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LA REBELIÓN

La rebelión es el rechazo a la autoridad. La rebelión puede llegar a ser violenta, como por ejemplo estalló una rebelión armada en la ciudad, aunque también puede no expresarse. La rebelión siempre comienza en el corazón. La rebelión contra la autoridad de Dios fue el primer pecado de la humanidad (Gn 3) y sigue siendo nuestra ruina. Nuestra naturaleza pecaminosa no quiere someterse a la autoridad de otro, incluso a la de Dios. Queremos ser nuestros propios jefes, y esa rebelión en el corazón humano es la raíz de todo pecado (Ro 3:23).

El ejemplo más claro en la Biblia de la rebelión y sus consecuencias se encuentra en 1 Samuel 15:1-35. El rey Saúl, a quien Dios escogió para dirigir a Israel, se volvió orgulloso. Pensó que sabía mejor que Dios lo que Él quería de él, así que desobedeció las instrucciones directas de Dios (1 S 15:3) y las reemplazó por sus propias ideas. En vez de seguir la directiva de Dios de destruir todo el botín del campamento enemigo, Saúl se quedó con lo mejor de los animales. Además, en lugar de matar al malvado rey Agag como Dios había ordenado, Saúl lo trajo de vuelta como prisionero. Ambos actos fueron una rebelión directa contra las órdenes de Dios, y sin embargo Saúl se complació con su decisión y trató de justificar su desobediencia: después de todo, los animales debían ser sacrificados al Señor (1 S 15:15).

La rebelión contra la correcta autoridad es un tema serio a los ojos de Dios. El profeta Samuel se enfrentó al rey Saúl con estas palabras: “Y Samuel dijo: ¿Se complace el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras del Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra del Señor, él también te ha desechado para que no seas rey” (1 S 15:22-23). 

En este pasaje, la rebelión está relacionada con el orgullo, y ambos pecados tienen similitud con la brujería y el paganismo. Debido a la persistente rebelión de Saúl contra Dios, perdió el trono y su dinastía real quedó truncada. Dios entregó el reino a un joven pastor de ovejas llamado David (1 S 13:14).

La historia de Israel es un ciclo de rebelión y restauración (Jue 2:10-19; Is 59:13; Nm 14:18). Cuando Dios dio a los israelitas la Ley, estaba enseñando al mundo que el universo tiene una cadena de mando. El Dios que descendió en el Sinaí con “truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte” (Ex 19:16) está al mando. Los seres humanos pueden ser la corona de Su creación (He 2:7), pero no somos los dioses de la misma. Aunque tenemos la libertad de elegir obedecer al Señor o no, su Ley aún prevalece. Cuando nos rebelamos contra Su derecho a ser nuestro Señor, vienen las consecuencias, como ocurrió con Saúl (Ro 6:23).

Dentro de la civilización humana, Dios también ha establecido una cadena de mando, y es pecado la rebelión contra el orden ordenado por Dios. Romanos 13:1-7 nos ordena someternos a las autoridades que gobiernan, siempre y cuando esas autoridades no nos exijan desobedecer la autoridad de Dios (Hch 5:29). La rebelión contra la autoridad justa conduce a la anarquía y a la disolución de la sociedad. En el hogar, la cadena de autoridad de Dios es que el marido debe ser la cabeza de la familia. La responsabilidad del marido es dirigir a su familia en la sumisión a Cristo (Ef 5:23). La mujer debe someterse a su marido, y los hijos deben obedecer a sus padres (Ef 5:22; 6:1; Col 3:18,20). La rebelión contra la autoridad familiar también conduce al caos y a tener hogares disfuncionales.

Dentro de la iglesia, Dios también ha establecido el orden. Ha designado a los ancianos para que pastoreen y vigilen la congregación (1 Ti 5:17; 1 Ts 5:12; He 13:17). Aunque los ancianos o pastores nunca deben tener un control absoluto sobre nadie, se les debe honrar y obedecer siempre que sea saludable para la iglesia y para la persona. La rebelión en el seno de una iglesia conduce a la división y a los conflictos, y genera una pérdida a la hora de realizar la obra de Dios (1 Co 3:3-6).

En cada corazón humano germina la semilla de la rebelión en lo profundo. Nos gusta luchar por nuestros derechos y, cuando creemos que alguien no respeta nuestros “derechos”, nos rebelamos. Aprender a acudir a la autoridad es una forma de evitar la rebelión y encontrar la solución a un problema. Pensar de forma creativa es otra manera de canalizar nuestra pasión por el cambio hacia vías constructivas. Ofrecer soluciones de forma respetuosa permite a nuestras autoridades considerar opciones que quizá no habrían podido encontrar si no fuera por nuestro aporte. La relación de Daniel con el funcionario babilónico es un buen ejemplo de cómo mostrar respeto y evitar la rebelión (Dn 1:8-16). Aunque adherirnos a la verdad con frecuencia requiere desafiar a los que tienen autoridad, la rebelión sin razones bíblicas contra la autoridad establecida por Dios nunca es aprobada por Él.

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APÉNDICE DE LA EPÍSTOLA DE JUDAS—Comentario Breve