[Escrito el viernes 13 agosto 2021]
Las divisiones de capítulos que comúnmente se usan hoy en día fueron desarrolladas por Stephen Langton, un arzobispo de Canterbury. Langton puso en marcha las actuales divisiones de capítulos hacia el año 1227. La Biblia inglesa Wycliffe de 1382 fue la primera Biblia en usar este modelo de capítulos. A partir de la Biblia Wycliffe, casi todas las traducciones de la Biblia han seguido las divisiones de capítulos de Langton.
El Antiguo Testamento hebreo fue dividido en versículos por un rabino judío llamado Natán en el año 1448 d.C. Robert Estienne, también conocido como Estéfano, fue el primero en dividir el Nuevo Testamento en versículos con numeración estándar, en el año 1555. Estéfano usó básicamente las divisiones de los versículos de Natán para el Antiguo Testamento. Desde entonces, comenzando con la Biblia de Ginebra, las divisiones de capítulos y versículos que Estéfano usó, han sido aceptadas en casi todas las versiones de la Biblia.
Pero la Palabra de Dios contiene su propia numerología interna. Y es ésta la única numerología inspirada y validada por Dios.
El análisis del número veintisiete en este artículo es efectuado siguiendo el significado de la numerología bíblica, y responde a una inquietud personal del autor de este blog.
El Número Dos
Si el número uno expresa unidad, negando la posibilidad de la diferencia, el dos hace hincapié en la diferencia, en la existencia del “otro”. Esta diferencia puede ser para mal, señalando oposición; o para bien, a través de la confirmación. Si se trata de división simboliza el mal; si, por el contrario, lo que expresa es añadidura, representa la confirmación. En general, el número dos denota la plenitud del testimonio, ya sea para bien o para mal.
En Juan capítulo 8, el Señor Jesucristo, en respuesta al desafío de los fariseos, responde: “Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que soy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí” (Juan 8:17-18). He aquí el doble testimonio de su divina misión.
También en los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo pacto, se encuentra el testimonio completo de la actitud de Dios hacia los hombres. Mientras que la primera frase de las Escrituras es una afirmación de la perfecta creación de Dios: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1), la segunda nos habla de caos, resultante de una causa desconocida: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo...” (Génesis 1:2). Lo segundo que se creó, tal como señala el mismo capítulo, fue la luz; e inmediatamente después, se menciona la división: “Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas” (Génesis 1: 4).
También la obra del segundo día se ve marcada por esa división. “Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas” (Génesis 1:6). De los siete hombres representativos que se hallan en el Génesis, el segundo fue Abel, caracterizado por sus diferencias respecto a Caín, su hermano. En el transcurso del libro, si dos hombres son emparejados, lo son para expresar la diferencia existente entre ellos; como Abraham y Lot, Isaac e Ismael, Jacob y Esaú.
Además, en la construcción del tabernáculo los materiales usados con más frecuencia eran el oro y la madera de acacia, y ambos dan testimonio de la naturaleza de Jesucristo; el oro representa su divinidad y la madera de acacia su humanidad. Por otro lado, también los Diez Mandamientos estaban recogidos en dos tablas de piedra, las “tablas del testimonio” (Éxodo 31:18), expresión de la exigencia de rectitud del hombre por parte de Dios. Asimismo, cuando un israelita cometía ciertas ofensas estaba obligado a confesar su pecado y a traer, a causa de su infracción, “dos tórtolas o dos palominos, el uno para expiación, y el otro para holocausto”. (Levítico 5:7). De la misma manera, cuando un leproso sanaba, el sacerdote debía tomar dos avecillas (Levítico 14:4), mientras que en Levítico 16 se tomaban dos machos cabríos. Así dio testimonio Jehová de la consumación de la obra de expiación. Al aproximarse a la frontera de la Tierra Prometida, Israel envió espías para confirmar lo que no necesitaba confirmación, la Palabra de Dios, de los cuales dos dieron testimonio de la verdad.
Posteriormente, durante la construcción del templo, Salomón llamó a Hiram de Tiro, hábil trabajador del bronce, que hizo dos columnas de bronce (1 Reyes 7:15), testimonio del perdurable carácter de la gloria milenaria, cuando un Rey, cuya grandeza superará la de Salomón, reinará en rectitud. Cuando el reino de Salomón se dividió, Jeroboam, en su intento de consolidarse en el poder impidiendo que el pueblo fuera a adorar a Jerusalén, construyó dos becerros de oro (1 Reyes 12:28), testimonio de la idolatría del pueblo de Dios. Después vino la proclamación de los dos profetas, Elías y Eliseo (2 Reyes 2), testimonio completo de Dios en contra de la nación idólatra.
El significado del número dos en cuanto a expresión de enemistad se refleja, de manera instructiva, en el libro de los Salmos. El segundo capítulo de cada una esas cinco divisiones de los Salmos (los Salmos están conformados por cinco libros) señala esa enemistad.
1. El Salmo 2 describe a los reyes de la tierra celebrando consejo en contra del Ungido de Dios, y predice la total y definitiva derrota de sus enemigos.
2. El Salmo 43:2 pregunta: “... ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo?”; y, de nuevo, en el versículo 5: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí?...”
3. En el Salmo 74 se narra la desolación llevada a cabo por el enemigo y, posteriormente, se alza la pregunta: “¿Hasta cuándo, oh Dios, nos afrentará el angustiador? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre?” (Salmo 74:10).
4. Si vamos al Salmo 91 encontraremos el lugar seguro frente al enemigo: “Diré yo a Jehová; esperanza mía, y castillo mío; mi Dios en quien confiaré” (v. 2), y el destino de destrucción del enemigo: “Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos” (Salmo 91:8).
5. Por último, el tema del Salmo 108 es la misericordia del Señor, que ayuda a su pueblo en las dificultades y logra su total liberación: “En Dios haremos proezas, y él hollará a nuestros enemigos” (Salmo 108:13).
Del mismo modo que en el Antiguo Testamento, también el número dos, símbolo de testimonio, nos llama la atención en el Nuevo Testamento. En los dos hombres ciegos que aparecen en Mateo 9:27 se encuentra un testimonio de la ceguera moral de Israel, cuyo corazón se había cubierto de un velo de incredulidad que les impedía ver en el Señor Jesucristo la esperanza prometida. Cristo declaró, en el capítulo 22 del Evangelio de Mateo, que toda la ley se basaba en dos mandamientos: “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:40). También, cuando se escriben dos epístolas a las mismas personas, en la segunda se encuentran referencias específicas al enemigo de nuestras almas.
En 2 Corintios Pablo habla acerca del poder del enemigo, de las obras de Satanás. En el primer capítulo alude a la tribulación y el sufrimiento, al ser “abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida” (2 Corintios 1:4-8). En el capítulo 2 nos habla de pesadumbre (v. 1), de tener tristeza (v. 3), de “mucha tribulación y angustia» (v. 4), y de “que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros” (v. 11). En el capítulo 12 nos habla de “un mensajero de Satanás que me abofetee” (v. 7).
Nuevamente, el apóstol, en 2 Tesalonicenses, advierte de la apostasía, que ahora se afianza tan rápidamente a nuestro alrededor, y de la revelación de «el hombre de pecado, el hijo de perdición» (2 Tesalonicenses 2:3). En su segunda carta a Timoteo Pablo describe la confusión de la iglesia visible, a causa de los falsos maestros, quienes “trastornan la fe de algunos” (2 Timoteo 2:18). En 2 Timoteo 3:5, describe a hombres “que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”. En el versículo 4:3, vemos a hombres que rechazan la sana doctrina, quienes “teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias”.
En la segunda de las epístolas de Pedro, nos encontramos ante la profecía de la apostasía, cuando falsos maestros “negarán al Señor que los rescató” (2 Pedro 2:1); y en el capítulo 3 se dice que «en los postreros días vendrán burladores» (2 Pedro 3:3).
Por último, en 2 Juan versículo 7 leemos: “Muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo” (2 Juan 1:7)
El número dos, cuando indica testimonio, también tiene aplicaciones interesantes para el Señor Jesucristo. Él es la segunda persona de la Deidad. Es la Palabra de Dios, la expresión o el testimonio de Dios. Primera de Corintios 15:47 se refiere a Él como a “el segundo hombre”, mientras que en Apocalipsis 3:14, Jesucristo es “el testigo fiel y verdadero”. También tiene una doble naturaleza, ya que es Dios perfecto y hombre perfecto al mismo tiempo. Además llevó un doble testimonio en su vida y muerte, al declarar la culpabilidad del hombre y la gracia de Dios. Cuando los hombres lo arrestaron, y, después, con manos impías crucificaron y mataron, dieron testimonio de su odio y desprecio poniéndole entre los dos ladrones. El soldado romano que le clavó la lanza en el costado hizo salir sangre y agua (Juan 19:34), doble testimonio de la eficacia de su muerte: eficacia para la expiación de los pecados y para su purificación.
Finalmente, en los días venideros de la tribulación, aún permanecerán dos testigos que darán testimonio de la autoridad y de los derechos sacerdotales de Cristo.
El Número Siete
El número siete se compone de cuatro + tres; cuatro se refiere a lo que ha sido creado y tres a la manifestación divina. Así pues, el número siete representa la creación proclamando a su Creador. Es el símbolo de la perfección espiritual, ya sea del bien o del mal. Es también el número más frecuente en las Escrituras; sólo en el libro del Apocalipsis, donde el enfrentamiento del bien con el mal llega a su clímax, se le menciona más de cincuenta veces.
El día de reposo era en el séptimo día, ya que, tras seis días de esfuerzo, Dios descansó en el conocimiento de su perfección. Enoc, el séptimo desde Adán, «desapareció, porque le llevó Dios”. Moisés, también, fue el séptimo desde Abraham. En Génesis 12:2-3 encontramos la séptuple bendición que Dios dio a Abraham: “(1) Haré de ti una nación grande, (2) y te bendeciré, (3) y engrandeceré tu nombre, (4) y serás bendición. (5) Bendeciré a los que te bendijeren, (6) y a los que te maldijeren maldeciré, (7) y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.
También hizo Dios una séptuple promesa parecida al pueblo de Israel; promesa que viene asegurada, en su principio y final, por la declaración: “Yo soy JEHOVÁ”.
Así dijo: (1) “Yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, (2) y os libraré de su servidumbre, (3) y os redimiré con brazo extendido y con juicios grandes; (4) y os tomaré por mi pueblo, (5) y seré vuestro Dios... (6) Y os meteré por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; (7) y os la daré por heredad. Yo Jehová” (Éxodo 6:6-8). En estas siete promesas, encabezadas por “y (yo) os...”, se expresa la perfección de los propósitos de Jehová.
En Levítico 14, donde Dios da a conocer la ley del leproso, se dice que éste debía ser rociado siete veces (v. 7). Siete eran las fiestas de Jehová, algunas de las cuales se prolongaban hasta los siete días. También cuando Balac, rey de los moabitas, quiso que el contratado Balaam maldijera a Israel, mandó construir siete altares y preparó siete becerros y siete carneros, perfección de la adoración idólatra (Números 23:29). Siete veces, por mandato de Jehová, rodeó la ciudad de Jericó en el séptimo día el pueblo de Dios, precedido de siete sacerdotes que llevaban siete bocinas de cuerno de carnero. Así se consumó la victoria de la fe y la destrucción de la ciudad de la maldición (Josué 6).
Posteriormente, en el libro de Jueces, siete cosas débiles se usaron para confundir a los poderosos, expresando la perfección espiritual de la obra divina de liberación: en Jueces 3:21, Dios usó a un hombre zurdo; en Jueces 3:31, una aguijada de bueyes; en Jueces 4:4, una mujer; en Jueces 4:21, una estaca de tienda; en Jueces 9:53, un pedazo de rueda de molino; en Jueces 7:20, cántaros y trompetas; y en Jueces 15:15, una quijada de asno.
En 1 Samuel 16:10 se habla de los siete hijos de Isaí; y en 2 Samuel 21:9, de los siete hijos de Saúl. En Mateo 12:45 aparecen siete espíritus inmundos más, verdadera culminación del mal. En Mateo 18:22, Jesucristo estableció la medida perfecta del perdón: setenta veces siete. En Marcos 16:9, se da esta explicación de María Magdalena: “de quien [Jesús] había echado siete demonios”; cima, nuevamente, de la iniquidad. En Hechos 6:2-3, para que los apóstoles no tuvieran que dejar «la palabra de Dios, para servir a las mesas”, se escogieron «siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría” para que se ocuparan de los asuntos seculares. En el mismo libro se indica cómo luchó Dios por su pueblo y destruyó siete naciones en la tierra de Canaán (Hechos 13:19).
Siete fueron las epístolas escritas a las iglesias para dar perfectas instrucciones acerca de los asuntos de la vida y la santidad; y también siete son las cartas a las iglesias que aparecen en Apocalipsis y que aportan una visión completa de la Iglesia. En Apocalipsis también se mencionan siete candeleros, siete estrellas, siete ángeles, siete espíritus, siete truenos, junto con siete sellos que cierran y protegen firmemente el libro, siete toques de trompetas, y siete plagas postreras en las que “se consumaba la ira de Dios” (Apocalipsis 15:1).
El Número 27
A primera vista parecería que el número 27 no es un número común en la Biblia. Pero lo opuesto es la verdad si vemos que el 27 se compone de una combinación de números, los más obvios el 2 y el 7, cuya importancia en la Biblia ya hemos visto. En la versión King James de Génesis 1, la palabra número 27 es abismo: “En el principio, Dios creó el cielo y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía; y las tinieblas cubrían la faz del abismo”, y a continuación se menciona el Espíritu de Dios moviéndose sobre la faz de las aguas dando comienzo a un nuevo orden. En el libro del Génesis también, Dios crea a los seres humanos en el versículo 27: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”, marcando el inicio de la humanidad sobre la creación perfecta. El Nuevo Testamento contiene 27 libros, señalando así un nuevo comienzo en el plan perfecto de Dios para la humanidad al mismo tiempo que concluye la revelación total de la Divinidad y su plan. 27 es un cubo perfecto (3 x 3 x 3), así como también lo es la Nueva Jerusalén (Ap. 21:16). La suma de los dígitos del 2 al 7 (2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7) es 27, y todos estos números tienen un profundo significado en la Biblia que hablan de Dios y su relación con la humanidad. El alfabeto hebreo tiene 22 letras, de las cuales cinco tienen formas diferentes cuando se usan al final de una palabra, haciendo que sean en realidad 27 letras distintas. El Libro de Apocalipsis es el libro número 27 y el último del Nuevo Testamento, significando que la revelación divina al hombre está completa y es perfecta. El redactor del Apocalipsis es el apóstol Juan, cuya celebración en el santoral católico ocurre cada año el 27 de diciembre. 27 es el único número positivo que es tres veces la suma de sus dígitos (2+7 x 3), siendo el 3 el número de la Trinidad. Contando los años bisiestos y midiendo un año como 365,25 días, hay 31,557,600 segundos en un año. La suma de estos números (3 + 1 + 5 + 5 + 7 + 6 + 0 + 0) es 27. El año es la forma en que la humanidad señala su presencia sobre la tierra creada por Dios.
Siete Veces En Mi Vida El Número Veintisiete
Dije al inicio de este artículo que el análisis bíblico del número veintisiete responde a una inquietud personal de quien escribe. Hasta ahora mi vida está marcada con este número.
1. Mi padre nació el año 1927.
2. Mi madre se casó a los 27 años.
3. Mi cumpleaños es el 27 de diciembre.
4. Mi matrimonio se efectuó un 27 de agosto.
5. Yo tenía 27 años de edad al momento de casarme.
6. Mi matrimonio terminó 27 años después de efectuado.
7. Para el término de mi matrimonio había 27 cuentas en el juego de los abalorios (acertijo).
¿Es casualidad la repetición de este número en la vida de quien escribe?
Creo en la Providencia, y me consuelan las siguientes palabras:
“Tu pérdida es tan terrible que sólo puedo explicármela como una providencia especial de Dios quien, amándote, desea probarte a ti y a tu excelente madre” (Princesa Marya Bolkonsky. Una joven sencilla y sin gracia que sostiene su vida solitaria con una fuerte piedad cristiana. Personaje de La Guerra y la Paz, de León Tolstói).
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