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CORÉ

La historia de la rebelión de Coré está registrada en Números 16:1-50. La rebelión de Coré demuestra las terribles consecuencias de usurpar la autoridad de Dios y de aquellos a quienes Él ha escogido para ser líderes de Su pueblo.

Coré era el hijo mayor de Izhar, que era hijo de Coat, de la tribu de Leví. Coré, entonces, era de la misma tribu que Moisés y Aarón. Dirigió una rebelión contra Moisés y Aarón, acusándolos de exaltarse por encima de la congregación del Señor (Nm 16:1-3). Coré no estaba solo en su insurrección. Reunió a otros 250 hombres para desafiar también la autoridad de Moisés: “Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? (Nm 16:3).

Obviamente, Coré pensó que podía hacer un mejor trabajo guiando al pueblo que el que estaba haciendo Moisés. Pero al liderar esta revuelta contra los líderes divinamente designados por Dios, Coré en realidad se estaba rebelando contra Dios mismo (Nm 16:11). Moisés propuso una prueba para probar la fuente de su autoridad. Coré y sus seguidores no pasaron la prueba, y Dios abrió la tierra y ésta se tragó a los rebeldes, a sus familias y a todas sus posesiones. Además, “fuego salió de Jehová” y consumió a los otros 250 hombres que formaban parte de la rebelión de Coré. El resto de los israelitas se aterrorizaron y huyeron (Nm 16:31-35).

Al día siguiente, en lugar de estar convencidos de que Dios había vindicado a Moisés y Aarón, la congregación comenzó a quejarse de que habían “matado al pueblo de Jehová”. Por este acto de rebelión, Dios amenazó con destruir a toda la congregación y envió una plaga entre ellos. Sin embargo, Moisés y Aarón intercedieron por los rebeldes y evitaron una catástrofe total. Al final, murieron 14.700 israelitas (Nm 16:41-50).

Unos 1.500 años después, Judas registra una fuerte advertencia acerca de tales hombres que entran a la iglesia como falsos maestros, arrogándose la autoridad de Dios y Su Palabra: “¡Ay de ellos! Porque anduvieron en el camino de Caín y se abandonaron por la ganancia al error de Balaam, y perecieron en la rebelión de Coré” (Jud 1:11). Las características de los falsos maestros dentro de la iglesia incluyen el orgullo, el egoísmo, los celos, la codicia, la lujuria por el poder y el desprecio por la voluntad de Dios. Al igual que Coré, los falsos maestros de hoy ignoran el plan de Dios y son rebeldes contra la autoridad designada por Dios. Su fin será el mismo que el de Coré. De ahí la advertencia: “¡Ay de ellos!”

Para guiar a Su pueblo Israel, Dios había seleccionado hombres de Su propia elección. Dios no tenía ningún interés en realizar un concurso de popularidad, recopilar currículos o permitir que alguien se nombrara a sí mismo para el puesto de profeta, sacerdote o líder. El problema de Coré no era que no estuviera calificado, humanamente hablando, para el puesto, sino que era arrogante, obstinado y se promocionaba a sí mismo. Coré, tratando de instalarse a sí mismo como el líder, irónicamente acusa a Moisés de ponerse a sí mismo por encima de la asamblea del Señor (Nm 16:3). Es el caso clásico del culpable que acusa al otro de su propia maldad (ver El Señor Juzgue Entre Tú y Yo). Pero Dios no llamó a Coré para liderar a Su pueblo. Llamó a Moisés (Ex 3:1-4:31). Dios llama a quienes Él quiere y los equipa para el servicio.

Los verdaderos líderes de Dios—los ancianos de una iglesia que pastorean el rebaño con humildad y cuidado, los padres y los maridos en el hogar—tienen un entendimiento exacto de las Escrituras porque han sido llamados por Dios para ejercer sus funciones (Mal 3:18; Ro 12:2; Ef 5:10-11). Tales hombres se someten en humilde adoración a Cristo y Su señorío (Mt 16:16; Col 2:9; 1 Ti 3:16). Reconocen la verdad de la proclamación del Señor Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Jn 14:6). Lo más importante es que los verdaderos líderes de son llamados por Dios a su oficio. Los falsos maestros, por otro lado, son “lobos con piel de oveja” (Mt 7:15; Hch 20:29) que eligen el destino de Coré sobre el Señorío de Cristo sobre sus vidas. ¡Has sido advertido(a)!

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APÉNDICE DE LA EPÍSTOLA DE JUDAS—Comentario Breve