lunes, 21 de abril de 2025

IDOLATRÍA



Todas las diversas formas de idolatría moderna tienen una cosa en su núcleo: el yo. La mayoría de la gente ya no se arrodilla ante ídolos e imágenes. En vez de eso, adoran ante el altar del dios yo. Este tipo de idolatría moderna toma diversas formas.

En primer lugar, adoran en el altar del materialismo, que alimenta su necesidad de aumentar el ego a través de la adquisición de más “cosas”. La mayoría de los hogares están llenos de toda clase de “cosas”. Construyen casas más y más grandes con más armarios y espacio de almacenamiento para guardar todas las “cosas” que compran, muchas de las cuales incluso no han pagado. La mayoría de estas “cosas” tienen obsolescencia programada inherente en ellas, por lo que son inútiles en poco tiempo, y así, las mandan al garaje u otro espacio de almacenamiento. Entonces se apuran a comprar el artículo, ropa o aparato más nuevo, y todo el proceso vuelve a comenzar. Este deseo insaciable de más, mejor y nuevo, no es nada más que codicia. El décimo mandamiento nos dice que no caigamos víctimas de la codicia: “No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca” (Ex 20:17).

Dios sabe que nunca seremos felices satisfaciendo nuestros deseos materialistas. El materialismo es la trampa de Satanás para mantener nuestro enfoque en nosotros mismos y no en Dios.

En segundo lugar, adoran ante el altar de su propio orgullo y ego. Esto a menudo toma la forma de una obsesión por las profesiones y empleos. Millones de hombres — y cada vez más mujeres — pasan 60-80 horas de la semana en el trabajo. Incluso los fines de semana y durante las vacaciones, las computadoras están zumbando y las mentes están bullendo con ideas de cómo hacer sus empresas más exitosas, cómo conseguir ese ascenso, cómo conseguir ese aumento de sueldo, cómo cerrar el próximo trato. Mientras tanto, los hijos se mueren por atención y amor. Se engañan pensando que lo están haciendo por esos hijos, para darles una vida mejor. La verdad es que lo hacen por ellos mismos, para aumentar su autoestima al aparecer más exitosos a los ojos del mundo. Esto es una locura. Todos nuestros trabajos y logros no serán de ninguna utilidad para nosotros después de morir, ni la admiración del mundo, porque estas cosas no tienen ningún valor eterno. Como el rey Salomón escribió (paráfrasis): 

“Pues hay quienes ponen a trabajar su sabiduría y sus conocimientos y experiencia, para luego entregarle todos sus bienes a quien jamás movió un dedo. ¡Y también esto es absurdo, y un mal enorme! Pues, ¿qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol? Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es absurdo!” (Ec 2:21-23).

En tercer lugar, idolatran la humanidad — y por extensión a ellos mismos — a través del naturalismo y el poder de la ciencia. Esto les da la ilusión de que son los dueños del mundo y aumenta su autoestima a proporciones divinas. Rechazan la Palabra de Dios y Su descripción de cómo Él creó los cielos y la tierra, y aceptan las tonterías de la evolución y el naturalismo. Abrazan a la diosa del ambientalismo y se engañan pensando que pueden preservar la tierra indefinidamente cuando Dios ha declarado que esta tierra como la conocemos hoy durará sólo hasta el momento en que Dios destruya todo lo que el hombre ha hecho y puesto sobre ella para re-crear (renovar) un cielo nuevo y una tierra nueva. Dios no necesita ayuda humana para esta renovación de los cielos y la tierra.

Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P 3:10-13). 

Como dice claramente este pasaje, nuestro enfoque no debe estar en adorar el medio ambiente sino en vivir vidas santas mientras esperamos ansiosamente el regreso de nuestro Señor y Salvador. Sólo Él merece ser adorado.

Finalmente, y tal vez lo más destructivo, adoran en el altar del potencial humano, la auto-exaltación o la realización de uno mismo, excluyendo a todos los demás y sus necesidades y deseos. Esto se manifiesta en la auto indulgencia a través de decisiones completamente egoístas y el alto consumo de comida y drogas que no se necesitan realmente, si no que solo los hacen “sentirse mejor” (adictos). Los países ricos tienen acceso ilimitado a drogas y comida (el consumo de drogas de prescripción está en el nivel más alto de la historia de la humanidad, incluso entre los niños; y el sobrepeso y la obesidad son ya una pandemia en occidente). Esto conduce a la ansiedad, la diabetes y otros problemas físicos y mentales. El autocontrol que tan desesperadamente necesitan es despreciado en su insaciable deseo de comer, beber y medicarse más y más. Se resisten a cualquier esfuerzo para frenar el apetito físico y emocional, y están decididos a ser el dios de sus vidas. Esta mentalidad tiene su origen en el jardín del Edén donde Satanás tentó a Eva a comer del árbol con las palabras “Seréis como Dios” (Gn 3:5). Desde entonces esto ha sido el deseo del ser humano —ser Dios. Esta adoración del yo es la base de toda la idolatría moderna.

Toda idolatría de uno mismo tiene en su centro los tres deseos encontrados en 1 Juan 2:16: Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo

Si queremos escapar de la idolatría humanista moderna, tenemos que admitir que está desenfrenada y rechazarla en todas sus formas en nuestra vida. No es de Dios sino de Satanás. La mentira de que el amarse a uno mismo traerá satisfacción, es la misma mentira que Satanás ha estado repitiendo desde que le mintió a Adán y Eva por primera vez. Tristemente, todavía siguen cayendo en la trampa. Incluso aún más triste, muchas iglesias la están propagando en la predicación del Evangelio de la salud, riqueza y prosperidad, basado en el ídolo de la autoestima. Sin embargo, nunca encontraremos felicidad centrados en nosotros mismos. Nuestros corazones y mentes deben estar centrados en Dios y en los demás (el evangelio). Por esta razón, cuando se le preguntó ¿Cuál es el mayor mandamiento?, el Señor Jesús respondió: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” (Mt 22:37). Cuando amemos al Señor y los demás (procurando su salvación) con todo lo que está en nosotros, no habrá cabida en nuestros corazones para la idolatría. Sólo entonces seremos verdaderamente libres: la verdadera libertad se encuentra en diluirnos en Dios, nuestro Creador y Redentor.

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