La pregunta “¿Quién es la simiente (semilla) de Abraham?” puede ser respondida de tres maneras, principalmente, y es importante tener claras las distinciones.
Tenemos:
1. La Simiente de Abraham (Simiente, en singular).
2. La simiente de Abraham físicamente (descendientes de Abraham según la carne: Israel)
3. La simiente de Abraham espiritualmente (aquellos que, como Abraham, tienen fe en Cristo Jesús).
La Simiente (singular) de Abraham es Cristo, como dice Pablo citando Génesis 12:7:
“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gl 3:16,).
El pasaje continúa explicando que una herencia fue prometida a la Simiente de Abraham (Cristo) aparte de la Ley. Más tarde, se introdujo la Ley Mosaica, pero ésta no anuló las promesas hechas a Abraham o a la Simiente de Abraham (Cristo).
Así como Abraham creyó en Dios y su fe le fue contado por justicia (Gn 15:6), así también todos los que hoy creen en el Hijo de Dios son justificados aparte de la Ley. De esta manera, Abraham es el “padre” de todos los que creen en Cristo (Ro 4:11-17).
“Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gl 3:29).
Por supuesto, la simiente de Abraham también puede referirse al pueblo hebreo que descendió de Abraham a través de Isaac. Aún más ampliamente, la simiente de Abraham podría incluir a los árabes, que rastrean su linaje a través de Ismael (el primer hijo de Abraham). Esta es la simiente física de Abraham. La simiente espiritual de Abraham (creyentes en Jesucristo) está compuesta por personas de todas las nacionalidades y etnias.
Los líderes religiosos judíos del primer siglo se enorgullecían de ser la simiente de Abraham. Veían su conexión física con Abraham como una garantía del favor de Dios. Esta actitud les impidió ver su necesidad de arrepentimiento del corazón, y trajo la condenación de Juan el Bautista, quien les advirtió que se arrepintieran. Anticipándose a su argumento de que eran la semilla de Abraham, Juan dijo:
“Y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras” (Mt 3:9).
El Señor Jesús trató con el mismo problema más tarde. Hablando a los judíos incrédulos, Jesús enfatizó su necesidad de recibir Sus palabras como verdad y obedecer Sus mandamientos. Ellos respondieron:
“Linaje (simiente) de Abraham somos” (Jn 8:33).
El Señor Jesús entonces los reprende por conspirar formas de asesinarlo; su obstinada respuesta fue nuevamente:
“Abraham es nuestro padre” (Jn 8:39a).
Aquí el Señor Jesús hace una distinción entre la simiente física de Abraham y la verdadera simiente espiritual de Abraham:
“Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais” (Jn 8:39b).
La conversación se calienta cuando los judíos por tercera vez mencionan su conexión con Abraham: "¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham?" le preguntan a Jesús (Jn 8:53).
Jesús los provoca aún más:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó” (Jn 8:56).
Los judíos se quedan atónitos ante la afirmación de Jesús de ser contemporáneo de Abraham, y es entonces cuando Jesús lleva el intercambio a un clímax con una afirmación de plena deidad:
“De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn 8:58).
Enfurecidos, los judíos intentaron apedrear a Jesús (Jn 8:59), demostrando una vez más que ser la simiente (semilla/linaje) física de Abraham no es suficiente, tenían que nacer de nuevo (Jn 3:3).
Pablo resume la diferencia entre las simientes de Abraham en su epístola a los Romanos:
“Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Ro 2:28-29).
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