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jueves, 1 de marzo de 2012

VUESTRO ADVERSARIO EL DIABLO III - Serie Todas las Doctrinas de la Biblia

La obra de Satanás en nuestro mundo

“…El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo…” (2 Corintios 4:4).

Ahora que hemos visto que Satanás es un ser real con poderes reales, necesitamos entender cómo usa esos poderes. Debemos también entender sus intenciones y su meta principal.

En el artículo anterior vimos que Satanás guió a otros ángeles en su perverso intento por derrocar la autoridad de Dios. Su vanidad, orgullo y codicia por el poder lo condujeron a una guerra contra el Gobernante absoluto del universo. Al fallar en su intento, Satanás trató de obstaculizar y malograr la relación de Dios con los seres humanos. No perdió tiempo para empezar a interferir en ella. Génesis 3 describe cómo Satanás apareció en escena poco después de la creación de Adán y Eva.

La primera cosa que trató de hacer fue destruir la relación de Dios con los primeros seres humanos. Sutilmente le preguntó a Eva: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (v. 1). Astutamente evitó mencionar todo lo que Dios les había dado a ella y a Adán: todas las demás plantas, árboles y frutos del huerto, con lo que logró que ella se concentrara sólo en el fruto del único árbol que Dios les había prohibido comer.

Con su astucia, fue engañando a Eva poco a poco. Su primera mentira fue decirle que ella no moriría si tomaba del fruto prohibido (v. 4). A continuación mintió otra vez, calumniando a Dios al acusarlo de ocultarle a Eva un conocimiento valioso (v. 5). Así la sedujo con su hábil persuasión, y Eva tomó del fruto y le dio también a Adán.

Eva fue engañada por Satanás (2 Corintios 11:3). Adán no lo fue (1 Timoteo 2:14); él simplemente se dejó llevar y siguió a su esposa en la desobediencia de las claras instrucciones que Dios les había dado. Vemos, pues, cómo la presión adversa de otras personas —la cual siempre nos incita para que cedamos ante lo que sabemos es erróneo— ha estado entre nosotros desde hace mucho tiempo.

La meta principal de Satanás

Este relato nos ayuda a entender que la meta principal de Satanás es desbaratar el plan que Dios tiene de cultivar una relación familiar con la humanidad. Desde el principio, Dios ha tenido en mente un plan espectacular para los seres humanos: darles el don de la vida eterna. Uno de los pasajes más conocidos de las Escrituras lo dice claramente: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

El plan de Dios es tener una inmensa familia. En estos momentos Su familia está formada por dos seres, Dios mismo y Jesucristo su Hijo (Lucas 10:22). El propósito de Dios para la humanidad —vida eterna en su familia— es el foco central de toda la creación: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (Romanos 8:19). Esta relación familiar tan entrañable es el ferviente deseo que Dios tiene con la humanidad. Pablo llama al Señor Jesús “el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29). Como primogénito de Dios, es el primero entre muchos hijos que finalmente serán parte de la familia de Dios. Por eso “no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Hebreos 2:11).

Dios prometió: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:7). “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:18). Dios quiere darnos inmortalidad a fin de que podamos vivir con Él para siempre, y desde ahora quiere empezar a cultivar una estrecha relación familiar con nosotros (Juan 14:23). Pero Satanás quiere entorpecer el plan de Dios a toda costa. Quiere impedir que desarrollemos una relación íntima con Dios. No quiere que alcancemos nuestro potencial como verdaderos hijos de Dios.

El gran engaño de Satanás

Como dijimos anteriormente, Satanás es un ser muy poderoso e inteligente, al que nada detendrá de sus propósitos. Como el gran manipulador de la humanidad, tiene muchos métodos y recursos a su disposición. En cierta forma, su propósito inmediato —mantener a la humanidad separada de Dios— es relativamente fácil. Como humanos, estamos naturalmente inclinados a enfocarnos en nuestros deseos egoístas. Pablo lo expresó muy acertadamente: “Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5). Se den cuenta o no, aquellos cuyas mentes están enfocadas en sí mismos guardan “enemistad contra Dios” (v. 7).

Al hacer una recopilación de varias citas de los Salmos, Pablo resume la condición espiritual de la mayor parte de la humanidad: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno… su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).

Siendo el experto de la persuasión, Satanás engaña a la humanidad al hacer que ésta se concentre en todo menos en Dios. Por ejemplo, por medio de la teoría de la evolución ha convencido a millones de personas que Dios no existe.

Por medio de centenares de religiones corruptas, ha convencido a miles de millones de seres humanos para que adoren al sol, la luna y las estrellas, los animales, la naturaleza, los antepasados muertos, dioses imaginarios y una tremenda variedad de muchas cosas más, o simplemente que no adoren nada. Aun entre las muchas variantes del cristianismo tradicional encontramos divisiones; las personas discuten acerca de qué y quién es Dios, Su propósito para nosotros, lo que Él quiere para nosotros y cómo debemos vivir. El diablo ha hecho una labor muy efectiva al confundir a las personas acerca de lo que la Biblia dice realmente.

A Satanás no le importa a qué grupo pertenezcan las personas, ya sea que crean o no en Dios, acepten y adoren dioses falsos o estén engañados en cuanto a la perspectiva del verdadero Dios y de Su plan para nosotros. Los tiene como quiere tenerlos, con “el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (Efesios 4:18). Tal vez esto nos ayude a entender mejor lo que quiere decir Dios cuando nos dice que el diablo “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).

Pablo explica que “el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen
de Dios” (2 Corintios 4:4).

En una de sus parábolas, el Señor Jesús explica que tan pronto como algunas personas escuchan la verdad de Dios, “viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven” (Lucas 8:12). Satanás no se detendrá en su lucha por mantener a las personas cegadas a la verdad de Dios. El resultado, tal como el Señor Jesús lo explicó, es que “ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14).

La causas de los males de la humanidad

Cuando entendemos la magnitud del engaño de Satanás, podemos entender mejor las raíces de tantos males que afronta la humanidad. Colectivamente, llevamos miles de años experimentando con gobiernos, filosofías y formas de vida. ¿Por qué entonces no hemos podido resolver nuestros problemas? ¿Por qué persisten año tras año, siglo tras siglo, tantas dificultades?

Los gobiernos y otros esfuerzos humanos no han tenido éxito porque, a fin de cuentas, simplemente no conocemos la forma correcta de vivir. Salomón, antiguo rey de Israel, lo dijo escuetamente: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12; 16:25).

El profeta Jeremías declaró: “Conozco, oh Señor, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23).

Desgraciadamente, durante muchas generaciones la humanidad ha comprobado la verdad de estas palabras. Bajo el gobierno humano, e influenciado por la actitud egoísta de Satanás de tratar de obtenerlo todo para nosotros mismos, el mundo nunca ha conocido una época libre de sufrimiento, dificultades y guerra.

El mundo sufre de problemas crónicos, insuperables, porque hemos rechazado a Dios. Por inspiración divina David escribió: “El Señor miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Salmos 14:2-3).

Jeremías también observó que las personas eran cegadas en gran parte por sus propios motivos e intenciones perversos. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).

El hombre está separado de Dios

El profeta Isaías añade: “He aquí que no se ha acortado la mano del Señor para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua… No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz” (Isaías 59:1-8).

Los caminos de Dios son completamente diferentes de los del hombre. Él nos dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).

Satanás ha logrado engañar a la humanidad a lo largo de su historia al influenciar a los seres humanos para que se aparten de la guía de Dios. Nos lleva a hacer las cosas a nuestra manera, a confiar en nosotros mismos en lugar de en Dios como la autoridad suprema.

Pablo describe los resultados de rechazar a Dios: “Como no quieren reconocer a Dios, él los ha abandonado a sus perversos pensamientos, para que hagan lo que no deben. Están llenos de toda clase de injusticia, perversidad, avaricia y maldad. Son envidiosos, asesinos, pendencieros, engañadores, perversos y chismosos. Hablan mal de los demás, son enemigos de Dios, insolentes, vanidosos y orgullosos; inventan maldades, desobedecen a sus padres, no quieren entender, no cumplen su palabra, no sienten cariño por nadie, no sienten compasión. Saben muy bien que Dios ha decretado que quienes hacen estas cosas merecen la muerte; y, sin embargo, las siguen haciendo, y hasta ven con gusto que otros las hagan” (Romanos 1:28-32, VP).

Las palabras de Pablo resuenan ahora más que nunca. Los medios de comunicación y de entretenimiento condonan y alaban todos los estilos de vida y prácticas degeneradas y pecaminosas, en tanto que censuran a las personas que respaldan los preceptos bíblicos y las señalan como personas de mentes estrechas que tratan de imponer sus principios a otros. Semejante tergiversación de valores es el resultado inevitable de una mente que rechaza el conocimiento y los mandamientos de Dios.

Este no es el mundo de Dios

Aunque Dios está siempre en control de todas las cosas, las Escrituras dicen claramente que Él no es la causa de los problemas crónicos y la miseria que imperan en el mundo. Como dijo el Señor Jesús en Juan 18:36: “Mi reino no es de este mundo”.

Satanás el diablo es el verdadero “príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30; 16:11). Juan nos dice que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). Satanás es “el dios de este siglo” (2 Corintios 4:4). Aunque no podemos ver a Satanás, su influencia es poderosa y penetrante.

Pablo entendía esto, puesto que les recordó a los cristianos que, anteriormente, ellos habían seguido “la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2). El resultado de la influencia del diablo es que, antes de la conversión, todos vivimos “en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos” (v. 3).

Con muy justificada razón Pablo llama a Satanás “el príncipe de la potestad del aire”. Influye espiritualmente en la humanidad para que rechace a Dios y su ley. Bajo la influencia de Satanás, “los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7).

Al estar separado de Dios el hombre escoge seguir su propio camino, y los resultados son catastróficos. Bajo la influencia de Satanás la humanidad ha rechazado la revelación de Dios y su guía, para construir sociedades y civilizaciones con fundamentos erróneos. Pero esto no será así para siempre. En los próximos dos artículos de esta serie describiremos cómo van a cambiar las cosas.

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