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martes, 25 de octubre de 2011

¿ES MATEO 24 PARA LA IGLESIA?

[Nota: Este artículo (actualizado el 19 de mayo de 2022) resume grandes temas que se explican más sencillamente en nuestro COMENTARIO DEL APOCALIPSIS y en el artículo resumen del comentario LOS ÚLTIMOS TIEMPOS EN ORDEN CRONOLÓGICO.]

Uno de los argumentos que se usan para sostener la doctrina del arrebatamiento pretribulacional es el que afirma que la iglesia no pasará por la Gran Tribulación. Y para que la iglesia no pase por ella el arrebatamiento debe ocurrir antes de que esta comience. Hay mucho que decir sobre esta posición, pero primero examinemos lo que las Escrituras nos dicen en su claro lenguaje sobre el tema.

La primera vez que se usa la expresión la “Gran Tribulación” es en Mateo 24:21. Este capítulo comienza con la pregunta de los discípulos del Señor Jesús: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mt 24:3). En respuesta, el Señor Jesús les dice que habrá guerras y rumores de guerras, que nación se levantará contra nación y reino contra reino, y que habrá hambrunas, pestes y terremotos en diferentes lugares. Luego describe la abominación desoladora en el templo de Jerusalén, lo cual ocurre al inicio de los últimos 3 años y medio de esta era. Entonces el Señor dice:

“Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá (Mt 24:21)

A esta declaración le sigue la orden de huir de Jerusalén, porque es cuando comenzará la persecución. El Señor Jesús continúa diciendo:

“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mt 24:29-30).

En Su respuesta a los discípulos—la futura iglesia del Nuevo Testamento—vemos el siguiente orden:

2. la gran tribulación, 
3. la venida del Señor Jesús en gloria y majestad, y
4. el arrebatamiento de la iglesia. 

El significado obvio de este pasaje, entonces, es que la iglesia pasará por la Gran Tribulación.

Durante el ministerio del apóstol Pedro, el regreso del Señor también fue un tema recurrente. En 1 Pedro 4, vemos la misma secuencia de eventos. Pedro escribe:

“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración… Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría… Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello. Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” (1 P 4:7, 12-13, 16-17).

Aquí vemos que Pedro sabía que la iglesia vivía en los últimos tiempos (“el fin de todas las cosas se acerca”), y como una iglesia de los últimos tiempos los cristianos deben esperar pasar por el fuego de prueba. Y este no es cualquier fuego de prueba, sino el fuego de prueba—la prueba específica pre-ordenada por Dios. Una vez que los cristianos pasen por esta prueba, Pedro les asegura que verían el regreso del Mesías: “Para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría”. Este patrón concuerda con el dado por el Señor Jesús en Mateo 24—el comienzo de los últimos tiempos, la gran tribulación, luego la aparición de Cristo en las nubes con poder y gran gloria.

Este concepto también es mencionado por Pedro, cuando escribe:

“En lo cual [la esperanza viva que tienen los creyentes por medio de la resurrección del Señor Jesucristo] vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 P 1: 6–7).

A diferencia de lo que comúnmente se asevera— que la gran tribulación es sólo para la incrédula Israel—Pedro consistentemente se refiere a esta prueba como parte  del plan soberano y santo de Dios para la iglesia. Nótese que Pedro dice: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros…” Aunque Dios va a usar este tiempo para tratar con la incrédula Israel, la tarea de prueba y depuración la va a comenzar en casa, con Sus propios hijos.

¿Es Mateo 24 Sólo para Israel?

A pesar de la clara enseñanza de las Escrituras, muchos tercamente se apegan a la creencia de que la iglesia no pasará por la gran tribulación argumentando que esta es una prueba específica para, y exclusiva de, la nación de Israel. El razonamiento es el siguiente:

1.    La profecía de Daniel sobre la Gran Tribulación fue dada a la nación de Israel. Como la iglesia no es parte de Israel, tampoco será parte de la Gran Tribulación. [1]
2.    Cuando el Señor Jesús dio la Profecía del Monte de los Olivos, la iglesia del Nuevo Testamento no se había establecido aún. Por lo tanto, los contenidos de la profecía del Señor Jesús (y por ende los pasajes correspondientes en el Apocalipsis) se aplican sólo a Israel, no a la iglesia.

Ambos argumentos son por implicación, puesto que no se fundamentan en ningún pasaje directo de las Escrituras. Al contrario, el significado obvio de las Escrituras es que la iglesia pasará por la Gran Tribulación. El argumento de que “la Gran Tribulación es sólo para Israel” descansa sobre razonamientos inductivos que no soportan el escrutinio bíblico.

Comencemos con el argumento que dice que la iglesia no puede ser parte de la Gran Tribulación. Esta posición crea una ruptura entre los tratos de Dios con la iglesia y Sus tratos con Israel que no se ven en la Escritura. Dios siempre ha tenido planes separados para los judíos y para los gentiles, para creyentes y para incrédulos, pero estos tratos nunca han operado independientemente. Cuando Moisés sacó al pueblo de Israel de  Egipto, Dios tenía un plan para los judíos: llevarlos a la Tierra Prometida para hacer de ellos un pueblo peculiar para Su gloria. Pero Dios también tenía un plan para los egipcios: juzgarlos por su soberbia e idolatría. Como vemos, estos planes no se excluían mutuamente. Dios no sólo usó a los judíos para juzgar a los egipcios, sino que usó a los judíos para bendecir a los egipcios que se unieron a la multitud que deseaba servir al Dios verdadero. Dios también usó a los egipcios para bendecir a los judíos cuando los primeros les dieron a los segundos el oro, la plata y otros tesoros de su nación que Israel luego usaría para construir el tabernáculo en el desierto.

Los propósitos de Dios durante el período de los Jueces fueron similarmente indistintos. El propósito de Dios para los judíos era el de disciplinarlos y hacer que rompieran con la idolatría para entregarles la tierra que les había prometido. El propósito de Dios para los gentiles era el de juzgarlos por su idolatría y eventualmente guiarlos a un conocimiento de Él por medio de la fe. Dios usó a las naciones paganas para disciplinar a Israel y a Israel para disciplinar a las naciones paganas. Al mismo tiempo, usó a Israel para bendecir a las naciones paganas por medio de la revelación de Su persona y Palabra, a través de las cuales muchos gentiles llegaron a ser participantes de las bendiciones de la salvación. Rut y la prostituta Rahab (ambas con un trasfondo pagano) incluso llegaron a ser ancestros de Cristo.

Este es el mismo patrón que opera con la Gran Tribulación. Incluso cuando Israel rechazó a su Mesías, no estaba haciendo otra cosa que cumplir las profecías de Dios que hablaban de que Él bendeciría a las naciones gentiles dándoles a conocer el Evangelio (Gn 12:3). A cambio, el programa de Dios para la iglesia fue usado para bendecir a los judíos provocándolos a celo (Ro 10:19) y permitiéndoles volver a Él tras aceptar el Evangelio. A través de la obra evangelística de la iglesia, que incluye a cristianos judíos, muchos judíos han llegado a la salvación ofrecida por su Mesías.

Simplemente no hay ninguna razón explícita, bíblica, que requiera que la iglesia tenga que ser removida de la tierra antes de que comience los últimos 3 años y medio de la era. El que Dios use este periodo para completar Su plan perfecto para los gentiles de ninguna forma le impide cumplir Su plan perfecto para Israel. En vez de eso, la realización simultánea de ambos propósitos es lo que deberíamos esperar. Y eso sin mencionar que hay razones de peso que demandan que la iglesia esté aquí durante la segunda los últimos 3 años y medio de la era.

¿A Quién se estaba Dirigiendo el Señor Jesús?

El otro argumento que se esgrime para sacar a la iglesia de la tierra antes del comienzo de la Gran Tribulación proviene de la Profecía del Monte de los Olivos, la cual proporciona la mayor cantidad de detalles sobre los eventos que ocurrirán durante este período. Debido a que la iglesia era una entidad desconocida para la audiencia a la que el Señor Jesús se dirigió, todo el contexto de Su profecía debe aplicarse sólo a Israel.

Los estudiosos de la profecía que promueven ésta posición argumentan:

“Es fácil olvidar que, en este punto, antes de la crucifixión de nuestro Señor y de la venida del Espíritu Santo para Pentecostés, no había tal cosa que se llamara una iglesia cristiana…. Uno de los errores clásicos de interpretación es tomar esta conversación, entre Cristo y sus discípulos judíos, concerniente al reino Mesiánico, y colocarla dentro de la realidad de la iglesia Cristiana, la cual no comienza a existir sino hasta después que los judíos rechazaron a Cristo y Dios sopló aliento de vida en el cuerpo de creyentes reunidos para Pentecostés. Como Cristo no menciona a la iglesia a sus discípulos en esta conversación, la interpretación obvia es que Israel es el destinatario principal de la profecía de Mateo 24”. [2]

Aunque concordamos en que los efectos más intensos del reinado del Anticristo serán sentidos por los judíos que vivan en y alrededor de Jerusalén durante la gran tribulación, también sostenemos que es un error asumir que los cristianos fueron excluidos de esta profecía. Aunque la audiencia no estaba al tanto de la futura formación del Cuerpo de Cristo, el Señor Jesús ciertamente lo estaba. Repetidamente el Señor se refirió a misterios tales como el envío del Espíritu Santo, la crucifixión y el reino espiritual de Dios, los que no fueron entendidos por los creyentes judíos ni gentiles sino hasta mucho después.

También es importante recordar que los discípulos a los que se dirigió el Señor Jesús eran los mismos discípulos que llegarían a ser los fundadores de la iglesia en Pentecostés. Si le hablamos a una niña —digamos que de seis años— sobre los muchos misterios de transformarse en mujer, lo más probable es que ella nos mire con una expresión en su rostro que refleje no haber entendido ni una palabra de lo que le acabamos de decir. Pero una vez que comience a florecer en la mujer que llegará a ser, comenzará también a entender (y a recordar) lo que le dijimos acerca del tema. Algo similar pasa con la profecía del Señor Jesús en el Monte de los Olivos. Él les habló de estos misterios a Sus discípulos, quienes aún no conformaban—pero pronto conformarían—la iglesia del Nuevo Testamento. El Señor les habló acerca de grandes misterios, acerca de cosas que ellos sólo entenderían cuando comenzaran a florecer en la iglesia que llegarían a ser. Sugerir que esta profecía es para Israel y no para la iglesia, es inadmisible.

Escribe Gleason Archer, profesor del Antiguo Testamento en la Escuela de la Divina Trinidad:

“Si los apóstoles y discípulos que [estuvieron presentes al momento de la Profecía del Monte de los Olivos y quienes después] constituyeron la iglesia cristiana tras el descenso del Espíritu Santo el Día de Pentecostés, no eran los verdaderos miembros o representantes de la iglesia cristiana, ¿entonces quiénes lo eran? Aparte de los dos libros escritos por Lucas, todo el Nuevo Testamento fue escrito por creyentes judíos. Durante los primeros cinco años de existencia de la iglesia cristiana, durante los cuales varios miles de creyentes se añadieron a las filas, era muy difícil encontrar un no-judío entre la multitud. Todas las otras admoniciones y advertencias dirigidas a los Doce fueron, incuestionablemente, para ellos, y encontraron cumplimiento y/o aplicación posteriormente en sus carreras. ¿Cómo podría ser posible que sólo la Profecía del Monte de los Olivos, y solamente ella, fuera una excepción a esta regla?… Una interpretación semejante viola completamente el principio de lectura/escritura literal o normal que prevalece en el relato gramático-histórico de la Biblia… Si hemos de entender el lenguaje en su uso normal, y tomamos las palabras de la Profecía del Monte de los Olivos en su significado común y obvio, no tenemos otra opción que entender el mensaje como siendo dirigido a los representantes de la iglesia cristiana, es decir, a los mismos apóstoles”. [3]

El hecho de que la Profecía del Monte de los Olivos es relevante para la iglesia salta a la vista también en el hecho de que el Señor Jesús dirige el mensaje utilizando el pronombre personal “vosotros”. Cuando veáis la abominación desoladora (Mt 24:15), vosotros estad preparados (Mt 24:44). Claramente, el Señor se estaba refiriendo a los discípulos en sus futuras identidades como miembros de la iglesia, no se estaba refiriendo a ellos en sus identidades como judíos del Antiguo Testamento—esta identidad la estaban comenzando a dejar atrás.

Douglas Moo [4], profesor asistente del Nuevo Testamento en la Escuela de la Divina Trinidad, explica:

“Mateo 24:15-28 claramente describe los últimos 3 años y medio de la era: el Anticristo se ha presentado en el templo (Mt 24:15), se está experimentando la más grande tribulación jamás sufrida en la historia de la humanidad (Mt 24:21), y la venida de Cristo está por ocurrir (Mt 24: 26-28). Pero el pronombre personal en plural (“vosotros”) continúa usándose a través de estos versículos. En otras palabras, si la iglesia está incluida en la primera parte de la profecía por medio del uso del pronombre personal en plural “vosotros”,  difícilmente puede ser excluida de la segunda parte”. [5]

No sólo esto, el defensor de la postura pr-eira Robert Van Kampen señala que esta misma profecía es precedida y seguida por referencias a la iglesia:

“‘Tú eres  Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mt 16:18); “Si [un creyente que no quiere arrepentirse] no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano’ (Mt 18:17); y en Sus instrucciones en cuanto a la Santa Cena, las que no podían tener relevancia para nadie que fuera parte de la iglesia (Mt 26:26-30)… ¿Cómo es posible, entonces, que se decida rechazar la Profecía del Monte de los Olivos, haciéndola aplicable sólo a Israel, cuando todo lo que se enseña en el contexto general de dicha profecía tiene que ver directamente con la iglesia?” [6]

En Mateo 28:19-20 el Señor Jesús les da a los discípulos la Gran Comisión: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”.

“¿Qué quiere decir todas las cosas que os he mandado si no incluye todo lo que Él enseñó en ese evangelio en particular—el evangelio de Mateo?” Van Kampen también señala las palabras de Pablo en 1 Timoteo 6:3: Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad…. “Ni el Señor Jesús ni Pablo hicieron una selección. Todas las palabras del Señor Jesús se aplican a la iglesia”. [7]

También es digno de mencionar que cuando el Señor Jesús hizo una referencia directa a Daniel 11:31 al decir: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora”, Él no aplicó la frase típicamente judía de Daniel “tiempo de angustia [para Jacob]” a la gran tribulación, la cual [Él] describe unos versículos después. Si la Gran Tribulación es solamente para Israel, ¿por qué el Señor Jesús no usó ésta bien conocida expresión judía?

Las Cartas a las Iglesias

Para determinar si Mateo 24 es sólo para Israel, debemos también considerar las cartas a las siete iglesias mencionadas en Apocalipsis 2 y 3. El Señor Jesús les ordena a cinco de las siete iglesias que se arrepientan de sus pecados y las exhorta a que sean vencedoras. A la iglesia perseguida (Esmirna), el Señor le dice que sea fiel hasta la muerte y será vencedora; y a la iglesia ferviente (Filadelfia) le promete protegerla de la hora de la prueba. La pregunta obvia que surge tras la lectura de Apocalipsis 2 y 3 es “¿Qué deben vencer las iglesias?” y “¿Cuál es la prueba de la que guardará el Señor a la iglesia de Filadelfia?” 

Luego de un breve intervalo, el Señor Jesús responde ambas preguntas al describir los juicios de los sellos. Como las cartas a las iglesias preceden la descripción de los sellos, la lectura natural del texto es que estas iglesias tendrán que pasar por los juicios de los sellos.

Hay todavía más evidencia que demuestra que la iglesia sufrirá la Gran Tribulación. La iglesia transigente (Pérgamo) es advertida en cuanto a que si no se arrepiente, el Señor Jesús vendrá a ella “pronto”, lo cual es una referencia a Su Segunda Venida. La iglesia corrupta (Tiatira) es amenazada con ser arrojada “en gran tribulación” si no se arrepiente, siendo esta una referencia a la Gran Tribulación. A la iglesia muerta (Sardis), el Señor Jesús le dice: “Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Ap 3:3), lo que es una clara referencia a 1 Tesalonicenses 5:2: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche”.

Todas estas referencias a los últimos tiempos, junto con la admonición del Señor Jesús a arrepentirse y vencer, demuestran que las cartas a las siete iglesias de Apocalipsis 2 y 3 no estaban siendo dirigidas sólo a esas iglesias del primer siglo, si no que están siendo dirigidas también, en forma especial (profética), a todas las iglesias que entrarán un día a en la Gran Tribulación y que tendrán que sufrir los rigores de la persecución del Anticristo contra el pueblo de Dios.

Comparando Versículos que Tratan Sobre el Arrebatamiento

Aquellos que aún no se convencen de que la iglesia pasará por la Gran Tribulación, deben considerar que la Biblia la menciona justo antes de referirse al arrebatamiento. A continuación de la descripción de la Gran Tribulación que hace en Mateo 24:21, el Señor Jesús agrega:

“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mt 24:29-31).

Sabemos que el Señor está aquí describiendo el arrebatamiento porque este evento es el mismo mencionado en 1 Corintios 15:52: “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”; y en 1 Tesalonicenses 4:16–17: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire”.

Algunos pretribulacionistas toman el término “sus escogidos” usado en Mateo 24:31 como evidencia de que la Gran Tribulación es sólo para Israel, ya que Israel es llamado “el pueblo escogido por Dios” (Dt 14:2). Sin embargo, Pablo repetidamente utiliza el término “escogidos” para referirse tanto a creyentes judíos como gentiles (Ro 8:33; Col 3:12). [8] Los gentiles son hechos parte de la “raíz” judía al momento de la salvación (“has sido injertado… has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo”, Ro 11:17). Como ramas injertadas en el olivo, los cristianos no estamos excluidos de la Gran Tribulación, puesto que está será para el pueblo de Dios en general. [9]

En la descripción que nos da Juan del martirio de los creyentes, las palabras utilizadas demuestran que estos mártires son creyentes en Cristo, y no judíos incrédulos: “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían” (Ap 6:9). No estamos bajo el Antiguo Pacto, así que “la palabra de Dios” y “el testimonio” mencionado aquí debe ser una referencia al Nuevo Pacto. Estos mártires son creyentes que han sido asesinados por ser fieles a Cristo en medio de cruenta persecución. [10]

Más Evidencia del Apocalipsis

Hay mas evidencia que confirma que la iglesia pasará por la gran tribulación. Apocalipsis 13:7-10 describe el reino del Anticristo y su poder para hacer la guerra y vencer a los santos: “Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación... Aquí está la paciencia y la fe de los santos”. [11]

¿Dónde se ha mencionado antes la paciencia y la fe de los santos? Cuando Pablo se gloría de los Tesalonicenses por su  fidelidad:

“Por tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder (2 Ts 1:4-7).

La simple combinación de “paciencia” y “fe” de los santos podría no ser una convincente correlación hasta que vemos que, en este mismo pasaje, Pablo promete que esta paciencia y esta fe serán premiadas con algo muy especial: “Daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder” (2 Ts 1:7). Para la generación que viva durante los últimos tiempos, este “reposo” será el arrebatamiento.

La relación entre la Gran Tribulación y el arrebatamiento se puede ver también en Apocalipsis 13, donde leemos que al Anticristo le será dado poder sobre “toda tribu, pueblo, lengua y nación”, y vencerá a los santos. Se le otorga este poder por 42 meses, 3 años y medio, 1260 días; periodo que marca también el inicio de la Gran Tribulación. En  Mateo 24, después de la Gran Tribulación vienen los cataclismos cósmicos y la reunión de los escogidos. En el Apocalipsis, después del martirio de los santos vienen los cataclismos cósmicos y la visión de la iglesia en el cielo (ya arrebatada—Ap 7:9-17). ¿Quiénes son estos? “[la] gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas… que han salido de la gran tribulación”. [12]

La iglesia pasará por la Gran Tribulación, pero esta persecución a manos del Anticristo será acortada por el arrebatamiento (Mt 24:22).

También vemos esta persecución en Apocalipsis 12:13–17:  

“Y cuando vio el dragón [Satanás, quien controla al Anticristo] que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón [Israel, por medio de la cual vino el Señor Jesucristo, el Salvador]. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo [3 años y medio]…. Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.

El Anticristo inicia su persecución en y alrededor de Jerusalén (Mt 24:16), pero cuando los judíos huyen al desierto, él centra su atención en el resto de las espinas en su costado, los verdaderos creyentes que forman parte de la iglesia del Señor Jesucristo.

Sacando los Dolores de la Gran Tribulación

Hay otros puntos que necesitan aclararse aquí. Algunos pretribulacionistas tratan de descalificar nuestra posición diciendo que el surgimiento de los falsos cristos, las guerras y los rumores de guerras y las hambrunas descritas como parte del “principio de dolores” (Mt 24:8), no ocurren durante la Gran Tribulación. Tampoco correlacionan estos eventos con los juicios de los sellos. En vez de eso, los definen como características de un período de declinación moral y espiritual que precederá a la Gran Tribulación. En la mayoría de los casos, los pretribulacionistas sostienen que este es el periodo en el que vivimos hoy en día. Ellos correctamente sitúan el comienzo de la Gran Tribulación con la abominación desoladora (Mt 24:15), pero creen que la venida en gloria del Señor Jesús descrita en Mateo 24:30 es Armagedón. Por lo tanto, razonan, la Gran Tribulación debe durar siete años y no 3 años y medio comno los texto citados claramente atestiguan.

Esta posición crea varias dificultades. Primero, los eventos de Mateo se correlacionan tan perfectamente con los seis sellos del Apocalipsis que resulta forzado argüir que no son los mismos. Segundo, esta posición requiere que el Señor no mencione el arrebatamiento—la esperanza bienaventurada de todos los creyentes (Tit 2:13)— cuando los discípulos le preguntan cuándo va [Él] a regresar. Y tercero, sitúa el inicio del Día del Señor antes de los cataclismos cósmicos del sexto sello, lo cual contradice Joel 2:31. [13]

El Fin del Siglo (Era)

Hay una última dificultad importante para nuestra discusión. La posición pretribulacionista sitúa mal el fin de la era. Para que el pretribulacionismo funcione, sus defensores deben hacer que “el fin del siglo (o de la era)” coincida con el regreso del Señor Jesús para el Armagedón, no para el arrebatamiento. Este argumento proviene de Mateo 24:6-14, en donde el Señor Jesús continuamente le recuerda a Su audiencia que “aún no es el fin”:

“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores.  Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.

Según este razonamiento, si el arrebatamiento es pretribulacional, y si, al momento del arrebatamiento aún no es el fin, “el fin de la era” debe ocurrir al regreso físico del Señor Jesús a Armagedón. Sin embargo, el Señor Jesús enseña que el fin del siglo (o de la era) ocurre con Su regreso físico a la tierra como Rey conquistador; y según Joel 2:31, Mateo 24:29-30 y Apocalipsis 6:12-13, este regreso (y por lo tanto, “el fin del siglo” ) ocurre tras la apertura del sexto sello y antes del Día del Señor:  

“El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová” (Jl 2:31).

“E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra” (Mt 24:29-30).

“Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento” (Ap 6:12-13).

Esto es exactamente lo que el Señor Jesús les dice a los discípulos en Mateo 24. En el versículo 3, los discípulos del Señor le preguntan: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” Después de describir el principio de dolores, la abominación desoladora y la gran tribulación, el Señor Jesús responde la pregunta de los discípulos en los versículos 30-31:

“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mt 24:30-31).

Los discípulos hicieron una pregunta directa y el Señor Jesús les da una respuesta directa. Su regreso, y por lo tanto el fin de la era, tomará lugar después de la Gran Tribulación y de los cataclismos cósmicos del sexto sello.

Confirmación Adicional

Mateo 28 da confirmación adicional acerca de que el fin de la era no puede ocurrir en Armagedón, como afirman los pretribulacionistas. En  este capítulo el Señor Jesús les dice a los discípulos que su ministerio (el de ellos) se extendería hasta “el fin del mundo” (Mt 28:18-20). Si “el fin del mundo” ocurre en Armagedón, entonces, según el argumento de los pretribulacionistas, se necesitaría que la iglesia permaneciera en la tierra hasta el Armagedón. De hecho, ambos pasajes (Mt 24 y 28) sitúan el fin del mundo cuando Cristo regresa para el arrebatamiento.

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NOTAS


[1] La idea de que ciertas partes de la Escritura relativas a la Gran Tribulación son aplicables sólo a Israel y no a la iglesia proviene del dispensacionalismo. El dispensacionalismo es una estructura teológica para interpretar la Biblia que divide la historia de la humanidad en “dispensaciones,” o periodos históricos (que se excluyen mutuamente) en los que Dios ha usado diferentes métodos para gobernar a la humanidad. Sin embargo, la Biblia no nos dice en ninguna parte que Dios ha creado tales dispensaciones. El dispensacionalismo es producto de una inducción basada en observaciones hechas por los teólogos sobre las actividades de Dios. Estas observaciones luego se transformaron en un sistema teológico rígido que, como no es de extrañar, ha creado errores e inconsistencias cuando se aplica dogmáticamente a la Palabra de Dios. [Tradicionalmente, el dispensacionalismo es dividido en siete períodos. Este es el dispensacionalismo que aquí llamamos “una estructura teológica inventada por el hombre”. Hay, sin embargo, un dispensacionalismo bíblico que se divide de forma natural en cuatro períodos. El primero es “desde Adán hasta Moisés” (Romanos 5:14). El segundo es “todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan” (Mateo 11:13; Lucas 16:16). El tercero es desde la primera venida de Cristo hasta su segunda venida (Hechos 15:14-18; Efesios 3:1-12). El cuarto período es desde la venida de Cristo hasta el fin del reino (1 Corintios 15:24-26; Apocalipsis 20). A este dispensacionalismo bíblico nos adherimos.]

[2] Armagedón: Cita Con El Destino [Armageddon: Appointment With Destiny, p. 171]. Es digno de mencionar que la necesidad de quitar la Profecía del Monte de los Olivos del futuro profético de la iglesia no hace otra cosa que destacar cuán evidente es el paralelo entre Mateo 24:31 y los otros pasajes (1 Tesalonicenses 4:16–17 y 1 Corintios 15:51–52) que tratan sobre el arrebatamiento.

[3] Tres Posiciones Acerca del Arrebatamiento [Three Views on the Rapture, p. 123].

[4] Douglas Moo es citado varias veces por nosotros, y los estudiantes del postribulacionismo lo reconocerán como un ardiente proponente de esa posición. Sus argumentos son útiles porque tanto la posición preira como la postribulacional toman los versículos sobre el arrebatamiento citados en 1 Corintios 15 y 1 y 2 Tesalonicenses como el mismo evento descrito en Mateo 24:31; ambas posiciones, también, creen que la iglesia pasará por la gran tribulación. Donde el postribulacionismo y la posición preira difieren es en el momento en termina la gran tribulación. Esto conduce a conclusiones muy diferentes sobre el periodo de tiempo que la iglesia deberá estar presente durante la Gran Tribulación. La posición preira ve a la iglesia en la tierra hasta la apertura del sexto sello; el postribulacionismo la ve en la tierra hasta poco antes del Armagedón. Así que, aunque Moo es citado por nosotros, la referencia hecha a sus escritos deben entenderse en el contexto en que aparecen aquí. 

[5] Tres Posiciones Acerca del Arrebatamiento.

[6] El Rapto, Respuestas claras y sencillas para una pregunta difícil [The Rapture Question Answered: Plain and Simple, p. 101-2].

[7] En El Rapto, Van Kampen también presenta una prueba interesante que se puede hacer en relación a la venida del Señor Jesús descrita en la Profecía del Monte de los Olivos. La idea es que los pretribulacionistas lean Mateo 24:27-40, pasaje que ellos afirman que se refiere a Armagedón, no al arrebatamiento. Luego se les debe preguntar si el pretribulacionismo permite ponerle fechas al momento en que el arrebatamiento debe ocurrir. Casi inevitablemente, los pretribulacionistas responderán citando Mateo 24:36: “del día y la hora nadie sabe”, versículo que es tomado exactamente del mismo pasaje que los pretribulacionistas dicen se refiere a Armagedón. Con esta cita el pretribulacionista habrá admitido que Mateo 24 se refiere al arrebatamiento, y por lo tanto se aplica a la iglesia (El Rapto, p. 107).

[8] Aunque a los pretribulacionistas les gustaría presentar un frente unido, sugiriendo que todos ellos concuerdan en que el vocablo “escogidos” en este contexto no puede incluir a la iglesia, la realidad es diferente. Incluso John Walvoord admite que “los pretribulacionistas están un poco confundidos sobre el tema” (El Rapto - The Rapture Question, Revised and Updated, p. 59).

[9] Douglas Moo también señala: “Una segunda razón para creer que la Profecía del Monte de los Olivos es para la iglesia proviene del uso del término “escogidos”. La palabra describe a aquellos que están en la tierra durante los eventos descritos en la Profecía y por lo tanto presumiblemente denota a quienes se dirige el mensaje (Mt 24:22, 24, 31). Esta palabra, que denota a los escogidos por Dios a través de la gracia, se usa consistentemente en el Nuevo Testamento para referirse a los miembros de la iglesia; no hay un solo versículo en el cual se indique que hay una restricción en mente” (Tres Posiciones Acerca del Arrebatamiento, p. 194).

[10] Aquellos que sostienen que Mateo 24 se aplica sólo a Israel deberían responder la siguiente pregunta: ¿Deberíamos también desechar todo el Antiguo Testamento, ya que fue escrito para una audiencia judía? Esto significaría desechar libros como Joel, Zacarías e Isaías, los cuales contienen algunos de los más importantes pasajes sobre los últimos tiempos. Además, si desechamos Mateo 24, también deberíamos desechar pasajes como 1 Corintios 15:52 y 1 Tesalonicenses 4:16-5:8—los cuales son el corazón de la doctrina del arrebatamiento de la iglesia—ya que mencionan los mismos eventos e incluso usan las mismas palabras? En un contexto más amplio, deberíamos también desechar todo el contenido de Mateo, Marcos, Lucas y Juan—y todas las enseñanzas del Señor con ellos—ya que estos libros narran eventos que ocurrieron antes de la formación de la iglesia. ¿Cómo pueden, los que usan el dispensacionalismo para sostener el pretribulacionismo, decidir cuáles libros de la Biblia deben aceptarse y cuáles deben rechazarse? Esto debiera hacernos pensar si ellos están usando en realidad lo que se podría llamar “dispensacionalismo selectivo”, o dispensacionalismo sólo en el contexto del arrebatamiento. Si este es el caso, basta para hacer que la posición sea sospechosa.

[11] En este punto, los teólogos dispensacionalistas protestarían, diciendo: “Pero los santos de la Gran Tribulación no son los santos de la iglesia. Ellos son ‘los santos de la Gran Tribulación’”. No hay una sola palabra en la Biblia que apoye la sugerencia de que estos santos no son parte de la iglesia. El dispensacionalismo se usa ampliamente para sostener el pretribulacionismo y, por ende, la interpretación de este pasaje. Pero si se deja de lado esta estructura artificial, cualquiera que lea el Nuevo Testamento de principio a fin leerá el vocablo “santos” como teniendo el mismo significado en todos los libros.

[12] Para eludir la conclusión que dice que esta es la iglesia arrebatada, muchos pretribulacionistas sugieren que una mejor lectura de este pasaje sería “los que están saliendo de la gran tribulación”, en vez de “los que han salido de la gran tribulación”. Al hacer que esta “salida” esté todavía tomando lugar en vez de aceptar que ya ha ocurrido, se elimina la necesidad de identificar al arrebatamiento como el evento que la precipitó. Así, “los que salen” son identificados como mártires/santos de la Gran TRibulación, una nueva dispensación de creyentes que ha nacido después que la iglesia ha sido arrebatada. Van Kampen, sin embargo, ha señalado que esta frase es un participio, no un verbo, y que el tiempo denotado en la frase en griego lo fija el verbo del contexto. En este caso, los verbos “han lavado” y “han emblanquecido” están ambos en tiempo pasado, refiriéndose a un evento que ya ha sido completado ante los ojos de los espectadores. “El punto es que son estos verbos, no el participio, los que nos dicen el momento en que ocurrió el evento descrito. En este caso, el participio de presente se emplea gráficamente para describir un evento pasado, algo que ha acabado de suceder. Esta también es la razón por la que uno de los ancianos se refiere a esta gran multitud como habiendo llegado ya. ‘Estos que están vestidos con ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido [elthon]?’—siendo este verbo, elthon, el tiempo pasado del verbo en griego ‘venir’. Seguramente si el anciano hubiera estado observando a una multitud que iba en continuo aumento, el tiempo pasado del verbo ‘venir’ no se habría utilizado. Más bien, habría preguntado: ‘¿Quiénes son, y de dónde están viniendo?’ Pero la pregunta no se plantea así… Por consiguiente… vemos que esta multitud incontable representa a los ‘muertos en Cristo’ resucitados, y a los santos arrebatados ‘en pie alrededor del trono [de Dios]’” (El Rapto, p. 133).

[13] Algunos pretribulacionistas salvan este obstáculo creando dos días del Señor: uno amplio, el cual ellos dicen se refiere a toda la Gran Tribulación; y uno más angosto, el cual ellos dicen se refiere específicamente al día en que el Señor Jesús se manifiesta con la hueste angélica en Armagedón. Esta posición ilustra el patrón consistente de redefinir las palabras para hacerlas decir lo que un punto de vista predeterminado quiere que digan.







TODO OJO LE VERÁ


En todos los tratamientos populares sobre el arrebatamiento, en libros, charlas y películas, el arrebatamiento es un gran misterio para el mundo incrédulo. Repentinamente, millones de personas a través del mundo desaparecen. Los autos chocan, los aviones caen del cielo, esposos y esposas se encuentran sentados a la mesa solos, sin sus cónyuges ni hijos. En medio de la devastación, estas pobres almas son dejadas para que se froten sus ojos llorosos en total perplejidad, buscando respuestas que son proporcionadas por el falso Anticristo.

Esta trama sirve para las novelas y las películas, pero no es lo que la Escritura enseña. La Escritura enseña que el Señor Jesús regresará a la tierra de la misma manera en que ascendió al cielo – en forma física -- , con el toque de trompeta que atraerá nuestra atención hacia el cielo, desde donde Él será visible para todos.

Este hecho es descrito en varias partes de la Escritura, pero en ninguna de ellas es tan clara como en el libro de Hechos. Después de la ascensión del Señor Jesús al cielo, el ángel da este mensaje a los atónitos discípulos, que continuaban mirando hacia el cielo: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11).

Así vendrá. Los discípulos contemplaron el ascenso del Señor Jesús (físicamente, en su cuerpo resucitado) al cielo. Cuando los creyentes lo vean de nuevo, también lo verán físicamente, en su cuerpo resucitado.

Apocalipsis 1:7 añade un detalle muy importante a este evento: Él será visto por todas las personas. “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él”. El Señor Jesús confirmó este detalle en Mateo 24:30: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.

Difícilmente estos pasajes podrían ser tachados de estar describiendo un descenso silencioso y secreto, dejando la remoción de la Iglesia como un gran misterio para los incrédulos. La Iglesia será arrebatada al cielo, pero el mundo entero lo verá.

Hay además otro evento sobrenatural que le añade dramatismo al ya mencionado: la resurrección de los muertos. Considérese lo que pasó después de la muerte del Señor en la cruz: “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mateo 27:51–53). Tanto Pablo como el profeta Daniel nos dicen que algo similar ocurrirá al momento del arrebatamiento. Esto es descrito en tres pasajes separados:

“Pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados” (Daniel 12:1–2).

“Porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15:52).

“Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4: 15–16).

¡Qué sorpresa para los incrédulos! La tierra se rasga, los ataúdes se abren y los muertos resucitan. ¿Cuánto tiempo transcurrirá entre este evento y el arrebatamiento de todos los creyentes?, no lo sabemos. Sin embargo, es casi cierto que, si el mundo tiene tiempo de ver al Señor Jesús viniendo en las nubes, también tendrá tiempo de ver a los resucitados adorando a  su Rey.

Si es que todavía hay alguna duda entre los incrédulos acerca de lo que está pasando al momento en que el Señor regrese, esta será aclarada cuando vean a los creyentes recibir nuevos cuerpos y transformarse en seres celestiales. Sabemos, por las manifestaciones físicas del Señor Jesús y de sus ángeles, que los cuerpos celestiales pueden ser vistos por el mundo natural (Génesis 19:1; Hebreos 13:2; Juan 20:27). De igual forma, la transformación de los creyentes muertos y vivos será vista por aquellos incrédulos que se queden atrás. El evento de los creyentes siendo transformados y tomados al cielo será contemplado por el mundo incrédulo en perplejidad y horror.

Esto hace que la comparación que el Señor Jesús hace entre el arrebatamiento y los días de Noé sea aun más apremiante: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37). Muchas personas tienden a centrarse en las actividades descritas durante este tiempo: “Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento…” (Mateo 24:38). Pero mientras esperaba el diluvio, Noé era un “pregonero de justicia” (2 Pedro 2:5). La palabra griega que aquí se traduce “pregonero” es kerux, que significa uno que proclama o publica, especialmente las nuevas del evangelio. Noé no estaba construyendo el arca en secreto, guardándose el asunto para sí mismo. Estaba construyendo con una mano y predicando con la otra, advirtiendo a los habitantes de la tierra acerca de su destrucción inminente.

Las personas de entonces no eran diferentes de las de hoy en día. Sin  duda alguna que Noé fue ridiculizado. Probablemente sus vecinos pasaban cerca para ver la ridícula construcción destinada a flotar que Noé construía en medio del desierto. La gente debe de haber viajado de un lado a otro de la cuenca mediterránea sólo para burlarse. Pero una cosa es segura, cuando las aguas vinieron y los burladores se quedaron fuera del arca, ni uno sólo de ellos se preguntó qué estaba pasando. Puede que no hayan creído las palabras de Dios acerca de Su juicio antes de que comenzara a llover, pero apostamos a ganador si decimos que las creyeron y recordaron todas cuando las aguas comenzaron a inundar la tierra. Pero para el momento en que fue evidente que el juicio de Dios había llegado, era demasiado tarde. Así será también cuando el Señor Jesucristo venga a arrebatar a Su pueblo.

La venida física, corporal, del Señor Jesús, visible para el mundo entero durante la Semana Septuagésima, juega el mismo papel que jugó el diluvio. No habrá más excusas en las bocas de los que serán dejados atrás. El evangelio habrá sido proclamado hasta el fin de la tierra. Los incrédulos habrán visto al Cristo y sabrán que Él es el Señor. Habrán visto la resurrección de los muertos y la transformación física de los que experimentaron el arrebatamiento, y sabrán que se lo han perdido. Cuando el Señor Jesús descienda del cielo, con el toque de trompeta y la voz del arcángel, ni un sólo incrédulo se preguntará qué está pasando. Como sus antepasados del tiempo de Noé, sabrán que es demasiado tarde para ellos.

Esta lección es tan importante que la Biblia hace la comparación entre la Segunda Venida de Cristo y los días de Noé tres veces (Mateo 24:37; 1 Pedro 3:20–22; 2 Pedro 2:5). Afortunadamente, como el evangelio habrá sido predicado a cada pueblo, lengua y nación, habrá muchas Biblias disponibles en todos los idiomas después del arrebatamiento; sus dueños, llevados al cielo en el arrebatamiento, no las necesitarán más.

La Señal en el Cielo

Hay quienes creen que el Señor Jesús, cuando venga, sólo será visto por los creyentes; creen que de alguna manera nuestra condición espiritual nos da derecho de verlo en gloria mientras que otros no lo verán — de ahí la teoría de la “desaparición secreta”. El lamento de las tribus judías, sin embargo, claramente invalida esta posición.

“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30).“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él” (Apocalipsis 1:7).

A lo largo y ancho del mundo entero, habrá miembros de las 12 tribus de Israel que se unirán en asombro a los millones de incrédulos cuando vean al mismísimo Señor Dios descender del cielo; entonces lamentarán por el Mesías al que deberían haber reconocido hace tiempo atrás (Zacarías 12:10). ¡Qué triste día para el pueblo escogido de Dios!

Pero de una manera única y maravillosa, hay esperanza de Dios aun en esto. Recuérdese que, desde el inicio de la Semana Septuagésima, habrá una explosión evangelística. Los cristianos, sabiendo que el tiempo que queda es corto, dejarán todo para difundir el evangelio. Después de todo, ¿de qué les sirven sus hogares, sus finanzas y sus vidas, si el Señor con toda seguridad vendrá por ellos en un lapso de meses o unos pocos años? La venida del Señor Jesús validará todo los que los pregoneros del evangelio han dicho. Para aquellos esperando por una, “la venida del Hijo del Hombre” será la prueba indubitable. Y, a diferencia de aquellos que se perdieron abordar el arca de Noé, aquellos que se pierdan formar parte del arrebatamiento recibirán una segunda oportunidad para aceptar la gracia de Dios, aun si significa perder sus vidas a manos del Anticristo.

Que Dios dará tal señal a los incrédulos es ampliamente enseñado en la Biblia. Desde el comienzo de la humanidad, Dios le ha dado al mundo señales como claros indicadores de Su poder, Su majestad y de la inmutabilidad de Su palabra. Estas señales han sido evidentes, a menudo sobrenaturales, y visibles tanto para creyentes como incrédulos. En el Éxodo, por ejemplo, Dios le ordenó a Moisés que arrojará su vara al suelo para se convirtiera en serpiente como una señal para los Israelitas de que Él lo había designado para guiarlos en su salida de Egipto. Si ellos no le creían, Moisés debía poner su mano en su pecho, primero para que se llenara de lepra, luego para que fuera sanada. Si aun no le creían, Moisés debía tomar agua del río y arrojarla sobre la tierra para que se convirtiera en sangre (Éxodo 4:1–9). Israel requeriría las tres señales. Más tarde, Moisés realizaría señales aun más grandes en presencia del Faraón.

Cientos de años después, Dios daría la señal más grande de todas: Su Hijo, Jesucristo, nacería de una virgen (Isaías 7:14). El Señor Jesús también haría uso de señales, validando así Su ministerio terrenal resucitando muertos, dando vista a los ciegos, haciendo caminar a los cojos y cumpliendo todas las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. Después de todo esto, cuando los Israelitas demandaron aun otra señal, Él les dio la señal del profeta Jonás, refiriéndose a Su muerte y a Su resurrección tres días después (Mateo 12:39).

Así que, cuando el Señor Jesús dice que habrá una señal de Su venida, ¿deberíamos esperar que esta fuera secreta, vista sólo por los creyentes? O, al igual que Sus otras señales, esta será una manifestación de Su gloria ante todo el mundo?

La Condenación Eterna y la Marca

La visión física y corporal de Cristo juega un papel importante en los eventos del Apocalipsis. Uno de estos eventos es la advertencia de parte de Dios de que cualquiera que reciba la marca de bestia sellará para siempre su condenación eterna. Por un lado, este parece ser un castigo demasiado severo para un solo error. Sin embargo, si tomamos en cuenta que esto dice relación con la anunciada venida del Señor Jesús y el fin del siglo, parece muy justa. No habrá dudas acerca de quién es Señor del cielo y de la tierra. Aquellos que reciban la marca estarán rechazando abiertamente el señorío de Cristo.

¿Qué es la marca de la bestia? Junto con la identificación del Anticristo con el número 666, esta marca es una de las más descriptivas características de la Semana Septuagésima. Aun las personas que nunca han leído la Biblia o han ido a la iglesia saben que, junto con el Armagedón, la marca tiene algo que ver con “el fin del mundo”, aun sino saben exactamente cómo.

La marca de la bestia y el número “666” provienen de Apocalipsis 13:1–18: 


“Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo. Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad. Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar [hacer guerra] contra ella?

“También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses [tres años y medio, desde la mitad de  la Semana Septuagésima hasta su término]. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos [la Gran Tribulación]. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.

“… Después vi otra bestia [el falso profeta] que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres.

“Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase.

“Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”.

¡Qué aterrador cuadro del mundo justo antes del regreso del Señor Jesucristo! Durante este período, la fidelidad del pueblo de Dios será probada, y la Palabra de Dios les proporcionará fuerza, ánimo y las advertencias necesarias para no ser engañados por los milagros engañosos que se multiplicarán durante la segunda parte de la Semana Septuagésima (Mateo 24:24; Apocalipsis 13:4).

Según algunos intérpretes, Apocalipsis 13 nos dice, por ejemplo, que una vez que el Anticristo esté en el ojo público (a partir de la confirmación del pacto de siete años con Israel, cuando es catapultado a fama mundial), recibirá una herida mortal en la cabeza. Por medio del poder de Satanás, milagrosamente volverá a la vida y el mundo se asombrará por este suceso, y lo alabará diciendo: “¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar [hacer guerra] contra ella?” (Apocalipsis 13:4).

Con este evento sobrenatural a su favor, el Anticristo se presentará en el templo de Jerusalén y se declarará Dios (o en lugar de Dios -de ahí Anticristo- o contra Cristo). Este suceso es el que el Señor Jesús llamó “la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel”. A partir de aquí, el Anticristo, cuyas conquistas de varias naciones le habrán dado poder mundial, exigirá que todos los pueblos sobre los que él gobierna le adoren. El castigo por la desobediencia será la muerte. El falso profeta, quien también recibirá su poder de Satanás, podrá ejecutar toda clase de milagros en el nombre del Anticristo, lo cual fortalecerá su declaración de divinidad.

Ahora “bajo el poder de Dios”, el Anticristo hará que todas las personas, niños y adultos, reciban una marca en sus manos derechas o en sus frentes; sin esta marca nadie podrá comprar ni vender. Esta marca, como la stigmata del Señor Jesús sobre los creyentes, identificará eternamente a quienes la reciban con el Anticristo. Dios ha advertido que recibir la marca del Anticristo significará que una persona está perdida para siempre:

“Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre” (Apocalipsis 14:9–11).

Muchos cuestionan la justicia de esta advertencia, considerándola demasiado severa. ¿Cómo puede una decisión significar que estés separado de Dios por toda la eternidad? Con relación a la venida del Señor Jesús, sin embargo, el castigo es justo. No hay posibilidad de decir “No lo sabía”. Todos conocerán la identidad del Creador de los cielos y la tierra. Todos sabrán que Él no tolera el pecado. Verán al engañador, el Anticristo, quien ejecuta milagros por el poder de Satanás y se exalta poniéndose en lugar de Dios. Cara a cara de los dos poderes opuestos — el Dios verdadero y el dios falso —los habitantes de la tierra de este período estarán obligados a escoger de qué lado ponerse.

Aun después de que haya ocurrido el arrebatamiento, por gracia de Dios, el evangelio será oído. Dios preservará a los 144.000 de las tribus de Israel, quienes serán como predicadores para el mundo anonadado (Apocalipsis 7:3, 14:1). Dios enviará a los Dos Testigos a predicar la justicia desde el Muro de los Lamentos (Apocalipsis 11:6–7). Dios enviará, también, a un ángel para predicar el evangelio a cada criatura sobre la tierra, diciendo: “Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero” (Apocalipsis 14:9–10).

Dios es verdaderamente misericordioso, pero tiene límites también. La marca de la bestia es uno de esos límites. El que recibe la marca, no puede decir que no fue advertido.