decía que antes de que el Señor Jesús viniese a nuestro mundo, a través de la virgen María, preexistió como el primero y más sublime de todos los seres creados.

Esta negación de la deidad de nuestro Señor, aunque fomentada por algunos líderes prominentes de la época, simplemente no pudo sostenerse ante un estudio bíblico serio. Poco a poco, los eruditos cuidadosos que trabajaron con la información bíblica concluyeron que el Señor Jesucristo es del todo humano y del todo Dios. Más aún, dijeron que estas dos naturalezas —la humana y la divina— estaban unidas en una sola persona. El credo de Atanasio dice así: “Veneramos a un solo Dios en la Trinidad… sin confundir las personas ni separar las sustancias…. Así Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es (también) el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios”.

El resultado es que, con muy pocas excepciones, los cristianos de todas las edades han afirmado la deidad del Señor Jesucristo, tal como lo expresa el Credo de Atanasio. Las grandes divisiones que surgieron de la iglesia original, como la católica romana, ortodoxa, protestante, bautista y pentecostal, están de acuerdo en este punto. La gran mayoría de aquellos que dicen ser fieles a Cristo profesa que Él es tanto Dios y hombre en una sola persona. El hecho de que el Señor Jesús era completamente humano se revela claramente en la Biblia.

Nació como bebé, creció y aprendió como los otros muchachos, (Lucas 2:40,52), era el hijo de un carpintero de Nazaret (Marcos 6:3), se cansaba como todos nosotros, (Juan 4:6), incluso admitió que había algunas cosas que no sabía (Mateo 24:36) y en la noche anterior a Su crucifixión tuvo temor de la terrible experiencia que estaba ante Él (Mateo 26:36-46). No obstante, la Biblia también enseña que el Señor Jesús es totalmente Dios. Los cristianos post-apostólicos no podían explicar cómo el Señor Jesús pudo vivir como un ser humano genuino, mientras seguía siendo Dios (ni tampoco nosotros). Sin embargo, todos damos gracias por la luz que arrojó el apóstol Pablo sobre este problema en el bien conocido pasaje acerca del Señor Jesús despojándose a Sí mismo de Su gloria eterna:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”   (Filipenses 2:5-11).

El Señor Jesús, renunció a la gloria que poseía como Dios, para ser nuestro Salvador. Mirando retrospectivamente a Cristo en Su glorioso estado, antes de que se encarnara, el apóstol dijo: “siendo [aunque existía] en forma de Dios” (v.6). Usó la palabra griega morphe, que se traduce “en forma”, para establecer claramente que la gloria exterior que tenía en los cielos reflejaba Su ser esencial. “En forma” Él es Dios. El apóstol prosiguió diciendo que el Señor Jesús “no estimó [consideró] el ser igual a Dios como cosa [algo] a que aferrarse” (v.6). El Señor Jesús renunció a la gloria que poseía como Dios para poder llegar a ser un miembro de la familia humana y ser nuestro Salvador.

La frase “se despojó a sí mismo” en el texto griego significa literalmente “se vació”. ¿De qué se vació cuando se hizo miembro de la familia humana? ¡No de Su deidad! Siguió siendo Dios. De lo que se vació fue de la gloria que poseía y se colocó en una relación dependiente al Padre y al Espíritu Santo. Por lo tanto, aunque seguía siendo Dios, se hizo verdaderamente hombre. El Señor Jesús tenía que ser miembro de nuestra raza para ser un sustituto adecuado en la cruz. Esto explica el hecho de que dependía del Espíritu de Dios, de la misma manera que Él espera que Sus seguidores también dependan del Espíritu Santo. Estaba “lleno del Espíritu Santo” cuando fue al desierto para ser tentado por Satanás (Lucas 4:1). Echó fuera demonios “por el Espíritu de Dios” (Mateo 12:28).

Aunque el Señor Jesús siguió siendo Dios, voluntariamente vivió con las limitaciones de nuestra humanidad. En este sentido, no podríamos comprender cabalmente la relación de las naturalezas humana y divina de nuestro Señor mientras vivió aquí en el estado de humillación. Sin embargo, las Escrituras afirman claramente que, aunque era Dios, fue en Su condición elemental de hombre que enfrentó las pruebas, los problemas y el dolor de la cruz —incluso la cruz.

Este es el Hijo con quien el Padre compartió Su gloria. Este es el Hijo, identificado tan estrechamente con Dios, que el Padre hace que nuestra relación con Él dependa de nuestra relación con su Hijo. Sin embargo, nuestra relación con el Dios trino no acaba ahí. De la misma manera en que el Padre hizo nuestra relación con Él dependiente de nuestra relación con el Hijo, así el Hijo ha hecho nuestra relación con Él dependiente de nuestra relación con el Espíritu Santo. Como el Padre comparte Su gloria con el Hijo, así el Hijo comparte Su gloria con el Espíritu Santo.

EL ESPÍRITU SANTO COMO DIOS

Algunos que afirman estudiar la Biblia no creen que el Espíritu Santo es Dios. Entre estos están los Adventistas y algunos que se declaran evangélicos. Un escritor de los Testigos de Jehová afirma: “El Espíritu Santo es una fuerza controlada que Jehová Dios usa para lograr una variedad de propósitos. Hasta cierto punto, se puede comparar con la electricidad, una fuerza que se puede adaptar, para llevar a cabo una gran variedad de operaciones” (Should You Believe in the Trinity? p.20).

Creen que el Espíritu Santo funciona de una manera muy parecida a la fuerza que los seguidores de la Nueva Era dicen que penetra el universo. Rechazan abiertamente la idea de que el Espíritu Santo es una persona divina. Sin embargo, al hacerlo contradicen al Señor Jesucristo.

Él reveló claramente al Espíritu Santo como una persona. Hablándoles a los apóstoles la noche anterior a su crucifixión, el Señor dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16-17).

El Espíritu Santo es “otro Consolador”. La implicación es clara: aunque el Señor Jesús iba a dejarles, les enviaría al Espíritu Santo para que les guiase y les diese poder. Esta es claramente la función de un ser personal. Otros pasajes bíblicos establecen claramente que el Espíritu Santo es una persona. Pablo habló del “amor del Espíritu” (Romanos 15:30). También nos dijo que no “entristezcáis al Espíritu Santo de Dios” (Efesios 4:30). Sólo un ser personal puede amar y entristecerse.

Además, el Espíritu Santo guía y conduce (Romanos 6:14), enseña (Juan 14:26), llama y encomienda (Hechos 20:28). Más aún, la persona del Espíritu Santo se menciona con el Padre y el Hijo en pasajes como Mateo 28:19. El apóstol Pedro declaró expresamente la deidad del Espíritu Santo cuando confrontó a unos esposos que estaban en pecado. Les preguntó por qué habían conspirado para “mentir al Espíritu Santo” (Hechos 5:3). Entonces, les dijo que al hacerlo no habían “mentido a los hombres, sino a Dios” (v.4).

¿Quién es el Espíritu Santo?

Según las Escrituras, el Espíritu Santo es una persona que comparte con todo derecho el título y la gloria del Dios Altísimo, con el Padre y con el Hijo.

¿CREEMOS LOS CRISTIANOS EN TRES DIOSES O EN UNO SOLO?

La Biblia enseña en forma concluyente que el Padre es Dios, que el Hijo es Dios y que el Espíritu Santo es Dios. Muestra además que cada uno tiene una personalidad distinta. Eso suma tres dioses, ¿verdad? Sí, si estamos hablando de matemáticas o pensando de tres personas por separado. Pero estamos hablando de un Dios que se revela en la Biblia como un Dios que ha existido eternamente como tres Personas distintas (no separadas).

Dios es un Ser, no tres. De ahí se deriva que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres personas separadas. Podemos distinguirlas, pero no podemos separarlas. Como personas distintas, cada una funciona en su manera propia y única. El Padre es el Originador, el Hijo es el Agente, y el Espíritu Santo es el Administrador. Cada uno vive con los otros dos en una relación mutua. Cada persona es consciente de sí misma y se conduce sola. No obstante, ninguna de ellas actúa independientemente de las otras, ni en oposición a ellas.

La mente, la voluntad y las emociones de cada persona están en perfecta unidad con la mente, la voluntad y las emociones de las otras dos. Las tres personas participaron en la creación de todas las cosas. Fue “por medio de Él” (del Señor Jesucristo) que Dios creó todas las cosas (Colosenses 1:16). La historia de la creación en Génesis 1:2 presenta al Espíritu Santo de Dios “moviéndose sobre la faz de las aguas”.

En la salvación: “[…] de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito” (Juan 3:16). Después de la resurrección de Cristo y de la ascensión al cielo, tanto Él como el Padre, enviaron al Espíritu Santo (Juan 14:16; 16:7).
La distinción entre las tres personas de la Deidad se hizo claramente evidente en el momento del bautismo de nuestro Señor. En Mateo 3:16, 17, vemos al Hijo saliendo del agua, al Espíritu Santo descendiendo en la forma de una paloma y escuchamos al Padre con una voz audible declarando: “Este es mi Hijo amado en quien me he complacido”.

El Señor Jesús confirmó la Trinidad cuando mandó a sus discípulos a bautizar “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19). ¡Un Dios en tres personas! Ese es el Dios a quien los cristianos adoramos y servimos. Si alguien se dice cristiano y no cree en, y adora a, este Dios trino, entonces está adorando a otro dios, a un dios que no conoce (Hechos 17:23). El Nuevo Testamento es inequívoco al declarar que hay quienes se creen verdaderos adoradores de Dios pero no lo son porque han recibido “otro espíritu” al rechazar al Espíritu Santo de la Trinidad (Mateo 7:21-22; 2 Corintios 11:4).

Sólo en el Dios trino tenemos un Padre celestial que nos ama con amor paternal y que, a un gran costo, envió a su Hijo unigénito a morir en la cruz por nuestra salvación. En este Dios tenemos al Señor Jesucristo, un hermano que se hizo como uno de nosotros para cargar con el castigo que merecíamos, que entiende nuestro dolor y que no se avergüenza de llamarnos Sus hermanos y hermanas, a pesar de que seguimos siendo débiles e imperfectos. En este Dios tenemos a la persona del Espíritu Santo como nuestro Ayudador —un Consolador divino que vive en nosotros para fortalecernos y darnos la victoria sobre el pecado.

Este Dios trino nos oye cuando oramos. Nos comprende y se duele con nosotros cuando sufrimos. Estará con nosotros en el momento de la muerte para conducirnos seguros a casa. ¡Qué importante y qué consolador es creer en el Dios trino de la Biblia!

PREGUNTAS QUE LA GENTE SE HACE

1.- ¿Qué se puede decir de la postura de los musulmanes, los adventistas y de los Testigos de Jehová de que la doctrina de la trinidad procede del paganismo?

Esa postura no tiene fundamento. Los paganos adoraban a muchos dioses. Algunas veces esos dioses estaban organizados en grupos de a tres, pero siempre eran seres separados. Nunca adoraban a un Dios que existía en tres personas. Los antitrinitarios a veces citan a la “tríada hindú” de Brama, Visnú y Shiva como una trinidad. Pero estos tres dioses (demonios) no son en absoluto una unidad. Pelean y combaten entre sí y se permiten pasiones malvadas.

Algunas veces la gente trata de ver una similitud entre el Señor Jesús y el señor Krishna, el dios hindú que se describe como la encarnación de Visnú. Pero Krishna no es un personaje histórico. Más aún, los mitos lo presentan como un dios con características tanto buenas como malas. Tenía sus amantes y no siempre era honesto.

2.- Puesto que las tres personas de la Trinidad son Dios igualmente, ¿no es incorrecto referirse a ellas como la primera, la segunda y la tercera persona de la Trinidad?

No, estos términos no indican jerarquía. Se refieren a una función de cada persona —el Padre como Creador, el Hijo como Agente, y el Espíritu Santo como Ejecutante. Por ejemplo, la salvación se origina en el amor del Padre, es provista en la venida de Cristo, y se hace real en nuestras vidas por medio del Espíritu. En este sentido, podemos hablar de la primera, la segunda y la tercera persona de la Trinidad.

3.- La Biblia habla del Señor Jesús, como el “unigénito” y “primogénito”. ¿No indica eso que El tuvo un principio?

La palabra griega monogenes se usa para referirse al Señor Jesucristo cinco veces en el Nuevo Testamento (Juan 1:14,18; 3:16,18; 1 Juan 4:9). La versión Reina-Valera la traduce como “unigénito”. En el pasado, los eruditos cristianos, creyendo como creían en la deidad de Cristo, se referían a Él como habiendo sido “eternamente engendrado”.  En la actualidad, sin embargo, una mayor comprensión de la palabra griega ha llevado a los eruditos a ver la palabra monogenes como el compuesto de las palabras único y tipo o clase. El Señor Jesucristo es “el Hijo único” y “el único en Su clase”.

Todos los otros “hijos” de Dios (angélicos y humanos) son seres creados, en cambio el Señor Jesús siempre existió. El término “primogénito” se usa de dos maneras en el Nuevo Testamento. En Colosenses 1:18 y en Apocalipsis 1:5, se refiere al Señor Jesús como el primero en levantarse de los muertos en un cuerpo glorificado y resucitado. En Romanos 8:29, Colosenses 1:15 y Hebreos 1:6, se refiere a Señor como el Dios-hombre, que tiene la preeminencia sobre toda la creación, así como el primogénito dentro de una familia judía sobre Sus hermanos. Estas referencias de ninguna manera niegan la deidad de Cristo.

4.- Si Cristo era Dios, ¿cómo pudo morir? ¿Quién sostenía al mundo mientras Dios estaba muerto?

Los Testigos de Jehová parecen pensar que han arrojado una bomba sobre los cristianos con preguntas como estas. No se dan cuenta de que en la Biblia la muerte para los humanos no es un cese de existencia. Es la separación del cuerpo y el espíritu. Cuando el Señor Jesús dijo en la cruz: “Consumado es” (Juan 19:30) y “Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu” (Lucas 23:46), no dejó de existir, Su espíritu fue al paraíso, donde se le unió el ladrón que se había arrepentido. Al tercer día, Su espíritu se unió a Su cuerpo glorificado en la resurrección.

5.- Si el Señor Jesús es Dios, ¿Por qué dijo “el Padre es mayor que yo”? (Juan 14:28).

En Su humanidad, habiendo dejado voluntariamente a un lado Su gloria como Dios, se hizo temporalmente “menor que los ángeles” (Hebreos 2:9). En este estado de humillación, se podía decir que el Padre era mayor que Él. Eso no lo hubiera dicho antes de la encarnación, ni tampoco lo diría en Su estado de exaltación.

6.- ¿Por qué el Señor Jesús, aparentemente negó que hubiera dicho ser Dios al señalar que los profetas del Antiguo Testamento aplicaban el término “dioses” a jueces humanos?

El incidente a que se refiere este asunto se halla en Juan 10:31-39. Los líderes judíos estaban a punto de apedrearlo por decir: “Yo y el Padre somos uno” (v.30). En ese momento, llamó su atención el hecho de que el Salmo 82:6 dice de los jueces humanos “vosotros sois dioses”. Pero el Señor Jesús no se estaba colocando en el mismo nivel que estos simples seres humanos. Se apartó de ellos afirmando que Él había sido enviado del cielo de manera única. Sin embargo, no procedió a explicar claramente Su absoluta deidad, porque muchas personas no estaban listas para esa verdad. Por lo tanto, así como el Señor Jesús había usado parábolas para revelar la verdad para aquellos que estaban preparados para oírla y para esconderla de aquellos que no estaban preparados (Mateo 13:10-17), en esta ocasión habló en términos que revelarían y ocultarían. Las personas prejuiciosas no comprendían. Como resultado de ello, fue posible para Pedro dirigirse unos meses más tarde a las personas que habían acordado crucificar al Señor Jesús y decirles: “Y ahora, hermanos, yo sé que obrasteis por ignorancia” (Hechos 3:17).

En suma, el Señor Jesús no negó Su deidad. Simplemente, se refirió a ella de tal manera que no enojara a aquellos que no estaban listos para aceptarla.

7.- Si el Señor Jesús es Dios, ¿por qué dice 1 Corintios 15:24-28 que al fin de los tiempos entregará el reino al Dios y Padre y se sujetará a Él?

En este pasaje, Pablo nos dice que vendrá el tiempo en que el Señor Jesús habrá terminado Su obra como Mesías y Mediador. Mientras estuvo aquí en la tierra cumplió la ley por nosotros, pagó el precio de nuestro pecado y quebrantó el poder de la muerte. Hoy, es la Cabeza de la iglesia. “E inmediatamente después de la tribulación” (Mateo 24:29) de los días finales de esta era, “descenderá del cielo” (1 Tesalonicenses 4:13-18), y “sus ángeles… juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” en el arrebatamiento (Mateo 24: 31). Este evento marca el regreso del Señor a la tierra a gobernar, tal como lo describen muchos de los pasajes del Antiguo Testamento (Isaías 2:1-4; 11:19; Jeremías 23:5,6). Castigará el pecado con el fuego, y creará nuevos cielos y nueva tierra (2 Pedro 3:10; Apocalipsis 21-22) desde donde reinará por mil años. Después de Su reinado milenial, terminará con la última de las rebeliones (Apocalipsis 20:7-19). Pablo declaró en aquel tiempo el Señor Jesucristo, como Dios-hombre mediador, dejará Su lugar en el centro del escenario, se sujetará a Dios el Padre, y ocupará de nuevo Su lugar original dentro de la Trinidad, como antes de la encarnación. La única diferencia será que retendrá, por toda la eternidad, Su humanidad glorificada.

8.- Si el Señor es Dios, ¿por qué dijo que iba a regresar a Su Dios?

Los Testigos de Jehová de Jehová frecuentemente hacen esta pregunta. El versículo al que se refieren es Juan 20:17, que dice: “[…] Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. Dicen que el Señor Jesús se colocó en la misma relación con Dios que María Magdalena, la persona con quien estaba hablando.

Pero si eso es lo que el Señor Jesús quería hacer, ¿por qué no dijo simplemente “subo a nuestro Padre y a nuestro Dios”? El Señor Jesús hizo esa declaración para cerciorarse de que María Magdalena reconociera que Su relación con Dios era diferente de la relación de ella con Dios. El Señor Jesús es el Hijo de Dios por naturaleza. María Magdalena era hija de Dios por adopción. El Señor Jesús podía referirse a Dios como Su Dios por medio de una relación eterna. María Magdalena podía pensar en Dios como su Dios en virtud de la gracia que Él reveló en Cristo. Por lo tanto, las palabras del Señor Jesús registradas en Juan 20:17 describen el hecho de que Su relación con Dios el Padre es única.

9.- ¿Es correcto dirigir nuestras oraciones a el Señor Jesús o al Espíritu Santo?

Sabemos que es correcto y adecuado orar a Dios el Padre. El Señor Jesús nos enseñó que dijésemos así: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mateo 6:9). Sabemos también que hemos de acercarnos al Padre en el nombre del Señor Jesús, esperando que el Señor Jesús responda (Juan 14:14). Esteban, en el momento de su muerte, se dirigió al Señor Jesús (Hechos 7:59,60). No tenemos ningún pasaje bíblico que nos dirija a orar al Espíritu Santo, ni que nos dé un ejemplo para hacerlo. Sin embargo, sabemos que el Espíritu participa cuando oramos. Pablo nos dice que el Espíritu “nos ayuda en nuestra debilidad” y que “intercede por nosotros” cuando no sabemos cómo orar (Romanos 8:26).

Debemos dirigirnos al Padre cuando oramos por medio de la persona del Señor Jesucristo. Debemos acercarnos a Él en el nombre del Señor Jesús. Debemos depender del Espíritu Santo para que nos dirija en la oración. Debemos, también depender del Espíritu para que interceda por nosotros, cuando no sabemos qué pedir. Probablemente, no debiéramos preocuparnos tanto, sobre a quién nos debemos dirigir. Los tres escuchan cuando oramos. Los tres participan en las respuestas. Además, en la Trinidad, no existe envidia ni celos.

10.- ¿Podemos usar alguna ilustración para explicar la doctrina de la Trinidad?

Probablemente no. Algunas personas sostienen un huevo y dicen: “La yema, la clara y el cascarón componen un huevo. Esto es tres en uno”. Pero la yema es grasa, la clara es albúmina y el cascarón es calcio —no hay una verdadera unidad allí. Otros han dicho que el agua puede existir como hielo, como líquido y como vapor. Pero en cualquiera de sus formas es simplemente agua —no tres en uno. Un ministro pensó que tenía una ilustración extraordinaria, cuando dijo: “Yo soy padre para mi familia, pastor para mi iglesia y ciudadano en mi comunidad —tres en uno”. Pero, en realidad, estaba repitiendo la herejía de que Padre, Hijo y Espíritu Santo son tres características, formas o relaciones de la Deidad, tres modos en los que obra Dios. Las analogías más acertadas probablemente se pueden hallar en esos grupos de tres:

1. En el universo —espacio, tiempo y materia.
2. En la materia —energía, movimiento y fenómenos.
3. En el tiempo —pasado, presente y futuro.

No obstante, estas analogías arrojan muy poca luz al tema de la Trinidad. A lo sumo, sólo pueden reflejar la trinidad del Creador. Hemos de aprender a vivir con un Dios al que no podemos comprender del todo. Alguien ha dicho: “Si el cristianismo fuese algo que nosotros estuviésemos inventando, por supuesto, podríamos hacerlo más fácil. Pero no lo es. No podemos competir, en simplicidad, con personas que están inventando religiones. ¿Cómo podríamos? ¡Estamos tratando con hechos! Claro que cualquiera puede ser simple, si no tiene hechos por los que preocuparse”. (Beyond Personality: The Christian Idea of God, Londres: Geoffrey Bles, 1944, p.19).

¿CUÁL ES LA DIFERENCIA?

¿Por qué hay que hacer tanto hincapié en la doctrina de la Trinidad? ¿Y si una persona tiene fe en un Dios personal, considera al Señor Jesús como el más sublime de todos los seres creados, cree que murió por los pecadores y que resucitó de la tumba, y está confiando en Él para su salvación? ¿No es esa fe suficiente para la salvación? Puede ser que sí. Pero la doctrina de la Trinidad es una de las enseñanzas de la Biblia más básicas y más relacionadas con la vida.

Para subrayar su importancia, veamos cómo impacta el versículo mejor conocido de toda la Biblia. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Si no cree en la Trinidad, tendría que decir que este versículo enseña que Dios envió al primer ser creado a morir para salvarnos. ¿Pero por qué el enviar a un ser creado (incluso el primero) para salvar a otros seres creados es un tema polémico? ¿Qué hace que eso sea una demostración suprema del amor de Dios? No es más que Dios enviando a una de sus criaturas a salvar a otras.

Pero si uno cree en la Trinidad, acepta este versículo como una declaración de una verdad sorprendente. Aquí se nos dice que Dios nos ama tanto que Él mismo, en la persona del Señor Jesucristo, vino a compartir nuestro dolor y a dar salvación a un gran costo. El apóstol Pablo declaró que “Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo” (2 Corintios 5:19). Esta afirmación hace al Calvario la manifestación suprema de la santidad y el amor de Dios. Frecuentemente hablamos de lo que el Señor Jesús sufrió en la cruz. Pero, ¿y el Padre?, ¿y el Espíritu Santo? Si una madre y un padre sufren cuando ven a un hijo pasar por una situación dolorosa, ¿por qué no sufrirían el Padre y el Espíritu Santo?

La relación de las personas dentro de la Deidad es más estrecha que la de los miembros de una familia. Tenemos un Dios trino que ha compartido, y aún comparte, el dolor de Sus criaturas. Aquel que escogió crear y dar a Sus criaturas morales libertad para pecar, y con ello introducir el dolor y la muerte en este mundo, también escogió compartir nuestro sufrimiento y aflicción. Servimos a Dios, el cual sufrió por nosotros en Cristo, un Dios que en Cristo conquistó la muerte por nosotros, un Dios que en Cristo comprende nuestro dolor, un Dios que por lo que hizo en Cristo, un día llevará a todos Sus hijos a un mundo donde no habrá más sufrimiento, ni muerte, ni lágrimas.

El Alá de la fe musulmana no es esta clase de Dios. El Jehová que describen los Testigos de Jehová no es esta clase de Dios. Únicamente el Dios trino de la Biblia es esta clase de Dios.

CONOCIENDO A DIOS

Un profesor que se dio cuenta que, debido a que había tenido conflictos con ciertos líderes, nunca avanzaría académicamente, le dijo al teólogo J. I. Packer: “No importa, porque yo he conocido a Dios y ellos no”. A los musulmanes y a muchos otros esto les suena blasfemo. Piensan que Dios es tan grande y tan diferente de nosotros que todo lo que podemos esperar es conocer Su voluntad y someternos a Él lo mejor que podamos.

Sí, Dios es tan distinto de nosotros y tan impresionantemente grandioso que no podemos comprenderlo del todo. Dios es incomprensible. ¡Pero es posible conocerle!

¿Por qué? Porque Él se ha acercado a nosotros. Se dio a conocer a la gente en épocas pasadas, a través de manifestaciones sobrenaturales y de conversaciones audibles. Entonces, hace unos 2.000 años atrás, se dio a conocer en la persona del Señor Jesucristo. Hebreos 1:2 nos dice que: “en los últimos días nos ha hablado por Su Hijo”. Podemos conocer a Dios mirando al Señor Jesús y recibiéndole a Él. Miremos Su retrato en los evangelios. Prestemos atención a Sus palabras. Preparémonos para obedecerle. El Señor Jesús prometió: “Si alguien quiere hacer su voluntad, sabrá si mi enseñanza es de Dios o si hablo de mí mismo” (Juan 7:17).

Cuando veamos que Él realmente es “el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6) y le recibamos como nuestro Salvador, nos convertiremos en hijos de Dios (Juan 1:12). Al poco tiempo también podremos decir que conocemos a Dios.  “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno” (1 Juan 5:8).

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NOTAS

[1]  El Movimiento Radical Femenino no es, estrictamente hablando, un grupo religioso, sino social, político y laboral, pero las declaraciones “religiosas” de algunas de sus voceras en cuanto a la Divinidad le ha otorgado el dudoso honor de incluirlo entre los que sostienen el error antitrinitario. El movimiento ha expresado desde sus orígenes la exaltación “del rol de la mujer en la vida del Galileo para revelar así su importancia, la que ha sido minimizada con el correr de los siglos debido a la mirada patriarcal de la iglesia…”. El MRF pretende ser “una apología a la mujer, que fue la protagonista principal de la comprensión y expansión del cristianismo, pero que debido a la masculinización de la historiografía, se invisibilizó”. Su ataque frontal al cristianismo histórico—al que considera “patriarcal”, “androcéntrico”, “misógino” y “sexista”—es un ataque al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo de la Biblia.