“Yo soy la vid verdadera” (Juan 15:1-11) es la última de las siete declaraciones “Yo soy” de Jesús registradas únicamente en el Evangelio de Juan. Estas proclamaciones “Yo soy” señalan Su identidad y propósito divinos únicos. Jesús dice: “Yo soy la vid verdadera” a Sus amigos más íntimos reunidos a Su alrededor. Faltaba poco para que Judas lo traicionara; de hecho, Judas ya se había marchado para cometer su infame acto (Jn 13:30). Jesús estaba preparando a los once discípulos que quedaban para Su crucifixión inminente, Su resurrección y Su posterior partida hacia el cielo. Acababa de decirles que los dejaría (Jn 14:2). Sabiendo lo perturbados que se sentirían, les dio esta hermosa metáfora de la Vid Verdadera como uno de Sus mensajes de ánimo.
El Señor Jesús quería que Sus amigos, no solo aquellos once, sino los de todos los tiempos, supieran que no los iba a abandonar, aunque ya no disfrutaran de Su presencia física. Su energía viva—Su realidad espiritual—seguiría alimentándolos y sosteniéndolos, igual que las raíces y el tronco de una vid producen la savia que alimenta y sostiene sus pámpanos mientras desarrollan su fruto. Jesús quería que supiéramos que, aunque no lo podamos ver, estamos tan estrechamente unidos a Él como los pámpanos de una vid están unidos a su tallo. Nuestro deseo de conocerle y amarle y la energía para servirle seguirán fluyendo dentro y a través de nosotros mientras “permanezcamos” en Él.
El Señor continuó, para eliminar cualquier malentendido, sobre lo que quería decir (Jn 15:4). Dijo que ningún pámpano puede vivir por sí mismo, y mucho menos producir hojas y frutos. Cortado del tronco, un pámpano está muerto. Al igual que los pámpanos de una vid dependen de estar conectados al tronco, del que reciben su savia para dar fruto, los discípulos de Jesús dependemos de estar conectados a Él para nuestra vida espiritual y la capacidad de servirle eficazmente. El fruto que producimos, primeramente, es el del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre, fe y templanza (Gl 5:22-23). Nuestra fuente de vida y fruto espiritual no está en nosotros mismos; está fuera de nosotros, en Cristo Jesús. Solo podemos vivir, vivir correctamente y servirle eficazmente si estamos correctamente conectados a Él en una relación de fe/amor.
Entonces Jesús subraya Su punto de vista con más fuerza al decir: “Separados de mí nada podéis hacer” (Jn 15:5). Esta ilustración de la vid y los pámpanos no es una simple idea general ni un símil sin importancia. Es una realidad absoluta y tajante. Ningún creyente puede lograr nada de valor espiritual independientemente de Cristo Jesús.
También nos recuerda que hay algunos que están “en” Él que no dan fruto. Se trata de verdaderos pámpanos que simplemente no dan fruto. Todos los pámpanos deberían dar fruto. Del mismo modo que reconocemos un árbol sano y vivo por el buen fruto que produce, también reconocemos los pámpanos inútiles, marchitos y muertos porque no dan fruto aunque tienen conexión con la Vid Verdadera. El Señor Jesús nos dice: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7:16-20). Los que no dan fruto son cortados y quemados por el Labrador (Jn 15:1,7). La referencia aquí es a los apóstatas, los que una vez conocieron a Cristo (e incluso aún profesan aún conocerlo) pero no producen el ningún fruto que honre al Padre (Jn 15:8). El Señor los llamó, los eligió, los salvó, y aún los sostiene: pero no producen fruto. Con el tiempo, estos pámpanos sin fruto son cortados de la Vid por el Labrador (Jn 15:1) y son eliminados por el bien de la verdad y en beneficio de los demás pámpanos. Las palabras del Señor son temibles:
“El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn 15:6).
Nótese que son pámpanos. Nótese que no dan fruto. Nótese que se secan, “y los recogen, y los echan en el fuego, y arden”.
No importa cuánto te esfuerces por redefinir Juan 15:6 con tu teología humanista, afeminada, calvinista y positiva. Echar al fuego y arder significa sólo una cosa en TODA la Biblia. Quien una vez fue un pámpano, puede dejar de serlo y morir (secarse). Al suceder esto, es cortado y echado al fuego. Pedro, que estaba allí cuando el Señor pronunció estas palabras, más tarde parafraseó la enseñanza con otra metáfora menos amable pero igual de gráfica. El escribió:
“Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad... Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno (2 P 2:15,20-22).
Dependemos del Señor Jesús para todo, empezando por nuestra propia vida—“Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hch 17:28)—incluyendo nuestra reconciliación con Dios a través de Él (Ro 5:10). Nadie puede producir fruto para Dios si no permanece conectado con Jesucristo por la fe activa, viva y presente. Esta palabra, permanecer es repetida por el Señor Jesús diez veces en Su enseñanza de la Vid verdadera y los pámpanos. Lee todo el pasaje en Juan 15:1-11.
El Señor Jesús es nuestra única conexión con el Dios que da la vida natural y espiritual, y que produce en nosotros una vida fructífera de justicia y servicio. Más vale que nos esforcemos por permanecer en Él según Sus términos, y nos los nuestros.
- - - - - - - - -
RELACIONADOS
NNN